martes, 24 de agosto de 2010

6. Una chica de dos caras.

La mañana del día siguiente era en comparación a las anteriores muy grisácea. Grandes cúmulos de nubes cubrían el azul del cielo dejando apenas pasar unos contados rayos de sol. Cuando Nozomu llegó a la habitación de Nao este estaba extrañamente despierto y casi listo para recibir a su compañera de planta. El pequeño rubio ya tenía ganas de conocer a esa chica que conseguía que Nao se levantará de la cama.

-Esa chica debe de gustarte mucho. -dijo mirando al joven esquizofrénico ir y venir por todo el cuarto.
-No me gusta… -replicó por, lo que le parecía a él, la milésima vez.
-Ya, ya… y esa chica que no te gusta ¿por qué está aquí?
-Tiene trastorno maniaco-depresivo. -Giró la mirada al rubio que le observaba con cara de no haber entendido -Es bipolar…
-¿Es bipolar? Que gracioso. -afirmó el rubio inocentemente.
-¡Nada de gracioso! ¡Es una enfermedad como cualquier otra, como la anorexia o lo que sea, no es cosa de risa y no es para nada como la pintan, para nada! -exclamó en tono indignado.
-Lo… lo siento, ni me he parado a pensar. -contestó Nozomu avergonzado.
-No pasa nada, me pongo muy susceptible cuando alguien se toma a broma este tipo de cosas. Creo que por eso estoy encerrado aquí… -murmuró melancólicamente.

Miró através de los barrotes de su ventana. Nao realmente se alegraba de que Amai fuera a quedarse aunque solo fuera por un tiempo, porque, no sabía cómo, pero cuando ella estaba Tsuke no asomaba su enmarañada cabeza. A veces pensaba que era como si la tuviese miedo.

-¿Nos vamos ya? -volvió a hablar tras esos segundos de silencio.
-¡Sí! -contestó sonriendo ampliamente el joven rubio. -Tengo mucha intriga por saber como es tu novia.
-No es mi novia… -replicó Nao ya algo resignado.

Bajaron las largas escaleras que conectaban la cuarta y primera planta del pabellón residencial. Las plantas tres y cuatro estaban casi deshabitadas la única con algo de actividad era la segunda. A Nao no le importaba no tener “vecinos” en su misma planta, puesto que no le gustaba relacionarse con nadie, pero a veces agradecía poder hablar con alguien real, no solo con Noa.
Al llegar a la recepción pudieron ver a Sachiko hablando animadamente con una joven bastante alta y esbelta con una enorme sonrisa dibujada en su cara. Su pelo era negro, como el de toda buena japonesa que se precie, y cortado a media melena. Llevaba una ropa que resultaba demasiado infantil para su edad.

-Mira quien viene por ahí. -dijo la enfermera al darse cuenta de que los dos chicos habían llegado.
-¡Nao! -exclamó la chica mientras corría apresuradamente a él.
-Hola Amai -contestó calmadamente, mientras ella saltaba a engancharse del cuello del chico en un efusivo abrazo que casi le hace caer.
-¡Cuánto tiempo! ¡Te tengo que contar muchas muchas cosas! -se separó de él y se que mirando unos segundos mirando fijamente a Nozomu con sus enormes y almendrados ojos pardos. -¿Y este niño quien es?
-Un conocido…
-Me llamo Nozomu Nozomi, encantado. -siguió el aludido.
-¡Eres una monada! -volvió a gritar ella achuchándolo demasiado fuerte para el delicado rubio. Nozomu era notablemente más bajito que la chica por lo que la situación era algo incomoda.
-Esto… me vas a ahogar…
-¡Uy! Perdón, es que eres una cucada. ¿Cuántos años tienes? -preguntó ya aflojando el abrazo.
-Diecisiete. -Amai le miró algo incrédula.
-¡Venga ya! ¡Como vas a ser solo un año menor que yo!
-Es verdad, Amai, es anoréxico, creo que por eso dejó de crecer.
-No soy anoréxico, en mi familia todos somos bajitos.
-¡Haber empezado por hay! Creí que me tomabas el pelo. Como ya sabes yo soy, Amai Akatsuki, soy amiga de Nao.
-Yo soy nuevo en este hospital solo llevo aquí una semana.
-¡Oh! Con que un novatillo, hay que ver, me ausento unos días y todo lo que cambia este sitio. ¿Qué tal? ¿Cuál es tu doctor?
-La señorita Tsubaki.
-¿La del pelo teñido de morado? Parece muy estricta y seria, pero es amiga de Mizu-chan.
-¿Mizu-chan? -preguntó Nozomu algo sorprendido.
-Nuestra doctora Mizuki. -aclaró Nao.
-Has tenido suerte ella solo se preocupa por su niñito. -mormuró refiriéndose a el castaño.
-Yo no soy el niñito de nadie.
-No poco, solo te sobre protege.
-Lo que tu digas, no voy a pelearme contigo por este tema.
-Porque sabes que llevo razón. Bueno, voy a llevar mis cosas a la habitación.
-Te acompañamos. -habló espontáneo Nozomu.
-Todavía me acuerdo de cómo se va, no me perderé. -bromeó la recién llegada.
-Te advierto que es muy testarudo.
-Me acostumbraré a él. -concluyó sonriente.

