lunes, 9 de agosto de 2010

4. Amitad platónica.

Nozomu permanecía sentado en aquella dura silla de plástico gris. Los nerviosos ojos del rubio se movían como arañas verdes por todos los rincones de la consulta, como si pretendiera memorizar cada rincón. La habitación en las que se encontraba era casi en su totalidad blanca sobriamente decorada con una mesa central y unas sillas iguales a la suya, unos cuantos armario repartidos por las esquinas y en la pared había colgados unos extraños, y a su opinión macabros, dibujos hechos por unos niños pequeños. ¿Por qué sería que unas criaturas tan inocentes crearan esas cosas? Con un ojo más alto que otro, los brazos saliendo del cuello…

La hora de consulta estaba ya bastante avanzada, la señorita Tsubaki, su psicóloga era una mujer bastante atractiva de aspecto serio pero amable. Llevaba el pelo teñido de un curioso color violeta y sus ojos eran del color de las olivas.

-Bueno Nozomu, ya hemos acabado por hoy. -concluyó la mujer guardando un cuaderno que había sacado para tomar notas de lo que le interesaba, aunque Nozomu estuviera convencido de que lo que hacía era dibujar tortugas en los márgenes como solía hacer él en clase de matemáticas cuando se aburría.
-¿Entonces me puedo marchar?
-Sí por supuesto no te voy a retener eternamente.
-Señorita… -dijo él empezando a levantarse de la silla. -¿Puedo preguntarle una curiosidad que tengo?
-Claro, puedes preguntar todo lo que quieras.
-Es sobre un chico llamado Nao. Le conocí el otro día, bueno… ayer.
-Con que ya conoces a Nao, es difícil no saber quien es cuando resides aquí.
-Me gustaría saber por qué está aquí.
-Bueno, no sé si debería contártelo ya que la última vez se enfadó. Es una historia muy larga de la que no conozco los detalles.
-Entiendo… -contestó el joven algo apenado por la respuesta de su doctora.
-Pero ahora que sacas el tema, la doctora Mizuki, la psicóloga de Nao, y yo habíamos pensado que os vendría a ambos muy bien algo de compañía. Puesto que tu eres el único chico de la segunda planta y él, creemos que una persona de su edad que le escuché y con el que no tenga la presión de que parezca estar siendo interrogado. Ya sé que esto de la amistad es algo que no se controla y no se puede forzar, además que Nao no suele ser demasiado amable y comunicativo pero…
-No hay ningún problema. Yo me haré amigo suyo. -sonrió ampliamente convencido de lo que decía.
-Bien, pues entonces todo irá bien, ya no te molesto más por hoy. -siguió la mujer con el mismo tono amable que usaba el chico.
-Me voy, hasta luego doctora.
-Adiós Nozomu.

El chico rubio abandonó la sala de consultas para hacer lo mismo con el pabellón D, donde pasaban consulta y residían, e ir a buscar a su nuevo y platónico amigo. Quería darse la mayor prisa que pudiera por que pronto sería la hora de comer, o como la llamaban en su planta una de las chicas que había conocido “la hora de la tortura”. Al pisar el suelo exterior notó una fuerte y agradable ráfaga de viento con cierto aroma a las flores que había plantadas por todo el jardín. Ese aire logró volver a accionar la nariz de Nozomu que había estado taponada por el desagradable olor a hospital. Corrió unos cuantos metros tras los cuales pareció cansarse. Aquel sitio era tan grande y laberíntico que temió volver a perderse o no encontrar a Nao. “A lo mejor Nao ya ha ido a la cafetería” pensó empezando a caminar intentando dibujar en su memoria el plano que había visualizado esa misma mañana. Tenía muchas ganas de volver a hablar con él, era una autentica caja de sorpresas. A Nozomu siempre le interesó conocer gente nueva y distinta, y el castaño tenía pinta de ser de lo más distinto. Iba a ganarse su confianza como fuera.

Entró en el comedor, en él ya estaban reunidas alrededor de una larga mesa sus compañeras de planta todas “intentando” comer. Cambio el rumbo que trazaban sus ojos verdes hasta encontrar a Nao sentado en una de las mesas de la esquina. Nozomu chistó un par de veces para que el castaño se percatara de que estaba ahí. Cuando él hizo una señal de haberle oído el rubio fue al rencuentro de sus compañeras que eran vigiladas esta vez por Sachiko. Se dieron los correspondientes saludos y se dispuso a sentarse.

