miércoles, 29 de septiembre de 2010

7. Gritos de un pájaro herido.

Mizuki golpeó decididamente la habitación de Nao, nadie la contestó por lo que supuso que ya había salido junto a Amai que tampoco estaba en su cuarto. Se alegraba de que Nao estuviese más animado ahora que le chica había ido, pero sentía que tenía que arruinarle el día. Los tres pacientes aparecieron hablando animadamente, sobretodo Nozomu y Amai.

-Hola chicos. -saludó la mujer en tono amable refiriéndose a los tres recién llegados.
-¡Mizu-chan! -exclamó alegre la morena dándole un efusivo abrazo a su doctora.
-Amai, que alegría tenerte verte de nuevo. ¿Qué tal te encuentras? -cuestionó la psiquiatra devolviendo el saludo a la chica.
-Muy requetebién… mira ya me he hecho un nuevo amigo. -contestó ella señalando a Nozomu que estaba al lado de Nao.
-Bueno chicos… ¿os importa que os la robe un momento? Tengo que hablar con ella y después con Nao ¿vale?. -siguió la mujer de gafas guiando a la joven para que le siguiese.
-Vale, pero luego tienes que jugar ese partido que me has prometido. -contestó Nozomu hablándole a Amai más que a la doctora.
-Pues claro, te voy a machacar. -Amenazó ella con una amplia sonrisa para luego marcharse junto a Mizuki.
-Pues nos hemos vuelto a quedar solos. -concluyó Nao mirando como se marchaban escaleras abajo.
-¿Qué hacemos? -preguntó Nozomu mirando al castaño. La verdad es que en esa semana y media que llevaba ahí Nozomu no había conseguido encontrar una afición en común. Tal vez tenía que esforzarse un poco para llevarse mejor con Nao. Se quedó un par de segundos en pose meditativa. -Nao, ¿por qué no me enseñas a dibujar?
-Pero… si yo no sé dibujar… -siguió el joven con un gesto algo extrañado.
-Mentira, sí que sabes.
-¿Tú has visto mis dibujos? Son horribles.
-No son horribles, a mi me gustan y quiero aprender.
-Pero si es que no hay nada que enseñar…
-Venga Nao, por fa… -pidió el rubio tirándole del brazo para que entrara en su habitación.

Nozomu quería entender a Nao, quería saber más de él y comprenderle mejor. Ya no solo por su curiosidad o por sus ganas de saberlo todo, sino porque en aquel tiempo, aunque hubiese sido poco, le había dado la impresión de que Nao guardaba algo que necesitaba sacar. ¿Cómo estaba tan seguro? Eran pequeños gestos, miradas perdidas, frases que dejaba a la mitad, ese chico necesitaba a alguien para desahogarse, alguien que no fuera un psicólogo, y ese quería ser él.

Los dos chicos estuvieron un largo rato trazando líneas sobre las hoja de papel, mientras hablaban de diversas cosas, la mayoría temas que Nozomu comenzaba. Nao empezaba a estar algo más a gusto con el rubio que los días anteriores, pese a que todavía le resultaba algo molesto. Sonría ligeramente al ver como se esforzaba en hacer el dibujo lo más fidedigno a la realidad, pero aun así sin conseguirlo.

-Nozomu… ese ratón no está nada mal… -dijo intentando resultar algo amable.
-¡Jopé! Pero si no es un ratón… -se quejó hinchando los mofletes en forma de enfado.
-¿No? -contestó el castaño algo incomodo por el error.
-Es mi perro Lenteja.
-¿Tu perro?.. -siguió intentando aguantarse la risa, cosa inútil pues unos segundo después explotó en una sonora y escandalosa carcajada.
-¡No te rías de mi! -gruño el pequeño rubio levantándose y dando unos golpecillos en el hombro de Nao.
-No puedo… evitarlo… ¿de veras ese es tu perro? -continuó sin parar de reír intentando parar. -Y para colmo se llama Lenteja… por favor a quien se le ocurre llamar así a su mascota.
-Pues a mí. -contestó en tono indignado dándole la espalda a Nao en pose orgulloso.
-Anda, venga no te enfurruñes. -volvió a hablar el castaño por fin parando la sonora risa que le había poseído.
-No me importa. - finalizó Nozomu esta vez sonriendo ampliamente. -¿Sabes? Me alegro, es la primera vez que consigo hacerte reír y eso me alegra.
Nao desvió la mirada algo avergonzado por lo que el chico de los ojos verdes le había dicho.
-No digas tonterías…
-¡Ya estoy aquí! - exclamó sin previo aviso Amai irrumpiendo en el cuarto donde estaban los chicos haciendo que estos dieran un pequeño salto por la sorpresa.
-¡Qué susto Amai! ¡Casi me da un ataque al corazón! - se quejó el rubito llevándose la mano al pecho como si de verdad tuviese un infarto.
-Tranquilo, hombre… Nao te toca bajar…
-Ya, ya. Ahora mismo voy. Asíque venga ahuecando el ala, que no quiero que os quedéis los dos solos en mi cuarto -contestó, echándoles de ahí entre los quejidos de sus amigos. Cerró la puerta y luego volvió a mirarlos. -Ni se os ocurra entrar sin mi permiso.
-Tranquilo… anda vete, vete. -dijo la chica en un tono más inquietante que tranquilizador.