Subieron las escaleras para dejar la no demasiado grande maleta de Amai. Al pasar el segundo tramo de escaleras, en la tercera planta, al pasar por delante de la puerta cuyo número era el 197 Amai apoyó el oído en la entrada como si se tratara de espía de una novela detectivesca intentando escuchar una conversión secreta.

-Tranquila, Hanako no está. -inquirió Nao al ver el gesto de su compañera.
-Menos mal. Juro que no aguanto a esa… esa… no sabría como describirla.
-¿Quién es Hanako? -preguntó Nozomu lleno de curiosidad.
-No quieras saberlo te lo reaseguro. -advirtió la morena sin despegar la oreja de la puerta.

Pasaron al fin el último tramo de escaleras y volvieron a parar ante una habitación esta vez la 204. El cuarto de Amai estaba plagada de fotos de cachorros de distintas especies animales y macetas de las que salían pequeños brotes verdes. Esta decoración le daba un aspecto mucho más alegre que el del cuartucho de Nao, pese a que la distribución de los muebles y el color de las paredes se mantenía estable en ambas.

-Está tal y como la había dejado la última vez.
-¿Te gustan mucho los animales? -interrogó Nozomu observando las fotos de las paredes.
-¿Se nota mucho? -volvió a preguntar la chica a modo de contestación -Me encantan no se como la gente puede hacerles daño… Mira a esta cosita. -dijo con un tono bastante teatral señalando una imagen de un cachorro de foca revolcándose por el suelo nevado -¿Cómo puede alguien mirar a esta monería y tener el poco corazón de matarla a palotazos? Y no contentos con ello, luego arrancarles la piel y dejarlas hay tiradas en la nieve… Son unos monstruos.
-Pobrecitos, es horrible… -concluyó Nozomu poniendo una adorable expresión -¿A ti no te da pena, Nao?
-Ni me va ni me viene. -contestó el aludido en tono seco.
-¿Cómo dices eso? Míralo, si te está pidiendo que lo achuches con esos ojazos de bebé foca que tiene.
-Déjale. El es una de esas personas a las que no le parecen tiernos los animalitos. Cambiando de tema… ¿Has visto ya a los conejitos?
-¡¿Hay conejos?! Yo solo vi a las tortugas del estanque.
-Pues ven conmigo yo se donde están.
-¡Genial! Ya tenía ganas de ver a los animalillos que me dijeron que había.- exclamó el rubio con su cara llena de ilusión -Tenías razón Nao, Amai y yo nos vamos a llevar muy bien.
-*¡Sorsupuesto! -continuó ella cometiendo uno de sus habituales errores de pronunciación, cosa de la que Nozomu no pareció percatarse -A partir de ahora te nombro mi segundo mejor amigo. ¿Te parece bien?
-¡Pues claro que sí!

Nao les miró a ambos con una cara que mostraba una mezcla de incredulidad y resignación.
“¿Cómo podrá el mundo aguantar tanta energía reconcentrada en un mismo punto del universo?” Dijo Noa con cierto tono satírico. “No se como lo soportas tú, pero yo me estoy poniendo histérico.”

Nao no respondió a las palabras de su propia cabeza. Solo se dedicó a fijar la mirada en sus dos compañeros que daban pequeños brinquillos ilusionados mientras preparaban su plan de captura de conejos. Ya sabía él que ese par iban a hacer buenas migas. Se habían ido a juntar el hambre con las ganas de comer. Irónico por otro lado.

-Vamos, luego colocaré mis cosas. No hay tiempo que perder. - finalizó la joven haciendo el ademán de marcharse.

Amai, con paso firme y decidido, recorrió un largo trecho seguida por los dos chicos, has ta llegar a los jardines. Al este del centro había un pequeño para que los más jóvenes de los pacientes se divirtieran y un par de pistas para practicar distintos deportes. Y cerca de esta zona de recreo había un pequeño recinto de forma indefinida delimitado por unos altos y rigurosamente decorados barrotes. Era una zona de paseo cuya única utilidad era simplemente relajarse, leer o echarse a descansar en la hierva. Miraras donde mirases veías alguna planta o flor que llamaba tu atención. Nozomu giraba la cabeza de un lado a otro en una fuerte negación para no perderse ni un solo detalle. La primavera de aquel mayo había conseguido que los árboles y plantas estuvieran en su época de mayor esplendor.

La chica se paró en seco indicando a sus compañeros que hicieran lo mismo con un rápido gesto. Ninguno hizo ningún tipo de ruido. Amai se acercó sigilosamente a un pequeño agujero que había en el suelo. El rubio no quitaba la mirada de encima a su nueva amiga mientras esta rebuscaba en el hoyo para sacar de él un peludo conejito que se retorcía para que lo soltara hasta que la chica lo cogió de un modo mejor.

