jueves, 30 de diciembre de 2010

11. Palabras mal dichas.

Nozomu estaba sentado en una de las sillas que había junto a la cama del señor Yamato. Había decidido terminar de escuchar la historia que le contaba sobre como pasó la infancia en plena segunda Guerra Mundial. La verdad es que era interesante y a Nozomu le gustaba la gente interesante y con historias que contar. Al parecer, según le comentó una enfermera, el señor Yamato sufría de una enfermedad degenerativa. Alzheimer. Por lo que no recordaba las cosas recientes y en cambio lo que ya tenía más tiempo eran más nítidas.

El pabellón donde el señor Yamato residía no era el mismo que él conocía ya. En cierto modo eso a Nozomu le molestó. Era como si quisiesen aislarlos de los demás pacientes del hospital… como si fuesen nocivos o fuesen a contaminar al resto con sus locuras. Por un momento pensó en ello. Si él se sentía así no podía ni imaginar como se debían de encontrar los demás, normal que no les gustasen. Porque él, al fin de al cabo, no estaba enfermo. De ese pensamiento le llevó a otro… ¡Nao y Amai aun estarían esperándole! Pero que despistado era a veces. ¿Cómo se había podido olvidar de sus amigos? Seguro que Nao se iba a mosquear con él.

Se despidió del anciano no sin antes recordarle su nombre y asegurarle que volvería a verle para que le siguiese contando esas historias que le había narrado por el camino. Se movió apresurado por los jardines con cara alegre. Ya ni recordaba porque estaba disgustado antes de salir del pabellón. Solo un pequeño inconveniente surgió en sus planes… Sus amigos ya no estaban donde se despidieron. ¿Y ahora qué? Se habrían cansado de esperar, pero lo que quería era saber donde estaban ahora. Lo mejor sería volver a su residencia, tal vez habían ido a buscarlo. Correteó nervioso por aquellos laberínticos caminos rodeados de plantas hasta llegar a su destino.

Y estaba en lo cierto. Entró en su pequeño y sobrio cuarto. Allí estaban los dos de espaldas hablando en un susurro. Parecían tan inmersos en su conversación que ni siquiera se percataron de la llegada del rubio.

-¿Qué hacéis aquí chicos? ¿Habéis venido a buscarme? -cuestionó el chico de los ojos verdes acercándose a ellos.
-¡Ah! Nozomu ya has aparecido. -dijo Amai con cara alegre.
-Lo siento, es que me encontré a un anciano que se había perdido por los jardines y le ayudé a volver… -se excusó llevándose una mano al pelo.
-Sí, ya, seguro… -murmuró Nao con un tono que denotaba lo enfadado que estaba con el rubio.
-Perdona Nao, es que me distraje por el camino. -continuó Nozomu intentando disculparse por haberse olvidado totalmente de ellos.
-No es por eso.
-Nao… no te enfades con él. -pidió Amai para calmarlo.
-¿Pero has visto lo que ha hecho con las grullas que le han regalado sus compañeros de clase? -interrogó girándose hacia él señalando el escritorio lleno de cadáveres de papel.
-Pero Nao… -empezó Nozomu.
-¡Nada de “peros”!
-¡Nao, cálmate! -exclamó la chica.
-¡No quiero calmarme! ¡¿Si hace eso con un regalo de sus amigos, qué no hará con nosotros que le conocemos de dos días?!
-¡Nao!
-¡Déjalo, Amai! ¡¿No ves que un crió egoísta como este no se merece que te esfuerces?! -gritó muy enfadado con él. Eso a Nozomu realmente le dolió en su pequeño corazoncito.
-¡¿Y tú que sabrás?! ¡Tú mismo lo has dicho, no me conoces!
-¡Pero sí lo suficiente como para que sepa que eres un niñato mal criado y consentido que solo piensa en él!
-¡Nao, Nozomu, parad! -suplicó la morena sujetando al castaño.
-¡Pues si yo soy un niñato tú eres un loco tarado! ¡¿Qué te crees que no te he oído hablar solo?!
-¡Mira enano, primero súbete a una banqueta y repíteme eso a la cara! ¡Si seguro que tú has hecho eso porque alguno de tus compañeros también te lo dijo!
-¡Basta ya los dos! -chilló Amai con todas sus fuerzas. Provocando que el pasillo se llenase de curiosas que intentaban mirar que ocurría en el cuarto de su compañero de planta. Incluso apareció la doctora Tsubaki con cara furiosa dispuesta a pararles los pies a los chicos.
-¡¿Qué está pasando aquí?! -exclamó la mujer poniéndose entre los dos.
-Ya nada… -concluso Nao dando la espalda a Nozomu para dejar la habitación bastante enfadado.
-Espera Nao. -habló la chica siguiéndole por las escaleras.
-¿Y vosotras que hacéis todavía aquí? A la venga fuera, no hay nada que ver. -ordenó la psiquiatra echando a todas las pacientes del cuarto del rubio. -A ver ahora me vas a decir que es lo que ha pasado.
-Pues… es que unas compañeras me han traído unas grullas de papel, pero yo… Bueno estaba bastante enfadado con ellos y he roto algunas. -empezó a decir mientras se sentaba en el borde de la cama tapándose la carita con las manos. -Y nos sé por qué pero Nao las ha visto y se ha enfadado mucho.
-Y por eso os estabais gritando los tres como desquiciados.
-Sí, le he dicho cosas horribles. Le he llamado “loco tarado”. No debería haberlo hecho.
-Pues no. Pero es normal que se enfade contigo… Deberías entender que él te envidia por tener amigos que se preocupan por ti.
-Pero ya sabes cual es mi problema con mis compañeros de clase. -puntualizó mirándola con sus ojos humedos.
-Ya… yo ya lo sé. Pero Nao no.
-Pero no puedo decírselo. Me da vergüenza.
-¿No estabas tú hace unas semanas contentísimo por ser su amigo?
-Sí pero… ya no se que pensar.
-¿Te gustaría seguir siendo su amigo?
-Claro que sí.
-Pues ve y explícaselo.
-Es fácil de decir. Sin embargo me da miedo. ¿Y si ya no quiere saber nada más de mi nunca más?
-No lo sabrás si no lo pruebas. Nao es más compresivo de lo que muchas veces aparenta, te lo aseguro. Si no lo haces de todos modos no será tu amigo. Es muy cabezota. Pero haz lo que tú quieras. Yo me voy que tengo que atender a una chica que debe de estar esperando. -acabó cerrando la puerta tras de si.

Nozomu se quedó el solo. En silencio. Aquella sensación nunca le había gustado. Era como si estuviese desamparado, un sentimiento cuanto menos parecido al que tuvo en su primer día de confinamiento. No era fácil estar ahí encerrado, y mucho menos sin compañía. Pero Nao parecía realmente colérico con él. Era normal después de todo le que se habían dicho. No tenía que haber aludido a su enfermedad mental. El castaño no había mencionado para nada su mala alimentación. Pero no quería contarle su secreto, él no lo entendería. Seguro que pensaba que era una cosa de críos. Sin embargo era mejor arrepentirse de hacer algo que arrepentirse por no hacerlo.

“Cuantas veces te he dicho que eres estúpido. Solo consigues hacerte daño una y otra vez, como si te dieses golpes contra una pared intentando echarla abajo.” Le recriminó Noa al dueño de la cabeza que habitaba.

En la habitación con el número 202 Nao manchaba de nuevo su lienzo. Esta vez los colores elegidos para el extraño arte del esquizofrénico habían sido todos de la gama del rojo. Se movía mucho mas rápido y furiosamente que la noche en la que conoció a Nozomu. Cada una de sus brazadas era vigilada por la atenta mirada de la morena que parecía querer grabarlos. Pocas veces había tenido ocasión de ver a Nao así de enfadado puesto que este no era un chico que mostrase sus emociones abiertamente.

-Nao… -susurró intentando llamar su atención.

Pero el castaño estaba tan sumido en su oscuro mundo que parecía no escuchar nada a su alrededor. Si alguien hubiese visto en ese momento el aspecto desquiciado de Nao. Con su ceño fruncido, los ojos brillantes como si llevasen una capa de esmalte negro y sobretodo sus manos manchadas de rojo, podía pensar que acababa de cometer un asesinato brutal. Parecía murmurar maldiciones para si mismo, seguramente en alguna estresante conversación con la voz de Noa. Amai desvió la mirada de él al resto de dibujos esparcidos por todo el cuarto. Estaba segura de que Nao realmente consideraba a Nozomu su amigo. Si no nunca se habría enfurecido tanto con él porque simplemente lo hubiera dejado pasar. Pero no podía evitar preocuparse por él. Cuando el castaño se irritaba no había ser capaz en el mundo de controlarle, sobretodo ella que era no le alcanzaba en estatura ni en fuerza. No se quería ni imaginar lo que habría llegado a pasar en ese cuarto si no hubiese aparecido la doctora. Y pese a lo que pareciera en ese momento Nao no era una persona violenta, ni mucho menos, pero a veces no era capaz de contenerse.

Nao de pronto sin previo aviso se paró. La habitación se llenó de ese silencio incomodo que parece una aguja de coser clavándose en el cerebro de ambos. El chico giró la cabeza lentamente hacía la morena. Parecía haberse calmado de golpe como las tormentas de verano que se acaban de un momento a otro.

-Lo siento Amai… No quería asustarte. -habló con voz algo ronca, tal vez por haber gritado como un poseído en la habitación de Nozomu.
-No pasa nada… pero deberías hablar con Nono.
-¿Para qué?
-Pues para que los tres volvamos a llevarnos bien. -contestó ella en tono inocente.
-Déjalo, Amai. Ya no hay nada que hacer.
-No seas pensinista, hombre.
-Se dice “pesimista”.
-Pues lo que he dicho. Tendrías que explicarle lo que piensas…
-Ya lo hice.
-Pero sin gritar. Creas que no a la gente le molesta que le chillen sin saber ellos por qué. A lo mejor él a tenido su motivo igual que tu has tenido el tuyo para enfadarte. -la chica de ojos pardos se alejó unos pasos hasta la puerta sin quitarle la vista de encima. -Voy a recoger a Miss Teddy Margot, que la he dejado en el cuarto de Nono. Haced lo que queráis… Pero yo no quiero tener que turnarme para estar con mis amigos.

Amai dejó el cuarto y al oír el sonido de la puerta cerrándose tras de si Nao se dejó caer sobre el colchón provocando un sonoro estruendo. No había tenido un buen día desde luego, empezando por la pesadilla de aquella mañana. Tal vez seguía algo sensible por la medicación que le habían dado el día anterior. La cabeza le iba a estallar por culpa de las cargantes e innecesarias palabras de Noa.

-Estaba el señor don Gato, sentadito en su tejado, marrama miau miau miau… sentadito en su tejado. Ha recibido una carta… -comenzó a canturrear con un susurro amargo y triste mientras sus orbes negros se clavaban en el techo del cuarto como si pudiesen ver el cielo através de el cemento y el hormigón.

“No cantes esa canción, sabes que suena demasiado tétrica, deprimente y tonta.” comentó Noa. Pero Nao pareció ignorar totalmente porque seguía con su melodía casi inaudible. Del mismo modo no escucho el sonido de una manita golpeando la puerta para poder pasar.

-Nao… ¿Puedo pasar? -pidió el pequeño rubio asomando su cabeza por la puerta para ver si le estaba escuchando.
-Se ha roto siete costillas el espinazo y el rabo, marrama miau miau miau… el espinazo y el rabo.
-Nao… No quiero estar enfadado contigo… Y… bueno… yo quería… -se intentó explicar el chico sin atreverse a fijar en él sus brillantes ojos verdes. Era normal que le ignorara, pero tenía que intentarlo al menos.
-Ya lo llevan a enterrar…
-Yo quiero… que seas mi amigo… Y los amigos se cuentan las cosas que les pasan… Y… quería que me escucharas… pero da igual, si no lo haces lo entiendo. -murmuró con un deje triste cerrando de nuevo la puerta.
-Espera. -ordenó Nao sin despegar el cuerpo de las sábanas y con la vista al frente como si llevase puesto un collarín invisible. -Te escucho.

viernes, 26 de noviembre de 2010

10. Las grullas rotas.

“Espero que vuelvas pronto.”

Pudo leer Nozomu en un trozo cuadrado de papel lila con una elegante letra redondeada. Los ojos del rubio se volvieron brillantes como si una capa de barniz de amargura los cubriese. Aun así sin, ningún tipo de pena ni resentimiento ni pena, tiró de cada lado de la que antes era una grulla rompiéndola en dos trozos más o menos iguales y haciendo lo mismo con esos dos convirtiéndolos en cuatro para luego solo acabasen en la papelera. Después tomó otra grulla para deshacerla, leer lo que en ella ponía y repetir el proceso mientras mascullaba palabras confusas como si de un conjuro se tratara.

Amai corría alegremente hasta el lugar donde había dejado a sus dos amigos esperando. Pero al único que vio fue a Nao sentado en el banco de metal junto a su oso Miss Teddy Margot. Parecía muy distraído y ensimismado en su mundo mental y esa situación era muy tentadora para gastarle una bromita.

-¿Quién soy? -preguntó la chica tapándole los ojos desde detrás intentando poner una voz grave.
-Cuanto tiempo sin verte Hanako. -contestó el castaño sabiendo que eso molestaría a su amiga.
-¡Uy! ¡No me llames así! -se quejó ella dándole un fuerte tirón de la coleta a modo de venganza.
-¡Ah! ¡Que daño!
-No me vuelvas a llamar como a esa tonta y no te tiraré del pelo. -respondió poniendo una pose de orgullo y algo de altivez.
-Tampoco es para tanto…
-Si es para tanto. ¿Te gustaría que te llamara Tsuke? ¡A que no! ¡A que no!
-No es lo mismo… A ti Hanako no te ha hecho nada malo…
-Si que me lo ha hecho. Me daña en lo más profundo de mi sensible corazoncito.
-Vale, vale… hay que ver como te pones cuando hablamos de ella.
-Jeje, ese es mi lado oscuro. Y todavía no lo conoces bien, guapo.
-Lo que tú digas, pues controla tu lado oscuro.
-Lo intentaré pero no te garantizo nada… Cambiando de tema, ¿dónde está Nono?
-Fue a su cuarto a dejar unas grullas de papel que le trajeron unas compañeras de clase. Supongo que ya no tardará mucho.