Nao se giró sin quitarles a los dos los ojos de encima puesto que no se fiaba demasiado de esas traviesas sonrisas. Finalmente acabó de darles la espalda y empezó a caminar lenta y pesadamente. Un par de minutos después de eso el castaño ya estaba tocando sonoramente la puerta de la consulta.

-Adelante. -habló la voz de la doctora desde el interior del cuarto. Nao entró sin demasiado entusiasmo y vio a Mizuki mirando por la ventana.
-¿De que quería hablar conmigo? -preguntó el chico con su tono de indiferencia absoluta y habitual en él.
-Siéntate Nao… -sugirió mientras ella hacía lo mismo -¿Qué tal te estás llevando con Nozomi?
-Bien… supongo. A veces es un poco pesado, pero bien… Al menos es amable conmigo.
-Lo sabía, Tsubaki me habló muy bien de él. Cuando me habló de lo alegre que solía ser pensé en que sería una buena compañía para ti.
-Entonces fuiste tú… -murmuró algo más amargamente el castaño.
-¿A qué te refieres con eso Nao?
-Pues que fuiste tú la que le dijo que se acercara a mi. Crees que yo soy incapaz de tener amigos sin que me ayudes ¿verdad?
-No, Nao no lo mal interpretes…
-¿Entonces qué? ¡No me creo que él se esfuerce tanto por hacerse amigo de un loco por cuanta propia! -exclamó levantándose de la silla rápidamente casi tirándola al suelo.
-Nao cálmate. -siguió la mujer intentando parecer trenuela para no enervar más todavía al paciente.
-¡No quiero calmarme! ¡¿Por qué sigues metiéndote en mi vida?! ¡¿Por qué no me dejas en paz y me curas de un vez?!
-¡Nao!
-¡¿No ves que eso solo me trae problemas?! ¡Tú no eres mi madre! ¡No tienes que preocuparte de si tengo o dejo de tener amigos!
-¡Claro que tengo que preocuparme!
-¡Yo no te importo! ¡Si lo hiciera no me tendrías aquí encerrado!
-¡Deja de decir estupideces! -ordenó la psicóloga en tono firme levantándose ella también. Sus movimientos fueron rápidos y precisos, dándole al joven un fuerte y protector abrazo.
-¡Suéltame! ¡Sueltame! -se quejaba el chico intentando escapar de los brazos de su doctora inútilmente.
-No voy a soltarte hasta que no te relajes… -respondió ella haciendo u esfuerzo para que no se zafara. Nao tenía fuerza y más cuando se ponía nervioso. Ya no era tan fácil controlarle como cuando era pequeño. Nao empujaba y parecía incluso querer atacar, ya estaba acostumbrada, pero ese chico ya era demasiado para manejarle así, pero no quería tener que usar otros métodos con él.
-No puedo más… -confesó Nao dejando que la doctora le abrazara.
-Dime que te ha pasado… -pidió aflojando un poco el agarre.
-Ayer… Tsuke, volvió a aparecer. -musitó en tono triste. -Me dijo… me dijo que si me acercaba demasiado a Nozomu tendría que demostrarme porqué soy suyo. Tengo miedo Mizuki.
-Tranquilo… -susurró suavemente acariciando los castaños cabellos del paciente -No te va a pasar nada. Tsuke note va a hacer nada, te lo prometo.
-¿Cómo está tan segura?
-Nao, confía en mí…
-¿Cuándo va a acabar todo esto? ¿Cuándo van a venir mis padres a sacarme de aquí? -aquellas dos preguntas hicieron que algo se rompiera en el interior de la doctora.
-No lo sé Nao, no lo sé… -contestó la mujer apretando un poco más el abrazo pegándole a ella -Lo siento… siento todo esto que te esta pasando.
-Es todo por mi culpa… -murmuró como si no quisiera que la doctora le oyera.
-No es culpa tuya, no es culpa de nadie. -aclaró al joven separándose al fin de él. -¿Por qué no te sientas de nuevo y me cuentas mejor lo que has estado haciendo estos días?

Nozomu miraba a Amai con una cara que delataba que esta pretendía desobedecer a su amigo que no estaba. La morena cotilleaba la carpeta de Nao donde este guardaba sus dibujos más recientes. La chica ya estaba acostumbrada a no escuchar las ordenes del chico por lo que lo hacía como si no le hubiesen dicho nada. El rubio no podía evitar sentirse atraído a mirar sobre el hombro de Amai para ver lo que había el cartón doblado.