-Nozomu… -empezó la joven enfermera sin dejar que acabara la acción. -Me ha dicho la señora Tsubaki que si quieres te puedes sentar con Nao.
-¿En serio? ¡Que bien! -exclamó alegremente cambiando de sentido para ir junto al que Nozomu había nombrado “nuevo amigo”. La enfermera se levantó también y le siguió hasta la mesa. El chico ya se había acoplado rápidamente en la silla enfrente de Nao.
-Vigila que coma. -susurró la sonriente Sachiko lo suficientemente alto como para que Nozomu la oyera. -Voy a por tus pastillas, ahora mismo te las traigo.
-No las iba a echar de menos. -contestó él, mientras la enfermera se alejaba.
-¿Qué pastillas? -preguntó curioso musitando como si fuera un tema prohibido.
-Son solo tranquilizantes y antidepresivos.
-¡Ah! ¿Y están buenas?
-Pues como todas las pastillas. Valla pregunta.
-Sabes que ahora mismo parecemos un par de yanquis hablando de lo que nos vamos a tomar esta noche. -rió el rubio ampliamente mientras que Nao solo esbozó una ligera sonrisa.
Sachiko volvió a acercarse a ambos chicos entregando al más alto de los dos un pequeño vaso con unas capsulas de colores.
-Toma guapo. -dijo ella ofreciéndole el recipiente para luego volver a sentarse junto a las pacientes de la segunda planta. Nozomu no pudo evitar que sus ojos verdes siguieran los pasos de la mujer hasta que se sentó.
-Desiste, tiene novio. -insinuó Nao mirando fijamente su medicación.
-Ya me lo imaginaba, además es muy mayor para mi.
-¿Cuántos años tienes? -inquirió el castaño aunque realmente poco le importaba.
-Diecisiete. Cumplo los dieciocho en febrero. ¿Y tú?
-Uno más que tu, y los cumplo el tres de noviembre. O eso es lo que dice mi ficha, si por mi fuera no me acordaría.
-¿Por qué no ibas a acordarte?
-Hace muchos años que no lo celebro. Recuerdo que era en otoño pero hasta que no me lo dijeron no lo recordé. Se me había olvidado totalmente la fecha.
-Que mal… ¿pero por qué no lo celebrabas?
-Prefiero no hablar más de ese tema. -contestó desviando de nuevo la mirada. -Pero tu no aparentas tener diecisiete años, pareces más pequeño.
-Ya sé que tengo un aspecto bastante aniñado.
-Tu eres del club de los palillos, ¿no? -dijo con un tono algo despectivo.
-¡Oye! -exclamó claramente ofendido.
-Lo siento. -se disculpó no demasiado convencido. -Nunca había tenido que hablar con nadie de esa planta. Yo soy de la de los que de tornillos no van sobrados, valla que estoy pirado.
-Pues no tienes pinta de estarlo.
-Porque ahora estoy tranquilo, pero no me digas que ayer no pensaste que estaba loco.
-Pues no, no pensé que estuvieras loco más bien pensé que yo era extremadamente feo como para asustarte así. -bromeó Nozomu volviendo con su amplia sonrisa.
-Pues los pesados de los médicos no me dejan salir de aquí, así que figúrate como estoy de loco.
-Bueno, no sabría que decirte. Yo en realidad no estoy enfermo.
-Si te han encerrado aquí será porque sí lo estás.
-Yo no soy anoréxico, sólo no quiero ser una foquita.
-Pues lo has conseguido. Un poco más delgado y ni sombra tienes.
-Yo puedo volver a comer cuando quiera, lo que pasa es que no quiero.
-Por mí haz lo que te de la gana, al fin de al cabo es tu cuerpo.
-Estupendo, porque tengo un súper truco para no tener que comer demasiado, pero si tengo ha alguien vigilándome no me sirve de nada. -dijo en un susurro para que nadie le oyera mientras juntaba las manos a modo de petición.
-Quieres que haga la vista gorda. -afirmó Nao muy seguro de ello. -Vale, pero tu sabrás a lo que te arriesgas.
-Muchas gracias Nao, menos mal que tu si me entiendes.