-Toma Nozomu. Agárralo así que si no se mueve mucho. -explicó ella cediéndole el animalito.
-Tiene las uñas muy largas, hace daño.
-Bueno, veras como si lo acaricias dentro de nada se calma.
-Bicho orejón. -murmuró Nao.
-¿Pero porqué no te gustan? -dijo la morena en tono indignado.
-No sé…

Nao y Amai empezaron un debate sobre los animales. La chica daba enérgicamente sus argumentos mientras que a él no parecían hacerle cambiar de idea. Nozomu sonrió al conejito que seguía sin calmarse. Finalmente el animal logró zafarse de las delgadas manos del chico y salir corriendo, la primera reacción del joven fue perseguirlo dentro del bosque sin que ninguno de los otros dos se diera cuenta. Zigzagueó unos cuanto metros entre los arbustos hasta que el animalillo se vio atrapado por el monstruoso rubito que logró atraparlo. Después de su captura miró a su alrededor pues no sabía muy bien donde estaba, se había despistado. Pero su ojo verdes volvieron a clavarse en algo que llamó su atención. Era una chica castaña que parecía dormida. Se acercó a ella y la miró fija y curiosamente como si comprobara que respiraba.

-Chica… -se decidió a hablar para comprobar si le escuchaba. -¿Estas despierta? ¿Te pasa algo?
La chica castaña abrió lentamente los ojos turquesa como si tuviera que volver a acostumbrarse a la luz.
-No… gracias, no me pasa nada. -contestó ella con un dulce hilo de voz..
-Menos mal… -siguió Nozomu fijándose en la tristona expresión que tenia la desconocida. - Pensé que te encontrabas mal o algo así. ¿Quieres coger un conejito? -explicó ofreciéndole un pequeño y peludo animal que llevaba en brazos pensando que la ayudaría a alegrarse.
-No muchas gracias. -musitó ella.
-¿Seguro? Dicen que coger animalitos ayuda a relajarse, anda toma, yo ya cogeré otro. -dijo el chico poniendo al conejo en brazos de la castaña.
-Bueno, vale…
-¡Nos has dado un susto de muerte, creíamos que te habrías perdido! -Exclamó Amai apareciendo detrás de unos arboles que no había muy lejos.
-Eso y deja en paz a la gente, ¿no ves que puedes molestar? -continuó Nao mientras ambos se acercaban al rubio.
-Pero es que la vi aquí sola y me asusté.
-Tu siempre eres un incordio. -continuó el castaño.
-No si no me molestaba… -intentó hablar la desconocida mientras los otros tres discutían.
-Veis, no la he molestado. -mostró Nozomu con tono de auto suficiencia. -Bueno nos marchamos, cuida bien al conejito. -finalizó dirigiendo sé a ella mientras se despedía con la mano.

-Nozomu… ¿por qué le has dado el conejito a esa chica? ¿No te gustaba? -preguntó Amai algo apenada por eso.
-Claro que me gustaba pero vi a esa chica que parecía muy triste… no sé quería animarla.
-De bueno eres tonto. -volvió a musitar Nao
-Nuestro Nono es un buenazo. -rió Amai pellizcando a Nozomu en la mejilla
-¿Nono? -cuestionó el rubio algo extrañado.
-Nozomu Nozomi, No-No, ¡Nono! Claro y en botella. -aclaró ella como si fuera obvio.
-A ver dejad vuestras tontas discusiones y vamos al pabellón que Mizuki-san querrá hablar contigo, Amai.
-Vale, vamos para allá. ¡Os echó una carrera! ¡El último que llegué es un bicho bola!-exclamó echando a correr.
-¡Eh! ¡Tramposa! ¡Yo no quiero ser un bicho bola! -siguió Nozomu haciendo lo mismo.

Nao volvió a mirarles alejarse, se iban a llevar muy bien, pero por otro lado sus días tranquilos definitivamente habían terminado.

sábado, 14 de agosto de 2010

5. La línea entre locura y realidad.

La primera semana de ingreso de Nozomu pasó más rápido de lo que él mismo esteraba. Sus padres fueron a visitarle ese fin de semana tal y como le habían prometido mil y una veces, aunque Nao se había negado a ser presentado como su nuevo amigo. Por otra parte ya empezaba a conocer algo mejor a la gente que allí residía, pero Nao seguía siendo autentico misterio y solo conseguía que quisiera conocerle más.

Eran ya pasadas las siete y media, el nervioso rubio ya estaba en pie y dispuesto ha hacer todo lo que pudiera en las siguientes veinticuatro horas, dentro de lo que se podía hacer en el centro. Se vistió lo más rápido que pudo y subió extasiado las escaleras hasta la quinta planta, que en realidad era la cuarta. Con un sonoro grito irrumpió en la habitación de Nao que todavía estaba acurrucado en su cama como una marmotita.

-¡Buenos días! -oír la exclamación del rubio Nao se rebulló entre las sábanas molesta y pesada mente. -He dicho: ¡Buenos días! -insistió Nozomu.
-Déjame, tengo mucho sueño. -reclamó con voz adormilada.