Pero Nozomu, perdido en sus propios pensamientos, parecía haberse olvidado completamente de que les había dicho que volvería enseguida. Las grullitas que sus compañeros le regalaron se habían convertido en unos pedazos de colores, y las pocas que habían conseguido sobrevivir a la matanza estaban esparcidas por el escritorio. Nozomu las miraba con una extraña mezcla de amargura y rabia en los ojos. Ya casi se había olvidado de que tenía que volver con los otros dos residentes. La cabeza le dolía como si le estuviesen clavando mil agujas el cerebro. Su respiración era pesada y hacía que el labio inferior le temblase. En esos momentos se recordaba al propio Nao cuando se ponía nervioso.

Decidió salir en el cuarto dejando toda la habitación llena de pájaros descuartizados. Bajó las escaleras casi arrastrando los pies. Y salió del pabellón perdiéndose por los largos jardines del hospital.

Definitivamente te había olvidado de que tenía que regresar a las pistas. Andaba por un camino que ni él sabía a donde le llevaba, ni le importaba. No quería hablar con nadie, ni ver a nadie… cosa realmente rara en él, o eso creía todo el mundo. Pero Nozomu estaba harto, muy harto y cansado. Y ni siquiera él sabía bien de que exactamente. Pero sabía que no le gustaba sentirse así. Perdido. Perdido y solo en un lugar extraño, con gente extraña. Y lo que más le perdía era que se encontraba mejor allí encerrado que fuera con la gente supuestamente “normal”. Eso era lo que más detestaba “la gente normal” . ¡Que odiosos! Con esos aires de superioridad que a veces se llegaban a confundir con una estupidez que rozaba el límite de lo insospechado. Y encima hipócritas. Él no era un chico “normal” por eso no le querían… a nadie le gustaba. Seguro que los falsos de sus compañeros de clase incluso se habían alegrado de perderle de vista. Y si no saliese nunca ninguno de ellos se preocuparía por decir “¿Qué habrá sido de Nozomi?” Ellos no eran ni un ápice mejores que Nao o que Amai ni que él tampoco.

En su cabeza rubia todas esas ideas confusas e inconexas daban vueltas una y otra vez como si estuviesen en el centro de un huracán. Y eso hacía que la cabeza le doliese más. Si es que eran malos hasta para la salud. Cerró sus ojos esmeralda y respiró profundamente como si eso consiguiese que el dolor de cabeza se disipara. Deseó por un momento olvidarse de todo, absolutamente de todo de lo que le había pasado antes de entrar allí. No recordar a nadie, solo a su familia. Y cuando los volvió a abrir se encontró con una figura al otro lado de una de las pequeñas parcelas del jardín.

Se fijó mejor. Era un señor mayor apoyándose en un bastón de madera, que parecía algo perdido. El típico abuelillo con aspecto entrañable pero despistado como si no supiese donde tenía que ir. El rubio corrió unos metros hasta el seños para ver si podía ayudarle en algo. En ese momento quería sentirse un poco útil.

-Señor… Señor… ¿Necesita ayuda? -preguntó el chico acercándose por detrás, tocando el hombro del anciano desde su posición. Cuando el hombre se dio la vuelta se le quedó mirando fijamente como si tratase de escanear a Nozomu.
-¿Shinobu? -preguntó viéndolo con expresión algo confusa y extrañada que sorprendió bastante al equivocado aludido. -¿Qué haces aquí, Shinobu?
-Yo… esto señor, yo no me llamo Shinobu. Se está equivocando. -contestó Nozomu tratando de ser lo más educado posible.
-No, tú eres Shinobu sin duda. En Japón no hay muchas chicas con el pelo rubio como tú Shinobu. Pero… ¿Por qué te has cortado el pelo? -respondió totalmente convencido de lo que le estaba diciendo. Nozomu se sintió un poco raro por haber sido confundido con otra persona y para colmo con una chica y no sabía que contestar.
-Lo siento pero es que yo no soy Shinobu…
-¿Pero como te has podido olvidar de tu propio padre? ¿Es que llevo tanto tiempo sin verte?
-Pero señor… si es que yo nunca le había visto antes. Me está confundiéndome con otra persona. Yo me llamo Nozomu. Y además soy un chico. Vale que tengo un aspecto andrógeno pero no es para llamarme chica… creo.
-¿En serio? ¿En serio tú no eres mi Shinobu? -habló el desconocido con un tono que denotaba bastante su desilusión.
-No… lo siento pero mi nombre es Nozomu Nozomi… ¿Puedo ayudarle en algo? ¿Se ha perdido?
-Creo que sí, no recuerdo donde tenía que ir. Ni tampoco por donde tenía que ir… a donde fuese.
-¿No? Este lugar es laberíntico… Le puedo acompañar hasta el pabellón central allí podrán ayudarle mejor que yo. -concluyó el rubio indicándole al anciano que comenzasen a caminar pausadamente hasta donde seguramente debía de estar ese hombre. -Por cierto señor, ¿cómo tengo que llamarle?
-Yamato está bien… ¿Y tú como te llamabas?
-Nozomu… Nozomu Nozomi, señor Yamato. -volvió a decir por tercera vez el joven.

Nao miró fijamente a Amai otra vez como si pretendiese leer lo que había escrito en la complicadamente de esa chica. Amai por su parte intentaba poner su mejor cara de póquer para que el castaño no lograse su intención. A los dos el tedio ya les podía, y se intentaban entretener con uno de esos juegos cuanto menos tontos e infantiles.

-Una mariposa. -sentenció el chico con media sonrisa triunfal.
-¡Jopeta! Otra vez lo has adivinado. Seguro que estás haciendo trampas.
-¿Y como se supone que las hago?
-Eso es lo que todavía no he llegado a entender…
-Si es que eres muy simple, o son animales o bichitos o cosas así…
-Lo que tu digas. Venga te toca… ¿Qué ves?
-Este juego es un autentico aburrimiento.
-Ya… ¿pero donde se su pone que está Nono? ¿Se lo ha comido el mounstruo de debajo de la cama? ¿O qué? -preguntó cometiendo una de sus habituales incorrecciones en el lenguaje oral.
-No sé donde estará.
-¿Vamos a buscarlo?
-Bueno, vamos a ver donde se ha metido… -se pusieron de acuerdo ambos levantándose del banco en el que aun estaban sentados y sin olvidarse de llevar con ellos a el osote Miss Teddy Margot.

Los dos chicos y el oso caminaron hasta el edificio donde se suponía estaba el tercero en el grupo. Subieron hasta la planta donde los pacientes con una menor masa corporal pasaban las horas de tedio como hacían todos en ese hospital. Amai llamó a la puerta del cuarto con número 184 con bastante energía mientras exclamaba el nombre de el rubio para que saliese de su escondrijo. Pero nadie les contestó. Esperaron un par de segundos dándole una oportunidad para responder a su llamada. Pero nada de nada.

-Capaz será de haberse quedado dormido. -acusó el castaño mirando la puerta cerrada.
-Sí… como venganza por haberle dejado a él solo ayer ¿no? -siguió ella con tono bromista girando el pomo de la puerta para abrirla.

Los dos pasaron al todavía vacío dormitorio del chico rubio. Como era una habitación pequeña no hacía falta mucho para percatarse de que allí no había nadie aparte de la pareja de amigos y el peluche.

-Una de dos: o Nozomu se ha largado y nos ha dejado plantados como palmeras… o el malvado mounstruo de debajo de la cama se lo ha llevado a su reino de terror para hacer caldo con él. -se rió ella mientras que hacía el gesto de mirar bajo el mueble donde dormía el chico como si jugasen al escondite. -Si resulta que es lo segundo tendremos que ir a salvarlo, pero si resulta que en realidad es lo primero la que hará caldo con él seré yo.

La chica se quedó callada unos segundos cuando sus ojos castaños se fijaron en un trozo de papel rojo en el suelo. Para luego incorporarse mirando alrededor encontrado toda la habitación llena de esos colores y que Nao también se había percatado de ellos. El castaño los miraba con un gesto serio y algo rígido. Parecía algo molesto por aquello que se habían encontrado.

-¿Qué será todo esto? -se cuestionó la morena mirando todas las grullitas destrozadas encima del escritorio y en la papelera de esa habitación.
-Esas son las grullas que le han regalado sus compañeros de clase a Nozomu. -contestó algo secamente el castaño.
-¿De veras? ¿Y por qué las ha roto?
-No lo sé… pero no me parece bien. Ellos han tenido que estar esforzándose para hacer tantas. No debería haberlas roto. Pero él sabrá por qué lo hizo…

Nao desde luego también se sentía fuera de si. ¿Qué más le daba a él lo que hiciese Nozomu con esos pájaros de papel? Eso le dolía, por algún motivo le molestaba el gesto que el rubio había tenido con sus compañeros. Tal vez por que con él nadie había tenido con él un detalle como el de ese grupo con Nozomu. Y que los despreciara realmente le había molestado.

“No puede ser que de veras ese chico te importe tento como para enfadarte.” habló la famosa voz de la cabeza del joven haciendo de nuevo acto de presencia.

-Cállate Noa. -susurró el castaño intentando que la chica no le escuchase pese que realmente ella ya conocía la existencia de esa alucinación.

“¿Es que no te alegras de volver a tenerme aquí? Admítelo, no sabes vivir sin mí.” Siguió hablando la voz a su aire como. “Mírate, me despisto un par de días y te vuelves un débil que se molesta por una tontería que ha hecho un criajo egoísta y desagradecido.”

Puede que tuviese un mínimo de razón… ¿Dónde había quedado su filosofía de “Al mundo no le importa Nao, a Nao no le importa el mundo”? Pero por algún motivo estaba molesto por eso… Y Nozomu no parecía de ese tipo de personas que desprecian los regalos de los demás. Puede que por otro lado quisiese entender por qué las rompió.

domingo, 14 de noviembre de 2010

9. Gente que espera.

-“Estaba el señor don Gato, sentadito en su tejado. Marrama… ¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! Sentadito en su tejado. Ha recibido una carta…” -canturreaba una dulce vocecita en los sueños de Nao.

Todo estaba tan oscuro que solo podía ver sus propias e infantiles manitas haciendo botar una pelota de goma azul. Y solo se escuchaba a si mismo entonando aquella intrigante canción y el ruido de la pelota a chocar con el suelo a modo de metrónomo. Aunque todo fuese un sueño podía sentir frío y la humedad que helaba sus pies descalzos y una brisa cortante chocando con el resto de su piel.

-Nao… ten cuidado. Si rompes algo con la pelota se enfadará mucho. Te volverá a regañar, además él ya te había prohibido que jugaras en casa… -advirtió otra vocecilla muy similar a la cantarina.
-“¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! Sea caído del tejado…” No te preocupes, Noa. No se va a enterar. Tu solo descansa y ponte bueno, yo me ocupo de lo demás. “Se ha roto siete costillas…”
-Pero hoy me toca a mi.
-“El espinazo y el rabo…” He dicho que no te preocupes yo lo haré por ti. “Ya lo llevan a enterrar caminito del mercado. Marrama… ¡Miau! ¡Mia…!” Ya viene… -murmuró cuando de pronto se escucharon unos pasos sigilosos.

Nao se despertó como si unas cuerdas de marioneta tiraran de él haciendo que se incorporara. Su respiración se había acelerado bastante debido a esa ultima parte del sueño, él ya sabía como continuaba y no quería ni pensar en ello. Hacía mucho que no tenía esa pesadilla, pero ahora volvía a su mente como si pretendiera avisarle de algo. Tal vez era solo por lo nervioso que estaba esos días y las vueltas que había empezado a darle a todo lo que ocurría a su alrededor.

-Sí… solo es eso… me estoy preocupando demasiado. -se dijo a si mismo después de esa corta reflexión mientras sus pulmones se relajaban progresivamente.

Era más temprano que lo que el castaño acostumbraba a despertar por su propio pie, pero lo raro era que no hubiesen aparecido por allí Amai o Nozomu para obligarle a hacerlo. Tal vez es que había asustado demasiado al rubio con lo del día anterior, aunque no lo recordase muy bien sabía lo ocurrió. En cierto modo se sentía algo culpable de ello, por lo que decidió ir a buscarle para explicárselo. El problema ahora era donde podrían haberse metido. Se paró a pensar un par de segundos en silencio esperando a que la bombilla se le encendiera por sí sola. De pronto lo que esperaba se hizo y recordó como sus dos compañeros hablaban hacía un par de días de ir a jugar a las pistas que había en el hospital. Allí iría.

Unos minutos más tarde llegó a donde su intuición le llevó, efectivamente allí estaban ambos. Amai corría tras haciendo botar un anaranjado balón de baloncesto mientras el rubito intentaba seguir su ritmo y arrebatárselo sin conseguir nada. Los dos parecían bastante animados en comparación al día anterior. Les miró un par de segundos y luego se percató de que había allí una cuarta persona. Desvió sus ojos negros a un hombre joven que no llegaría a los treinta años de pelo negro y ojos azulinos enmarcados en unas gafas de un color similar. Estaba sentado en un banco de acero junto a un osote de peluche que casi lo ocupaba entero. Se acercó lentamente al moreno para saludarle antes de molestar el intenso juego de los otros dos.

