martes, 5 de abril de 2011

16. El primer paso.

Habían pasado cuatro mañanas desde el festival, y aquella sería en la que Nozomu “secuestraría” al castaño para llevárselo consigo a su pueblo. El día era soleado, como casi todos en aquellas fechas. Nao se había levantado para guardar la ropa que iba a llevar en su bolsa de viaje. Sentía una extraña mezcla entre impaciencia y algo de miedo, ambos causados por todo el tiempo que hacía que no salía de allí sin contar las pocas veces que Keigo salía con él y Amai cuando eran pequeños a dar un paseo por la ciudad de Negima. Pero ya ni recordaba cuando fue la última vez que se había ido de vacaciones. Volvió a revisar si no se le había olvidado meter el frasco de calmantes y antidepresivos en el bolsillo de la bolsa, no quería tener ningún crisis mientras permaneciese con la familia Nozomi. Escuchó un par de golpes en la puerta que llamaron su atención. El chico intentó abrir la puerta pero fuese quien fuese el que estaba al otro lado de ella no le dejaba.

-Nao, -sonó la voz de Nozomu fuera del cuarto -júrame que no te reirás de mi cuando me veas.
-Yo no juro que eso está muy feo. ¿Pero que te pasa, por qué me voy a reír? ¿Te ha salido un grano como tu cabeza de grande o algo así? -dijo con su voz impasible.
-No lo sabrás si no me lo juras.
-Te voy a ver de todos modos.
-Odio cuando tienes razón. -concluyó abriendo la puerta lentamente como pretendiendo alagar el tiempo de espera. Finalmente apareció delante Nao con un cambio bastante llamativo sus cabellos rubios esa mañana eran de un intenso color negro como si se hubiesen convertido en carbón de la noche a la mañana.
-¿Qué te ha pasado en la cabeza? ¿Hace cuanto no te lavas el pelo?
-Ja, ja, y ¡Ja! ¡Pero que graciosísimo que eres! Me he teñido.
-Ya, ya lo supongo. La cuestión es ¿por qué?
-Es que yo no soy rubio, me decoloré el pelo porque me daba envidia de mi madre y mi hermana que si lo son pero si mi abuela se enterase de lo que hice me daría un castigo horrible. A ella siempre le gustó mi pelo negro… “Es el pelo que todo japonés tiene que tener.” Eso es lo que siempre me dice. -explicó entrando en el cuarto y sentándose en la cama.
-Así que eres moreno. Nunca dejarás de sorprenderme.
-Pero tranquilo, es de estos tintes que se van con un par de lavados de pelo, luego volveré a mi pelo rubio. Me los trajo mi hermana el otro día.
-Bueno, el moreno no te sienta tan mal.
-Ya si no es porque me siente mal o no… déjalo no se como explicarme. -concluyó -Cambiando de tema. ¿Ya has preparado todo?
-Creo que si. ¿Seguro que no estoy molestando?
-Que pesado, que no, no vas a molestarnos. ¿Qué tal si ahora vamos bajando? Mis padres deben estar apuntito de llegar.

Y pasando del dicho al hecho Nao se cargó con su bolsa de deporte y bajaron las escaleras para que el ya no rubio recogiese su maleta tan llena que parecía que se iba ha mudar a un país lejano. Igualmente pasaron por la consulta de sus doctoras y despedirse de ellas. Las reacciones de ambas fueron opuestas como si cada una estuviese en un hemisferio diferente. Tsubaki se despidió de ellos como si realmente tuviera ganas de deshacerse de su paciente. Y en el polo opuesto Mizuki no paró de repetirle al castaño lo bien que le iba a ir y que fuera precavido y que se portase de forma educada y mil cosas más. Parecía que la psicóloga estaba presenciando la despedida de su hijo, cuando unos días antes ya lo había hecho con Amai.

Unos minutos más tarde ya caminaban junto a la verja esperando llegar a la salida seguidos por la segunda de las doctoras para que les dejasen pasar sin problemas. La puerta se abrió con un sonido metálico que aunque era algo molesto a Nao más que parecerle un chirrido le parecía música. Iba a salir de allí, iba a traspasar la verja casi ni se lo creía, el exterior estaba a menos de un paso. Ya estaba apunto de hacerlo, solo un paso. Nozomu ya había salido y se encontraba un par de metros adelante esperando a que lo diese. Puede que eso fuese algo que él no entendiese, por eso no se atrevió a decirlo en voz alta, puede que nadie le llegase a entender nunca. Estaba nervioso y respiraba con dificultad, si no daba ese paso puede que no volviese a tener otra oportunidad para hacerlo.