Desde hacía casi una semana que Nozomu entrara en el cuarto 202 se había convertido en el ritual de cada mañana.
El interior de ambas habitaciones ,202 y 184, era calcado, como seguramente todos los demás del centro. Con la única diferencia de que el cuarto de Nao si contaba con servicio, cosa que la suya no. Y otros pequeños detalles como que en el cuarto del castaño no se podía caminar sin toparte con algo impidiendo el paso, en cada rincón habitaba un block o una carpeta, lienzos o simplemente folios en blanco. Los pinceles esparcidos por todo el escritorio junto a una colección de desgastados utensilios de dibujo. Y un caballete con un gran lienzo manchado de distintos colores que dificultaba el paso ya que ocupaba gran parte de la habitación.

-¡Vamos tío no seas vago! -replicó el chico de aspecto infantil mientras meneaba a su nuevo amigo.
-Soy un vago… déjame en paz. -contestó Nao tapándose la cara con la manta.
-Hace ya media hora que Hanabi ha abierto las puertas de las habitaciones. -explicó mientras se sentaba encima suya, eso era muy común en él.
-¿Y? Ayer no pude dormir bien y estoy cansado. -aclaró sin acabar de abrir los ojos.
-Y se puede saber que estuviste haciendo.
-No, no se puede saber.
-No era una pregunta era una afirmación. Si no me lo dices empezaré a pensar mal.
-Mira lo que me importa lo que pienses.
“Este chico es realmente molesto” comentó Noa en el interior del castaño.
-Sí, un poco. - murmuró el joven esquizofrénico sin darse cuenta.
-¿Un poco, qué? -preguntó Nozomu sin comprender lo que decía su interlocutor.
-No nada solo es que sigo algo adormilado. -se excusó mientras se incorporaba casi tirando al rubio que seguia encima suya.
-Visteté deprisa que hoy me pasan consulta y todavía tenemos que ir a desayunar.
-Que raro que tu digas eso…
-Ya te he dicho que yo no soy anoréxico y además los cereales integrales no engordan.
-Lo que tu digas. -dijo a la par que desaparecía tras la puerta del pequeño cuarto de baño.

Nozomu volvió a recorrerlo todo con sus nerviosos ojos verdes. Examinó curioso uno de los lienzos que había apilados junto a la mesa. La mayoría no tenían formas, eran abstractos, pero en otros se podían distinguir, echándole algo de imaginación, claras deformaciones de la realidad. En esas extrañas obras aparecía un escalofriante personaje de cabellos castaños e inmensos ojos redondos sin colorear. Tenía en todas una expresión extremadamente triste a la par de macabra para la sencillez del diseño. Nozomu dedujo que se trataba del propio Nao. No solo él otros intrigantes muñecos aparecieron, entre ellos pudo distinguir a la señorita Mizuki, la doctora de Nao, pero a los demás no conseguía relacionarlos con nadie que conociera.

-¿Qué haces cotillo? -inquirió el dueño de los lienzos ya vestido y más o menos peinado con su coleta baja. Nozomu pegó un pequeño y agudo gritito de la sorpresa.
-¿Yo? Nada. -contestó disimulando nerviosamente.
-Pero si te estoy viendo.
-Ya, es la costumbre. La gente suele enfadarse si hurgo en sus cosas sin permiso.
-Normal, lo raro es que les gustara. ¿Bajamos ya? -preguntó quitándole los lienzos algo brusco.
-El dibujo del pelo castaño eres tu, ¿a que sí?
-Si soy yo. Se que son dibujos muy feos.
-No son feos… solo… un poco raritos. ¿Quiénes son los demás?
-Nadie en especial, solo gente que conocía, o simplemente me los he inventado. ¿Nos vamos?
-¡Sí! -exclamó sonriente el curioso rubio.

Caminaron un par de minutos conversando, mejor dicho Nozomu hablaba como buen parlanchín que era mientras Nao caminaba y cada pocos minutos decía un “Sí”, “Ya” o “Ajá” para indicar que le escuchaba. Parecía preocupado por algo y no dejaba de torcer la mirada intentando que su emisor no se diera cuenta. Cosa que no resultaba demasiado complicada porque aunque Nozomu fuera un gran observador iba tan centrado en lo que contaba que no se percataba de nada. Desayunaron, como era su plan inicial y seguidamente te volvieron a despedir para que Nozomu acudiera a su revisión semanal.
Nao, por su parte comenzó a caminar al lugar aquel que odiaba con todo su corazón. La verja. Aunque fuera donde fuera acabaría allí. Unos altos barrotes metálicos que parecían llegar hasta poder arañar el cielo aunque no superaran los cuatro metros de largo. Se sentía tan insignificante a su lado, odiaba ese sentimiento, era tan patético, tan lamentable… que envidia le daba el cielo. Se apoyó en ella y al notar el frío acero de las barras metálicas en su espalda suspiró pesadamente.

“Parece que por fin tienes un poco de valor.”
-En realidad no. Pero siempre será mejor que si coge celos.