-Buenos días Keigo. -saludó levantando un poco la mano a la altura de la cabeza.
-Hombre Nao, cuanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás? -preguntó él poniéndose de pie para recibir al chico.
-Bien aquí estamos, como siempre. ¿Ya le has traído a Miss Teddy Margot a Amai? -siguó el más joven refiriéndose al oso de peluche.
-Sí, ya me ha dicho Mizuki que ayer se deprimió y decía que no la quería. Espero que no te molestara demasiado.
-No, a mi no me molesta nada.
-¿Y ese chico? Nozomu creo que dijo que se llamaba. ¿Es nuevo? Nunca le había visto antes.
-Sí llegó hará unas tres semanas.
-Parece que se ha hecho amigo de Amai, me alegro. Tiene pinta de que es muy simpático por lo que hemos estado hablando.
-Sí, ellos se han llevado muy bien. Son tal para cual.
-Estarás contento de que los dos valláis mejorando. -insinuó con media sonrisa mirando a Nao.
-¿A que te refieres?
-A que antes ninguno de los dos os dejabais tocar por nadie. Puede que fuera que cuando erais pequeños os parecía que nadie os iba a entender. Pero mira ahora…
-Amai a mejorado mucho… creo que no le queda mucho para salir de aquí.
-Tú también saldrás pronto. -le alegró dándole una palmada en la espalda.
-Amai… vamos… vamos a parar un poco… -propuso el rubio con la respiración entrecortada por su poca resistencia al esfuerzo físico.
-¡Pero que flojo eres Nono! -contestó la chica parando en seco su carrera.
-¡Yo no soy flojo! -se quejó el rubio andando hacia los dos del banco metálico. -¡Nao! ¿Ya te encuentras mejor?
-Sí, ya estoy bien. Gracias. -contestó el castaño desviando un poco la mirada algo avergonzado por lo ocurrido el día anterior. -Siento haberte asustado.
-No fue nada, además fui yo el que me puse muy pesado. No volverá a pasar. -siguió el chico más bajito con una enorme sonrisa. Nao no le respondió solo le dedicó una mirada a modo de agradecimiento.
-Bueno chicos, yo creo que me tengo que ir yendo. Ya voy tarde al trabajo. -habló Keigo mirando su reloj de pulsera. Para luego acercarse a la chica que seguía muy afanosa en marcar canastas con su balón anaranjado. -Amai, yo ya me voy.
-¿Qué? ¡Jopé! -se quejó ella al oír eso.
-Ya, pero lo siento me he ausentado mucho.
-Pero te voy a echar de menos… -siguió Amai bajando la cabeza.
-No te preocupes son solo unos días, además estás con tus amigos. -dijo él acariciándola el pelo para consolarla.
-¡Pero que no te se olvide llamarme!
-Se dice “se te” no “te se”. -corrigió el joven echando una suave risa.
-¡Como sea! ¡Tú no te olvides!
-De acuerdo no me olvidaré. -finalizó con tono amable dándole un suave beso de despedida en la frente. Luego se volvió a dirigir a los dos chicos. -Me alegro de haberte conocido, Nozomu y a ti de verte de nuevo Nao. Cuidad bien de mi hermanita. Nos vemos pronto.
-El placer ha sido mío. -contestó el rubio mientras el joven se marchaba hacia el aparcamiento.
-¡Voy a acompañar a Kei-chan hasta el coche ahora vengo!-exclamó Amai agitando la mano en el aire con fuerza.
-El hermano mayor de Amai parece amable lo poco que hemos hablado. -Empezó Nozomu con su habitual sonrisa.
-Keigo no es el hermano mayor de Amai. -corrigió Nao.
-¿No? Pues antes la llamó hermanita.
-Pero no lo es. -comenzó a explicar el castaño mientras se sentaba en el banco metálico junto al gran osote. -Amai es como yo.
-¿A que te refieres con “como yo”? -preguntó el curioso rubio sentándose al lado de su amigo.
-A que a los dos nos abandonaron. -contestó impasiblemente clavando sus ojos negros en el cielo nublado. Nozomu se quedo callado esperando a que el castaño siguiese con su explicación. -Solo sé lo que ella me ha contado, es normal que no le guste hablar del tema. Pero me dijo que ella y su madre eran iguales, ambas tenían la misma enfermedad. Ella la abandonó en una casa de acogidas. Tuvo suerte y Keigo la adoptó.
-Ya entiendo… -murmuró Nozomu asintiendo con la cabeza. -¿Y tú también estuviste en esa casa de acogidas?
-Que más me hubiese gustado… -respondió amargamente en un susurro como si no quisiese que le escuchara.
“Nao te cuidado, si no te portas bien, si le enfadas te volverá a castigar.” Sonó la voz del sueño sobresaltando a Nao bastante incluso haciendo que diese un pequeño salto en el sitio.
-Nozomu, ¿has dicho algo? -preguntó por si por un casual no fuese su mente jugandole una broma pesada.
-No, no he dicho nada… -contestó el rubio volviendo a poner voz algo preocupada por su amigo. -¿Te pasa algo? ¿Te encuentras mal? ¿Necesitas descansar?
-No es nada solo es que esta noche tuve un mal sueño y no me lo quito de la cabeza, pero no te preocupes estoy bien. -siguió él notando como estaba alarmando al pequeño rubio.
-¿Una pesadilla? Sabes, yo cuando tengo pesadillas las escribía en un papel y luego lo quemaba.
-¿Y servía para algo?
-En realidad no, pero yo lo hacía. -dijo riéndose porque realmente sonaba tonto.
-Pues mejor yo no lo hago, lo que me faltaba que me pillaran quemando cosas y me tomasen por un pirómano.
-Sí la verdad es que no es muy buena idea hacerlo aquí.
-¡Nozomu! -exclamó Sachiko interrumpiendo la conversación.

Parecía muy alegre, bueno aunque esa enfermera siempre parecía estar contenta. Se acercaba progresivamente a los dos pacientes mostrando un ramo multicolor, que desde la posición de los chicos no se veía muy bien lo que era.

-Mira lo que te han traído unas compañeras de clase para que te recuperes pronto. -habló la mujer mostrando que lo que le daba color al ramo eran unas grullas de origami hechas con papel.
-Valla, que bonitas. ¿Dónde están ellas? ¿Se han marchado?
-Sí dijeron que tenían que ir a trabajar. Pero que esperan que vuelvas pronto a clase.
-Serian Keru y Kanata, son las únicas que trabajan, que monas. Me gustaría haberles dado las gracias.
-Pero no solo ellas, dijeron que las habían hecho entre todos los compañeros y que te han dejado mensajes escritos dentro de las grullas. Tus amigos te deben de querer mucho. Que suerte tienes. -explicó con una amplia sonrisa.
-Sí… supongo.
-¿Pero eso para que es? -preguntó Nao mirando los aves de papiroflexia.
-¿No lo sabes? -preguntó Nozomu con voz muy extrañada.
-La tradición dice que si alguien logra reunir mil grullas de papel a este te le concederá un deseo. Por eso es costumbre regalarles ramos de grullas a los enfermos, para facilitarles el trabajo. -contestó la enfermera.
-Pues no lo sabía.
-Valla, Nao, mira que no conocer esas cosas tan elementales. Eres todavía muy crío.
-Y eso me lo dice alguien que quema papeles con pesadillas.
-¡Huy! No te metas conmigo Kanou o la vamos a tener.
-Sí no me digas eso que me aterrorizas. -siguió en tono jocoso -Será mejor que dejes tus grullas queridas en tu habitación. Se va a poner a llover y no querrás que se te estropeen.
-¡Claro que no! Voy a mi cuarto ahora mismo a dejarlas. Tú quédate aquí esperando a Amai y cuidando a Miss Teddy Margot. -sugirió señalando al oso de peluche sentado junto a Nao.

Nao siguió con su negra mirada los pasos alegres del rubio junto a los de la enfermera. No podía evitar sentir como algo le dañaba en su corazón, como si alguien le quemara con un cigarrillo encendido o con agua hirviendo. Tenía celos, una enorme envidia de sus dos amigos. Ellos tenían gente al otro lado de las verjas, tenían amigos y familia, personas que le querían y querían que volviesen con ellos. Pero él no tenía a nadie. Nadie le esperaba, nadie estaría allí con una sonrisa cuando saliera del hospital. En momentos como esos le parecía que salir de aquel odiado lugar no iba a solucionar nada. Que su amargura no iba a desaparecer como por arte de magia al irse. Y no solo eso, ¿cuándo salieran de allí Nozomu, Amai y él seguirían siendo amigos o se separarían? No quería perderles también a ellos. Pero ellos seguirían con sus vidas… no le esperarían… ellos eran fuertes, no como él.

“Por fin te das cuenta de lo solo que estás.” habló Noa desde su posición cerebral.
-Tienes razón. Estoy tonto… hablo como un niño pequeño. La vida es así, no debería haberme encariñado de ellos. -se recriminó a sí mismo como si se decepcionara.

Pero por mucho que se lo prohibiese a si mismo una y otra vez, no podía evitar tener ese miedo infantil e irracional a volver a quedarse solo. Simplemente le superaba.

domingo, 24 de octubre de 2010

8. Cuando me dices "basta".

Nao se desperezó pesadamente estirando los brazos y las piernas hasta que sus huesos no le permitían más. Ese día tenía que ver a la doctora antes de lo habitual, ese día era el que más odiaba y que se repetía cada dos semanas, ese día era el día de inyección. Se quedó un par de minutos con la mente en blanco y los ojos fijos en la nada. Le daba tanta pereza bajar, no le apetecía nada que volvieran a “drogarle” a base de haloperidol. Se vistió, no con mucho esmero, y ni se molestó en anudarse el pelo, ¿para qué si iba a pasar el resto del día metido en la cama?
“¿Estarás contento de librarte de mi durante unas horas?” Pocos minutos después ya llamaba a la puerta de la consulta de Mizuki esperando una señal de esta para entrar en ella.

Nozomu se levantó literalmente saltando de la cama . Como era habitual en él estaba contento, porque ya no solo tenía un amigo sino que ya contaba con dos en su corta lista de relaciones sociales. Porque aunque Nozomu fuese amable y divertido algo había en él que hacía que nadie quisiese ser amigo suyo. Él, al contrario que Nao, siempre ponía mucho empeño en estar perfecto. Pero por alguna razón todo lo que se probaba a sus ojos le sentaba mal… mal era decir poco, le sentaba fatal. Todas las mañanas le pasaba lo mismo, se pusiera lo que se pusiera nunca encontraba la ropa adecuada para conseguir esa perfección que buscaba. Finalmente, ya algo resignado, se ponía la ropa que a su punto de vista le sentaba mejor, aunque no le favoreciese todo lo que le él quería.

Salió de la habitación y a base de pequeños brincos subió las escaleras hasta la quinta planta del pabellón residencial. La primera de las puertas que abrió fue la de la habitación de Amai que estaba un único metro antes que la 202 de Nao.

-¡Buenos días Amai! - exclamó abriéndose paso con su amplia sonrisa en el cuarto de la chica que todavía estaba acostada. El interior estaba totalmente oscuro para lo colorido que lo vio el día anterior, tanto que incluso asustó un poco al rubio. -Amai…
-Déjame Nozomu… -contestó la morena con tono lloroso.
-¿Qué te pasa Amai?
-No… Nada… no te preocupes… pero déjame.
-¿Cómo te voy a dejar si estás llorando?… dime que te ocurre.
-¡Que Kei-chan me ha dejado de querer! ¡Por eso estoy otra vez aquí yo sola! ¡Seguro que esta vez no vuelve a por mi!
-¿Quién es Kei-chan? -preguntó el rubito realmente intrigado.
-Kei-chan es Kei-chan… -respondió ella como si así lo fuese a entender.
-Desde luego… Aclarador… ¿Y por qué dices que no va a volver a buscarte?
-Porque no me ha traído a Miss Teddy Margot… -Nozomu ni se molestó en preguntar quien era solo se quedó esperando la explicación de su amiga. -Miss Teddy Margot es mi tesoro, él me la regaló y se ha olvidado de traérmela… ¡No! No se ha olvidado lo que pasa es que no ha venido a traérmela porque ya no va a volver. Él ya no me quiere, porque soy una molestia.
-Pero se habrá despistado… seguro que te sigue queriendo.
-No, esta noche no he podido dormir bien porque no tengo a mi querida Margot y él sabe que la necesito… ya no le debo de importar nada… me ha abandonado.
-Aun así…
-No te esfuerces Nozomu… -habló Nao desde detrás de ellos dos asomándose por el umbral de la puerta. -Cuando se pone así es imposible hacer que sea racional… déjala descansar dentro de poco se le pasará.

Nozomu no dijo nada solo miró a la chica metida en su cama como si fuese una crisálida. Lentamente caminó hasta reunirse con el castaño fuera de la habitación. Nozomu echó una última apenada mirada a la morena hasta cerrar la puerta intentando no molestarla. Luego desvió su verde mirada a Nao. Llevaba el pelo suelto lo que hizo que el rubio se extrañase bastante. Aparte del pelo también tenía una expresión extrañamente inexpresiva, más de lo habitual como si sus ojos fueran de un negro mate. Por algún motivo que él no se explicaba aquello no le gustaba demasiado. Pero Nozomu desvió la mirada intentando ignorar la rara sensación que el aspecto de Nao le daba aquella mañana.

-¿Bajamos a desayunar? No quiero que Tsubaki-san se enfade conmigo, me ha dicho que en cuanto se entere de que no como me volverá a obligar comer con todas las chicas de la segunda planta. -habló intentando que mantuviesen una conversación.
-No, Nozomu hoy no me apetece nada. Voy a echarme un rato. -contestó el castaño con un marcado tono de desgana.
-Pero… -el rubio quiso probar a convencer al chico sin embargo por alguna razón no lo hizo. -Vale pero luego vendré a por ti…
-Gracias… -murmuró Nao a modo de contestación con un hilo de voz casi imperceptible como si no quisiese que Nozomu o escuchase. Al mismo tiempo se dirigía a su cuarto con pasos lentos como si tuviese una gran carga enganchada a cada tobillo.

El más joven de los dos solo le miró perderse en su desordenado cuarto con cierta cara de preocupación. Luego sin decir nada se movió hasta la cafetería del hospital para sentarse junto a sus compañeras de enfermedad y la enfermera que aquella mañana le tocaba vigilarles. No podía quitarse de la cabeza lo raros que estaban esa mañana sus dos amigos, la una llorando porque decía que “Kei-chan” ya no la quería y que la había abandonado, y el otro con su mirada hueca y cara de indiferencia total. Verles a ambos hasta había conseguido entristecerle a él. Daba lentas vueltas a la leche desnatada de su vaso como si se estuviese hipnotizando así mismo. Se aburría mucho él solo. Y para colmo parecía que fuese a llover de un momento a otro y eso todavía le apenaba más.

Las agujar del reloj parecían ralentizarse cuando estaba sin gente a su alrededor. Pasó un par de horas tediosas hasta la saciedad hasta que no pudo más y volvió a subir a la cuarta planta donde estaban sus amigos descansando. Abrió muy despacio la puerta de la morena… seguía todo a oscuras… mejor no molestar. Llamó a la de Nao. Que él supiese al castaño no le pasaba nada, ya había descansado suficiente.

-Nao… he venido a buscarte porque estoy muy aburrido. -habló con voz inocente entrando en el cuarto.

Vio con algo de desilusión que su amigo seguía durmiendo con media cara hundida en la almohada y la otra tapada casi completamente por sus cabellos color café. El chico decidió que tenía que despertarle, que durmiese tanto no era normal.

