domingo, 24 de octubre de 2010

8. Cuando me dices "basta".

Nao se desperezó pesadamente estirando los brazos y las piernas hasta que sus huesos no le permitían más. Ese día tenía que ver a la doctora antes de lo habitual, ese día era el que más odiaba y que se repetía cada dos semanas, ese día era el día de inyección. Se quedó un par de minutos con la mente en blanco y los ojos fijos en la nada. Le daba tanta pereza bajar, no le apetecía nada que volvieran a “drogarle” a base de haloperidol. Se vistió, no con mucho esmero, y ni se molestó en anudarse el pelo, ¿para qué si iba a pasar el resto del día metido en la cama?
“¿Estarás contento de librarte de mi durante unas horas?” Pocos minutos después ya llamaba a la puerta de la consulta de Mizuki esperando una señal de esta para entrar en ella.

Nozomu se levantó literalmente saltando de la cama . Como era habitual en él estaba contento, porque ya no solo tenía un amigo sino que ya contaba con dos en su corta lista de relaciones sociales. Porque aunque Nozomu fuese amable y divertido algo había en él que hacía que nadie quisiese ser amigo suyo. Él, al contrario que Nao, siempre ponía mucho empeño en estar perfecto. Pero por alguna razón todo lo que se probaba a sus ojos le sentaba mal… mal era decir poco, le sentaba fatal. Todas las mañanas le pasaba lo mismo, se pusiera lo que se pusiera nunca encontraba la ropa adecuada para conseguir esa perfección que buscaba. Finalmente, ya algo resignado, se ponía la ropa que a su punto de vista le sentaba mejor, aunque no le favoreciese todo lo que le él quería.

Salió de la habitación y a base de pequeños brincos subió las escaleras hasta la quinta planta del pabellón residencial. La primera de las puertas que abrió fue la de la habitación de Amai que estaba un único metro antes que la 202 de Nao.

-¡Buenos días Amai! - exclamó abriéndose paso con su amplia sonrisa en el cuarto de la chica que todavía estaba acostada. El interior estaba totalmente oscuro para lo colorido que lo vio el día anterior, tanto que incluso asustó un poco al rubio. -Amai…
-Déjame Nozomu… -contestó la morena con tono lloroso.
-¿Qué te pasa Amai?
-No… Nada… no te preocupes… pero déjame.
-¿Cómo te voy a dejar si estás llorando?… dime que te ocurre.
-¡Que Kei-chan me ha dejado de querer! ¡Por eso estoy otra vez aquí yo sola! ¡Seguro que esta vez no vuelve a por mi!
-¿Quién es Kei-chan? -preguntó el rubito realmente intrigado.
-Kei-chan es Kei-chan… -respondió ella como si así lo fuese a entender.
-Desde luego… Aclarador… ¿Y por qué dices que no va a volver a buscarte?
-Porque no me ha traído a Miss Teddy Margot… -Nozomu ni se molestó en preguntar quien era solo se quedó esperando la explicación de su amiga. -Miss Teddy Margot es mi tesoro, él me la regaló y se ha olvidado de traérmela… ¡No! No se ha olvidado lo que pasa es que no ha venido a traérmela porque ya no va a volver. Él ya no me quiere, porque soy una molestia.
-Pero se habrá despistado… seguro que te sigue queriendo.
-No, esta noche no he podido dormir bien porque no tengo a mi querida Margot y él sabe que la necesito… ya no le debo de importar nada… me ha abandonado.
-Aun así…
-No te esfuerces Nozomu… -habló Nao desde detrás de ellos dos asomándose por el umbral de la puerta. -Cuando se pone así es imposible hacer que sea racional… déjala descansar dentro de poco se le pasará.

Nozomu no dijo nada solo miró a la chica metida en su cama como si fuese una crisálida. Lentamente caminó hasta reunirse con el castaño fuera de la habitación. Nozomu echó una última apenada mirada a la morena hasta cerrar la puerta intentando no molestarla. Luego desvió su verde mirada a Nao. Llevaba el pelo suelto lo que hizo que el rubio se extrañase bastante. Aparte del pelo también tenía una expresión extrañamente inexpresiva, más de lo habitual como si sus ojos fueran de un negro mate. Por algún motivo que él no se explicaba aquello no le gustaba demasiado. Pero Nozomu desvió la mirada intentando ignorar la rara sensación que el aspecto de Nao le daba aquella mañana.

