miércoles, 9 de noviembre de 2011

24. Nozomu contra la rutina.

De vuelta a la rutina, tantos días fuera no habían conseguido que Nozomu cambiase de hábitos. Aquella mañana. La del día siguiente de su vuelta hizo lo mismo que hacía durante todas las mañanas de su estancia allí. Se levantó, estuvo media hora mirándose frente al espejo y cuando logró encontrar una ropa que le quedase bien se marchó a buscar a Nao. Ese día, además sería en el que volviese Amai de sus vacaciones, o por lo menos eso había dicho Mizuki. Aunque fuera cansado hacer cosas nuevas todos los días no le gustaba la idea de volver a la rutina diaria. Era tan aburrido. Y no solo eso, cuando acabase el verano tendría que ponerse a estudiar en la biblioteca para recuperar. A Nozomu no le hacía mucha gracia, pero prefería pensar que saldría del hospital pronto y que cuando lo hiciera tendría que ir a clase, no quería ir retrasado en comparación de sus compañeros. Así que lo haría.

Entró en el cuarto de Nao, pero aparentemente no había nadie dentro. El silencio casi hacía que le un escalofrío subiese por la columna vertebral de Nozomu. Ni si quiera se atrevió a levantar la voz. También estaba oscuro ya que al parecer aquella noche Nao había movido el lienzo grande, aquel que pintaba para desahogarse, el que manchaba el día que le conoció y que ahora estaba colocado tapando la ventana del cuarto. Había en él pintura fresca, la mayoría negar y roja, algún gris y un poco de azul marino. El suelo también estaba manchado de salpicaduras, la verdad es que aquellas manchas parecían haber sido echas a drede y no de forma accidental, ya que parecía que seguían un patrón. O eso pensó Nozomu al verlas. ¿Y donde estaba Nao? El rubio ya estaba comenzando a asustarse bastante por su amigo cuando escuchó un sollozo. Un lamento parecido al que un gato herido o un cachorro abandonado. Ese ligero sonido que solo se podía escuchar en absoluto silencio provenía del baño de la habitación.

-Nao… -susurró el menor entrando en el cuarto de baño sigilosamente.

Allí también había manchas de pintura pegadas a las baldosas blancas. Lo cual era todavía más misterioso. Pero lo que asustó a Nozomu no fue eso si no ver a Nao sentado de cuclillas en el plato de la ducha, con la frente pegada a las rodillas y abrazando sus propias piernas. Estaba empapado, pero llevaba la ropa puesta, como si se hubiese duchado vestido. No le podía ver la cara pero sabía que sus ojos estaban tan húmedos como el resto de su cuerpo.

-Nao… ¿Qué te pasa? -musitó arrodillándose junto a la ducha.
-Márchate. -fue la contestación que se llevó por parte del castaño.
-No me voy a marchar, Nao. ¿Qué te pasa?
-¡Nada!
-¿Nada? ¿Y por eso lloras? Nao, soy tu amigo. Dime qué te pasa. -le pidió intentando moverle para hablarle a la cara.
-¡No me mires! -chilló apartándolo de un manotazo, para luego apretarse más a si mismo.
-¿Por qué?
-Porque doy asco. Soy asqueroso.
-¡Eso no es cierto!
-Sí lo soy, me lo ha dicho Tsuke.
-Pues es mentira. ¿Qué te ha hecho Tsuke? Dímelo Nao.
-De… demostrármelo… -respondió Nao con voz llorosa.
-Nao, no hagas caso a Tsuke. Es malo, solo quiere hacerte daño.
-Dice la verdad, hoy me he duchado con la ropa puesta porque me doy asco a mi mismo.
-Pues a mi no me das asco. -negó rodeándolo con sus finos brazos notando lo frío que estaba por culpa del agua que tenía la ropa. -Vamos, mírame.

Y Nao lo hizo. Sus ojos estaban rojos e irritados, el pelo se le pegaba a la cara y por ella resbalaban aun algunas gotitas. El labio inferior le temblaba nerviosamente y no paraba de pestañear. Pero lo que hizo estremecerse a Nozomu fue el tremendo moratón que tenía Nao en el pómulo izquierdo y la sangre que salía de una herida en su labio. Daba un aspecto tan frágil.

-¿Qué te ha ocurrido? -murmuró para si mismo pasando el pulgar por la mejilla.
-Tsuke… estaba muy enfadado. Porque me fui sin permiso. Me golpeó y… -Nao no podía ni si quiera hablar bien, solo temblaba y se apretaba más a si mismo como si así fuese a protegerse.

Nozomu tampoco era capaz de decir nada. Tsuke no existía. O eso le habían dicho el día anterior. Pero una alucinación no golpea ni hace moratones a nadie. ¿Y si Nao se auto lesionaba para que le creyeran? Por lo que le había dicho Mizuki no le parecía una idea descabellada. Nao se había golpeado a si mismo hasta hacerse ese moratón y esa herida. ¿Y si las manchas de pintura no eran todas de pintura si no de esa sangre? ¿Porqué disimularlo con manchas de otros colores si lo que quería era que vieran las heridas. Nada tenía sentido.

-Vámonos. Cámbiate y vamos a la enfermería que te curen esa herida. -pidió Nozomu intentando ayudar a que Nao se levantase que simplemente se dejaba hacer.

Pese a los esfuerzos del rubio fue imposible convencer al castaño de que se quitase la ropa mojada. Nozomu hasta le buscó ropa seca en su peligroso armario, pero se negaba a hacerlo. A ese paso se iba a poner malo, la ropa estaba muy fría. Tanto insistió en que acabaron bajando con el mayor calado hasta los huesos, todavía estaba muy nervioso temblaba con cada paso que daba como si en cualquier momento fuese a caer al suelo de rodillas, y cada pocos segundos miraba atrás asegurándose de que nadie les seguía. Así no se podía avanzar rápido.

En la pequeña enfermería, costruida para urgencias no muy graves como aquellas heridas, que había junto a la recepción, en la que estaba de guardia Sachiko con su sonrisa gentil de por la mañana, la cual se le borró al ver al chico empapado y magullado.

-¡¿Qué te ha pasado?! -fue lo único que atinó a decir.
-Es una larga historia. -contestó el menor al ver que Nao era casi incapaz de articular palabra.
-Ven criatura. -volvió a hablar la enfermera agarrando al todavía tembloroso Nao de la muñeca para meterlo en la pequeña habitación. -Voy a curarte eso. ¿Nozomu puedes esperar fuera y cuando llegue la doctora Mizuki le dices que Nao está aquí?
-Vale… -aceptó el chico pese que quería pasar con su amigo.

Pero ni dos segundos después la voz de la doctora llego a sus oídos, y no solo la suya si no que iba acompañada por la estridente pero igualmente simpática vocecilla de Amai.

-¡Nono! -exclamó esta al verlo dándole un efusivo abrazo casi tirándolo al suelo.
-¡Amai! ¡Que sorpresa! -saludó sonriente.
-¡Os he echado de menos! ¿Y Nao?
-En la enfermería. -contestó mirando a la doctora que acompañaba a la chica.
-¿Qué a pasado? -preguntaron las dos casi al unísono.
-No lo sé muy bien. Sachiko me ha dicho que cuando la viese, doctora, la avisara.
-Gracias Nozomu. Bueno Amai luego me sigues contando tus aventuras en España. -acabó justo antes de meterse en la sala.
-¡Vale! Pobre Nao… ¿Qué le sucede?
-Dice que Tsuke le ha atacado.
-Pobrecito. ¿Pero está bien?
-Salvo los nervios y un moratón, sí.
-Menos mal… -respiró la joven.
-Bueno, ¿Qué tal? ¿Has estado en España? -Ahora que al fin miraba a Amai la notaba más morena de piel, que cargaba con una bolsa de plástico del que sobresalía un rollo de papel, pero lo que más la llamó la atención fue la gorra roja que llevaba en la cabeza.
-¡Sí! -respondió de nuevo alegremente. -En Cataluña, Barcelona para ser más precisos.
-¿Y que tal?
-¡Estupendoso! Me lo he pasado muy bien. Keigo está sacando mis cosas del coche. Ahora vendrá. Os he traído recuerdos. Mira… ¿te gusta? -cuestionó señalando su propia cabeza. -Es una barretina, es típica en Cataluña.
-Es graciosa, pareces Papá Noel. -se rió el chico.
-Pues te he traído una. Son chulas. -confesó rebuscando en la bolsa hasta sacarla y ponérsela ella misma al chico. -Te queda bien. Te he traído también una figurita, un pisa papeles… a ver… ¡Aquí está!
-Gracias, no hacia falta que me trajeses nada. -dijo recibiendo una figura como su mano de grande de lo que parecía un lagarto azul.
-Es el dragón del parque Güell. Es un sitio muy bonito y extraño, seguro que te encantaría ir.
-Es muy lindo. Me suena de haberlo visto en fotografías.
-Pues claro. Es muy conocido. También le he traído una bola de nieve con la Sagrada Familia a Mizuki, que la construyó también Gaudí, te la enseñaría pero se la ha llevado.
-¿Y que más has traído? ¿Puedo verlo?
-Claro. -correteo un poco por la sala de espera vacía para apoyarse en una de las sillas. -He traído unas figuritas de la Plaza de Colón para Sachiko y Hanabi que nos cuidan tanto, las bolas de nieve para las doctoras, y a Nao le he traído un par de láminas que espero que le gusten. -habló mientras desplegaba el rollo de papel para que Nozomu las viese. -Mira, estos son “Los relojes blandos” de Salvador Dalí, un pintor catalán, y este otro es el “Gernika” de Pablo Picasso, que no era catalán pero el cuadro se supone que es Barcelona. Los dos me gustaban y como no me decidía le compré los dos.
-Ahora si que pareces Papá Noel.
-Sí. ¿Cres que le gustarán?
-Son… curiosos… -contestó sin encontrar un adjetivo preciso para describirlos. -Seguro que le gustan. Se alegrará mucho, esta mañana estaba fatal.
-¿Y que tal en tu pueblo?
-Muy bien, allí también tuvo una crisis pero le ayudé y no ocurrió nada.
-¡Valla! ¡Eres un héroe, Nozomu!
-Un… ¿Un héroe? -pensó poniéndose algo colorado. -Uy, no me digas esas cosas…
-Si es verdad.
-Hombre. -se oyó decir a una voz femenina desde las escaleras. Una chica de pelo cobrizo recogido en una larga trenza y cara llena de pecas las bajaba casi con parsimonia mientras fijaba sus ojos azulados en Amai. -Mira quien se ha dignado a aparecer. Tus vacaciones acababan ayer, mona.
-¡Eso no es asunto tuyo! -contestó irritada Amai.
-¿Quién…? -intentó preguntar el despistado rubillo, pero no le hicieron caso.
-Y para colmo te largas de viaje y solo traes unas gorras ridículas.
-¡Se llaman barretinas! ¡Y no son ridículas! ¡Son chulas! -Volvió a exclamar la morena sacándole la lengua a la desconocida.
-Chicas. -dijo Mizuki asomando la cabeza por la puerta de la enfermería. -No chilléis, Nao se ha quedado dormido por los calmantes.
-¡Uy! Perdón. -ratificó Amai.
-Disculpe, señora Mizuki. Será mejor que me valla, no quiero molestar por culpa de la señorita Akatsuki. -habló la otra joven pero esta vez mirando de manera extraña a Nozomu, para luego irse por la puerta de cristal que llevaba al exterior.
-¡Ay! ¡Que poco la aguanto!
-¿Quién es?
-Se llama Hanako, y es mi rival definitiva. Me cae muy mal, mejor no te acerques mucho a ella.
-¿Cómo es que nunca la había visto por aquí?
-Eso es porque no está ingresada siempre, solo de vez en cuando, como yo. Pero ella se cree que no está enferma, piensa que es una enviada de Dios para ayudar a los pobres locos como nosotros.
-¿Enserio?
-Valla que sí. Por eso te digo que no la escuches mucho.
-¡Ay! -exclamó Nozomu llevándose las manos a la cara.
-¿Qué?
-Que no he ido a desayunar, Tsubaki me va a regañar.
-Pues corre antes de que acaben.
-Sí, sí. -y antes de acabar ya estaba yéndose.