-Nao… despierta… eres un dormilón. -se quejó. La piel de Nao era muy fría, tenía las manos congeladas, tanto que si Nozomu no pudiese escuchar su adormilada y tranquila respiración dudaría de que estuviese vivo. -¡Jopeta Nao!

El chico castaño se rebulló pesadamente con un quejido entre las sábanas de su cama. Abriendo sus ojos negros intentando acostumbrarlos a la luz. Sintió como Nozomu tiraba de su brazo para incorporarlo. Tenía ganas de chillarle y decirle que le dejase en paz, pero no tenía fuerzas ni para eso. Estaba tan agotado que incluso Noa estaba dormido en algún rincón de su cerebro, y todo por la medicación.

-¿Qué quieres ahora? -preguntó con voz cansada mirándole como si tuviese que pedirle compasión.
-Estoy muy aburrido… vamos ha hacer algo… -contestó tirando de él para que se levantase.
-Pero… Nozomu de veras que no me encuentro bien. ¿No podríamos dejarlo para otro día?
-Pues nos quedamos aquí pero es que no quiero estar solo.

Nao no pudo ni resistirse, sabía que no le iba a dejar si no le hacía caso. Se colocó sus zapatos de tela beige quedándose sentado en su cama mirándole con ojos lastimeros. Nao intentó escuchar la animada conversación del rubio, pero cada dos o tres palabras su cerebro parecía resetearse solo. De lo único de lo que se enteraba era de que estaba muy tristón porque esa mañana nada de lo que se probaba le favorecía. Al castaño le dolía la cabeza una barbaridad, como si miles de agujas se clavaran en su cerebro. Las palabras de su interlocutor se hacían un ovillo en sus oídos. Solo quería que se callase, que le dejara un poco tranquilo. Pero él seguía contándole cosas que para Nao eran triviales incluso tontas. Con esa aguda y penetrante voz que solo lograba que le molestase más. No lo aguantaba iba a volverlo más loco de lo que ya estaba.

-¡Basta! ¡Cállate de una vez! -le chilló de un modo bastante brusco cogiéndole de los hombros, clavándole la mirada de modo doloroso. Asustando bastante al chico. Poniéndose de pie como si un resorte imaginario le hubiese echo saltar, colocando sus manos como si pretendiese taparse los oídos pero sin llegar a tocar cu cabeza.
-Per… perdona Nao, no sabía que te estuviese molestando tanto. -contestó en un hilillo de voz levantándose el también. Miró su rostro y entonces se dio cuenta de que todos los músculos no solo faciales del castaño estaban tensados e inmóviles. -Nao… Nao, ¿qué te pasa?

Pero Nao no contestaba solo permanecía en esa misma postura como si unos grilletes se cerraran en cada parte de su cuerpo haciendo que no pudiese dar ni un solo paso. Nozomu se estaba empezando a asustar realmente. Intentó por todos los medios bajar los brazo de Nao pero estos volvían a su posición de un moso casi inmediato. Estaba demasiado rígido y completamente paralizado. Nozomu en esa aterradora situación lo único que pensó fue en pedir ayuda. Cogió el colgante que el castaño tenía con un botón para llamar a las enfermeras y lo pulsó fuertemente como si así fuesen a llegar más rápido.

-¿Qué pasa Nao? -dijo la metálica voz de Sachiko saliendo de un pequeño megáfono en el escritorio.
-Nao… Está muy raro, algo le pasa. No… no puede moverse. -contestó Nozomu con voz pavorosa mientras que sus ojos se humedecían.
-Nozomi, no te preocupe ahora mismo voy, no te asustes. -concluyó la mujer cerrando la línea de comunicación.

El rubio se quedó de nuevo él solo con la estatua humana en la que su amigo se había convertido. El susto no se le iba del cuerpo pero ya estaba algo menos nervioso sabiendo que ya llegaba la enfermera. Sachiko pasó al cuarto de modo decidido acercándose a los dos chicos.

-¿Qué le pasa? ¿Se va a poner bien? -fue lo primero que dijo el chico al ver a la joven.
-Tranquilo Nozomu, no le pasa nada. Pobre… ya vuelves a estar rígido. No te preocupes ahora mismo se te pasará. -habló con el chico de piedra de modo amable mientras de su bolsillo sacaba una jeringuilla. Subiéndole la manga lo suficiente como para descubrir su brazo. -Ahora Nao, relájate. -le aconseja clavándole la aguja.
-¿Qué… qué es eso?
-Es solo un relajante muscular. No te preocupes Nozomu, Nao se a quedado así de rígido por la medicación. El medicamento ha hecho que la fabricación de dopamina de su cerebro se ralentice y si no descansa pues le puede pasar esto. Dentro de poco se desmayará, es normal, no te asustes.
-Por eso decía que quería estar solo. -murmuró para él mismo sintiéndose realmente estúpido por no haber hecho caso a Nao. Siguió a la enfermera con la mirada hasta que esta volvió a dejarlos solos.

Puede que en ese momento fuese la primera vez que Nozomu era conciente de que no era él el único que estaba en ese hospital. Que no era el único que tenía problemas, que si Nao estaba ahí era también por algo. Nao sí que estaba enfermo, y él había sido muy egoísta cuando no le escuchó. Pero que idiota había sido. Nao tenía que estar pasándolo realmente mal si el modo de curarle era aquel.

De repente un nuevo susto sobresaltó el delicado corazón del rubio. Al igual que antes se había tensado ahora una situación totalmente contraria. Nao calló en la cama como un saco de arena con una debilidad exagerada quedando tirado con el pelo esparcido alrededor como un halo, totalmente dormido. Nozomu, bastante arrepentido, solo le colocó sobre la cama de un modo más cómodo. Le quitó los zapatos y le arropó como si fuese un niño pequeño.

-Lo siento Nao, no sabía que pudiese pasarte algo así. -musitó momo si fuese a escucharle -No te volveré a ignorar cuando me dices “basta”.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

7. Gritos de un pájaro herido.

Mizuki golpeó decididamente la habitación de Nao, nadie la contestó por lo que supuso que ya había salido junto a Amai que tampoco estaba en su cuarto. Se alegraba de que Nao estuviese más animado ahora que le chica había ido, pero sentía que tenía que arruinarle el día. Los tres pacientes aparecieron hablando animadamente, sobretodo Nozomu y Amai.

-Hola chicos. -saludó la mujer en tono amable refiriéndose a los tres recién llegados.
-¡Mizu-chan! -exclamó alegre la morena dándole un efusivo abrazo a su doctora.
-Amai, que alegría tenerte verte de nuevo. ¿Qué tal te encuentras? -cuestionó la psiquiatra devolviendo el saludo a la chica.
-Muy requetebién… mira ya me he hecho un nuevo amigo. -contestó ella señalando a Nozomu que estaba al lado de Nao.
-Bueno chicos… ¿os importa que os la robe un momento? Tengo que hablar con ella y después con Nao ¿vale?. -siguió la mujer de gafas guiando a la joven para que le siguiese.
-Vale, pero luego tienes que jugar ese partido que me has prometido. -contestó Nozomu hablándole a Amai más que a la doctora.
-Pues claro, te voy a machacar. -Amenazó ella con una amplia sonrisa para luego marcharse junto a Mizuki.
-Pues nos hemos vuelto a quedar solos. -concluyó Nao mirando como se marchaban escaleras abajo.
-¿Qué hacemos? -preguntó Nozomu mirando al castaño. La verdad es que en esa semana y media que llevaba ahí Nozomu no había conseguido encontrar una afición en común. Tal vez tenía que esforzarse un poco para llevarse mejor con Nao. Se quedó un par de segundos en pose meditativa. -Nao, ¿por qué no me enseñas a dibujar?
-Pero… si yo no sé dibujar… -siguió el joven con un gesto algo extrañado.
-Mentira, sí que sabes.
-¿Tú has visto mis dibujos? Son horribles.
-No son horribles, a mi me gustan y quiero aprender.
-Pero si es que no hay nada que enseñar…
-Venga Nao, por fa… -pidió el rubio tirándole del brazo para que entrara en su habitación.

Nozomu quería entender a Nao, quería saber más de él y comprenderle mejor. Ya no solo por su curiosidad o por sus ganas de saberlo todo, sino porque en aquel tiempo, aunque hubiese sido poco, le había dado la impresión de que Nao guardaba algo que necesitaba sacar. ¿Cómo estaba tan seguro? Eran pequeños gestos, miradas perdidas, frases que dejaba a la mitad, ese chico necesitaba a alguien para desahogarse, alguien que no fuera un psicólogo, y ese quería ser él.

Los dos chicos estuvieron un largo rato trazando líneas sobre las hoja de papel, mientras hablaban de diversas cosas, la mayoría temas que Nozomu comenzaba. Nao empezaba a estar algo más a gusto con el rubio que los días anteriores, pese a que todavía le resultaba algo molesto. Sonría ligeramente al ver como se esforzaba en hacer el dibujo lo más fidedigno a la realidad, pero aun así sin conseguirlo.

-Nozomu… ese ratón no está nada mal… -dijo intentando resultar algo amable.
-¡Jopé! Pero si no es un ratón… -se quejó hinchando los mofletes en forma de enfado.
-¿No? -contestó el castaño algo incomodo por el error.
-Es mi perro Lenteja.
-¿Tu perro?.. -siguió intentando aguantarse la risa, cosa inútil pues unos segundo después explotó en una sonora y escandalosa carcajada.
-¡No te rías de mi! -gruño el pequeño rubio levantándose y dando unos golpecillos en el hombro de Nao.
-No puedo… evitarlo… ¿de veras ese es tu perro? -continuó sin parar de reír intentando parar. -Y para colmo se llama Lenteja… por favor a quien se le ocurre llamar así a su mascota.
-Pues a mí. -contestó en tono indignado dándole la espalda a Nao en pose orgulloso.
-Anda, venga no te enfurruñes. -volvió a hablar el castaño por fin parando la sonora risa que le había poseído.
-No me importa. - finalizó Nozomu esta vez sonriendo ampliamente. -¿Sabes? Me alegro, es la primera vez que consigo hacerte reír y eso me alegra.
Nao desvió la mirada algo avergonzado por lo que el chico de los ojos verdes le había dicho.
-No digas tonterías…
-¡Ya estoy aquí! - exclamó sin previo aviso Amai irrumpiendo en el cuarto donde estaban los chicos haciendo que estos dieran un pequeño salto por la sorpresa.
-¡Qué susto Amai! ¡Casi me da un ataque al corazón! - se quejó el rubito llevándose la mano al pecho como si de verdad tuviese un infarto.
-Tranquilo, hombre… Nao te toca bajar…
-Ya, ya. Ahora mismo voy. Asíque venga ahuecando el ala, que no quiero que os quedéis los dos solos en mi cuarto -contestó, echándoles de ahí entre los quejidos de sus amigos. Cerró la puerta y luego volvió a mirarlos. -Ni se os ocurra entrar sin mi permiso.
-Tranquilo… anda vete, vete. -dijo la chica en un tono más inquietante que tranquilizador.

Nao se giró sin quitarles a los dos los ojos de encima puesto que no se fiaba demasiado de esas traviesas sonrisas. Finalmente acabó de darles la espalda y empezó a caminar lenta y pesadamente. Un par de minutos después de eso el castaño ya estaba tocando sonoramente la puerta de la consulta.

-Adelante. -habló la voz de la doctora desde el interior del cuarto. Nao entró sin demasiado entusiasmo y vio a Mizuki mirando por la ventana.
-¿De que quería hablar conmigo? -preguntó el chico con su tono de indiferencia absoluta y habitual en él.
-Siéntate Nao… -sugirió mientras ella hacía lo mismo -¿Qué tal te estás llevando con Nozomi?
-Bien… supongo. A veces es un poco pesado, pero bien… Al menos es amable conmigo.
-Lo sabía, Tsubaki me habló muy bien de él. Cuando me habló de lo alegre que solía ser pensé en que sería una buena compañía para ti.
-Entonces fuiste tú… -murmuró algo más amargamente el castaño.
-¿A qué te refieres con eso Nao?
-Pues que fuiste tú la que le dijo que se acercara a mi. Crees que yo soy incapaz de tener amigos sin que me ayudes ¿verdad?
-No, Nao no lo mal interpretes…
-¿Entonces qué? ¡No me creo que él se esfuerce tanto por hacerse amigo de un loco por cuanta propia! -exclamó levantándose de la silla rápidamente casi tirándola al suelo.
-Nao cálmate. -siguió la mujer intentando parecer trenuela para no enervar más todavía al paciente.
-¡No quiero calmarme! ¡¿Por qué sigues metiéndote en mi vida?! ¡¿Por qué no me dejas en paz y me curas de un vez?!
-¡Nao!
-¡¿No ves que eso solo me trae problemas?! ¡Tú no eres mi madre! ¡No tienes que preocuparte de si tengo o dejo de tener amigos!
-¡Claro que tengo que preocuparme!
-¡Yo no te importo! ¡Si lo hiciera no me tendrías aquí encerrado!
-¡Deja de decir estupideces! -ordenó la psicóloga en tono firme levantándose ella también. Sus movimientos fueron rápidos y precisos, dándole al joven un fuerte y protector abrazo.
-¡Suéltame! ¡Sueltame! -se quejaba el chico intentando escapar de los brazos de su doctora inútilmente.
-No voy a soltarte hasta que no te relajes… -respondió ella haciendo u esfuerzo para que no se zafara. Nao tenía fuerza y más cuando se ponía nervioso. Ya no era tan fácil controlarle como cuando era pequeño. Nao empujaba y parecía incluso querer atacar, ya estaba acostumbrada, pero ese chico ya era demasiado para manejarle así, pero no quería tener que usar otros métodos con él.
-No puedo más… -confesó Nao dejando que la doctora le abrazara.
-Dime que te ha pasado… -pidió aflojando un poco el agarre.
-Ayer… Tsuke, volvió a aparecer. -musitó en tono triste. -Me dijo… me dijo que si me acercaba demasiado a Nozomu tendría que demostrarme porqué soy suyo. Tengo miedo Mizuki.
-Tranquilo… -susurró suavemente acariciando los castaños cabellos del paciente -No te va a pasar nada. Tsuke note va a hacer nada, te lo prometo.
-¿Cómo está tan segura?
-Nao, confía en mí…
-¿Cuándo va a acabar todo esto? ¿Cuándo van a venir mis padres a sacarme de aquí? -aquellas dos preguntas hicieron que algo se rompiera en el interior de la doctora.
-No lo sé Nao, no lo sé… -contestó la mujer apretando un poco más el abrazo pegándole a ella -Lo siento… siento todo esto que te esta pasando.
-Es todo por mi culpa… -murmuró como si no quisiera que la doctora le oyera.
-No es culpa tuya, no es culpa de nadie. -aclaró al joven separándose al fin de él. -¿Por qué no te sientas de nuevo y me cuentas mejor lo que has estado haciendo estos días?