-¡Mira Nono! -exclamó la chica enseñándole uno de los papeles que guardaba el castaño cuidadosamente. En él había dibujado un muñeco de trazos rectilíneos, enormes ojos blancos y una intrigante boca como una cruz.
-¿Qué es eso? -inquirió el chico mirándolo detenidamente.
-¿No ves que eres tú? -contestó ella con otro interrogante.
-¿Ese soy yo?
-Sí mira… es rubio como tú y además está muy delgado… claramente eres tú. Debes de ser algo ya para él. Nao solo dibuja gente que significa algo.
-Gente que significa algo… -repitió como si al hacerlo fuera a entender mejor la expresión.
-Sí gente que para él tiene un… un… -habló ella intentando explicarse pero sin hallar las palabras adecuadas. -Un… algo que hace que tenga relación con otro algo… ¡Jo! No se como explicarme.
-Bueno… eso quiere decir que ya soy totalmente su amigo. -siguió el rubito alegremente.
-O no. -volvió a decir la morena cortando un poco a Nozomu. -También dibuja a quien significa cosas malas.
-Me has matado. -contestó él algo desilusionado.
-Tranquilo seguro que no es nada malo… él dice que yo significo la alegría… a veces…
-Que bonito… ¿Qué significaré yo?
-Pues no lo sé y te aseguro que no te lo dirá.
-¿Y tú como lo sabes?
-¡Ah! Secreto profesional.
-¿Secreto profesional de que Amai? -preguntó el dueño de la habitación desde el umbral mirando a los dos intrusos con cara de pocos amigos.
-Pues de cómo me la apaño para… -la chica no acabó la frase al darse cuenta de que con quien hablaba no era Nozomu sino el propio Nao.
-¿No os he dicho que no tocarais mis cosas? -riñó él remarcando el posesivo en la frase poniendo cara de realmente estar furioso, comenzando a echarles una larga charla algo inconexa sobre la propiedad privada poniendo extrañas metáforas, que tan solo él entendía.

Mizuki había vuelto a mirar fijamente por la ventana con cara pensativa igual que solía hacer Nao en la soledad de su cuarto. La puerta se abrió algo ruidosamente entrando la mujer de largos cabellos teñidos de violeta que lo primero que hizo al cerrar la puerta, para que nadie la viera, fue tirar la carpeta al suelo realmente harta de cargarla por todos lados.

-¡Dios! Pero que de trabajo me dan estas chicas. -se quejó para llamar la atención de la otra joven mujer que seguía meditando. -Pues no me dicen que hace mucho frío aquí. ¿Y por qué se me quejan a mí? ¡Como si fuese yo la que enciende él sol. Y yo pienso, “Para no tener frío con lo del…” Mizuki… ¿Te pasa algo?
-¿Eh? -contestó la morena bajando al mundo real -Anda, Tsubaki, ya estás aquí.
-Como para no enterarse con el golpetazo que he dado. Pero claro como tu mente estaba en la luna no te has enterado. -siguió la otra sentándose en la silla que antes había ocupado Nao. -Venga dime que te ocurre.
-No, no es nada.
-Pues no te creo, sabes que siempre fui la mejor en expresión corporal.
-Sí ya sé que fuiste la mejor de la promoción. Pero en serio que no me preocupa nada.
-Venga… nos conocemos hace mucho y sé cuando algo no va bien. Así que ve soltando por esa boquita. Es por Kanou ¿me equivoco?
-No te equivocas, tienes la razón como siempre… -respondió volviendo a mirar por la ventana.
-No deberías de tomártelo de un modo tan personal con él. Puede que fuese tu primer paciente pero…
-No es solo por eso… aparte de que sea el paciente con el que más tiempo llevo y al que menos he podido ayudar, también tú ya sabes lo que me pasó…
-¿Ves? Ese es tu problema. Nao está enfermo, tiene esquizofrenia. Encariñarse con un paciente así es como hacerlo de un pájaro de tu jardín. Aunque les veas ahí día tras día, siempre, no sabes cuando de repente puede marcharse. Y tú no deberías obligarle a meterse en una jaula.
-Pero Nao está herido, es un pájaro herido, no puedo dejar que se marche.
-No quieres que se marche.
-¿Pero que hago entonces? ¿Le digo “¡Hala estás curado, puedes marcharte”?
-No, pero yo solo te lo digo que pienso. No solo por él, sino también por ti. ¿Tu sabrás lo que haces? Me voy tengo que hablar ahora con otra paciente. El trabajo no acaba. -concluyó levantándose para marcharse y dejar de nuevo a la doctora Mizuki con los ojos fijos en el cielo.