Se le había pasado completamente, tal vez por los nervios que había pasado por lo de Nao, quizás por la ilusión de ver de nuevo a su amiga Amai, por la aparición de esa extraña chica llamada Hanako, o posiblemente por la falta de costumbre. En su casa nadie le obligaba a desayunar a una hora y en un sitio concretos. La rutina, Nozomu volvía a su aburrida vida dentro del hospital. Solo había pasado una mañana de nuevo en él y ya le agotaba. Aunque si lo pensaba bien, por otro lado, allí dentro no existía la rutina del mundo exterior, allí no sabías cuando iba a sobresaltarte algo. Ya fuese ver a Amai por primera vez enfadada con alguien sin ningún motivo aparente, o una crisis de Nao. Y en realidad lo que más le preocupaba era que eso se convirtiese en su rutina.

martes, 20 de septiembre de 2011

23. Perdidos en el Laberinto.

La libertad se había terminado ya. Era una pena pero Nao y Nozomu le decían adiós a sus vacaciones fuera del hospital y se disponían a regresar montados en el coche de la familia Nozomi. El viaje era corto, para Nozomu le resultó idéntico al que hizo el primer día que estuvo en ese hospital, pero con la diferencia de que ya no llevaba el miedo de estar solo. Porque ahora tenía amigos y eso le alegraba. Ya tenía ganas de volver a ver a Amai después de tanto tiempo. Pero lo que nadie salvo él sabía era que ahora ya ni si quiera se aburriría cuando no estuviesen ellos dos visibles.

Al llegar la psicóloga de Nao, Mizuki, les estaba esperando. El rubio pensaba que esa mujer era muy protectora con el castaño, casi como una madre, la verdad es que le hubiese gustado que la suya fuera un poco más amable, más como la morena y no tan seca como era. Les saludó cariñosamente y luego le dijo al rubio que le gustaría que hablaran de cómo ha estado Nao esos días fuera pero que antes se reinstalaran en las habitaciones.

Este proceso en el caso de Nao fue de lo más rápido, al parecer Amai no había podido volver ese día por un problema con el avión, según les dijo Mizuki. Por otro lado Nozomu, que era mucho más organizado tardó en colocar toda la ropa que se había llevado de viaje. Y no solo era la ropa.

-Nao, Nao. -dijo en un susurro, indicándole que quería pasar a la habitación, no quería que nadie supiera lo que había escondido en su maleta. -He traido una cosa. Te la enseño a ti pero a nadie más. Ni se te ocurra decírselo a nadie.
-¿El que es por el amor de Dios? ¿Droga? -contestó el castaño sentándose sobre la cama del cuarto.
-Mira. -habló mientras de uno de los jerseys sacaba un pequeño portátil, el mismo que el día anterior vio en la casa.
-Es tu ordenador. ¿Por qué lo has traído? Aquí ya hay ordenadores.
-Ya, pero tienen un montón de cosas censuradas y no te puedes meter en el mío no. Si se entera alguien me va a caer una buena. Me he traído hasta el pincho con conexión a Internet.
-¡Eres un…! -exclamó Nao algo enfadado pero sin saber como reprochárselo.
-Venga Nao, no te enfades. No es malo, solo lo quiero para conectarme a hablar con mis amigas del foro.
-Mira, haz lo que te de la gana pero no pienso ayudarte si te pillan. No es asunto mío.
-Gracias, Nao. ¿Pero puedo dejarlo en tu cuarto mientras voy a hablar con Mizuki?
-Te he dicho que hagas lo que quieras, no me vas a hacer caso de todos modos.
-Bien. Pues voy a ponerlo aquí. -dijo dejándolo sobre la mesa y presionando al botón de encendido. -Te lo enciendo, vale, puedes mirar lo que quieras.
-Sabes que no me gustan esas cosa.
-Ya pero a ver si así aprendes a usarlo. -habló riendo el chico.
-Ni lo voy a tocar…
-Bueno, aquí está. Yo me voy a hablar con Mizuki sobre lo requetebién que nos lo pasamos en el pueblo. -finalizó saliendo por la puerta.

Nao se quedó asolas con la máquina. Como muy bien le había dicho a Nozomu, no le interesaba lo más mínimo. Pero de pronto escuchó un sonido corto pero intenso y vio una pestaña abierta en la pantalla. Una que antes o estaba. Se acercó a mirar lo que ponía. No sabía lo que era muy bien.

Hola, Pia.

Había escrito. ¿Qué sería eso? ¿Estaban hablando? Debía de ser eso de lo que la gente llamaba chat. Podía parecer raro que alguien no supiese lo que era un chat, pero Nao no había tocado un ordenador a no ser que fuese para estudiar, y en un hospital no suelen hablar de esos temas. Por eso no estaba seguro de lo que se trataba, cosas como esa hacían que se sintiera como si viviese en una burbuja.

Volvió a sonar el ordenador asustando un poco al castaño.

Pia, ¿estás ahí?

Leyó Nao debajo del mensaje anterior. Tendría que contestar.

No soy Pia, este es el ordenador de Nozomu. Escribió bastante torpemente.
¿Nozomu? Será el nombre autentico de Pia. Respondió la persona de detrás de la pantalla.
Será. Puso el castaño que no salía de su asombro.
¿Y tú quien eres?
Yo, Nao.
¿Eres amigo de Nozomu?
Sí.
Es que estoy un poco deprimida. Y necesitaba hablar con alguien. ¿Tú eres como nosotras?
¿Cómo qué?
Ya sabes… que si eres un príncipe…
Sigo igual.
A Nozomu la ingresaron.
Lo sé, yo también estoy ingresado.
¿De veras?
Si.
¿Y como es? Es que me van a ingresar en uno y estoy algo nerviosa.

-¿Qué como es? Menuda pregunta… -dijo Nao en voz alta para si mismo. Le costaba bastante escribir al teclado ya que solo movía un par de dedos lo que le ralentizaba bastante y hacía pesada la conversación.

Bueno, no es tan malo.
¿Cuánto llevas allí?
Poco… Unos meses.

“¡Qué mentiroso eres!” habló Noa de modo despectivo.
-Ya, pero pobre chica, no quiero que se asuste.
“Al final resulta que vas a ser un blando.”
-Lo sé, pero no puedo evitar que me de pena. Sé lo que debe de sentir. Debe de estar perdida, perdida y atemorizada. Eso es muy triste.

Lo siento pero me tengo que ir. Dale recuerdos a Pia.
Vale.
Nos leemos, adiós.
Adiós.

Nao estaba bastante sorprendido. Le resultaba increíble que se pudiese hablar con alguien que no sabía donde estaba ni como era. Ahora que lo pensaba cuando la chica hablaba se refería a Nozomu como una chica. Claro, Nozomu era un nombre que se le podía poner tanto a un niño como a una niña, y viendo que su sobrenombre era Pia normal que pensase que era una mujer.

-Con que eso pasó… -dijo la mujer de anteojos desde el otro lado de la mesa en la que se había sentado junto a Nozomu.
-Sí, se puso muy nervioso… pero hice como me enseñaste y todo salio bien. -aclaró el rubio orgulloso de si mismo. -Pero por lo demás nos o pasamos muy bien.
-Fuiste muy valiente, Nozomu. Muchos no hubiesen sido capaces.
-Gracias… -contestó poniéndose algo colorado. -Mizuki-san, ¿tú sabes quien es Tsuke?
-¿Tsuke? ¿Te ha hablado Nao de él?
-Bueno, no exactamente, cuando se lo pregunté es cuando se puso así, como le he contado.
-No me extraña. Es una larga historia.
-Pero quiero saberlo. Él me ha contado cosas sobre Noa, pero nunca quiere hablar de Tsuke.
-La verdad es que es complicado. ¿Nao no te ha hablado de nada?
-Ya le he dicho que no. Nada de nada. Pero ese tipo debe de portarse muy mal con él así que creo que alguien tiene que hacer algo.
-No hace falta hacer nada, Nozomu, Tsuke no existe. -habló muy seriamente la doctora.
-¿No? Pues… ¿Por qué Nao le tiene tanto miedo?
-Porque el cree que existe, y de hecho una vez existió.
-¡Yo me estoy haciendo un lío!
-Espera un momento… -pidió la morena mientras se levantaba a buscar algo en uno de los que parecían miles de archivadores que tenía en el despacho. -Aquí está…
-¿El que? -preguntó Nozomu curioso.
-El expediente de Nao. -volvió la mujer con uno de los cuadernos en la mano. -Y este… El autentico Tsuke. -dijo tendiéndole una fotografía.