-¿Bajamos a desayunar? No quiero que Tsubaki-san se enfade conmigo, me ha dicho que en cuanto se entere de que no como me volverá a obligar comer con todas las chicas de la segunda planta. -habló intentando que mantuviesen una conversación.
-No, Nozomu hoy no me apetece nada. Voy a echarme un rato. -contestó el castaño con un marcado tono de desgana.
-Pero… -el rubio quiso probar a convencer al chico sin embargo por alguna razón no lo hizo. -Vale pero luego vendré a por ti…
-Gracias… -murmuró Nao a modo de contestación con un hilo de voz casi imperceptible como si no quisiese que Nozomu o escuchase. Al mismo tiempo se dirigía a su cuarto con pasos lentos como si tuviese una gran carga enganchada a cada tobillo.

El más joven de los dos solo le miró perderse en su desordenado cuarto con cierta cara de preocupación. Luego sin decir nada se movió hasta la cafetería del hospital para sentarse junto a sus compañeras de enfermedad y la enfermera que aquella mañana le tocaba vigilarles. No podía quitarse de la cabeza lo raros que estaban esa mañana sus dos amigos, la una llorando porque decía que “Kei-chan” ya no la quería y que la había abandonado, y el otro con su mirada hueca y cara de indiferencia total. Verles a ambos hasta había conseguido entristecerle a él. Daba lentas vueltas a la leche desnatada de su vaso como si se estuviese hipnotizando así mismo. Se aburría mucho él solo. Y para colmo parecía que fuese a llover de un momento a otro y eso todavía le apenaba más.

Las agujar del reloj parecían ralentizarse cuando estaba sin gente a su alrededor. Pasó un par de horas tediosas hasta la saciedad hasta que no pudo más y volvió a subir a la cuarta planta donde estaban sus amigos descansando. Abrió muy despacio la puerta de la morena… seguía todo a oscuras… mejor no molestar. Llamó a la de Nao. Que él supiese al castaño no le pasaba nada, ya había descansado suficiente.

-Nao… he venido a buscarte porque estoy muy aburrido. -habló con voz inocente entrando en el cuarto.

Vio con algo de desilusión que su amigo seguía durmiendo con media cara hundida en la almohada y la otra tapada casi completamente por sus cabellos color café. El chico decidió que tenía que despertarle, que durmiese tanto no era normal.

-Nao… despierta… eres un dormilón. -se quejó. La piel de Nao era muy fría, tenía las manos congeladas, tanto que si Nozomu no pudiese escuchar su adormilada y tranquila respiración dudaría de que estuviese vivo. -¡Jopeta Nao!

El chico castaño se rebulló pesadamente con un quejido entre las sábanas de su cama. Abriendo sus ojos negros intentando acostumbrarlos a la luz. Sintió como Nozomu tiraba de su brazo para incorporarlo. Tenía ganas de chillarle y decirle que le dejase en paz, pero no tenía fuerzas ni para eso. Estaba tan agotado que incluso Noa estaba dormido en algún rincón de su cerebro, y todo por la medicación.

-¿Qué quieres ahora? -preguntó con voz cansada mirándole como si tuviese que pedirle compasión.
-Estoy muy aburrido… vamos ha hacer algo… -contestó tirando de él para que se levantase.
-Pero… Nozomu de veras que no me encuentro bien. ¿No podríamos dejarlo para otro día?
-Pues nos quedamos aquí pero es que no quiero estar solo.

Nao no pudo ni resistirse, sabía que no le iba a dejar si no le hacía caso. Se colocó sus zapatos de tela beige quedándose sentado en su cama mirándole con ojos lastimeros. Nao intentó escuchar la animada conversación del rubio, pero cada dos o tres palabras su cerebro parecía resetearse solo. De lo único de lo que se enteraba era de que estaba muy tristón porque esa mañana nada de lo que se probaba le favorecía. Al castaño le dolía la cabeza una barbaridad, como si miles de agujas se clavaran en su cerebro. Las palabras de su interlocutor se hacían un ovillo en sus oídos. Solo quería que se callase, que le dejara un poco tranquilo. Pero él seguía contándole cosas que para Nao eran triviales incluso tontas. Con esa aguda y penetrante voz que solo lograba que le molestase más. No lo aguantaba iba a volverlo más loco de lo que ya estaba.