Nozomu miraba a Amai con una cara que delataba que esta pretendía desobedecer a su amigo que no estaba. La morena cotilleaba la carpeta de Nao donde este guardaba sus dibujos más recientes. La chica ya estaba acostumbrada a no escuchar las ordenes del chico por lo que lo hacía como si no le hubiesen dicho nada. El rubio no podía evitar sentirse atraído a mirar sobre el hombro de Amai para ver lo que había el cartón doblado.

-¡Mira Nono! -exclamó la chica enseñándole uno de los papeles que guardaba el castaño cuidadosamente. En él había dibujado un muñeco de trazos rectilíneos, enormes ojos blancos y una intrigante boca como una cruz.
-¿Qué es eso? -inquirió el chico mirándolo detenidamente.
-¿No ves que eres tú? -contestó ella con otro interrogante.
-¿Ese soy yo?
-Sí mira… es rubio como tú y además está muy delgado… claramente eres tú. Debes de ser algo ya para él. Nao solo dibuja gente que significa algo.
-Gente que significa algo… -repitió como si al hacerlo fuera a entender mejor la expresión.
-Sí gente que para él tiene un… un… -habló ella intentando explicarse pero sin hallar las palabras adecuadas. -Un… algo que hace que tenga relación con otro algo… ¡Jo! No se como explicarme.
-Bueno… eso quiere decir que ya soy totalmente su amigo. -siguió el rubito alegremente.
-O no. -volvió a decir la morena cortando un poco a Nozomu. -También dibuja a quien significa cosas malas.
-Me has matado. -contestó él algo desilusionado.
-Tranquilo seguro que no es nada malo… él dice que yo significo la alegría… a veces…
-Que bonito… ¿Qué significaré yo?
-Pues no lo sé y te aseguro que no te lo dirá.
-¿Y tú como lo sabes?
-¡Ah! Secreto profesional.
-¿Secreto profesional de que Amai? -preguntó el dueño de la habitación desde el umbral mirando a los dos intrusos con cara de pocos amigos.
-Pues de cómo me la apaño para… -la chica no acabó la frase al darse cuenta de que con quien hablaba no era Nozomu sino el propio Nao.
-¿No os he dicho que no tocarais mis cosas? -riñó él remarcando el posesivo en la frase poniendo cara de realmente estar furioso, comenzando a echarles una larga charla algo inconexa sobre la propiedad privada poniendo extrañas metáforas, que tan solo él entendía.

Mizuki había vuelto a mirar fijamente por la ventana con cara pensativa igual que solía hacer Nao en la soledad de su cuarto. La puerta se abrió algo ruidosamente entrando la mujer de largos cabellos teñidos de violeta que lo primero que hizo al cerrar la puerta, para que nadie la viera, fue tirar la carpeta al suelo realmente harta de cargarla por todos lados.

-¡Dios! Pero que de trabajo me dan estas chicas. -se quejó para llamar la atención de la otra joven mujer que seguía meditando. -Pues no me dicen que hace mucho frío aquí. ¿Y por qué se me quejan a mí? ¡Como si fuese yo la que enciende él sol. Y yo pienso, “Para no tener frío con lo del…” Mizuki… ¿Te pasa algo?
-¿Eh? -contestó la morena bajando al mundo real -Anda, Tsubaki, ya estás aquí.
-Como para no enterarse con el golpetazo que he dado. Pero claro como tu mente estaba en la luna no te has enterado. -siguió la otra sentándose en la silla que antes había ocupado Nao. -Venga dime que te ocurre.
-No, no es nada.
-Pues no te creo, sabes que siempre fui la mejor en expresión corporal.
-Sí ya sé que fuiste la mejor de la promoción. Pero en serio que no me preocupa nada.
-Venga… nos conocemos hace mucho y sé cuando algo no va bien. Así que ve soltando por esa boquita. Es por Kanou ¿me equivoco?
-No te equivocas, tienes la razón como siempre… -respondió volviendo a mirar por la ventana.
-No deberías de tomártelo de un modo tan personal con él. Puede que fuese tu primer paciente pero…
-No es solo por eso… aparte de que sea el paciente con el que más tiempo llevo y al que menos he podido ayudar, también tú ya sabes lo que me pasó…
-¿Ves? Ese es tu problema. Nao está enfermo, tiene esquizofrenia. Encariñarse con un paciente así es como hacerlo de un pájaro de tu jardín. Aunque les veas ahí día tras día, siempre, no sabes cuando de repente puede marcharse. Y tú no deberías obligarle a meterse en una jaula.
-Pero Nao está herido, es un pájaro herido, no puedo dejar que se marche.
-No quieres que se marche.
-¿Pero que hago entonces? ¿Le digo “¡Hala estás curado, puedes marcharte”?
-No, pero yo solo te lo digo que pienso. No solo por él, sino también por ti. ¿Tu sabrás lo que haces? Me voy tengo que hablar ahora con otra paciente. El trabajo no acaba. -concluyó levantándose para marcharse y dejar de nuevo a la doctora Mizuki con los ojos fijos en el cielo.

martes, 24 de agosto de 2010

6. Una chica de dos caras.

La mañana del día siguiente era en comparación a las anteriores muy grisácea. Grandes cúmulos de nubes cubrían el azul del cielo dejando apenas pasar unos contados rayos de sol. Cuando Nozomu llegó a la habitación de Nao este estaba extrañamente despierto y casi listo para recibir a su compañera de planta. El pequeño rubio ya tenía ganas de conocer a esa chica que conseguía que Nao se levantará de la cama.

-Esa chica debe de gustarte mucho. -dijo mirando al joven esquizofrénico ir y venir por todo el cuarto.
-No me gusta… -replicó por, lo que le parecía a él, la milésima vez.
-Ya, ya… y esa chica que no te gusta ¿por qué está aquí?
-Tiene trastorno maniaco-depresivo. -Giró la mirada al rubio que le observaba con cara de no haber entendido -Es bipolar…
-¿Es bipolar? Que gracioso. -afirmó el rubio inocentemente.
-¡Nada de gracioso! ¡Es una enfermedad como cualquier otra, como la anorexia o lo que sea, no es cosa de risa y no es para nada como la pintan, para nada! -exclamó en tono indignado.
-Lo… lo siento, ni me he parado a pensar. -contestó Nozomu avergonzado.
-No pasa nada, me pongo muy susceptible cuando alguien se toma a broma este tipo de cosas. Creo que por eso estoy encerrado aquí… -murmuró melancólicamente.

Miró através de los barrotes de su ventana. Nao realmente se alegraba de que Amai fuera a quedarse aunque solo fuera por un tiempo, porque, no sabía cómo, pero cuando ella estaba Tsuke no asomaba su enmarañada cabeza. A veces pensaba que era como si la tuviese miedo.

-¿Nos vamos ya? -volvió a hablar tras esos segundos de silencio.
-¡Sí! -contestó sonriendo ampliamente el joven rubio. -Tengo mucha intriga por saber como es tu novia.
-No es mi novia… -replicó Nao ya algo resignado.

Bajaron las largas escaleras que conectaban la cuarta y primera planta del pabellón residencial. Las plantas tres y cuatro estaban casi deshabitadas la única con algo de actividad era la segunda. A Nao no le importaba no tener “vecinos” en su misma planta, puesto que no le gustaba relacionarse con nadie, pero a veces agradecía poder hablar con alguien real, no solo con Noa.
Al llegar a la recepción pudieron ver a Sachiko hablando animadamente con una joven bastante alta y esbelta con una enorme sonrisa dibujada en su cara. Su pelo era negro, como el de toda buena japonesa que se precie, y cortado a media melena. Llevaba una ropa que resultaba demasiado infantil para su edad.

-Mira quien viene por ahí. -dijo la enfermera al darse cuenta de que los dos chicos habían llegado.
-¡Nao! -exclamó la chica mientras corría apresuradamente a él.
-Hola Amai -contestó calmadamente, mientras ella saltaba a engancharse del cuello del chico en un efusivo abrazo que casi le hace caer.
-¡Cuánto tiempo! ¡Te tengo que contar muchas muchas cosas! -se separó de él y se que mirando unos segundos mirando fijamente a Nozomu con sus enormes y almendrados ojos pardos. -¿Y este niño quien es?
-Un conocido…
-Me llamo Nozomu Nozomi, encantado. -siguió el aludido.
-¡Eres una monada! -volvió a gritar ella achuchándolo demasiado fuerte para el delicado rubio. Nozomu era notablemente más bajito que la chica por lo que la situación era algo incomoda.
-Esto… me vas a ahogar…
-¡Uy! Perdón, es que eres una cucada. ¿Cuántos años tienes? -preguntó ya aflojando el abrazo.
-Diecisiete. -Amai le miró algo incrédula.
-¡Venga ya! ¡Como vas a ser solo un año menor que yo!
-Es verdad, Amai, es anoréxico, creo que por eso dejó de crecer.
-No soy anoréxico, en mi familia todos somos bajitos.
-¡Haber empezado por hay! Creí que me tomabas el pelo. Como ya sabes yo soy, Amai Akatsuki, soy amiga de Nao.
-Yo soy nuevo en este hospital solo llevo aquí una semana.
-¡Oh! Con que un novatillo, hay que ver, me ausento unos días y todo lo que cambia este sitio. ¿Qué tal? ¿Cuál es tu doctor?
-La señorita Tsubaki.
-¿La del pelo teñido de morado? Parece muy estricta y seria, pero es amiga de Mizu-chan.
-¿Mizu-chan? -preguntó Nozomu algo sorprendido.
-Nuestra doctora Mizuki. -aclaró Nao.
-Has tenido suerte ella solo se preocupa por su niñito. -mormuró refiriéndose a el castaño.
-Yo no soy el niñito de nadie.
-No poco, solo te sobre protege.
-Lo que tu digas, no voy a pelearme contigo por este tema.
-Porque sabes que llevo razón. Bueno, voy a llevar mis cosas a la habitación.
-Te acompañamos. -habló espontáneo Nozomu.
-Todavía me acuerdo de cómo se va, no me perderé. -bromeó la recién llegada.
-Te advierto que es muy testarudo.
-Me acostumbraré a él. -concluyó sonriente.

Subieron las escaleras para dejar la no demasiado grande maleta de Amai. Al pasar el segundo tramo de escaleras, en la tercera planta, al pasar por delante de la puerta cuyo número era el 197 Amai apoyó el oído en la entrada como si se tratara de espía de una novela detectivesca intentando escuchar una conversión secreta.

-Tranquila, Hanako no está. -inquirió Nao al ver el gesto de su compañera.
-Menos mal. Juro que no aguanto a esa… esa… no sabría como describirla.
-¿Quién es Hanako? -preguntó Nozomu lleno de curiosidad.
-No quieras saberlo te lo reaseguro. -advirtió la morena sin despegar la oreja de la puerta.

Pasaron al fin el último tramo de escaleras y volvieron a parar ante una habitación esta vez la 204. El cuarto de Amai estaba plagada de fotos de cachorros de distintas especies animales y macetas de las que salían pequeños brotes verdes. Esta decoración le daba un aspecto mucho más alegre que el del cuartucho de Nao, pese a que la distribución de los muebles y el color de las paredes se mantenía estable en ambas.

-Está tal y como la había dejado la última vez.
-¿Te gustan mucho los animales? -interrogó Nozomu observando las fotos de las paredes.
-¿Se nota mucho? -volvió a preguntar la chica a modo de contestación -Me encantan no se como la gente puede hacerles daño… Mira a esta cosita. -dijo con un tono bastante teatral señalando una imagen de un cachorro de foca revolcándose por el suelo nevado -¿Cómo puede alguien mirar a esta monería y tener el poco corazón de matarla a palotazos? Y no contentos con ello, luego arrancarles la piel y dejarlas hay tiradas en la nieve… Son unos monstruos.
-Pobrecitos, es horrible… -concluyó Nozomu poniendo una adorable expresión -¿A ti no te da pena, Nao?
-Ni me va ni me viene. -contestó el aludido en tono seco.
-¿Cómo dices eso? Míralo, si te está pidiendo que lo achuches con esos ojazos de bebé foca que tiene.
-Déjale. El es una de esas personas a las que no le parecen tiernos los animalitos. Cambiando de tema… ¿Has visto ya a los conejitos?
-¡¿Hay conejos?! Yo solo vi a las tortugas del estanque.
-Pues ven conmigo yo se donde están.
-¡Genial! Ya tenía ganas de ver a los animalillos que me dijeron que había.- exclamó el rubio con su cara llena de ilusión -Tenías razón Nao, Amai y yo nos vamos a llevar muy bien.
-*¡Sorsupuesto! -continuó ella cometiendo uno de sus habituales errores de pronunciación, cosa de la que Nozomu no pareció percatarse -A partir de ahora te nombro mi segundo mejor amigo. ¿Te parece bien?
-¡Pues claro que sí!

Nao les miró a ambos con una cara que mostraba una mezcla de incredulidad y resignación.
“¿Cómo podrá el mundo aguantar tanta energía reconcentrada en un mismo punto del universo?” Dijo Noa con cierto tono satírico. “No se como lo soportas tú, pero yo me estoy poniendo histérico.”

Nao no respondió a las palabras de su propia cabeza. Solo se dedicó a fijar la mirada en sus dos compañeros que daban pequeños brinquillos ilusionados mientras preparaban su plan de captura de conejos. Ya sabía él que ese par iban a hacer buenas migas. Se habían ido a juntar el hambre con las ganas de comer. Irónico por otro lado.

-Vamos, luego colocaré mis cosas. No hay tiempo que perder. - finalizó la joven haciendo el ademán de marcharse.

Amai, con paso firme y decidido, recorrió un largo trecho seguida por los dos chicos, has ta llegar a los jardines. Al este del centro había un pequeño para que los más jóvenes de los pacientes se divirtieran y un par de pistas para practicar distintos deportes. Y cerca de esta zona de recreo había un pequeño recinto de forma indefinida delimitado por unos altos y rigurosamente decorados barrotes. Era una zona de paseo cuya única utilidad era simplemente relajarse, leer o echarse a descansar en la hierva. Miraras donde mirases veías alguna planta o flor que llamaba tu atención. Nozomu giraba la cabeza de un lado a otro en una fuerte negación para no perderse ni un solo detalle. La primavera de aquel mayo había conseguido que los árboles y plantas estuvieran en su época de mayor esplendor.