En ella se veía a un hombre joven, no llegaría a los treinta años. Su pelo era corto y castaño con los ojos igualmente marrones. Se daba cierto aire al propio Nao. La verdad es que no se podía creer que ese fuese el hombre que aterrorizaba al castaño, ya que se veía bastante amable.

-Su nombre autentico era Ritsuke Shihana. El hermano menor de Manami Kanou, la madre de Nao.
-En otras palabras que es el tío de Nao. -dedujo Nozomu.
-Era.
-¿Qué le pasó?
-Murió. Mejor dicho se quitó la vida. Cuando los padres de Nao murieron en aquel accidente…
-¡¿Los padres de Nao están muertos?! -interrumpió bastante impactado por la noticia que acababa de darle.
-Si…
-Pe… pero… Nao, Nao dice que… -intentó hablar poniéndose algo nervioso.
-Nao no lo sabe, bueno lo sabe pero no quiere admitirlo. Su cerebro se niega a aceptar lo que pasó, no quiere pensar que está solo. Él mismo se creó la ilusión de que solo se han marchado y que volverán a por él. Lo cree desde que es mi paciente, lleva cinco años, si no más pensando que su familia regresará. -explicó la doctora con un deje de amargura.
-Pero… eso en imposible, son muchos años…
-Ya, pero el poder de la mente humana es mayor del que nos imaginamos. ÉL se creó esa realidad alternativa y cree fielmente en ella. Para Nao esa es la verdad, y por mucho que se le diga lo contrario lo seguirá siendo.
-No lo entiendo…
-Es normal. Estos temas son complicados hasta para los mejores psiquiatras. Nadie entiende al cien por cien la mente humana.
-¿Pero está bien dejarle vivir en un engaño?
-La moral es todavía más complicada. Ese engaño es la única esperanza que le queda, si no puede que ya se hubiese rendido hace mucho. Pero no lo ha hecho porque confía en que todo volverá a ser como era antes del accidente. La soledad puede ser devastadora en una persona. Y Nao ha estado muy solo. -Mizuki miró al chico que no contestaba solo observaba la fotografía del “autentico Tsuke”. -Solo te pido, Nozomu, que no le digas nada de esto a él. Se supone que no te puedo contar esto.
-¿Y por qué me lo dice?
-Nozomu, no sé porqué pero confió ciegamente en ti. Puede que lo único que necesite Nao sea otra esperanza. -contestó sonriéndole poniendo la mano en el hombro del joven. -No te digo que valla a ser fácil, pero sin la presión de que sea un doctor creo que eres más efectivo que todos los medicamentos que le podamos dar. Eso es todo lo que tengo que añadir.

Con esas palabras, las cuales Nozomu aun no era capaz de entender, salió de la consulta dispuesto a regresar con su amigo. Le habían impresionado. Nao debía pasarlo fatal para tener que sufrir aquello. Sobre su historia personal no había sacado nada en claro pero había dado un gran paso en ese laberinto que era el castaño. En ese laberinto en el que tanto Nao como Nozomu y tantas otras personas caminaban perdidas. Y aun así se sentía mal, como si hubiese estado leyendo en su diario o algo así. Parecía que llevaba un peso que le oprimía y que no le dejaba respirar bien, puede que fuera una especie de conciencia, aunque sabía que no hacía mal, le dolía. Tal vez hubiese preferido no saberlo, ahora no podría sacarse de la cabeza la historia que le había contado la doctora. Tuvo que ser muy duro, él no hubiese sido capaz de aguantar estar tan solo. Cuando Nozomu sufrió problemas en clase calló en la anorexia. Nao era mucho más fuerte y valiente de lo que se imaginaba, era admirable. Aunque pensándolo bien no sabía que le ocurrió exactamente. Y quería saberlo, pero del propio Nao, no de otra persona. Quería llegar a tener un vinculo tan fuerte con el mayor que este fuese capaz de tener la confianza de contarle su versión. Aunque no fuese la autentica, aunque fuera todo una ilusión. Ya tendría tiempo de que le corrigieran, pero quería saber lo que de veras sentía Nao.

-Ya estoy aquí. -saludó entrando el cuarto 202 con gesto decaído.
-¿Qué tal? Mizuki no te ha dejado en paz hasta que no le has contado lo de mi alucinación.
-Que bien te lo sabes. -contestó sentándose al lado del chico que dibujaba sobre la cama.
-Por cierto, una chica me ha hablado por el ordenador.
-¿Una chica?
-Si se auto denominaba “princesa”. Y se creía que era una chica que se llamaba Pia.
-Entonces no puede ser otra que AloneLife.
-Que nombre más raro.
-Es su nick. El mío es Pia38, por eso me llama Pia. Me puse un nombre de chica porque en el foro en que la conocí eran la mayoría mujeres y quería integrarme. -explicó sin su animo habitual.
-Ya… ¿Te pasa algo, Nozomu? -preguntó desviando su mirada negra del cuaderno al chico.
-No, no me pasa nada. -contestó apoyándose en el hombro de Nao. -Solo es que estoy un poco cansado por el viaje de ayer y el de hoy. ¿Qué dibujas?
-Nada… nada importante. -contestó él con el mismo ánimo mientras reposaba él también la mejilla en el pelo rubio de Nozomu. -Será que también estoy cansado… muy cansado

lunes, 19 de septiembre de 2011

22. Un día en Negima.

Tras haber pasado las dos últimas semanas en el pueblo de las montañas el auto de la familia Nozomi ponía de nuevo rumbo a Negima. Habían salido muy temprano, tanto que los tres jóvenes se quedaron dormidos en pleno viaje sobre los finos hombros de Nozomu que había vuelto a ir sentado en medio. El viaje no tuvo grandes acontecimientos, ni sobresaltos por lo que en relativo poco tiempo llegaron a la ciudad de la cual habían salido unos días antes. Nozomu estaba emocionado, quería enseñarle muchas cosas. Hacía meses que no daba un paseo por su querido barrio por lo que ya no podía esperar. Pero antes tenían que pasar por la casa de los Nozomi para dejar las cosas. Nao pasaría su última noche de vacaciones en el cuarto de Nozomu.

La casa de la familia tenía una fachada blanca impoluta con un tejado negro y grandes ventanales que dejarían ver lo que había en el interior de la casa si no fuese porque las persianas estaban bajadas. El interior era también blanco, salvo el suelo que era de madera marrón oscuro y los muebles en su mayoría negros con puertas y superficies de cristal. No era muy diferente a como Nao se la había imaginado. La habitación de Nozomu era una de las partes más llamativas de la casa. Las paredes estaban pintadas de un tono naranja suave y plagadas de pósters de sus grupos de música favoritos. Estaba muy ordenada, casi minuciosamente y un espejo de cuerpo entero adornaba el armario.

-¡Kia! -exclamó Nozomu corriendo hacia su escritorio. -¡Como te he echado de menos, Ordi!
-¿Ordi?
-Sí mi ordenador portátil.
-Definitivamente estás loco. -dijo en tono de paciencia.
-Pero es que llevo mucho tiempo sin conectarme, lo hecho de menos, te aseguro que es un vicio. Te voy a enseñar cómo se hace. Verás como en cuanto lo pilles no te despegas de la pantalla. -explicó Nozomu.
-Lo que tu digas.
-Bueno ahora vamos a dar un paseo por Negima, no me apetece comer en casa. Te llevaré a una cafetería que conozco, seguro que te gusta.
-Vale, hace mucho que no vengo por aquí. La verdad es que tengo muchas ganas.

Y no era mentira. Negima era la ciudad en la que Nao vivía con toda su familia antes de que todo se torciera ya ni sabía hace cuanto tiempo. Pero era tal y como la recordaba. Sus calles, las casas, hasta la gente que paseaba por allí le resultaban familiares. Cuanto más andaba por allí más recordaba aquel sitio. Lo miraba todo con sus ojos negros, parecía que estaba releyendo una parte pasada de su vida. Al pasar por delante de una casa de tejado marrón rodeada por una valla de madera vio como un niño de unos ocho años salía corriendo alegremente de su casa. Después de él salio otro, debían ser hermanos porque eran muy similares.

-Vamos mamá. -decía uno de los dos mientras que una mujer castaña salía de la casa agarrando sonriente a cada niño de una mano.

Nao no pudo evitar esbozar una sonrisa. Ese niño, él primero en salir, le recordaba muchísimo a si mismo hacía unos años. Todo le parecía calido y cercano.

-¿Nao, qué te pasa? -preguntó Nozomu fijándose en la expresión del castaño.
-No… no me pasa nada… Hoy no me pasa nada… -murmuró para sí mismo.
-¿Sabes? Cuando me mudé a esta parte de la ciudad. Es que antes vivía por la otra parte pero nos mudamos porque esta casa era más grande.
-No te he preguntado.
-¡Eh! ¡Pero déjame que te lo cuente!
-Vale…
-Pues cuando me mudé aquí tenía unos siete años. El primer día quería ir a investigar las calles y no se me ocurrió otra cosa que caminar en hacía adelante hasta la primera esquina y girar a la derecha, luego seguir recto y en el siguiente cruce girar a la izquierda, estuve así un buen rato. Pero luego escuché a mi madre llamándome, me giré y todo el camino de vuela era una línea recta.
-¿Y?
-¿Cómo que “¿Y?”? No ves que estoy intentando filosofar un poco. Es una metáfora de la vida.
-Si tú lo dices será verdad. -contestó riendo el mayor.
-Pues claro, mira, cuando alguien avanza por la vida tiene que tomar decisiones, escoger caminos, y todo parece muy difícil. Pero luego cuando mira al pasado se da cuenta de que todo era mucho más sencillo de lo que parece en el momento.
-Creo que te voy pillando. Pero deja estas cosas para otros.
-Jo… Yo que he estado todo el rato pensando porque el otro día dijiste que te gustaba la filosofía.
-No hace falta que hagas cosas solo porque me gusten a mi. Aunque te lo agradezco…
-Ya… pero los amigos tienen cosas en común, pero a veces pienso que nosotros no tenemos nada…
-No te preocupes por esas cosas ahora… Puede que tengamos más en común de lo que crees… Y si no, pues solo tendremos que esforzarnos un poco más por entendernos. -le dijo sin mirarle.
-¡Pues eso es lo que hago! -hubo después unos segundos de silencio hasta que Nozomu se paró en seco frente a un local de paredes grisáceas y azuladas con grandes ventanales que dejaban ver las mesas del interior. -Es aquí. Este es el Sempu, es una cafetería costplay. Conozco al hijo del dueño.