Solo un paso, uno intermedio justo entre el psiquiátrico y el exterior y por ultimo, el primer paso.

Ya estaba fuera, la verja se había quedado a su espalda. Otro, ya estaba a poco menos de un metro. Otro más, un metro y veinte centímetros. Otro, otro y luego otro más hasta alcanzar a su amigo. Por fin conseguía respirar bien, hasta el aire parecía diferente, ya no era sensación imaginaria que tenía como si con el aire del hospital se asfixiara.

“Vuelve.” Ordenó la voz en el cerebro de Nao sin impedir que siguiese caminando. “Vuelvete. ¿Qué vas ha hacer tú aquí fuera? Este no es tu sitio. Solo te van a pasar desgracias, vuelve a donde estás seguro.”

Pero Nao parecía demasiado contento como para hacer caso de lo que su mente le advertía incansablemente. No debería de hablar por la medicación pero de todos modos a Nao no parecía molestarle demasiado.

El resto de la familia Nozomi no tardó en llegar al sitio en el que habían acordado reunirse. Tras guardar el equipaje de los dos nuevos viajeros y un par de bromas de Mihoshi por el pelo de su hermano se pusieron en marcha. Por suerte como Nozomu era bastante poca cosa sentándose en medio de la rubia y el castaño ninguno de los tres estaba apretado.

-¿Vais bien los tres ahí detrás? -preguntó el padre desde el asiento del conductor.
-Sí. ¿Y Lenteja va bien delante?-afirmó Nozomu.
-Sí hijo el perro va bien.
-Habla por ti retaco. A ti podríamos haberte metido en el maletero, como eres tan chiquitajo si te agazapas seguro cabes.
-¡Mamá!
-Mihoshi no te metas con tu hermano.
-Eso yo no soy chiquitajo, es que aun no me he acabado de desarrollar.
-Ni lo vas a hacer.
-¡Mamá!
-Mihoshi…
-Niño mimado… -susurró ella -Nao, ¿cómo has podido aguantarlo todo este tiempo sin tener necesidad? Porque si yo no fuese su hermana no lo soportaría.
-¿Cómo podéis llegar a llevaros tan mal? -cuestionó el patriarca.
-Bueno, la verdad es que nos conocimos por pura casualidad, y él se auto nombró mi amigo.
-¿Y a que no te molesta?
-Tal vez un poco cuando te pones pesado.
-O sea siempre.
-Más vale que la ignore. No la hagas caso Nao, me tiene celos.
-Ya.
-Se te ve muy tenso Nao, relájate, siéntete como en tú familia. -animó la chica.
-Me encuentro un poco raro. Hace mucho que no estaba… así…
-¿De veras? Tienes pinta de que eres una persona muy interesante.
-Sí y muy misterioso. -puntualizó Nozomu intentando entremeterse en la conversación de su hermana y su amigo -Al principio Nao me parecía un poco borde pero es simpático, no como otras.

En el tono y expresión del chico se podía notar cierto retintín de celos pero Nao no preció percatarse de ello.

Las horas parecían ir más lentas de lo normal dentro del coche pese a que Nozomu y su hermana no paraban de dar conversación a quinto ocupante. Poco a poco el paisaje iba cambiando y haciéndose progresivamente más rural. Dejando en la lejanía los altos y grises edificios característicos de la ciudad. De vez en cuando Nozomu exclamaba ilusionado que había visto una oveja o una vaca. Tras ello Lenteja ladraba como si los grititos de su dueño le molestasen y quisiese que se callase.

Pero el viaje llegó a su fin cuando vieron en el horizonte un pequeño pueblo tradicional en Japón que parecía sacado de alguna película antigua. Las casa no eran muy altas pero tenían la mayoría dos plantas y además estaban alzadas. En cada calle había antiguas escaleras de madera en las que los insectos habían construido sus propias casa. Aparcaron cerca de una casa donde una ancianita de baja estatura, que entre sus canas aún se podían distinguir algunos cabellos que indicaban que antes era rubia, les esperaba en la puerta de una casa casi idéntica a las demás. Nozomu salió corriendo a abrazarla con una cara de total felicidad.