La chica se paró en seco indicando a sus compañeros que hicieran lo mismo con un rápido gesto. Ninguno hizo ningún tipo de ruido. Amai se acercó sigilosamente a un pequeño agujero que había en el suelo. El rubio no quitaba la mirada de encima a su nueva amiga mientras esta rebuscaba en el hoyo para sacar de él un peludo conejito que se retorcía para que lo soltara hasta que la chica lo cogió de un modo mejor.

-Toma Nozomu. Agárralo así que si no se mueve mucho. -explicó ella cediéndole el animalito.
-Tiene las uñas muy largas, hace daño.
-Bueno, veras como si lo acaricias dentro de nada se calma.
-Bicho orejón. -murmuró Nao.
-¿Pero porqué no te gustan? -dijo la morena en tono indignado.
-No sé…

Nao y Amai empezaron un debate sobre los animales. La chica daba enérgicamente sus argumentos mientras que a él no parecían hacerle cambiar de idea. Nozomu sonrió al conejito que seguía sin calmarse. Finalmente el animal logró zafarse de las delgadas manos del chico y salir corriendo, la primera reacción del joven fue perseguirlo dentro del bosque sin que ninguno de los otros dos se diera cuenta. Zigzagueó unos cuanto metros entre los arbustos hasta que el animalillo se vio atrapado por el monstruoso rubito que logró atraparlo. Después de su captura miró a su alrededor pues no sabía muy bien donde estaba, se había despistado. Pero su ojo verdes volvieron a clavarse en algo que llamó su atención. Era una chica castaña que parecía dormida. Se acercó a ella y la miró fija y curiosamente como si comprobara que respiraba.

-Chica… -se decidió a hablar para comprobar si le escuchaba. -¿Estas despierta? ¿Te pasa algo?
La chica castaña abrió lentamente los ojos turquesa como si tuviera que volver a acostumbrarse a la luz.
-No… gracias, no me pasa nada. -contestó ella con un dulce hilo de voz..
-Menos mal… -siguió Nozomu fijándose en la tristona expresión que tenia la desconocida. - Pensé que te encontrabas mal o algo así. ¿Quieres coger un conejito? -explicó ofreciéndole un pequeño y peludo animal que llevaba en brazos pensando que la ayudaría a alegrarse.
-No muchas gracias. -musitó ella.
-¿Seguro? Dicen que coger animalitos ayuda a relajarse, anda toma, yo ya cogeré otro. -dijo el chico poniendo al conejo en brazos de la castaña.
-Bueno, vale…
-¡Nos has dado un susto de muerte, creíamos que te habrías perdido! -Exclamó Amai apareciendo detrás de unos arboles que no había muy lejos.
-Eso y deja en paz a la gente, ¿no ves que puedes molestar? -continuó Nao mientras ambos se acercaban al rubio.
-Pero es que la vi aquí sola y me asusté.
-Tu siempre eres un incordio. -continuó el castaño.
-No si no me molestaba… -intentó hablar la desconocida mientras los otros tres discutían.
-Veis, no la he molestado. -mostró Nozomu con tono de auto suficiencia. -Bueno nos marchamos, cuida bien al conejito. -finalizó dirigiendo sé a ella mientras se despedía con la mano.

-Nozomu… ¿por qué le has dado el conejito a esa chica? ¿No te gustaba? -preguntó Amai algo apenada por eso.
-Claro que me gustaba pero vi a esa chica que parecía muy triste… no sé quería animarla.
-De bueno eres tonto. -volvió a musitar Nao
-Nuestro Nono es un buenazo. -rió Amai pellizcando a Nozomu en la mejilla
-¿Nono? -cuestionó el rubio algo extrañado.
-Nozomu Nozomi, No-No, ¡Nono! Claro y en botella. -aclaró ella como si fuera obvio.
-A ver dejad vuestras tontas discusiones y vamos al pabellón que Mizuki-san querrá hablar contigo, Amai.
-Vale, vamos para allá. ¡Os echó una carrera! ¡El último que llegué es un bicho bola!-exclamó echando a correr.
-¡Eh! ¡Tramposa! ¡Yo no quiero ser un bicho bola! -siguió Nozomu haciendo lo mismo.

Nao volvió a mirarles alejarse, se iban a llevar muy bien, pero por otro lado sus días tranquilos definitivamente habían terminado.

sábado, 14 de agosto de 2010

5. La línea entre locura y realidad.

La primera semana de ingreso de Nozomu pasó más rápido de lo que él mismo esteraba. Sus padres fueron a visitarle ese fin de semana tal y como le habían prometido mil y una veces, aunque Nao se había negado a ser presentado como su nuevo amigo. Por otra parte ya empezaba a conocer algo mejor a la gente que allí residía, pero Nao seguía siendo autentico misterio y solo conseguía que quisiera conocerle más.

Eran ya pasadas las siete y media, el nervioso rubio ya estaba en pie y dispuesto ha hacer todo lo que pudiera en las siguientes veinticuatro horas, dentro de lo que se podía hacer en el centro. Se vistió lo más rápido que pudo y subió extasiado las escaleras hasta la quinta planta, que en realidad era la cuarta. Con un sonoro grito irrumpió en la habitación de Nao que todavía estaba acurrucado en su cama como una marmotita.

-¡Buenos días! -oír la exclamación del rubio Nao se rebulló entre las sábanas molesta y pesada mente. -He dicho: ¡Buenos días! -insistió Nozomu.
-Déjame, tengo mucho sueño. -reclamó con voz adormilada.

Desde hacía casi una semana que Nozomu entrara en el cuarto 202 se había convertido en el ritual de cada mañana.
El interior de ambas habitaciones ,202 y 184, era calcado, como seguramente todos los demás del centro. Con la única diferencia de que el cuarto de Nao si contaba con servicio, cosa que la suya no. Y otros pequeños detalles como que en el cuarto del castaño no se podía caminar sin toparte con algo impidiendo el paso, en cada rincón habitaba un block o una carpeta, lienzos o simplemente folios en blanco. Los pinceles esparcidos por todo el escritorio junto a una colección de desgastados utensilios de dibujo. Y un caballete con un gran lienzo manchado de distintos colores que dificultaba el paso ya que ocupaba gran parte de la habitación.

-¡Vamos tío no seas vago! -replicó el chico de aspecto infantil mientras meneaba a su nuevo amigo.
-Soy un vago… déjame en paz. -contestó Nao tapándose la cara con la manta.
-Hace ya media hora que Hanabi ha abierto las puertas de las habitaciones. -explicó mientras se sentaba encima suya, eso era muy común en él.
-¿Y? Ayer no pude dormir bien y estoy cansado. -aclaró sin acabar de abrir los ojos.
-Y se puede saber que estuviste haciendo.
-No, no se puede saber.
-No era una pregunta era una afirmación. Si no me lo dices empezaré a pensar mal.
-Mira lo que me importa lo que pienses.
“Este chico es realmente molesto” comentó Noa en el interior del castaño.
-Sí, un poco. - murmuró el joven esquizofrénico sin darse cuenta.
-¿Un poco, qué? -preguntó Nozomu sin comprender lo que decía su interlocutor.
-No nada solo es que sigo algo adormilado. -se excusó mientras se incorporaba casi tirando al rubio que seguia encima suya.
-Visteté deprisa que hoy me pasan consulta y todavía tenemos que ir a desayunar.
-Que raro que tu digas eso…
-Ya te he dicho que yo no soy anoréxico y además los cereales integrales no engordan.
-Lo que tu digas. -dijo a la par que desaparecía tras la puerta del pequeño cuarto de baño.

Nozomu volvió a recorrerlo todo con sus nerviosos ojos verdes. Examinó curioso uno de los lienzos que había apilados junto a la mesa. La mayoría no tenían formas, eran abstractos, pero en otros se podían distinguir, echándole algo de imaginación, claras deformaciones de la realidad. En esas extrañas obras aparecía un escalofriante personaje de cabellos castaños e inmensos ojos redondos sin colorear. Tenía en todas una expresión extremadamente triste a la par de macabra para la sencillez del diseño. Nozomu dedujo que se trataba del propio Nao. No solo él otros intrigantes muñecos aparecieron, entre ellos pudo distinguir a la señorita Mizuki, la doctora de Nao, pero a los demás no conseguía relacionarlos con nadie que conociera.

-¿Qué haces cotillo? -inquirió el dueño de los lienzos ya vestido y más o menos peinado con su coleta baja. Nozomu pegó un pequeño y agudo gritito de la sorpresa.
-¿Yo? Nada. -contestó disimulando nerviosamente.
-Pero si te estoy viendo.
-Ya, es la costumbre. La gente suele enfadarse si hurgo en sus cosas sin permiso.
-Normal, lo raro es que les gustara. ¿Bajamos ya? -preguntó quitándole los lienzos algo brusco.
-El dibujo del pelo castaño eres tu, ¿a que sí?
-Si soy yo. Se que son dibujos muy feos.
-No son feos… solo… un poco raritos. ¿Quiénes son los demás?
-Nadie en especial, solo gente que conocía, o simplemente me los he inventado. ¿Nos vamos?
-¡Sí! -exclamó sonriente el curioso rubio.

Caminaron un par de minutos conversando, mejor dicho Nozomu hablaba como buen parlanchín que era mientras Nao caminaba y cada pocos minutos decía un “Sí”, “Ya” o “Ajá” para indicar que le escuchaba. Parecía preocupado por algo y no dejaba de torcer la mirada intentando que su emisor no se diera cuenta. Cosa que no resultaba demasiado complicada porque aunque Nozomu fuera un gran observador iba tan centrado en lo que contaba que no se percataba de nada. Desayunaron, como era su plan inicial y seguidamente te volvieron a despedir para que Nozomu acudiera a su revisión semanal.
Nao, por su parte comenzó a caminar al lugar aquel que odiaba con todo su corazón. La verja. Aunque fuera donde fuera acabaría allí. Unos altos barrotes metálicos que parecían llegar hasta poder arañar el cielo aunque no superaran los cuatro metros de largo. Se sentía tan insignificante a su lado, odiaba ese sentimiento, era tan patético, tan lamentable… que envidia le daba el cielo. Se apoyó en ella y al notar el frío acero de las barras metálicas en su espalda suspiró pesadamente.

“Parece que por fin tienes un poco de valor.”
-En realidad no. Pero siempre será mejor que si coge celos.

Ambos, Nao y Noa, guardaron unos minutos de silencio que a los dos le parecieron horas. Esperaban a alguien. Alguien que lentamente apareció entre los árboles que crecían en aquel jardín. Era un hombre joven, no llegaría a los veinticinco años; era bastante alto, sus cabellos alborotados sin ningún orden eran del color del más oscuro de los cielos nocturnos y sus ojos rasgados maliciosamente estaban teñidos por pigmentos de rubíes resaltados tremendamente por el contraste de su tez que por pálida casi parecía espectral. Pero su expresión era la que deformaba lo atractivo que hubiese podido llegar a ser ese hombre, aquella expresión que casi sobrepasaba la línea de la locura.

-Buenos días Nao. -murmuró con voz profunda mientras se acercaba a él con movimientos casi felinos.
-Déjate de tonterías, Tsuke. -contestó Nao con el mismo tono de voz intentando parecer calmado ante la presencia de ese hombre.
-No me trates así Nao que me voy a poner triste. -hablo intentando parecer meloso y dulce aunque lo único que lograba era dar más miedo. Mientras las palabras se escapaban de él había empezado a pegarse demasiado al castaño que se aplastaba contra los barrotes. Ya podía empezar a notar su respiración chocando en su oído moviendo algunos de los cabellos que no se escapaban de su coleta. -Sabes que solo me preocupo por ti.
-¿Tú te preocupas por mi? -replicó intentando poner algo de espacio entre ellos dos.
-¿Lo dudas? -contestó con otro interrogante acortando más la distancia inexistente. Las frías barras ya comenzaban a clavarse con fuerza en la espalda de Nao.
-Tsuke… me estás haciendo daño. -se quejó tímidamente asustado notando como no tomaba el aire necesario.
-¿Quién ese niñito tan mono que no se despega de ti ni con agua caliente? -dijo ignorando las quejas de su atemorizado interlocutor.
-¿Qué te importa?
-¡Uy! ¿Nos vamos a poner valientes a estas alturas de la película, gatito? ¿Vas a sacar las uñitas? Dime quién es ese crío. -exigió aplastándole un poco más.
-¡Ah! Na… nadie.
-Con que me ausento unos días y te haces un nuevo amigo.
-No es mi amigo, solo es un pesado que no deja de perseguirme como si fuera mi sombra. De verdad Tsuke.
-No se porqué pero no te creo.
-Ya sabes que yo no tengo amigos.
-Pero siempre hay una primera vez para todo. ¿No es lo que dicen? Asíque más te vale que no se te pegue demasiado, tú eres mío, no quiero tener que demostrarlo de alguna manera desagradable. Ya me entiendes.
-Ya, ya lo sé, pero no es culpa mía.
-Tienes toda la razón pero yo estoy en mi derecho de reclamar lo que me pertenece.
-Yo no soy un juguete… -susurró como si quisiera que no le oyera.
-Entonces… -musitó con voz maliciosa pegando sus labios al oído del castaño tanto que podía notar como se movían con cada palabra.- ¿Qué eres? Dime. ¿Qué eres? ¿Un enfermo? Eso es lo que eres un pobre esquizofrénico al que no le dejan salir de su jaulita. ¿Acaso es eso mejor que ser mi juguete? Aparte de a mi ¿a quien más le importas? Si te murieras ahora ¿quién te echaría de menos? Creo que puedo arriesgarme a decir que solo yo. No tienes amigos, no tienes familia, solo tienes un montón de pinturas para consolarte y una voz en la cabeza. Desde luego una gran compañía. Y para colmo la gente huye de ti, ese lindo niño rubio no va a ser una excepción. Lo que deberías es de estar agradecido de que me digne a jugar con un loco como tú. Entonces… ¿qué tienes que decirme?
-Lo… lo siento Tsuke. No quería enfadarte.
-¿Vas a volver a discutirme?
-No, de verdad, no lo volveré a hacer. -murmuró realmente avergonzado.
-Así me gusta, que seas un buen chico. -concluyó separándose al fin de él mientras acariciaba los cabellos que caían sobre su frente -Nos vemos Nao.