Nao miró disimuladamente a otro lado, prefería no saber que truco era ese. A él no le interesaba nada ni nadie ya que nadie se había interesado por él. Esa era su filosofía, vivir por y para Nao. Podía sonar egoísta pero era lo que pensaba y no lo iba a negar. Además ese era el problema de Nozomu, bastante tenía ya con aguantar la esquizofrenia, a Noa y al pesado de Tsuke, no estaba como para cargar con un criajo anoréxico e irresponsable que para colmo le empezaba a caer bien. Eso no podía terminar de un buen modo.

Ambos acabaron y se prepararon para marcharse, Nao quería ir a su cuarto a seguir dibujando pero Nozomu insistió en que le ayudara a encontrar la sala de ordenadores porque necesitaba ver algo “súper mega hiper ultra importante” , como había dicho él. Así Nao no tuvo más remedio que posponer sus planes y acompañar al pequeño rubio a la sala que quería, aunque realmente no estaba demasiado lejos. Caminaron no más de un par de minutos por los escalofriantemente silenciosos pasillos del pabellón central, los susurros de la aguda voz de Nozomu resonaban por ellos pese a que el chico intentara hablar lo más bajito que su volumen le permitía. Nozomu era uno de los más charlatanes que el castaño había conocido en su vida. Y para colmo Noa también empezó a dar su opinión sobre lo molesto que era, sería que al ser una voz no se daba cuenta de que el resultaba igual de incordio, entre los dos conseguirían volverle más loco de lo que ya lo estaba. La cabeza le iba a estallar, tenia que callar a uno de los dos y puesto que a Noa no podía optó por el rubio.

-Cállate, por Dios. Me vas a volver loco. -musitó tapando la boca de su acompañante, que le miraba con sus ojos verdes llenos de sorpresa.
-Vale, vale. -concluyó Nozomu algo decepcionado.

El gesto del castaño había echo que Nozomu se sintiera algo incomodo. El no quería molestarle, todo lo contrario él solo pretendía caerle bien. Esperaba no haberle ofendido con alguna de sus numerosas palabras. No le gustaría volver a meter la pata a la hora de hacer nuevos amigos, ya que aunque el fuera muy sociable y extrovertido desde que dijo algo que debería haberse callado las amistades de las que contaba se podían contar con los dedos de una sola mano. Así que decidió callarse aunque el silencio fuera una de las cosas que más le incomodara.

Al llegar al la sala de ordenadores, el rubio cogió un rápido asiento delante de uno y ofreció a Nao una silla a su lado para que este te sentara. Al castaño no le apetecía para nada hacerlo, pero que remedio, si se lo decía con una cara rebosante de ilusión. Aparte de ellos en la habitación solo había unos grupillos de niños que seguramente jugarían a algo muy entretenidos. Los delgadísimos dedos del rubio se movían realmente ágiles por el teclado, sorprendiendo a Nao que no estaba acostumbrado a usar esos aparatos.

-¡Jopeta! -se quejó Nozomu al ver que no conseguía lo que querría.
-¿Qué te pasa? -preguntó Nao que no había estado para nada atento a lo que hacía su compañero sino más bien en como se desplazaban sus rápidas manos por el ordenador.
-La pagina está censurada, debería haberlo supuesto. -contestó llevándose la uña del pulgar a los dientes con gesto pensativo.
-¿Pero en que clase de sitios te metes tu? -volvió a preguntar con tono de un ligero susto.
-¿A ver que cosas te vas a imaginar? Solo es un foro, pero como en él se dan trucos para adelgazar pues lo han prohibido.
-Vamos un foro “pro-ana”.
-¡No! No es un “pro-ana”, ya te he dicho que yo no tengo anorexia. Y para colmo no me he traído las gafas y me escuecen los ojos. ¿Nos vamos y me ayudas a encontrar el animalito? -finalizó cerrando el ordenador.
-¿Qué animalito?
-El que me han dicho que hay. Así seguimos hablando y nos conocemos mejor, que como soy nuevo necesitaré a alguien para adaptarme.
-Bueno vale. -contestó Nao volviendo a tener que cambiar sus planes.
-¡Genial! -exclamó levantándose más rápido de lo que se había sentado, tirando del brazo del castaño para que le siguiera.

“Esto no puede terminar de un buen modo.” pensó Nao antes de dejarse llevar por el enérgico Nozomu a los jardines donde, si no fuera por su amigo ya no tan platónico, volvería a perderse.

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