Entraron en la luminosa cafetería aunque sollo fue para llegar a la parte de atrás donde había un jardinillo con unas mesas. Nozomu y Nao se sentaron en una de ellas y no tardó ni un minuto en atenderles un joven pelirrojo con la cara llena de pecas y un parche en el ojo derecho. Llevaba un traje que desde luego parecía dar mucho calor en esa época del año. Nozomu insistió que él pagaría la cuenta pese a que solo tomaría una ensalada. Nao no quería molestar a Nozomu por lo que pidió lo mismo pero lo que si que se le encaprichó fue un helado de vainilla. A Nao le encantaba la vainilla, era una de sus pocas debilidades.

Los dos chicos hablaban animadamente, más animadamente de lo que resultaba lo normal. A Nozomu le alegraba mucho ver a Nao así. Pero un escalofrío recorrió su espalda de abajo a arriba cuando detrás de él escuchó unas voces que por desgracia conocía muy bien. En la mesa de al lado se situaban dos chicos con cara burlona y en medio de los dos una chica de pelo negro bastante largo. Escuchaba los comentarios bastante desagradables que hacían sobre él. Los escuchaba perfectamente o al menos se los imaginaba. Nao no parecía percatarse de ello.

-Que pintas que lleva, si es que dan ganas de darlo. -se reía un de ellos.
-He visto niñas de diez años que llevan ropa más masculina que él. -decía el otro.
-Y desde luego crecer no ha crecido desde que entró en el loquero.
-Yo creo que en realidad lo que le están haciendo es convertirlo en una chica. Para que supere lo suyo.
-Sí es el colmo, y encima va y coge una enfermedad de chicas.
-Es una nenaza hasta para eso. Lo raro es que hubiese sido culturista.

Nozomu estaba empezando a ponerse rojo de la rabia y la impotencia. Quería gritarles un par de cosas e irse de allí, pero no podía arruinarle el día a Nao. Parecía que le gustaba mucho estar así. Pero los que se levantaron fueron los otros que habían decidido que hablar de él a su espalda no era suficientemente divertido. Los chicos se colocaron uno a cada lado de la mesa en la que se encontraban los dos amigos.

-Hola Nozomi. Hace mucho que no nos vemos. -comentó uno de ellos a lo que Nozomu no contestó.
-¿No ibas a saludarnos? Eres un mal educado.
-¿Los conoces Nozomu? -preguntó Nao algo mosqueado.
-Pues claro que nos conoce, nosotros somos los mejores amigos que tiene.
-Claro que es que no tienen ninguno más. -contestaron entre los dos mientras que Nao solo arqueaba una ceja. -¿Y que tal te ha ido por el manicomio?
-Hospital de salud mental. -corrigió Nao lo que pareció que les molestó bastante a los otros.
-¿Y este listillo quien es, Nozomu?
-Será su nuevo novio. -volvió a decir con tono de malicia.
-¿Y si fuese así? -preguntó inexpresivo Nao.
-Pues que tendrías que ser tú el que tendría que ir a un manicomio. Por que hay que estar enfermo para que te guste esto. -comentó refiriéndose al rojo y furioso Nozomu el cual solo podía apretar los ojos y labios intentando no llorar o gritar.
-Uno; Siento decirte que si que vivo en lo que tú llamas manicomio. Dos; Nozomu por lo menos no insulta a nadie por la espalda. Y tres: una paloma acaba de utilizar tu pelo como lavabo.
-¡¿Qué?! ¡Que asco! -exclamó el matón llevándose las manos a la cabeza alarmado por la noticia que Nao le había dado, la cual era mentira. Nao y Nozomu no pudieron evitar reírse de haberlos engañado y sobretodo de lo que tardaron e darse cuenta de que era un engaño.
-¿Te crees muy gracioso? -bramó el otro.
-Eso, no sabes con quienes te metes.
-¿Y con quien me meto? -habló de nuevo Nao inexpresivo.
-Nao, dejaló por favor… -pidió Nozomu preocupado por el enfado que los agresores demostraban.
-¿Es que no vas a hacerle caso a tu novia? -se burló refiriéndose al rubio.
-No te molestes Nozomu. Ellos son los que no saben quien soy yo.
-Sí lo sabemos, el novio de la nena esta.
-Claro… -murmuró el castaño. -Pero no habéis pensado por un segundo que estoy en un hospital psiquiátrico. ¿No os imagináis por qué he llegado aquí?
-Ni lo sabemos ni nos importa.
-Pensad en la enfermedad mental más grave que se os ocurra, la que hace más peligroso al que la padece. Estoy convencido que pensareis en la mía. -musitó Nao poniendo una tenebrosa sonrisa y sádica mirada que no solo asustaba a los matones si no que a Nozomu también.
-¿Pero de que habla el tío este?
-Dejadme adivinar. ¿Habéis pensado en la esquizofrenia? ¿A que no me equivoco? Si lo habéis echo ya sabéis cual es el motivo de que lleve cinco años encerrado en un hospital.
-Este está loco del todo. -le dijo uno al otro.
-Más de lo que puedes imaginarte. -continuó el castaño acentuando aun más su extraña expresión.
-Va… vámonos… parece peligroso de verdad.
-Sí. Kagami, nos vamos ya. -le hablo uno de ellos a la chica que les acompañaba y que se había quedado en la mesa sentada sin decir ni una palabra.
-Voy. -contestó ella levantándose sin mirar a Nozomu como si le avergonzase cruzar su mirada co la suya. Por otro lado, Nozomu hacía lo mismo.

Volvieron a quedarse solos sin decir ni una palabra hasta que a través del cristal de la puerta vieron como un chico moreno, también disfrazado, les echaba del local dándoles una lección de ética. Nozomu estaba profundamente avergonzado por que Nao hubiera tenido que ayudarlo de ese modo. Luego regresó el camarero pelirrojo con el helado de Nao.

-Disculpen las molestias. No queríamos armar un secándolo si no era necesario. Como vimos que no necesitaba ayuda decidimos no intervenir. Pero para compensar le invitamos al helado. -habló el joven de pecas sonriendo.
-Gracias…
-De nada, Seishi, el otro camarero ya les está riñendo.
-¡Minato! -se escucho que le llamaban desde dentro.
-Va… Bueno, disfruten del helado. -sonrió mientras se volvía a retirar a su trabajo.
-Muchas gracias, Nao… -murmuró el rubio aun rojo.
-No pasa nada, me estaban tocando las narices profundamente. -contestó el tomando una cucharada del helado. -¡Qué bueno está!
-Pusiste una cara que daba mucho miedo.
-No me gusta utilizar el pretexto de ser esquizofrénico así, pero sirve para ahuyentar indeseables. La gente inculta suelen asustarse por cosas como esa. La cara es la misma que pone Tsuke.
-De todos modos te pido perdón por haberte hecho hacer esas cosas.
-Que no es culpa tuya. -volvió a hablar tomando otro poco de helado. En ese momento se percató de que Nozomu miraba su postre con cara golosa.
-Debe de estar bueno…
-¿Quieres?
-¿Eh? No… no… -respondió rápido.
-¿Seguro? Como quieras…
-Sí. Mañana volvemos al hospital, que lastima.
-Lo bueno siempre se acaba… Que se le va hacer. Me lo pasé muy bien estas dos semanas.
-Me alegro. Lo mejor es que vamos a volver a ver a Amai, seguro que tiene muchas cosas que contar.
-Ella siempre tiene alguna aventura surrealista que decir una y otra vez.

Lo malo de las cosas buenas es que parecen acabar antes que las desagradables. Esas dos semanas se habían pasado más rápido que un solo día en el hospital. Ahora regresarían a las rutinas, a los medicamentos, a las revisiones, a sentarse en las sillas de platico de los departamentos… a la vida normal en el hospital. Por lo menos hasta la próxima vez.

domingo, 7 de agosto de 2011

21. Determinismo.

Los ojos negros de Nao empezaron a abrirse pesadamente. Estaba tumbado en su futón cómodamente y debía de ser aun muy temprano puesto que en el de al lado todavía dormía Nozomu. La cabeza le dolía ligeramente pero no era demasiado molesto. Se quedó sentado sobre el futón con las piernas cruzadas. ¿Qué había ocurrido? ¿Cómo había llegado hasta allí de nuevo? Juraría que la noche anterior había sufrido el ataque de Tsuke y era imposible que Nozomu pudiera él solo con el moreno de los ojos escarlata. Miró al chico, estaba totalmente sumido en un sueño que por la expresión de su rostro debía ser muy placentero y tranquito.

“Es un debilucho, no podría ni asustar a un conejo.” Concluyó Noa.
-Lo sé, es imposible. Y más que el solo nos trajese hasta aquí.
“A lo mejor todo lo que pasó ayer no pasó realmente. Tal vez nunca saliste de esta casa.”
-¡No! Era real, tiene que serlo. Porque si no…
“Significa que sigues igual de enfermo… Ya me tengo ese cuento más que escuchado.”

Nozomu se rebulló entre sus sábanas hasta que se despertó por la voz de Nao. Sabía que hablaba con alguien y se imaginaba con quien puesto que en el cuarto no había nadie más. No se hacía a la idea de que dentro de su amigo hubiese otra voz, casi otra persona independiente, otra parte de Nao.