-¡Basta! ¡Cállate de una vez! -le chilló de un modo bastante brusco cogiéndole de los hombros, clavándole la mirada de modo doloroso. Asustando bastante al chico. Poniéndose de pie como si un resorte imaginario le hubiese echo saltar, colocando sus manos como si pretendiese taparse los oídos pero sin llegar a tocar cu cabeza.
-Per… perdona Nao, no sabía que te estuviese molestando tanto. -contestó en un hilillo de voz levantándose el también. Miró su rostro y entonces se dio cuenta de que todos los músculos no solo faciales del castaño estaban tensados e inmóviles. -Nao… Nao, ¿qué te pasa?

Pero Nao no contestaba solo permanecía en esa misma postura como si unos grilletes se cerraran en cada parte de su cuerpo haciendo que no pudiese dar ni un solo paso. Nozomu se estaba empezando a asustar realmente. Intentó por todos los medios bajar los brazo de Nao pero estos volvían a su posición de un moso casi inmediato. Estaba demasiado rígido y completamente paralizado. Nozomu en esa aterradora situación lo único que pensó fue en pedir ayuda. Cogió el colgante que el castaño tenía con un botón para llamar a las enfermeras y lo pulsó fuertemente como si así fuesen a llegar más rápido.

-¿Qué pasa Nao? -dijo la metálica voz de Sachiko saliendo de un pequeño megáfono en el escritorio.
-Nao… Está muy raro, algo le pasa. No… no puede moverse. -contestó Nozomu con voz pavorosa mientras que sus ojos se humedecían.
-Nozomi, no te preocupe ahora mismo voy, no te asustes. -concluyó la mujer cerrando la línea de comunicación.

El rubio se quedó de nuevo él solo con la estatua humana en la que su amigo se había convertido. El susto no se le iba del cuerpo pero ya estaba algo menos nervioso sabiendo que ya llegaba la enfermera. Sachiko pasó al cuarto de modo decidido acercándose a los dos chicos.

-¿Qué le pasa? ¿Se va a poner bien? -fue lo primero que dijo el chico al ver a la joven.
-Tranquilo Nozomu, no le pasa nada. Pobre… ya vuelves a estar rígido. No te preocupes ahora mismo se te pasará. -habló con el chico de piedra de modo amable mientras de su bolsillo sacaba una jeringuilla. Subiéndole la manga lo suficiente como para descubrir su brazo. -Ahora Nao, relájate. -le aconseja clavándole la aguja.
-¿Qué… qué es eso?
-Es solo un relajante muscular. No te preocupes Nozomu, Nao se a quedado así de rígido por la medicación. El medicamento ha hecho que la fabricación de dopamina de su cerebro se ralentice y si no descansa pues le puede pasar esto. Dentro de poco se desmayará, es normal, no te asustes.
-Por eso decía que quería estar solo. -murmuró para él mismo sintiéndose realmente estúpido por no haber hecho caso a Nao. Siguió a la enfermera con la mirada hasta que esta volvió a dejarlos solos.

Puede que en ese momento fuese la primera vez que Nozomu era conciente de que no era él el único que estaba en ese hospital. Que no era el único que tenía problemas, que si Nao estaba ahí era también por algo. Nao sí que estaba enfermo, y él había sido muy egoísta cuando no le escuchó. Pero que idiota había sido. Nao tenía que estar pasándolo realmente mal si el modo de curarle era aquel.

De repente un nuevo susto sobresaltó el delicado corazón del rubio. Al igual que antes se había tensado ahora una situación totalmente contraria. Nao calló en la cama como un saco de arena con una debilidad exagerada quedando tirado con el pelo esparcido alrededor como un halo, totalmente dormido. Nozomu, bastante arrepentido, solo le colocó sobre la cama de un modo más cómodo. Le quitó los zapatos y le arropó como si fuese un niño pequeño.

-Lo siento Nao, no sabía que pudiese pasarte algo así. -musitó momo si fuese a escucharle -No te volveré a ignorar cuando me dices “basta”.