Ambos, Nao y Noa, guardaron unos minutos de silencio que a los dos le parecieron horas. Esperaban a alguien. Alguien que lentamente apareció entre los árboles que crecían en aquel jardín. Era un hombre joven, no llegaría a los veinticinco años; era bastante alto, sus cabellos alborotados sin ningún orden eran del color del más oscuro de los cielos nocturnos y sus ojos rasgados maliciosamente estaban teñidos por pigmentos de rubíes resaltados tremendamente por el contraste de su tez que por pálida casi parecía espectral. Pero su expresión era la que deformaba lo atractivo que hubiese podido llegar a ser ese hombre, aquella expresión que casi sobrepasaba la línea de la locura.

-Buenos días Nao. -murmuró con voz profunda mientras se acercaba a él con movimientos casi felinos.
-Déjate de tonterías, Tsuke. -contestó Nao con el mismo tono de voz intentando parecer calmado ante la presencia de ese hombre.
-No me trates así Nao que me voy a poner triste. -hablo intentando parecer meloso y dulce aunque lo único que lograba era dar más miedo. Mientras las palabras se escapaban de él había empezado a pegarse demasiado al castaño que se aplastaba contra los barrotes. Ya podía empezar a notar su respiración chocando en su oído moviendo algunos de los cabellos que no se escapaban de su coleta. -Sabes que solo me preocupo por ti.
-¿Tú te preocupas por mi? -replicó intentando poner algo de espacio entre ellos dos.
-¿Lo dudas? -contestó con otro interrogante acortando más la distancia inexistente. Las frías barras ya comenzaban a clavarse con fuerza en la espalda de Nao.
-Tsuke… me estás haciendo daño. -se quejó tímidamente asustado notando como no tomaba el aire necesario.
-¿Quién ese niñito tan mono que no se despega de ti ni con agua caliente? -dijo ignorando las quejas de su atemorizado interlocutor.
-¿Qué te importa?
-¡Uy! ¿Nos vamos a poner valientes a estas alturas de la película, gatito? ¿Vas a sacar las uñitas? Dime quién es ese crío. -exigió aplastándole un poco más.
-¡Ah! Na… nadie.
-Con que me ausento unos días y te haces un nuevo amigo.
-No es mi amigo, solo es un pesado que no deja de perseguirme como si fuera mi sombra. De verdad Tsuke.
-No se porqué pero no te creo.
-Ya sabes que yo no tengo amigos.
-Pero siempre hay una primera vez para todo. ¿No es lo que dicen? Asíque más te vale que no se te pegue demasiado, tú eres mío, no quiero tener que demostrarlo de alguna manera desagradable. Ya me entiendes.
-Ya, ya lo sé, pero no es culpa mía.
-Tienes toda la razón pero yo estoy en mi derecho de reclamar lo que me pertenece.
-Yo no soy un juguete… -susurró como si quisiera que no le oyera.
-Entonces… -musitó con voz maliciosa pegando sus labios al oído del castaño tanto que podía notar como se movían con cada palabra.- ¿Qué eres? Dime. ¿Qué eres? ¿Un enfermo? Eso es lo que eres un pobre esquizofrénico al que no le dejan salir de su jaulita. ¿Acaso es eso mejor que ser mi juguete? Aparte de a mi ¿a quien más le importas? Si te murieras ahora ¿quién te echaría de menos? Creo que puedo arriesgarme a decir que solo yo. No tienes amigos, no tienes familia, solo tienes un montón de pinturas para consolarte y una voz en la cabeza. Desde luego una gran compañía. Y para colmo la gente huye de ti, ese lindo niño rubio no va a ser una excepción. Lo que deberías es de estar agradecido de que me digne a jugar con un loco como tú. Entonces… ¿qué tienes que decirme?
-Lo… lo siento Tsuke. No quería enfadarte.
-¿Vas a volver a discutirme?
-No, de verdad, no lo volveré a hacer. -murmuró realmente avergonzado.
-Así me gusta, que seas un buen chico. -concluyó separándose al fin de él mientras acariciaba los cabellos que caían sobre su frente -Nos vemos Nao.

El castaño miró como Tsuke se alejaba lentamente por los laberínticos de centro. El susto todavía residía en su cuerpo, respiraba entrecortadamente como si alguien se hubiese llevado el aire a su alrededor. Intentaba autocontrolarse pero su nerviosismo era bastante mayor. Todo su cuerpo temblaba incontroladamente, moviéndolo a impulsos bastante extraños.