-Buenos días, chicos. -saludó sonriente mientras se incorporaba sorprendiendo bastante a Nao por el apelativo utilizado.
“¿Qué tornillo se le ha soltado a este ahora?” preguntó Noa. “¿Por qué habla en plural?”
-Creo que es que te saluda a ti también. -contestó el castaño a la voz.
-¿Estás hablando con Noa? ¿Está despierto? Porque cuando no te habla es algo así como si estuviese durmiendo, ¿no? ¿Y que dice? ¿Me saluda? -interrogó Nozomu emocionado acercándose demasiado a Nao mirándole a los ojos como si através de ellos pudiese ver a la alucinación.
“¡Dile que se aleje, me pone de los nervios!”
-Dice que te separes un poco, al parecer las voces necesitan también espacio vital. -contestó Nao.
-¿En serio? ¿Y puede verme y oírme? ¡Hola Noa! -habló de nuevo saludando con la mano, desde luego que aquella era una escena muy rara.
-Si puede oírte y verte, recuerda que es parte de mi mente, todo lo que noto, siento, o pienso él lo sabe a la perfección.
-¡Guau! ¿Y que tal te caigo?
“Como una patada en el culo.”
-Creo que no muy bien.
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! Si yo no le he hecho nada. -se quejó el menor .
-Ya, pero como te dije está mosqueado porque cree que no le necesito. Está algo celoso.
“¡Eso no es verdad yo no estoy celoso!”
-¿Está celoso? ¿De mi?
“¡A ver que le vas a decir al mocoso este!”
-Un poco. Pero yo se que en el fondo le gustas. -finalizó intentando parecer lo más amable posible.
-¿De verdad?
“¡No!”
-Pero no lo admite.
“Mentiroso, más que mentiroso. ¡No te inventes cosas! O hago que tengas pesadillas…”
-Mejor le dejamos un poco, se ha despertado con la neurona izquierda.
-Valla, no parece muy agradable.
-Yo nunca te dije que lo fuese, más bien lo contrario es un borde rematado.
-Pero yo quiero ser amigo suyo.
-Es una voz, no está vivo.
-Ya pero es una parte más de ti, y ayer dijiste que era casi como una persona, me parece que hasta que no le guste a él no seré de verdad amigo tuyo.
-Anda no digas tonterías si a mi me gustase lo mismo que a él ayer no hubiese echado a correr.

Era verdad, se recordaba así mismo por el bosque corriendo desesperado. Y como Tsuke le seguía, si aquello había sido una alucinación era la más realista en mucho tiempo.

-Nozomu, ayer… en el bosque. ¿Había alguien a parte de nosotros?
-No, yo no vi a nadie pero tú parecías tan asustado… no se que decirte.
-¿Y como me trajiste hasta aquí?
-Ah… Tuve que llamar a mi padre para que viniese con el coche a llevarnos. Sabes, pesas un montón.
-Pues entonces iré a darle las gracias y a disculparme por las molestias.
-De seguro que estará en la biblioteca del sótano.
-¿Tenéis una biblioteca en el sótano?
-Sí, a mi padre le encantan los libros. Tiene una colección enorme.
-A mejor conoces un libro que se titula: El fabricante de estrellas. Llevo mucho tiempo buscándolo. El autor es Elyan Lovel.
-No lo sé, pero seguro que mi padre lo tiene. Nos vestimos y vamos bajando a desayunar, luego le pregunto a mi padre.

Y uniendo el dicho con lo hecho en un par de minutos ya estaban reunidos en la mesa. El desayuno fue tranquilo, demasiado tranquilo. Nao notaba que algo no iba bien, todos estaban demasiado serios, por lo poco que conocía a la familia sabía que eso no era normal en ellos. Tenía la impresión de que era por su culpa, estaba convencido de que ese comportamiento se debía a lo ocurrido la noche anterior en el bosque. Aunque no había pasado nada grave la crisis que sufrió seguro que asustó a la familia de su amigo. Lo entendía en el fondo, no le gustaba pero entendía que ahora les resultase una persona peligrosa o les diese miedo. Por una vez que se sentía acogido en un sitio tenía que pasar eso. Inconcientemente bajó la cabeza y suspiró profundamente.

Nozomu lo notó, escuchó la apenada respiración del castaño. Él no quería que se sintiese mal, no era su culpa. Le había dado el susto de su vida pero no había hecho nada malo. Él no era el culpable de estar enfermo, ¿o acaso se culpa a alguien con asma de toser? Pues a alguien con esquizofrenia no se le puede culpar de tener una alucinación.

-Papá. ¿Tú conoces un libro que se llama: El fabricante de estrellas? -preguntó queriendo romper el hielo que parecía cubrir la escena.
-No… No me suena de nada. ¿por qué lo preguntas? -contestó el padre del joven.
-Nao quiere leerlo. ¿No lo tendrás en la biblioteca?
-Ya te he dicho que no lo conozco.
-Pero podemos mirar… solo por si acaso.
-Nozomu, si no lo tiene no pasa nada, no quiero molestar más.
-Si solo vamos a echar una ojeada. No molestamos, ni que fuésemos a desordenarlo todo.
-Bueno, haced lo que queráis. Pero tened cuidado de que no se os caiga nada.
-Descuida, soy torpe pero no tanto.
-Teniendo en cuenta de que te caíste de culo a un río no sabría yo que decirte. -habló la hermana en tono jocoso.
-Nadie te ha dado vela en este entierro Mihoshi. Además no me caí de culo. -aclaró haciéndole una fea mueca a la rubia.
-¡Dejad de pelear! Mihoshi no te metas con tu hermano pequeño y tú Nozomu no le saques la lengua a ella. Valla visión que dais, sois hermanos tendríais que quereros un poco más.-riñó la madre.
-Vale… -hablaron los dos casi al unísono.

Tras esas palabras el silencio volvió a apoderarse de la mesa. El pequeño rubio recordó la noche anterior, cómo tuvo que llamar a su padre con el móvil corriendo explicándole lo que había pasado. Y como su madre había corrido a preguntar como se encontraba él, no Nao que a fin de cuentas era el que lo había pasado peor, pero le preguntó por él. Obviamente era su hijo, era normal que se preocupase por él, pero Nozomu lo interpretaba como que consideraba a Nao malo o peligroso.

Después del desayuno los dos chicos se dirigieron al sótano donde estaban los libros. La verdad es que había una gran cantidad de ellos, más de los que Nao se había imaginado. La sale era amplia y, aunque oscura, estaba muy limpia, se notaba que la anciana lo limpiaba a menudo. Las estanterías estaban repletas tanto que el castaño llegó a temer que se le cayesen encima.

-¿Qué tipo de libro era?
-Es una recopilación de cuentos.
-Ah… ya veo. -dijo Nozomu empezando a mirar en las estanterías. -Nao, perdónalos. A mis padres… Sé que hoy han estado muy raros contigo.
-No pasa nada, lo entiendo. Pero con la incomodidad al final no le he dado las gracias a tu padre.
-Es verdad… Cambiando de tema, ¿los cuentos esos son bonitos?
-La verdad es que no, fueron escritos durante la segunda guerra mundial. La mayoría hablan de gente que se siente sola, ya sabes. Él que le da título al libro trataba de un hombre que había perdido todo lo que quería en la guerra y que pensaba suicidarse. Pero ve caer una estrella fugaz y desea que algo se lo impida. Entonces antes de tirarse al vacío escucha a un niño llorando junto a su madre muerta… -Nao hizo una pausa.
-¿Él se lo impidió?
-Sí, esa era la estrella fugaz que había caído, había cogido esa forma para que él no se suicidase y decidiese adoptar al pequeño. Pero después de unos años el niño también muere por un atentado pero antes de hacerlo le regala la estrella que le impidió suicidarse la primera vez para que recuerde que siempre hay algo por lo que vivir.
-Que triste.
-Pero la vida es así.
-Ya pero, ¿quién le cuenta ese cuento a un niño?
-Bueno es que no son cuentos para niños. Los relatos cortos no tienen que ser necesariamente infantiles.
-Pero tú los leíste cuando eras pequeño.
-Pero porque donde yo vivía no había nada más que leer.
-Pues que mal. Aunque ese tipo de cosas te pegan mucho.
-¿Tú crees? Un poco de razón puede que tengas.
-¿Habéis tenido suerte? -preguntó Nagato entrando por la puerta.
-Nada, parece que no lo tienes. -contestó su hijo.
-Ya te lo decía yo. ¿Nao, te gusta leer?
-Sí, en el hospital es, aparte de dibujar, una de las pocas cosas que me entretienen. Creo que me he leído todos los que hay en la biblioteca del centro.
-¿Y que temas te interesan? -volvió a cuestionar acercándose a la estantería.
-Bueno, hay varios, me gusta bastante la filosofía. He leído bastante.
-Filosofía… ¿Has leído Meditaciones Metafísicas?
-Sí, de Descartes. La verdad es que no estoy muy de acuerdo con las teorías racionalistas de ese hombre.
-¿Te consideras más bien empirista?
-¡No! De ningún modo. Para mí la teoría de Hume es pura fantasía. ¿Cómo voy a creer que la verdad viene de la experiencia y los sentidos si ayer mismo tuve una alucinación?
-Claro, es normal que no creas en esos temas.
-Creo que me he perdido… -se quejó Nozomu puesto que no entendían de lo que hablaban su padre y su amigo.
-De la Europa moderna Kant me parece el más… no se como explicarlo… La cuestión es que en realidad creo que soy más determinista que racional o empírico.
-¿Determinista? Eres el primer chico de tu edad al que oigo decir eso.
-¿Qué quiere decir eso? -preguntó Nozomu aunque ellos le ignorasen completamente.
-Sí… sé que es raro.
-No solo me llama la atención. Siento no tener el libro que quieres.
-No pasa nada. Y quería darle las gracias por traerme ayer.
-¿Qué iba a hacer? ¿Dejarte en el bosque?
-Es que estoy causando muchas molestias.
-Anda y no te preocupes más por eso. Además Nozomu estaba allí para ayudar.
-Jeje, soy un héroe.
-Pero deberías ser más estudioso como tu amigo Nao. Me ha dejado impresionado con todo lo que entiende de filosofía.
-Jopeta, ya sabes que esas cosas no me gustan mucho. La filo es de lo que menos.
-¡Uy! No sé que vamos a hacer contigo, desastre teñido. -bromeó su padre revolviéndole el pelo antes de salir por la puerta.