El castaño miró como Tsuke se alejaba lentamente por los laberínticos de centro. El susto todavía residía en su cuerpo, respiraba entrecortadamente como si alguien se hubiese llevado el aire a su alrededor. Intentaba autocontrolarse pero su nerviosismo era bastante mayor. Todo su cuerpo temblaba incontroladamente, moviéndolo a impulsos bastante extraños.

“Valla, al final ha podido contigo, no sé por qué me extraña.” Replicó la voz.
-Cállate. -consiguió decir con el poco oxígeno que lograba captar con sus agitados pulmones. Se dejó caer y una vez en el suelo escondió la cara entre las rodillas intentando calmarse. -Nadie a pedido tu opinión.
“No es mi opinión es la verdad.”
-¡Te he dicho que te calles!
“No quiero, tú no mandas en mí. ¿Qué me vas a hacer? Soy solo una voz.”
-¡Cállate! -chilló esta vez con mucha fuerza. Sonido tras el cual un gran silencio se produjo a su alrededor.
“¿Qué vas a hacer ahora?” volvió a hablar esta vez en tono amable.
-No lo sé, Noa, no tengo ni idea.
-¡Estabas aquí! -exclamó la aniñada voz de Nozomu desde algún lado que Nao no alcanzaba ver. Cuando de pronto salió de entre unos arbustos aparentemente imposibles de atravesar.
-¿No sabes ir por un sitio normal? -sonrió Nao al ver al rubio cubierto de hojas y ramas.
-Es que por aquí tardaba menos. Te oí gritar y me asusté. ¿Con quién hablabas?
-Con nadie, solo un pesado que no me deja en paz. Pero la próxima vez aparece como una persona ¿vale? -contestó quitándole una hoja que se le había enredado en sus cabellos rubios.
-Si tú me avisas si vuelven a molestarte.
-¿Vas a venir tú a rescatarme?
-Sí ¿algún problema? -contestó en tono altivo.
-Que no pareces muy imponente que digamos.

Ambos continuaron hablando camino al pabellón. El paseo se hizo más ameno que el de la mañana, Nao parecía más relajado pero aun así pensativo. Al entrar en el edificio Sachiko, que presidía la recepción, se dirigió al castaño con una amplia y alegre sonrisa.

-Nao, mañana viene Amai.
-¿Cuánto tiempo se queda esta vez? -preguntó girándose para verla esbozando una ligera sonrisa.
-Semana y media. A ver que tal va. Esperemos que le pille en buena temporada.
-Esperemos. -finalizó él siguiendo su camino al comedor.
Nozomu le miró con sus enormes ojos verdes inmensamente abiertos y llenos de intriga.
-¿Quién es Amai? -preguntó al fin.
-Una conocida.
-Con que una conocida ¿eh? Ahora se las llama así. -respondió en tono sarcástico el rubio.
-Haz el favor de no pensar cosas raras.
-Pues se te ve muy contento. -insistió dando le pequeños codazos.
-Anda vamos. -cortó Nao empujando al rubio por la espalda.
-¡Va cuenta! ¿Es guapa?
-No lo sé.
-Cómo no lo vas a saber, mentiroso.
-Olvídame. Ya la verás mañana.

Aunque quisiera negarlo se alegraba de que llegara Amai. Tenía ganas de que conociera a Nozomu, seguro que se llevarían bien.

lunes, 9 de agosto de 2010

4. Amitad platónica.

Nozomu permanecía sentado en aquella dura silla de plástico gris. Los nerviosos ojos del rubio se movían como arañas verdes por todos los rincones de la consulta, como si pretendiera memorizar cada rincón. La habitación en las que se encontraba era casi en su totalidad blanca sobriamente decorada con una mesa central y unas sillas iguales a la suya, unos cuantos armario repartidos por las esquinas y en la pared había colgados unos extraños, y a su opinión macabros, dibujos hechos por unos niños pequeños. ¿Por qué sería que unas criaturas tan inocentes crearan esas cosas? Con un ojo más alto que otro, los brazos saliendo del cuello…

La hora de consulta estaba ya bastante avanzada, la señorita Tsubaki, su psicóloga era una mujer bastante atractiva de aspecto serio pero amable. Llevaba el pelo teñido de un curioso color violeta y sus ojos eran del color de las olivas.

-Bueno Nozomu, ya hemos acabado por hoy. -concluyó la mujer guardando un cuaderno que había sacado para tomar notas de lo que le interesaba, aunque Nozomu estuviera convencido de que lo que hacía era dibujar tortugas en los márgenes como solía hacer él en clase de matemáticas cuando se aburría.
-¿Entonces me puedo marchar?
-Sí por supuesto no te voy a retener eternamente.
-Señorita… -dijo él empezando a levantarse de la silla. -¿Puedo preguntarle una curiosidad que tengo?
-Claro, puedes preguntar todo lo que quieras.
-Es sobre un chico llamado Nao. Le conocí el otro día, bueno… ayer.
-Con que ya conoces a Nao, es difícil no saber quien es cuando resides aquí.
-Me gustaría saber por qué está aquí.
-Bueno, no sé si debería contártelo ya que la última vez se enfadó. Es una historia muy larga de la que no conozco los detalles.
-Entiendo… -contestó el joven algo apenado por la respuesta de su doctora.
-Pero ahora que sacas el tema, la doctora Mizuki, la psicóloga de Nao, y yo habíamos pensado que os vendría a ambos muy bien algo de compañía. Puesto que tu eres el único chico de la segunda planta y él, creemos que una persona de su edad que le escuché y con el que no tenga la presión de que parezca estar siendo interrogado. Ya sé que esto de la amistad es algo que no se controla y no se puede forzar, además que Nao no suele ser demasiado amable y comunicativo pero…
-No hay ningún problema. Yo me haré amigo suyo. -sonrió ampliamente convencido de lo que decía.
-Bien, pues entonces todo irá bien, ya no te molesto más por hoy. -siguió la mujer con el mismo tono amable que usaba el chico.
-Me voy, hasta luego doctora.
-Adiós Nozomu.

El chico rubio abandonó la sala de consultas para hacer lo mismo con el pabellón D, donde pasaban consulta y residían, e ir a buscar a su nuevo y platónico amigo. Quería darse la mayor prisa que pudiera por que pronto sería la hora de comer, o como la llamaban en su planta una de las chicas que había conocido “la hora de la tortura”. Al pisar el suelo exterior notó una fuerte y agradable ráfaga de viento con cierto aroma a las flores que había plantadas por todo el jardín. Ese aire logró volver a accionar la nariz de Nozomu que había estado taponada por el desagradable olor a hospital. Corrió unos cuantos metros tras los cuales pareció cansarse. Aquel sitio era tan grande y laberíntico que temió volver a perderse o no encontrar a Nao. “A lo mejor Nao ya ha ido a la cafetería” pensó empezando a caminar intentando dibujar en su memoria el plano que había visualizado esa misma mañana. Tenía muchas ganas de volver a hablar con él, era una autentica caja de sorpresas. A Nozomu siempre le interesó conocer gente nueva y distinta, y el castaño tenía pinta de ser de lo más distinto. Iba a ganarse su confianza como fuera.

Entró en el comedor, en él ya estaban reunidas alrededor de una larga mesa sus compañeras de planta todas “intentando” comer. Cambio el rumbo que trazaban sus ojos verdes hasta encontrar a Nao sentado en una de las mesas de la esquina. Nozomu chistó un par de veces para que el castaño se percatara de que estaba ahí. Cuando él hizo una señal de haberle oído el rubio fue al rencuentro de sus compañeras que eran vigiladas esta vez por Sachiko. Se dieron los correspondientes saludos y se dispuso a sentarse.

-Nozomu… -empezó la joven enfermera sin dejar que acabara la acción. -Me ha dicho la señora Tsubaki que si quieres te puedes sentar con Nao.
-¿En serio? ¡Que bien! -exclamó alegremente cambiando de sentido para ir junto al que Nozomu había nombrado “nuevo amigo”. La enfermera se levantó también y le siguió hasta la mesa. El chico ya se había acoplado rápidamente en la silla enfrente de Nao.
-Vigila que coma. -susurró la sonriente Sachiko lo suficientemente alto como para que Nozomu la oyera. -Voy a por tus pastillas, ahora mismo te las traigo.
-No las iba a echar de menos. -contestó él, mientras la enfermera se alejaba.
-¿Qué pastillas? -preguntó curioso musitando como si fuera un tema prohibido.
-Son solo tranquilizantes y antidepresivos.
-¡Ah! ¿Y están buenas?
-Pues como todas las pastillas. Valla pregunta.
-Sabes que ahora mismo parecemos un par de yanquis hablando de lo que nos vamos a tomar esta noche. -rió el rubio ampliamente mientras que Nao solo esbozó una ligera sonrisa.
Sachiko volvió a acercarse a ambos chicos entregando al más alto de los dos un pequeño vaso con unas capsulas de colores.
-Toma guapo. -dijo ella ofreciéndole el recipiente para luego volver a sentarse junto a las pacientes de la segunda planta. Nozomu no pudo evitar que sus ojos verdes siguieran los pasos de la mujer hasta que se sentó.
-Desiste, tiene novio. -insinuó Nao mirando fijamente su medicación.
-Ya me lo imaginaba, además es muy mayor para mi.
-¿Cuántos años tienes? -inquirió el castaño aunque realmente poco le importaba.
-Diecisiete. Cumplo los dieciocho en febrero. ¿Y tú?
-Uno más que tu, y los cumplo el tres de noviembre. O eso es lo que dice mi ficha, si por mi fuera no me acordaría.
-¿Por qué no ibas a acordarte?
-Hace muchos años que no lo celebro. Recuerdo que era en otoño pero hasta que no me lo dijeron no lo recordé. Se me había olvidado totalmente la fecha.
-Que mal… ¿pero por qué no lo celebrabas?
-Prefiero no hablar más de ese tema. -contestó desviando de nuevo la mirada. -Pero tu no aparentas tener diecisiete años, pareces más pequeño.
-Ya sé que tengo un aspecto bastante aniñado.
-Tu eres del club de los palillos, ¿no? -dijo con un tono algo despectivo.
-¡Oye! -exclamó claramente ofendido.
-Lo siento. -se disculpó no demasiado convencido. -Nunca había tenido que hablar con nadie de esa planta. Yo soy de la de los que de tornillos no van sobrados, valla que estoy pirado.
-Pues no tienes pinta de estarlo.
-Porque ahora estoy tranquilo, pero no me digas que ayer no pensaste que estaba loco.
-Pues no, no pensé que estuvieras loco más bien pensé que yo era extremadamente feo como para asustarte así. -bromeó Nozomu volviendo con su amplia sonrisa.
-Pues los pesados de los médicos no me dejan salir de aquí, así que figúrate como estoy de loco.
-Bueno, no sabría que decirte. Yo en realidad no estoy enfermo.
-Si te han encerrado aquí será porque sí lo estás.
-Yo no soy anoréxico, sólo no quiero ser una foquita.
-Pues lo has conseguido. Un poco más delgado y ni sombra tienes.
-Yo puedo volver a comer cuando quiera, lo que pasa es que no quiero.
-Por mí haz lo que te de la gana, al fin de al cabo es tu cuerpo.
-Estupendo, porque tengo un súper truco para no tener que comer demasiado, pero si tengo ha alguien vigilándome no me sirve de nada. -dijo en un susurro para que nadie le oyera mientras juntaba las manos a modo de petición.
-Quieres que haga la vista gorda. -afirmó Nao muy seguro de ello. -Vale, pero tu sabrás a lo que te arriesgas.
-Muchas gracias Nao, menos mal que tu si me entiendes.

Nao miró disimuladamente a otro lado, prefería no saber que truco era ese. A él no le interesaba nada ni nadie ya que nadie se había interesado por él. Esa era su filosofía, vivir por y para Nao. Podía sonar egoísta pero era lo que pensaba y no lo iba a negar. Además ese era el problema de Nozomu, bastante tenía ya con aguantar la esquizofrenia, a Noa y al pesado de Tsuke, no estaba como para cargar con un criajo anoréxico e irresponsable que para colmo le empezaba a caer bien. Eso no podía terminar de un buen modo.

Ambos acabaron y se prepararon para marcharse, Nao quería ir a su cuarto a seguir dibujando pero Nozomu insistió en que le ayudara a encontrar la sala de ordenadores porque necesitaba ver algo “súper mega hiper ultra importante” , como había dicho él. Así Nao no tuvo más remedio que posponer sus planes y acompañar al pequeño rubio a la sala que quería, aunque realmente no estaba demasiado lejos. Caminaron no más de un par de minutos por los escalofriantemente silenciosos pasillos del pabellón central, los susurros de la aguda voz de Nozomu resonaban por ellos pese a que el chico intentara hablar lo más bajito que su volumen le permitía. Nozomu era uno de los más charlatanes que el castaño había conocido en su vida. Y para colmo Noa también empezó a dar su opinión sobre lo molesto que era, sería que al ser una voz no se daba cuenta de que el resultaba igual de incordio, entre los dos conseguirían volverle más loco de lo que ya lo estaba. La cabeza le iba a estallar, tenia que callar a uno de los dos y puesto que a Noa no podía optó por el rubio.

-Cállate, por Dios. Me vas a volver loco. -musitó tapando la boca de su acompañante, que le miraba con sus ojos verdes llenos de sorpresa.
-Vale, vale. -concluyó Nozomu algo decepcionado.

El gesto del castaño había echo que Nozomu se sintiera algo incomodo. El no quería molestarle, todo lo contrario él solo pretendía caerle bien. Esperaba no haberle ofendido con alguna de sus numerosas palabras. No le gustaría volver a meter la pata a la hora de hacer nuevos amigos, ya que aunque el fuera muy sociable y extrovertido desde que dijo algo que debería haberse callado las amistades de las que contaba se podían contar con los dedos de una sola mano. Así que decidió callarse aunque el silencio fuera una de las cosas que más le incomodara.