-¡Abuela! -exclamó el chico.
-¡Ay! Mi niño, mira que guapo está. ¡Y que mayor! Pero estás muy delgado ¿no me estarás comiendo mal? -saludó la mujer enganchándole de los mofletes.
-No, la verdad es que no. -aclaró la joven.
-Mira mi guapa Mihoshi, ya está hecha una mujer de verdad. Y mi Fumiko, si no se la notan nada los años.
-Bueno, madre tampoco estoy tan mayor.
-¿Y Nagato? El señor de la casa. -acabó de dar la bienvenida a la familia.
-Mira, abuela, este es Nao, un amigo mío. -puntualizó Nozomu agarrando al castaño por la muñeca para obligarle a acercarse.
-Ya, Fumiko me dijo que vendría. Ven niño que te vea bien. -Nao hizo caso a la anciana. -¡Uy! ¡Que chico más alto y más guapo! ¡Mihoshi deberías echártelo como novio!
-Abuela que cosas dices. -se rió ella.
-¿Por qué? ¿A que mi nieta es muy guapa? -preguntó a Nao.
-Sí… claro… es guapa. -afirmó Nao sin saber que contestar a la señora.
-Sí pero es mi amigo. Ella casi ni le conoce. -aclaró Nozomu.
-Bueno, da lo mismo pasad pasad. Ya he preparado vuestras habitaciones, La de los chicos y la de Mihoshi son las de arriba.

La casa de la señora Nozomi, madre de Fumiko Nozomi, era totalmente tradicional plagada de grandes puertas correderas de madera. En el jardín había un pequeño estanque donde nadaban unas carpas algo pasadas de peso a las que Lenteja ladraba como si estuviesen comportándose mal. La planta de arriba era más baja que la otra, y hacía la forma triangular del tejado. Nao miró todo lo que había en el cuarto con los ojos muy abiertos. Se podían ver viejos juguetes encima de las estanterías, la verdad que resultaba un ambiente familiar pero a la vez era melancólica.

-¿Estos juguetes son tuyos? -preguntó el castaño mirando un peluche.
-Algunos, pero la mayoría son de mi madre, de cuando era pequeña y vivía aquí.
-No me imaginaba que tu madre fuese de campo, se la ve tan… no sé… cosmopolita…
-Ya, la verdad es que no le gusta mucho el pueblo.
-¿Y tu apellido es el materno?
-Sí, cuando mis padres se casaron decidieron que el nombre de mi madre fuese el de la familia porque Yamada, el de mi padre, es de lo más común y no es tan bonito.
-Ya veo…
-La familia de mi padre no estaba muy conforme, pero ellos siempre han sido unos rebeldes sin causa. ¡Ah! Y eso de que mi nombre es tonto se lo dices a mi madre que es la que me lo puso.
-No si se nota que ella es a la que se le ocurren, porque el de tu hermana significa “Estrella de la esperanza” y el tuyo “Desear la esperanza”. Le gusta poner nombres parlantes.
-Pero son bonitos, así a mi me gustan más.
-Lo que tu digas.
-Pero cambiando de tema. ¿Te gusta mi pueblito?
-Sí… se ve tranquilo.
-Te lo enseñaría detenidamente pero tendrás que esperar ya ha mañana porque mi abuela es de las que se van a dormir enseguida y ya está oscureciendo. Pero mañana iremos al río de paseo. ¿Vale?
-Me parece bien.

Como había dicho Nozomu cuando bajaron tras guardar la ropa en el armario y acomodarse la abuela del chico ya estaba preparando la cena. El chico, ahora moreno, no miró con especial interés el estofado que la señora preparaba, pero no se atrevió a decir nada. Cuando la mesa estuvo puesta todos se sentaron alrededor de ella, Nozomu apresurado, se colocó al lado de Nao para evitar que su hermana lo hiciese. La más anciana de la familia insistía a su nieto que comiese algo de carne que era muy buena a su edad, pero Nozomu hacía caso omiso y solo llevaba a su plato algunas verduras. Y en cuanto su familia se despistaba daba parte al perrillo o lo echaba de nuevo a la hoya. Mientras que el castaño parecía algo avergonzado de la situación, estar rodeado de esa gente que le sonreía y le hablaba como si le conociesen de siempre. Pero en el fondo se alegraba mucho de que le hubiesen dejado salir de su jaula por lo menos aquellos días de verano.