El determinismo es una doctrina filosófica que sostiene que todo acontecimiento físico, incluyendo el pensamiento y acciones humanas, están causalmente determinados por la irrompible cadena causa-consecuencia. Nao de verdad creía que así se trataba, no creía en las casualidades. Puede que simplemente pensar que a él le ocurrían esas cosas por azar le daba rabia. No le gustaba imaginarse que de todas las personas que habitan la tierra la suerte quiso que él viviese esa vida. Tenía que haber una razón, algo, un motivo que él no conseguía ver por ningún lado. Pero tenía que existir, igual que la estrella fugaz estaba destinada a caer cuando el hombre del cuento iba a acabar con su vida.

lunes, 11 de julio de 2011

20. Ser útil.

Nozomu estaba emocionado, lo cual no era extraño en él, había preparado su bandolera con una linterna porque el bosque a esas horas era muy oscuro y además le había pedido a su padre que le prestase su antiguo telescopio. Aparte llevaba lo de siempre en su bolsa, cosas que no pueden faltar. Su amigo había estado raro todo el día así que intentaría alegrarle un poco enseñándole las estrellas que tanto le gustaban. Se colocó su bolso verde oliva y la funda del telescopio y se dispuso a bajar las escaleras. En la puerta de la casa ya estaba Nao esperándole sujeto al perrillo por una fina correa azul, Lenteja también iba. Mihoshi, por su parte, había discutido con su hermano porque a ella no le dejaba ir con ellos.

En cuanto el rubio estuvo listo salieron de la casa, para entrar en el bosque tenían que atravesar una puerta de madera que les conducía al rincón secreto de Nozomu. Nao seguía a Nozomu que se guiaba por su linterna en silencio. Seguía algo aturdido por todo, tenía la sensación de que alguien le perseguía, la había tenido toda la mañana y en ese bosque y para colmo a oscuras aquella impresión se multiplicaba.

-Mira Nao ya estamos apunto de llegar. -dijo Nozomu intentando mantener una conversación por el camino.
-Ajá… -contestó sin ninguna gana.
-¿Sigues pensando en la pesadilla? -preguntó el rubio en tono preocupado.
-No me la quito de la cabeza. Es extra…
-¡Aquí es! -interrumpió el menos dando una pequeña carrerilla hasta un pequeño precipicio sentándose en la hierba. Nao resignado, solo guardó silencio y se acomodó a su lado con un largo suspiro. -¿A que es bonito?
-Sí… -respondió en un susurro viendo el paisaje. Desde allí se podían ver las montañas iluminadas por la luna perfilándolas como si tuviesen un aura a su alrededor. Alguna lucecilla esporádica se iluminaba señalando que en ese lugar había una casa con alguien que no podía dormir en su interior. Y sobre ellos una incontable marea de estrellas.
-¿Cuántas crees que hay? -pensó Nozomu.
-Quiero recordar que alguna vez leí que haciendo un calculo medianamente aproximado se dedujo que habría unos trescientos mil trillones de ellas.
-¡¿Tantas?!
-Sí, aunque nadie lo sabe realmente. Es algo imposible de saber.
-Nao, ¿tú crees que existan los extraterrestres?
-Claro. -contestó con toda naturalidad. -Suponiendo que la mitad de esas estrellas tuviesen un sistema planetario y que de esos la mitad tuviese un planeta con las condiciones necesarias para la vida como la tierra… Tú calcula cuantos planetas son esos…
-Un montón. ¿Pero entonces por qué no sabemos nada de ellos?
-Si son inteligentes no se acercarán a nosotros. Los seres humanos solo querríamos invadirlos.
-Puede ser. Nao, eres muy listo.
-No tanto… Como no fui a clase con normalidad intentaba aprender a base de los libros de la biblioteca. No me gustaba que la gente te pensase que soy tonto solo porque estoy enfermo.
-¿La gente te llamaba tonto?
-Algunos niños de los colegios a los que iba antes de ser oficialmente “un peligro”. La gente suele confundir enfermedad mental con retraso mental.
-Pues los tontos son ellos. Porque ni tú, ni Amai, ni nadie del hospital es tonto.
-Pero no todo el mundo es como tú, Nozomu.
-¿A qué te refieres?
-A que hay una cosa que se llama prejuicios, tú no pareces saber de su existencia.
-¡Claro que lo sé! Recuerda que yo también los he sufrido.
-Lo sé. Tal vez por eso tú parezcas no tener. -le dijo poniéndole la mano en la cabeza para revolverle el pelo como si fuese su hermano pequeño. -O simplemente eres un insensato…
-Huy… No hagas eso que se me cae el pelo.
-Si comieses no te ocurriría eso.
-¡Eh! No empieces tú también.
-Pero si es la pura verdad.
-Puede que lo sea, ¡pero tú eres mi amigo deberías estar de mi lado!
-¿Y no lo estoy? -Nozomu no contestó verbalmente solo se limitó a girar la cabeza enérgicamente en una negación. -Lo que tu digas… Eres un cabezota y no vas a entrar en razón.

Se hizo el silencio, cuando se llegaba a esos temas siempre se hacía, A Nozomu no le gustaba que le acusaran de ser anoréxico, porque él estaba convencido de que no lo era. Nozomu no podía pensar de un modo tan maduro como Nao y admitir que estaba enfermo y que necesitaba ayuda, mucha ayuda. Pero algo en su interior lo sabía, sabía que esas cosas que le ocurrían no eran normales, que a ningún chico de su edad se le caía el pelo, ni pasaba frío en verano, ni tenía la piel tan seca, ni las uñas azuladas, ni muchas otras cosas. Pero eso no era nada comparado con que ningún otro chico de su edad estaba tan sumamente gordo como él. Prefería estar calvo, congelado, seco y azul antes que gordo como una foca, como él se veía, la foca Nozomu, ya se pondría una peluca si acaso. Además como tenía el pelo corto por su propio peso no caía mucho. Miro a Nao. Él era muy guapo, estaba muy delgado, tenía un pelo castaño muy bonito y no le hacía falta esforzarse para estar así. ¡Qué suerte tenía!

-Nao, tú sabes muchas cosas de mi pero a mi no me cuentas cosas de ti. -hablo cambiando de tema.
-¿Cosas como que?
-Cosas como quien es Noa… o Tsuke… -contestó tímidamente.
-¿Quieres saberlo?
-Sí.
-Si te lo cuento, me prometes que no se lo vas a decir a nadie.
-Lo prometo.
-Ni siquiera a las psicólogas.
-No lo haré.
-Y que comerás bien.
-¡Eso ya son dos peticiones!
-Pues no te lo cuento.
-Vale… Lo prometo.
-Bien. Pues Noa es una voz que vive en mi cabeza, solo yo puedo escucharlo.
-¿Una voz? ¿Cómo un amigo imaginario?
-Algo más complicado que eso… Yo no puedo controlar cuando aparece o no, es casi como una persona. Tiene una personalidad propia que no puedo controlar.
-¿De veras? Eso suena raro.
-Lo sé, apareció para que no me sintiese solo. Pero ahora cree que ya no le necesito y se ha vuelto muy rebelde. Por eso a veces hablo solo, si no le contesto se enfada mucho, no puedo rechistarle, se parece demasiado al otro Noa.
-¿Otro?
-Sí, en realidad ha habido tres Noas distintos. Uno es la voz. ¿Recuerdas la pesadilla de anoche?
-Claro.
-Pues el que aparecía era otro de ellos.
-Qué complicado…
-Bastante, imagínate el jaleo que tengo en mi cabeza.
-Pobrecillo…
-No necesito compasión.
-No es compasión, eres mi amigo, mi mejor amigo, me preocupo por ti, solo es eso.
-Lo dices por quedar bien. Sé que ahora piensas que soy un bicho muy raro.
-¡Eso no es verdad! No eres un bicho raro, yo quiero ayudarte porque debes de pasarlo muy mal. Pero no sé que hacer… Desde el día que por mi culpa te quedaste petrificado por la medicación he intentado ayudar pero no se que es lo que tengo que hacer que te sea útil. -habló nervioso con cara ofendida.
-No… Nozomu… -balbuceó Nao sorprendido por la respuesta de su amigo parpadeando varias veces poniendo una expresión bastante curiosa. -Muchas gracias.
-Ya… pero sigo sin poder hacer nada.
-Y no hace falta que lo hagas… haces más de lo que te imaginas. -musitó volviendo a menearle la cabeza.
-¡Que no hagas eso!
-Vale, vale, no lo hago más.
-¿Y de Tsuke no me vas a contar nada?
“No lo hagas Nao.” interrumpió Noa.
-Bueno, lo de Tsuke es todavía más difícil de entender. -contestó el castaño intentando esquivar la pregunta.
-Da igual, podré entenderlo.
“¡No! ¡Nao! ¡Sabes que lo tienes prohibido!”
-Lo sé… -contestó a su voz.
-Yo no soy tan tonto como a veces parece. ¡Anda háblame de él!
“¡Ni se te ocurra Nao!” insistió Noa. “¡Está aquí!”
-¡No puede ser! ¡¿Dónde?! -chilló nervioso girando la cabeza a todas las direcciones posibles intentando encontrarle.

Nao sentía como su cabeza comenzaba a dar vueltas y la visión se le nublaba. Se comenzaba a marear y no solo por los giros que daba con el cuello, los nervios se le subían a la cabeza. Ya respiraba con ansiedad por las palabras que había dicho Noa y un sudor frío corría por su espalda. ¿Era posible que Tsuke estuviese allí? ¡No era posible! Estaba en el pueblo de Nozomu, a muchos kilómetros del hospital, no podía haberle seguido hasta allí. De pronto en uno de estos bruscos movimientos la cabeza de Nao paró en seco como si hubiese chocado con algo invisible. ¡Estaba allí, enfrente suyo! Mirándole fijamente, con su sonrisa maniaca y sus ojos escarlata brillando en la oscuridad. Con su piel pálida como un espectro y su pelo negro enmarañado. ¡Estaba allí! Era imposible pero lo estaba.

Nozomu estaba algo asustado, Nao había empezado a balbucear cosas sin sentido semántico y a moverse casi a espasmos. Los ojos parecían querer salirse de sus orbitas y temblaba como si su cuerpo tuviese un terremoto dentro. El rubio miró a la misma dirección que su amigo, pero no vio lo que tanto aterrorizaba a Nao. ¡No había nada allí! Pero estaba claro que Nao podía ver algo.

-Nao… tranquilo. No hay nada, nada malo. -susurró intentando calmarlo mientras acercaba su delgada mano al rostro de Nao.
-¡No me toques! -chilló con todas sus fuerzas apartando su mano de un golpe con la suya.
-Nao, soy yo, soy Nozomu… -volvió a hablar intentando mantener la calma.
-¡Déjame! ¡Vete, Tsuke!
-¿Tsuke? Nao, no hay nadie… Calma.