Al llegar al la sala de ordenadores, el rubio cogió un rápido asiento delante de uno y ofreció a Nao una silla a su lado para que este te sentara. Al castaño no le apetecía para nada hacerlo, pero que remedio, si se lo decía con una cara rebosante de ilusión. Aparte de ellos en la habitación solo había unos grupillos de niños que seguramente jugarían a algo muy entretenidos. Los delgadísimos dedos del rubio se movían realmente ágiles por el teclado, sorprendiendo a Nao que no estaba acostumbrado a usar esos aparatos.

-¡Jopeta! -se quejó Nozomu al ver que no conseguía lo que querría.
-¿Qué te pasa? -preguntó Nao que no había estado para nada atento a lo que hacía su compañero sino más bien en como se desplazaban sus rápidas manos por el ordenador.
-La pagina está censurada, debería haberlo supuesto. -contestó llevándose la uña del pulgar a los dientes con gesto pensativo.
-¿Pero en que clase de sitios te metes tu? -volvió a preguntar con tono de un ligero susto.
-¿A ver que cosas te vas a imaginar? Solo es un foro, pero como en él se dan trucos para adelgazar pues lo han prohibido.
-Vamos un foro “pro-ana”.
-¡No! No es un “pro-ana”, ya te he dicho que yo no tengo anorexia. Y para colmo no me he traído las gafas y me escuecen los ojos. ¿Nos vamos y me ayudas a encontrar el animalito? -finalizó cerrando el ordenador.
-¿Qué animalito?
-El que me han dicho que hay. Así seguimos hablando y nos conocemos mejor, que como soy nuevo necesitaré a alguien para adaptarme.
-Bueno vale. -contestó Nao volviendo a tener que cambiar sus planes.
-¡Genial! -exclamó levantándose más rápido de lo que se había sentado, tirando del brazo del castaño para que le siguiera.

“Esto no puede terminar de un buen modo.” pensó Nao antes de dejarse llevar por el enérgico Nozomu a los jardines donde, si no fuera por su amigo ya no tan platónico, volvería a perderse.

martes, 27 de julio de 2010

3. Un estúpido nombre.

Era la primera mañana en la que Nozomu despertaba en aquella pobre habitación del hospital. Al abrir los ojos se extrañó de no encontrarse su habitación tan recargada y colorida que hasta dañaba un poco la vista, en cambio vio el techo grisáceo y deprimente. La luz cruzaba el cristal de la ventana colándose descaradamente en su cuarto mostrándole que ya había amanecido. Se sentía algo incomodo y extraño pero pensó que acabaría acostumbrándose. Miró con sus ojos verdes todavía algo pegados por el sueño un reloj que reposaba sobre el escritorio. Ya era la hora de levantarse, las siete y media, él era de las pocas personas a las que les gusta madrugar y se encontraban con las energías suficientes como para hacerlo sin estar obligados a ello.

Se levantó para arreglarse aunque fuera un poco, se vistió y pasó ligeramente un suave cepillo por sus cabellos dorados, lo hacia con mucha delicadeza porque últimamente le daba la impresión que se desprendían con demasiada facilidad. Salió de su cuarto y bajó las escaleras casi a saltos y con algo de prisa, luego se dirigió a la recepción donde ya estaban Sachiko y Hanabi afanosas en su tarea, era alguna de ellas a la que tenia que pedirle que le acompañara al baño para asegurarse de que no hacía nada que pudiera resultar contradictorio al tratamiento, cosa que por cierto le daba algo de vergüenza. Su vida iba a complicarse mucho con eso de no poder ni siquiera ir al lavabo solo, puesto que este estaba cerrado con llave. Y para desayunar les reunieron a todos los pacientes de la segunda planta en una misma mesa, lo de “todos” era un modo de hablar ya que Nozomu era el único chico que había por lo que casi debería decir “todas y Nozomu”. Al chico no el gustaba comer rodeado de gente, sin contar con que todas eran chicas hablando de sus cosas y menos aun hacerlo bajo vigilancia de Hanabi. Rodeado de tantas mujeres se sentía como su muñequito. “Como esto dure mucho tiempo me acabaran por poner lacitos en el pelo.” pensaba al verlas. Tuvo que tragarse un vaso de leche desnatada y unos cereales casi insípidos a modo de desayuno. “Desde luego si lo que quieren es que engorde así no lo van a lograr.” Todas las chicas se fueron yendo poco a poco hasta que solo quedó él y la enfermera que desayunaba un café con leche enfrente suya.

-Bueno Nozomu, ¿qué tal has pasado tu primer día? -preguntó la mujer pelirroja, que por cierto era claramente teñido.
-Bien… supongo. La verdad no se que decir. Es raro porque tendré que decir que bien por no ser mal educado, pero teniendo en cuenta que estoy ingresado en un hospital…
-Claro, te entiendo. Ya sabes que si necesitas cualquier cosa estamos hay para lo que quieras. ¿Ya has explorado por los jardines? Son enormes, si tienes suerte hasta puedes ver algún que otro animalillo por ahí andando.
-¡En serio! Pues voy ahora mismo a mirar.-y uniendo el dicho con el hecho salió corriendo del pabellón.

Dio un largo paseo mirando en todos los rincones para ver el nombrado animalillo, llamándolo de esa forma al no saber que especie encontraría, pese que no aparecía por ningún lado. Cansado ya de buscar, sin darse cuenta llegó a donde el día anterior había encontrado la carpeta y los dibujos de NK. Allí ya no había nada interesante aunque seguía con la curiosidad que sentía desde antes de acostarse. Un poco decepcionado por no haber visto nada del otro mundo se sentó en el banco de piedra que había en ese camino simplemente a esperar la hora en la que tenían que pasarle consulta.

Miró al horizonte, el lugar era bonito, para que negarlo, y se estaba realmente tranquilo sin oír los gritos de su hermana mayor. ¿Qué estaría haciendo Mihoshi? Seguramente estudiando en su universidad. ¿Se acordaría de él? Ella no parecía demasiado apenada por su macha. Y sus padres trabajarían en alguna sesión de fotografía para los catálogos. ¿Le echarían de menos? A lo mejor ya se les había pasado el disgusto. De repente los ojos verdes de Nozomu empezaron a empaparse de lagrimas, esas que se había negado el día anterior y el anterior a ese y todos los demás desde que le contaron que le iban a ingresar. Él pensaba que por ello estaba demostrando ser muy fuerte pero en esos momentos era conciente de que estaba allí encerrado, él solo, sin nadie conocido, nadie con el que hablar de algo que no fuera su infancia y como había llegado a esa situación. El llanto se acumulaba sin parar hasta desbordarse completamente. No quería estar solo. Quería irse, quería estar con su familia, quería salir a correr con su perro Lenteja, quería volver a clase y seguir estudiando como lo hacían todos los chicos de su edad, por mucho que le resultara un lugar precioso, quería salir de ahí. Se acuclilló encima del banco y escondió su cara en las rodillas mientras sus pequeños pulmones hipaban sin permitirle respirar con calma. ¿Por qué estaba ahí? ¿Y si sus padres querían deshacerse de él? ¿Y si no volvía a salir de ese centro? En esos momentos todo le dolía, le dolía recordar las hipócritas sonrisas de todos aquellos de los que se despidió. Le dolía que nadie se hubiera dignado a escucharle. Le dolía que le doliera. Y lo hacia tan fuerte que parecía haber abandonado ese mundo para solo concentrarse el esa tristeza que se había ido acumulando durante esos meses.

-¡Oye, tú! -exclamó una voz interrumpiendo sus pensamientos. Nozomu sacó sus enrojecidos ojos de la tela de los pantalones para ver quien le hablaba, sin poder evitar dar un respingo al ver al joven castaño de la noche anterior. Vestía el mismo suéter azul marino de la primera vez que le vio. Nozomu no tardó en identificarle pese a que parecía mucho más calmado. -Estas ocupando todo mi banco. -siguió con un tono bastante osco remarcando el monosílabo posesivo.
-Lo… lo siento, no sabía que fuera tuyo. -contestó el rubio echándose a un lado para permitir que su recién llegado interlocutor se sentara.
-¿Tu eres él de ayer? Gracias por devolverme la carpeta. -dijo sacando un folio de la nombrada.
-De… de nada. -volvió a hablar Nozomu tímidamente intentando calmar las ganas de echarse a llorar.
-Eres nuevo, ¿verdad?
-Sí, ¿Cómo lo has sabido?
-Todos los nuevos lloriquean los primeros días. Cuando lleves aquí tanto tiempo como yo ya no tendrás ni fuerzas para hacerlo. -Nozomu no contestó a esas palabras solo volvió a desviar la mirada parándose a analizarlas detenidamente. -Siento lo de ayer, estaba fuera de mi, te debí de asustar.
-No pasa nada. Me llamo Nozomu Nozomi, encantado de conocerte. -se presentó esta vez sonriendo y cediéndole la mano para que la estrechara, cosa que el castaño no hizo.
-¿Nozomu Nozomi? Que nombre más ridículo, no quiero ni imaginar todo lo que habrían bebido el día que te lo pusieron.
-¡Eh! -exclamó el aludido ciñendo el ceño lo más fuerte que pudo.
-Tranquilo, el mío también lo es, me llaman Nao Kanou. Mis padres también bebieron aquel día.
-Pues a mí me gustan.
-Por que tu todavía no has aprendido que desear le esperanza es inútil. Pero supongo que tendré que estar encantado de conocerte. Déjalo, aquí todo el mundo dice que digo cosas muy raras. -explicó dándole la mano por fin, puesto que Nozomu no la había quitado.
-Bueno, no importa. Entonces tu eres NK. Me gustan tus dibujos.
-Pues debes de ser al único. La gente suele decir que le dan mal rollo o les deprime.
-Se supone que para eso es el arte, tiene que transmitir algo, pese a que ese algo no te guste. -dijo ya totalmente tranquilo con Nao.
-¿Sabes que eres muy raro?
-Sí, me lo repiten muy a menudo. -Nozomu se fijó en las manos de Nao, todavía tenia restos ce pintura entre las uñas. -¿Por qué pintas con las manos? ¿No tienes pinceles?
-Sí pero cuando estoy nervioso prefiero hacerlo con las manos, es un modo de desahogarme.
-¿Qué te pasó para estar así?
-Nada importante. -murmuró desviando la mirada.
-Perdona… soy algo cotillo. No me hagas caso. -el rubio volvió a girar los ojos esta vez a su reloj. Al ver la posición de las manecillas guardó unos segundos de silencio sin reaccionar para acto seguido exclamar. -¡Ah! ¡¿Ya es tan tarde?! ¡Me tengo que ir la señora Tsubaki me va a pasar consulta! ¡Pero luego nos vemos y seguimos hablando! - y volviendo a cumplir lo que decía desapareció en los jardines del hospital.
-¡De acuerdo! -contestó Nao sin estar del todo seguro de que le hubiese escuchado.

“Que chico más raro.” habló Noa.
-Ni que lo digas. -respondió él sin despegar la mirada de donde su anterior interlocutor había desaparecido.
“No me digas que te ha caído bien.”
-Ya sabes que todo para mi es indiferencia, aunque parecía un chico majo.
“Solo será majo mientras no conozca tu problema, como todos, más te vale no encariñarte con él”
-Ya lo sé. No soy un niño de diez años como cuando llegaste a mi cerebro, Noa. Además ¿Qué más te da a ti lo que me pase?
“Me da y mucho, recuerda que soy parte de tu mente si tu lo pasas mal yo también”
-Claro por eso te diviertes tantísimo cuando me ataca Tsuke.
“Ese es otro tema distinto.”

Si hubiera habido alguien observando la escena seguro de hubiese extrañado muchísimo de ver a un chico, aparentemente tan normalillo, hablando solo, tan convencido de conversar con alguien. Aunque allí todo el mundo ya estaba acostumbrado a él, nadie le entendería nunca. Guardó el folio que hacía rato había sacado, todavía en blanco, no parecía demasiado inspirado aquella mañana. Se levantó lenta y pesadamente como si todo su cuerpo sintiera una mayor atracción de la gravedad. Anduvo sin rumbo conversando con su propio cerebro. No necesitaba un destino, un punto donde llegar, fuera donde fuera, hiciera lo que hiciera siempre acabaría en el mismo sitio, un sitio que odiaba con todas sus fuerzas, aunque lo odiara todo. Le gustaría no llegar, pero lo haría. Noa seguía hablando sin que Nao pereciera escucharle. Su cuerpo continuaba resultando pesado, esa noche no había conseguido dormir bien. Se recostó en uno de los numerosos bancos de piedra que se encontraban a ambos lados del camino. Fijó sus ojos negros en algún punto perdido en el inmenso cielo azul.

Ya era diecinueve de mayo y empezaba a hacer calor. Esa era una mala época para Nao. La gente te iba de vacaciones y se quedaba más solo de lo habitual, aunque el castaño no solía relacionarse con nadie, el ambiente que quedaba sin los pacientes y varios doctores le deprimía. Como le gustaría hablar con alguien que no fuera Noa, con el que solo discutía una y otra vez. Aparte, él sólo podía charlar con Amai, una chica de su misma planta y edad, que, a veces, era la única que no parecía tenerle miedo, aunque en esos días era tan inconsciente que no le temía a nada ni nadie. El problema es que ella solo se quedaba ingresada unas semanas para ver como evolucionaba en su enfermedad. Pasado ese tiempo volvía a estar solo, como siempre, talvez estaba destinado a permanecer solo y encerrado de por vida.

“Se supone que para eso es el arte, tiene que transmitir algo, pese a que ese algo no te guste.” Resonó en su cabeza la aguda voz de aquel chico de nombre estúpido. ¿Cómo había dicho que se llamaba? ¿Nozomu Nozomi? Cuanto más lo pensaba más tonto le parecía aquel nombre. ¿A que hora acabaría esa consulta a la que tenia que acudir? A lo mejor podía hablar con él y no aburrirse aunque solo fuera durante el corto periodo en el que acabaría por tenerle miedo y dejará de acercarse a él como hacían todos. Era la primera vez que conocía a un chico de la segunda planta, porque a simple vista el sabía distinguir unos pacientes de otros, y ese tal Nozomu aparentaba totalmente ser de la planta de problemas alimenticios.

Se incorporó de un fuerte movimiento y volvió a sacar el mismo folio, ya algo arrugado en las esquinas por andar sacándolo y metiéndolo de la carpeta, y un lapicero de un viejo y desgastado estuche de tela vaquera.

“Ya sabes lo que vas a dibujar esta mañana” dijo la voz escondida de Noa.
-Creo que ya me he decidido, ese chico anoréxico… creo que le voy a añadir a mi colección de modelos.