“Valla, al final ha podido contigo, no sé por qué me extraña.” Replicó la voz.
-Cállate. -consiguió decir con el poco oxígeno que lograba captar con sus agitados pulmones. Se dejó caer y una vez en el suelo escondió la cara entre las rodillas intentando calmarse. -Nadie a pedido tu opinión.
“No es mi opinión es la verdad.”
-¡Te he dicho que te calles!
“No quiero, tú no mandas en mí. ¿Qué me vas a hacer? Soy solo una voz.”
-¡Cállate! -chilló esta vez con mucha fuerza. Sonido tras el cual un gran silencio se produjo a su alrededor.
“¿Qué vas a hacer ahora?” volvió a hablar esta vez en tono amable.
-No lo sé, Noa, no tengo ni idea.
-¡Estabas aquí! -exclamó la aniñada voz de Nozomu desde algún lado que Nao no alcanzaba ver. Cuando de pronto salió de entre unos arbustos aparentemente imposibles de atravesar.
-¿No sabes ir por un sitio normal? -sonrió Nao al ver al rubio cubierto de hojas y ramas.
-Es que por aquí tardaba menos. Te oí gritar y me asusté. ¿Con quién hablabas?
-Con nadie, solo un pesado que no me deja en paz. Pero la próxima vez aparece como una persona ¿vale? -contestó quitándole una hoja que se le había enredado en sus cabellos rubios.
-Si tú me avisas si vuelven a molestarte.
-¿Vas a venir tú a rescatarme?
-Sí ¿algún problema? -contestó en tono altivo.
-Que no pareces muy imponente que digamos.

Ambos continuaron hablando camino al pabellón. El paseo se hizo más ameno que el de la mañana, Nao parecía más relajado pero aun así pensativo. Al entrar en el edificio Sachiko, que presidía la recepción, se dirigió al castaño con una amplia y alegre sonrisa.

-Nao, mañana viene Amai.
-¿Cuánto tiempo se queda esta vez? -preguntó girándose para verla esbozando una ligera sonrisa.
-Semana y media. A ver que tal va. Esperemos que le pille en buena temporada.
-Esperemos. -finalizó él siguiendo su camino al comedor.
Nozomu le miró con sus enormes ojos verdes inmensamente abiertos y llenos de intriga.
-¿Quién es Amai? -preguntó al fin.
-Una conocida.
-Con que una conocida ¿eh? Ahora se las llama así. -respondió en tono sarcástico el rubio.
-Haz el favor de no pensar cosas raras.
-Pues se te ve muy contento. -insistió dando le pequeños codazos.
-Anda vamos. -cortó Nao empujando al rubio por la espalda.
-¡Va cuenta! ¿Es guapa?
-No lo sé.
-Cómo no lo vas a saber, mentiroso.
-Olvídame. Ya la verás mañana.

Aunque quisiera negarlo se alegraba de que llegara Amai. Tenía ganas de que conociera a Nozomu, seguro que se llevarían bien.

lunes, 9 de agosto de 2010

4. Amitad platónica.

Nozomu permanecía sentado en aquella dura silla de plástico gris. Los nerviosos ojos del rubio se movían como arañas verdes por todos los rincones de la consulta, como si pretendiera memorizar cada rincón. La habitación en las que se encontraba era casi en su totalidad blanca sobriamente decorada con una mesa central y unas sillas iguales a la suya, unos cuantos armario repartidos por las esquinas y en la pared había colgados unos extraños, y a su opinión macabros, dibujos hechos por unos niños pequeños. ¿Por qué sería que unas criaturas tan inocentes crearan esas cosas? Con un ojo más alto que otro, los brazos saliendo del cuello…

La hora de consulta estaba ya bastante avanzada, la señorita Tsubaki, su psicóloga era una mujer bastante atractiva de aspecto serio pero amable. Llevaba el pelo teñido de un curioso color violeta y sus ojos eran del color de las olivas.

-Bueno Nozomu, ya hemos acabado por hoy. -concluyó la mujer guardando un cuaderno que había sacado para tomar notas de lo que le interesaba, aunque Nozomu estuviera convencido de que lo que hacía era dibujar tortugas en los márgenes como solía hacer él en clase de matemáticas cuando se aburría.
-¿Entonces me puedo marchar?
-Sí por supuesto no te voy a retener eternamente.
-Señorita… -dijo él empezando a levantarse de la silla. -¿Puedo preguntarle una curiosidad que tengo?
-Claro, puedes preguntar todo lo que quieras.
-Es sobre un chico llamado Nao. Le conocí el otro día, bueno… ayer.
-Con que ya conoces a Nao, es difícil no saber quien es cuando resides aquí.
-Me gustaría saber por qué está aquí.
-Bueno, no sé si debería contártelo ya que la última vez se enfadó. Es una historia muy larga de la que no conozco los detalles.
-Entiendo… -contestó el joven algo apenado por la respuesta de su doctora.
-Pero ahora que sacas el tema, la doctora Mizuki, la psicóloga de Nao, y yo habíamos pensado que os vendría a ambos muy bien algo de compañía. Puesto que tu eres el único chico de la segunda planta y él, creemos que una persona de su edad que le escuché y con el que no tenga la presión de que parezca estar siendo interrogado. Ya sé que esto de la amistad es algo que no se controla y no se puede forzar, además que Nao no suele ser demasiado amable y comunicativo pero…
-No hay ningún problema. Yo me haré amigo suyo. -sonrió ampliamente convencido de lo que decía.
-Bien, pues entonces todo irá bien, ya no te molesto más por hoy. -siguió la mujer con el mismo tono amable que usaba el chico.
-Me voy, hasta luego doctora.
-Adiós Nozomu.