Pero eso para Nao era imposible lo único que veía era a Tsuke con los ojos clavados en él. Solo escuchaba su voz susurrando demasiado cerca de su oído, incluso era capaz de oler el perfume barato que usaba en cantidades exageradas y que siempre le asfixiaba. Su cuerpo parecía querer moverse solo y él no pretendía impedírselo. Nao echó a correr como si su vida dependiese de ello, y para él era así. Nozomu le intentaba seguir, pero Nao era demasiado rápido para el delicado rubio. Cuando parecía alcanzarlo Nao aumentaba la velocidad hacía ningún lugar. Solo quería escapar, escapar del que él creía que era Tsuke, quería escapar del Dolor. Pero Nozomu le agarró de la muñeca y como Nao era notablemente más fuerte que él más que pararle lo que hizo es que ambos cayesen a la hierba. Nozomu se quedó sentado ahorcajadas sobre su aterrorizado amigo intentando que no se escapase de nuevo.

-Por favor… No me hagas daño… Tsuke, te lo suplico… -pidió tapándose la cara con los brazos como si no quisiese ver lo que el hombre que él veía iba a hacer.
-Nao, no te preocupes yo no soy Tsuke. -repitió intentando apartar uno de sus brazos para estirarlo, le costó poco, Nao no oponía resistencia.
-No… no me volveré a escapar, no hablaré de ti a nadie, pero por favor no me hagas nada…
-No te voy a hacer nada malo. -hablo Nozomu a la par que sacaba de su bandolera una cajita de plástico trasparente en la que se veía una jeringuilla y un frasquito de cristal.
-Tsuke, no te enfades… No volveré a ser un niño malo. -lloró poniendo una voz de niño pequeño y sumiso que sorprendió a Nozomu.

Nozomu no habló más solo escuchaba las desesperadas súplicas de Nao. Puso cada pieza de la jeringuilla en su sitio y la llenó del calmante que había en el botecillo. Mientras el castaño giraba su rostro para no ver a su supuesto agresor. Nozomu introdujo la aguja en la piel del brazo de Nao expulsando el líquido de la inyección en la sangre de Nao.
-Ya está… Ya ha pasado todo, Nao. -pronunció al fin Nozomu girando con sus maños la cara del castaño para retirar la tierra que se había quedado pegada a su mejilla por las lágrimas.
-No… Nozomu… Tengo mucho sueño… -musitó con dificultad el mayor volviendo a notar como la visión se le nublaba y como los parpados se cerraban automáticamente.
-Mizuki me enseñó a usar los calmantes. No te preocupes, no es nada malo.
-Lo sé… -dijo rodeando de improviso el cuello del menor con sus brazos en un torpe y extraño abrazo.
-¿Nao?
-Gra… gracias… Nozomu… -finalizó quedando completamente sumido en un profundo y artificial sueño causado por el calmante.
-De nada. Me alegra poder ser útil.

Nozomu era caprichoso, egocéntrico e infantil, pero quería con todas sus fuerzas escuchar esas palabras, quería que alguien le agradeciera algo y que lo hiciese de verdad. Quería ser útil para alguien, ser importante para alguien. Que dejasen de verle como a un niño tonto que no sabe hacer nada bien él solo. Por eso cuando Mizuki le encargó ayudar a Nao en caso de que tuviese una alucinación no dudó ni un momento. Y no solo era por él, Nozomu quería de todo corazón ayudar a su amigo, Nao debía de sufrir más de lo que nunca se imaginaría. Con esas alucinaciones, esas voces… Quería ayudarle aunque fuese mínimamente, que confiase en él. El mundo de Nao le asustaba, no iba a negarlo, le asustaba y mucho. Pero aun así quería ser parte de él.

miércoles, 29 de junio de 2011

19. Entre pesadillas.

“Nao, Nao… ¿Me escuchas, Nao?” Resonó una vocecilla infantil en su cabeza. Por mucho que la escuchara nunca se acostumbraba, cada vez que aparecía en medio de sus sueños por la espalda del castaño subía un escalofrío. “¿Por qué te has ido? Me has dejado solo, aquí, en la oscuridad. ¿Es que acaso ya no me quieres? Yo te sigo queriendo, quiero que estés conmigo, conmigo para siempre.” En medio de las sombras se dibujó una figura que no sobre pasaba ni el metro treinta, ni los once años de edad. En el claroscuro que formaba la brillante aura que parecía rodear al niño se veían unos cabellos color café que caían pesadamente casi rozando sus finos hombros y que enmarcaban la carita redonda de la pequeña visión. “¿Ya te has olvidado de mi? ¿Ya no me quieres?” Cuestionó clavándole a Nao sus tremendos ojos negros, más negros la oscuridad que les rodeaba y brillantes las lágrimas que los cubrían.

-No… no es cierto. Yo no te he olvidado. -murmuró entre sueños el castaño.

“Yo te sigo queriendo, quiero que estemos juntos, como antes. Pero tú no deseas lo mismo. Te has olvidado de todo lo que pasamos.” Volvió a hablar lo que parecía una miniatura de si mismo. Nao podía notar como el tono de sus palabras iba cambiando poco a poco haciendose más frías sílaba a sílaba. “¡Me has sustituido! ¡Yo antes era tu estrella! ¡Tu única estrella!” Le gritó amargamente casi rozando la furia. El pequeño con cada palabra que pronunciaba parecía ir trasformándose, al igual que su voz, la piel iba cambiando como si se tratase de un camaleón, se tornaba amarillenta y enfermiza. Mientras que una lágrima que logró escaparse de los ojos del niño era de un intenso color rojo que tiñó su mejilla a su paso. “¡Nunca necesitamos a nadie! Yo te cuidaba de el Dolor y tú me cuidabas a mi. Pero te has olvidado. Ya no recuerdas de la infinidad de veces que dejé que me doliese a mi solo para que a ti no te pasase nada.”

-¡Yo no quería! ¡Perdóname!

“Nao, ¿estás mal?” sonó una tercera voz en el sueño que ocasionó que al castaño comenzase a dolerle la cabeza. “No te vas a librar del Dolor, te va a perseguir a donde quiera que vallas.” “¡Nao, Nao, tranquilo!” “Aunque quieras, aunque no puedas más, ni la vida, ni la Muerte va hacer que te liberes.” “¡Nao!” “Nao, estás maldito. Lo sabes, no puedes escapar de mi, ni de él. Dolor y Muerte siempre van del la mano.”

-¡Dejadme en paz!

“Mírate.” volvió ha hablar el niño con los ojos casi fuera de sus orbitas y una sonrisa maniaca dibujada en el que antes era su dulce rostro. “Te estás convirtiendo en mi. Eres como yo.” Le amenazó agarrándolo del pelo para agacharlo hasta que quedase a su altura. Nao no podía mirarlo a los ojos por lo que desvió su campo de visión al suelo asustándose más aun al comprobar que en sus rodillas caían gotitas del mismo color que las lágrimas del niño. Atónito se pasó la yema de los dedos por la mejilla retirando de su cara ese líquido escarlata que ahora también salía de sus ojos. “Vas a estar conmigo para siempre, para toda la eternidad. Quieras o no quieras.”

-No… ¡No puede ser! ¡No quiero morirme! ¡No aun, no así!

“Lo mismo dije yo y tú no tuviste ningún reparo en abandonarme. Pero yo no voy a dejarte ir, ni yo ni él te dejaremos que nos vuelvas a olvidar.” “Nao, despierta” “Nao Kanou. ¡Que nombre más ridículo!” “Nao” “Nao…” “¡Nao!”

Nao finalmente se despertó. Se incorporó tan rápido y agitado que ni siquiera se percató de que su frente había ido a golpear fuertemente con la nariz respingona de Nozomu hasta que este se quejó.

-Jopeta Nao… que daño, eres un bruto.

El aludido no le contestó solo desvió un poco la mirada hacía él que estaba sentado de rodillas junto a su futón. Todavía respiraba como si acabase de salir de un ahogamiento seguro, sus cabellos se le pegaban a la cara por el sudor y las lágrimas, esta vez incoloras, que la pesadilla le había causado. Casi con ansiedad comprobó que las gotas de agua eran totalmente normales respirando aliviado al verlas transparentes.

-¿Has tenido una pesadilla? -preguntó el rubio aunque la respuesta era algo obvia.
-Sí. -contestó casi imperceptiblemente.
-Ha tenido que ser muy mala para que estés así. Gritabas y te movías mucho.
-Tú, eras la voz. -volvió a decir en ese susurro como si no quisiera que le escuchase.
-¿Qué voz?
-La que me decía que me calmase, eras tú, era tu voz.
-Pues claro, he estado media hora intentando despertarte. Normal que me escuchases.
-He soñado con él… otra vez. Pero no era como siempre.
-¿Quién es él?
-¿Por qué? Hacía años que no se aparecía así en mis pesadillas, antes solo era una voz, pero hoy ha aparecido.
-¿Pero de que hablas?
-No, no entiendo nada de lo que me está pasando.
-¡Nao!
-¡¿Qué?!
-¡Hazme caso! Que te estoy hablando…
-Ya, lo siento estoy un poco aturdido. Creo que voy a darme una ducha ver si me despejo un poco.
-Vale, te espero abajo.

Antes de acabar la frase Nozomu, empezaba a caminar escalón a escalón con le energía propia en él. Cuando llegó a la planta baja se encontró con su madre que llevaba unas sábanas blancas húmedas que quería ir a tender.

-¿No se ha despertado todavía tu hermana? -le preguntó mirando por las escaleras a la planta superior.
-No, seguro que ayer no se durmió hasta las mil.
-Valla… Tenía que pedirle que me hiciese unos recados en el pueblo de al lado.
-Puedo ir yo.
-¿Tú Nozomu? Pero es en el pueblo de al lado.
-Da igual, mamá, yo voy.
-Pero al menos espera a que baje Nao.
-¡Mamá! Que ya tengo diecisiete años, no soy un crío.
-Pero…
-¡Ni peros ni peras! Tampoco está tan lejos, no me van a secuestrar ni a violar, se cuidarme.
-Bueno, como quieras. ¿Sabes por donde es?
-¡Que sí mamá!
-Vale… Tienes que ir a llevarle este paquete al primo de la abuela, ya sabes… -le explicó mientras le daba al joven una caja envuelta en un pañuelo azul.
-Yo iré. Díselo a Nao cuando acabe de ducharse.