El chico rubio abandonó la sala de consultas para hacer lo mismo con el pabellón D, donde pasaban consulta y residían, e ir a buscar a su nuevo y platónico amigo. Quería darse la mayor prisa que pudiera por que pronto sería la hora de comer, o como la llamaban en su planta una de las chicas que había conocido “la hora de la tortura”. Al pisar el suelo exterior notó una fuerte y agradable ráfaga de viento con cierto aroma a las flores que había plantadas por todo el jardín. Ese aire logró volver a accionar la nariz de Nozomu que había estado taponada por el desagradable olor a hospital. Corrió unos cuantos metros tras los cuales pareció cansarse. Aquel sitio era tan grande y laberíntico que temió volver a perderse o no encontrar a Nao. “A lo mejor Nao ya ha ido a la cafetería” pensó empezando a caminar intentando dibujar en su memoria el plano que había visualizado esa misma mañana. Tenía muchas ganas de volver a hablar con él, era una autentica caja de sorpresas. A Nozomu siempre le interesó conocer gente nueva y distinta, y el castaño tenía pinta de ser de lo más distinto. Iba a ganarse su confianza como fuera.

Entró en el comedor, en él ya estaban reunidas alrededor de una larga mesa sus compañeras de planta todas “intentando” comer. Cambio el rumbo que trazaban sus ojos verdes hasta encontrar a Nao sentado en una de las mesas de la esquina. Nozomu chistó un par de veces para que el castaño se percatara de que estaba ahí. Cuando él hizo una señal de haberle oído el rubio fue al rencuentro de sus compañeras que eran vigiladas esta vez por Sachiko. Se dieron los correspondientes saludos y se dispuso a sentarse.

-Nozomu… -empezó la joven enfermera sin dejar que acabara la acción. -Me ha dicho la señora Tsubaki que si quieres te puedes sentar con Nao.
-¿En serio? ¡Que bien! -exclamó alegremente cambiando de sentido para ir junto al que Nozomu había nombrado “nuevo amigo”. La enfermera se levantó también y le siguió hasta la mesa. El chico ya se había acoplado rápidamente en la silla enfrente de Nao.
-Vigila que coma. -susurró la sonriente Sachiko lo suficientemente alto como para que Nozomu la oyera. -Voy a por tus pastillas, ahora mismo te las traigo.
-No las iba a echar de menos. -contestó él, mientras la enfermera se alejaba.
-¿Qué pastillas? -preguntó curioso musitando como si fuera un tema prohibido.
-Son solo tranquilizantes y antidepresivos.
-¡Ah! ¿Y están buenas?
-Pues como todas las pastillas. Valla pregunta.
-Sabes que ahora mismo parecemos un par de yanquis hablando de lo que nos vamos a tomar esta noche. -rió el rubio ampliamente mientras que Nao solo esbozó una ligera sonrisa.
Sachiko volvió a acercarse a ambos chicos entregando al más alto de los dos un pequeño vaso con unas capsulas de colores.
-Toma guapo. -dijo ella ofreciéndole el recipiente para luego volver a sentarse junto a las pacientes de la segunda planta. Nozomu no pudo evitar que sus ojos verdes siguieran los pasos de la mujer hasta que se sentó.
-Desiste, tiene novio. -insinuó Nao mirando fijamente su medicación.
-Ya me lo imaginaba, además es muy mayor para mi.
-¿Cuántos años tienes? -inquirió el castaño aunque realmente poco le importaba.
-Diecisiete. Cumplo los dieciocho en febrero. ¿Y tú?
-Uno más que tu, y los cumplo el tres de noviembre. O eso es lo que dice mi ficha, si por mi fuera no me acordaría.
-¿Por qué no ibas a acordarte?
-Hace muchos años que no lo celebro. Recuerdo que era en otoño pero hasta que no me lo dijeron no lo recordé. Se me había olvidado totalmente la fecha.
-Que mal… ¿pero por qué no lo celebrabas?
-Prefiero no hablar más de ese tema. -contestó desviando de nuevo la mirada. -Pero tu no aparentas tener diecisiete años, pareces más pequeño.
-Ya sé que tengo un aspecto bastante aniñado.
-Tu eres del club de los palillos, ¿no? -dijo con un tono algo despectivo.
-¡Oye! -exclamó claramente ofendido.
-Lo siento. -se disculpó no demasiado convencido. -Nunca había tenido que hablar con nadie de esa planta. Yo soy de la de los que de tornillos no van sobrados, valla que estoy pirado.
-Pues no tienes pinta de estarlo.
-Porque ahora estoy tranquilo, pero no me digas que ayer no pensaste que estaba loco.
-Pues no, no pensé que estuvieras loco más bien pensé que yo era extremadamente feo como para asustarte así. -bromeó Nozomu volviendo con su amplia sonrisa.
-Pues los pesados de los médicos no me dejan salir de aquí, así que figúrate como estoy de loco.
-Bueno, no sabría que decirte. Yo en realidad no estoy enfermo.
-Si te han encerrado aquí será porque sí lo estás.
-Yo no soy anoréxico, sólo no quiero ser una foquita.
-Pues lo has conseguido. Un poco más delgado y ni sombra tienes.
-Yo puedo volver a comer cuando quiera, lo que pasa es que no quiero.
-Por mí haz lo que te de la gana, al fin de al cabo es tu cuerpo.
-Estupendo, porque tengo un súper truco para no tener que comer demasiado, pero si tengo ha alguien vigilándome no me sirve de nada. -dijo en un susurro para que nadie le oyera mientras juntaba las manos a modo de petición.
-Quieres que haga la vista gorda. -afirmó Nao muy seguro de ello. -Vale, pero tu sabrás a lo que te arriesgas.
-Muchas gracias Nao, menos mal que tu si me entiendes.

Nao miró disimuladamente a otro lado, prefería no saber que truco era ese. A él no le interesaba nada ni nadie ya que nadie se había interesado por él. Esa era su filosofía, vivir por y para Nao. Podía sonar egoísta pero era lo que pensaba y no lo iba a negar. Además ese era el problema de Nozomu, bastante tenía ya con aguantar la esquizofrenia, a Noa y al pesado de Tsuke, no estaba como para cargar con un criajo anoréxico e irresponsable que para colmo le empezaba a caer bien. Eso no podía terminar de un buen modo.

Ambos acabaron y se prepararon para marcharse, Nao quería ir a su cuarto a seguir dibujando pero Nozomu insistió en que le ayudara a encontrar la sala de ordenadores porque necesitaba ver algo “súper mega hiper ultra importante” , como había dicho él. Así Nao no tuvo más remedio que posponer sus planes y acompañar al pequeño rubio a la sala que quería, aunque realmente no estaba demasiado lejos. Caminaron no más de un par de minutos por los escalofriantemente silenciosos pasillos del pabellón central, los susurros de la aguda voz de Nozomu resonaban por ellos pese a que el chico intentara hablar lo más bajito que su volumen le permitía. Nozomu era uno de los más charlatanes que el castaño había conocido en su vida. Y para colmo Noa también empezó a dar su opinión sobre lo molesto que era, sería que al ser una voz no se daba cuenta de que el resultaba igual de incordio, entre los dos conseguirían volverle más loco de lo que ya lo estaba. La cabeza le iba a estallar, tenia que callar a uno de los dos y puesto que a Noa no podía optó por el rubio.

-Cállate, por Dios. Me vas a volver loco. -musitó tapando la boca de su acompañante, que le miraba con sus ojos verdes llenos de sorpresa.
-Vale, vale. -concluyó Nozomu algo decepcionado.

El gesto del castaño había echo que Nozomu se sintiera algo incomodo. El no quería molestarle, todo lo contrario él solo pretendía caerle bien. Esperaba no haberle ofendido con alguna de sus numerosas palabras. No le gustaría volver a meter la pata a la hora de hacer nuevos amigos, ya que aunque el fuera muy sociable y extrovertido desde que dijo algo que debería haberse callado las amistades de las que contaba se podían contar con los dedos de una sola mano. Así que decidió callarse aunque el silencio fuera una de las cosas que más le incomodara.

Al llegar al la sala de ordenadores, el rubio cogió un rápido asiento delante de uno y ofreció a Nao una silla a su lado para que este te sentara. Al castaño no le apetecía para nada hacerlo, pero que remedio, si se lo decía con una cara rebosante de ilusión. Aparte de ellos en la habitación solo había unos grupillos de niños que seguramente jugarían a algo muy entretenidos. Los delgadísimos dedos del rubio se movían realmente ágiles por el teclado, sorprendiendo a Nao que no estaba acostumbrado a usar esos aparatos.

-¡Jopeta! -se quejó Nozomu al ver que no conseguía lo que querría.
-¿Qué te pasa? -preguntó Nao que no había estado para nada atento a lo que hacía su compañero sino más bien en como se desplazaban sus rápidas manos por el ordenador.
-La pagina está censurada, debería haberlo supuesto. -contestó llevándose la uña del pulgar a los dientes con gesto pensativo.
-¿Pero en que clase de sitios te metes tu? -volvió a preguntar con tono de un ligero susto.
-¿A ver que cosas te vas a imaginar? Solo es un foro, pero como en él se dan trucos para adelgazar pues lo han prohibido.
-Vamos un foro “pro-ana”.
-¡No! No es un “pro-ana”, ya te he dicho que yo no tengo anorexia. Y para colmo no me he traído las gafas y me escuecen los ojos. ¿Nos vamos y me ayudas a encontrar el animalito? -finalizó cerrando el ordenador.
-¿Qué animalito?
-El que me han dicho que hay. Así seguimos hablando y nos conocemos mejor, que como soy nuevo necesitaré a alguien para adaptarme.
-Bueno vale. -contestó Nao volviendo a tener que cambiar sus planes.
-¡Genial! -exclamó levantándose más rápido de lo que se había sentado, tirando del brazo del castaño para que le siguiera.

“Esto no puede terminar de un buen modo.” pensó Nao antes de dejarse llevar por el enérgico Nozomu a los jardines donde, si no fuera por su amigo ya no tan platónico, volvería a perderse.