Antes de que su madre pudiese o no pronunciar palabra el joven había salido por la puerta. Nozomu caminaba a paso ligero, al ritmo de la música que escuchaba a través de su reproductor, pero no por mucho tiempo ya que enseguida se sentía cansado. Pero tenía que hacerlo muy bien. Se había propuesto hacerlo bien, sin entretenerse, sin perderse y sin caer a ningún río. A él siempre le trataban como si fuese un niño pequeño que no sabe atarse los cordones solo. Todo el mundo se comportaba con él del mismo modo y cosas como que se cayese a un río no ayudaban mucho a demostrar que ya era casi un adulto, que dentro de un año podría casarse, que en tres ya podría beber, conducir o votar. Pero claro como era el pequeño, como siempre sería el pequeño, nadie se percataba de que él también crecía y podía tener responsabilidades, de hecho durante esos días le había sido encomendada una de las misiones más importantes de su vida, mucho más que llevar un paquete al pueblo de al lado.

Nao todavía seguía algo aturdido por la pesadilla que acababa de tener. Hacía años, seis años que no soñaba con él, si tenía que salir en su subconsciente solo escuchaba su vocecilla, como la que tuvo el día que discutió con Nozomu por las grullas rotas, solo que en esa ocasión no había sido tan horrible. En esta el niño idéntico a él había dejado de ser normal, para convertirse en lo que más podía llegar a aterrorizar al castaño. Él era la Muerte. Si la Muerte había aparecido en su sueño no podía ser una buena señal.

-Noa… -habló no para si mismos no para la voz que habitaba en su cabeza, estando sentado encima del futón que le habían prestado para que durmiese.
“Valla… ¿Ya te dignas a dirigirme la palabra?” resonó irónico en su cerebro. “Creía que ya te habías olvidado de mi. Como resulta que ahora tienes tantos amigos…”
-Deja de decir tonterías como si estuvieses celoso. Es muy molesto.
“¡Ah! ¡Claro! ¡El crío ese se pone celoso de su hermana y es simpático, pero me pongo celoso yo y soy molesto!”
-Hoy no estamos muy contentos.
“No, soy un mal humorado como tú. Al fin de al cabo soy parte de ti, es normal que nos parezcamos.”
-Nosotros no nos parecemos en nada.
“Más de lo que a ti te gustaría.”
-Esa no es la cuestión.
“Estás asustado por la pesadilla de esta noche.”
-Un poco… Hacía mucho que no soñaba… contigo.
“Yo no soy él, ni él es tu hermano. Los tres somos diferentes. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”
-Lo sé. Pero me gustaría pensar que si lo eres. No la Muerte. Bueno tú ya me entiendes.

Fuera del cuarto de los chicos estaba Mihoshi. No es que ella fuese una cotilla como su hermano menor pero no podía haber evitado escuchar a Nao. Al principio le había parecidote hablaba con su hermano pero como no oía la voz chillona de Nozomu no podía estar ahí. Su segunda opción era que estuviese utilizando un teléfono móvil. Pero también era improbable. ¿Hablaba solo? ¿Nao estaba hablando él solo? Pero no era un modo normal de hablar solo, como cuando piensas en voz alta, si no que parecía totalmente una conversación, como si alguien le contestase. Alguien que solo él podía escuchar y que además tenía nombre. Noa. Tal vez Nozomu sabía de que iba el tema, le daba vergüenza preguntarle directamente a él. Puede que en el fondo fuese una cotilla como su hermano.

Ya había pasado hora y media desde que Nozomu dejó su casa. Ya se disponía a regresar puesto que acababa de realizar exitosamente su recado. Era poca cosa pero se sentía orgulloso de haberlo hecho bien. A ver si la gente dejaba poco a poco de tratarle como a un niño tonto que necesita ayuda para todo. No solo en esas minucias, si no para todas las demás, incluida la alimentación. Él no era un niño, pero su familia no lo entendía del todo. Sí él quería dejar de comer porque así se sentía mejor, pues no podían impedírselo, ya era lo suficientemente maduro como para saber lo que quería hacer. Además que conocía mejor que nadie su propio cuerpo. No estaba enfermo, si no ya se habría dado cuenta, el primero, porque para alo era su cuerpo. Pensando en todo esto acabó llegando a su casa, bueno a la de su abuela. Después de decirle a su madre repetidas veces que no se había perdido, se sentó a la mesa junto a su hermana.

-¿Dónde está Nao? -preguntó a su hermana que parecía leer una de esas revistas que tanto le gustan a las chicas de su edad.
-En vuestro cuarto, no ha salido de ahí en toda la mañana. Hoy está muy raro.
-Es que ha tenido una pesadilla muy fuerte. Cuando le pasa algo se pone así. Tú no le conoces tan bien como yo. -explicó el menor de los hermanos haciendo cierto énfasis en la última frase.
-Ya… Nozomu, ¿tú saber quien es Noa?
-¿Noa? Aveces le he escuchado decir ese nombre, pero a Nao no le gusta hablar de las cosas que le suceden. Por lo que no le he preguntado.
-¿No le has preguntado? Eso si que es raro. Con lo curioso que eres.
-Sí. Pero es que cada vez que le pregunto por ese tipo de cosas pone una cara muy seria y no contesta. Por eso dejé de preguntar.
-Valla, tan amigos que sois y no tenéis confianza el uno en el otro.

Mihoshi tenía razón, él era el amigo de Nao, o eso pensaba. Si estaba en lo cierto, si Nao le consideraba igualmente su mejor amigo, debería de decirle esas cosas. Para eso están los amigos. Nozomu nunca se reiría de él. Nozomu ya le había contado lo que le ocurrió en el instituto, que menos que Nao también le hablara de él mismo antes de entrar en el hospital. Llevaba meses intentando descubrir cosas como si de un detective se tratase, nunca lograba nada. No solo por saciar su curiosidad, si no por que Nao necesitaba quitarse ese peso de encima, estaba convencido de ello. Volvería a probar, a insistirle más. Quería conocer más a Nao Kanou.

viernes, 27 de mayo de 2011

18. Sobre el tejado.

En el valle ya estaba atardeciendo y la luz anaranjada teñía todo de un característico color cobrizo, indicando así el final del día y el comienzo de la noche. Todavía calados hasta los huesos, los tres jóvenes entraron en la casa. Parecía como si no quisiesen darle importancia al hecho de que se hubiesen caído a un río y todos menos el perro, que en aquellos momentos aparentaba el más inteligente, estuvieran mojados. Como era de esperar más que con un “hola” en la casa les recibieron con un “¡¿Qué habéis hecho?!” y rematando con un “¡Estos niños!”. La madre y el padre de Nozomu, tal vez por costumbre, ni se fijaron en el nuevo color de pelo de su hijo menor. No así, lo hizo la abuela. Como muy bien se había temido el chico, ella mostró un latente disgusto.

-¡¿Nozomu?! ¿Qué le ha pasado a tu precioso pelo negro? -cuestionó la anciana mirándole de cerca como si la repentina decoloración del cabello de su nieto se debiera a su cansada vista.
Lenteja ladró como si también pretendiera regañar a su dueño.
-Pues verás abuelita… -intentó empezar -Cuando nos hemos caído al río…
-Dirás que tú te has caído. -puntualizó la chica.
-Vale… cuando me he caído…
-Y nosotros amablemente nos hemos tirado a salvarte. -continuó ella.
-¡Que pesada! Y ellos se han tirado a salvarme.
-Porque eres un torpe. Y tu hermana es tu heroína.
-¡Bueno basta ya! Sí soy un torpe y me he caído al río.
-Eso no tiene nada que ver.
-Buen, abuela, es que hace unos seis meses… me decoloré el pelo.
-¡¿Pero porqué?!
-Porque me gustaba más el pelo rubio.
-¡Pero si el pelo negro es mucho mejor! ¡Todos los japoneses tienen que tener el pelo oscuro! ¡Bastante tenemos en la familia con tres rubias! ¡Todo por culpa de tu bisabuelo! ¡Si él desdichado no hubiese sido norteamericano nada de esto nos pasaría!
-Tampoco es para tanto… -intentó calmar Nao que estaba totalmente impactado por el drama que la anciana le daba al tema.
.-¿No pudo mi pobre madre, que ahora esté en el paraíso, emparejarse con un nipón que lo tuvo que hacer con un extranjero? ¡Y en plena guerra!
-Lo… lo siento abuelita…
-¡Sentirlo no te va a devolver tu precioso pelo negro! ¡Eres un niño muy insensato! ¡No había ningún motivo para que te estropearás así la cabeza!
-Bueno madre, deje ya al niño.
-Pero no se da cuenta de que así la gente le mirará raro y hablarán de él a sus espaldas, si no cosas peores.
-Descuide madre, los tiempos han cambiado.
-Los tiempos sí, pero la gente no, ellos siguen siendo tan gañanes como siempre. Nada, tú veras lo que haces con este niño. Ahora estas criaturas tienen que darse un baño antes de que se constipen.
-Las damas primero. Si alguien enferma que sea uno de esos dos. -habló Mihoshi a la par que se dirigía a la bañera.
-¡Que morro tienes!
-Venga niños, vosotros cambiaros de ropa. La cena estará lista pronto.

Como había mandado la anciana los dos chicos se dirigieron a la habitación de la planta de arriba. Nao siempre parecía esconderse cuando se cambiaba. Nozomu creía que era por su culpa, que era él el que incomodaba a Nao. Lo cual no le extrañaba, era normal que no quisiese que le viese. Pero no podía evitar que le diese un poco de pena que no confiase en él, aunque lo respetaba.

-Yo, ya voy bajando. -dijo ya con el pijama de botones blanco puesto. Se giró un poco hacia su amigo que estaba sentado en el suelo. Nozomu se sobre saltó al ver una marca que cubría el hombro de Nao casi por completo, esto hizo que se girase rápidamente como si no hubiese visto nada.
-Vale, ahora voy yo. -contestó el castaño.

Nozomu hizo lo que había dicho bajando a la primera planta. Su familia ya estaba toda a la mesa. La anciana todavía parecía un poco enfadada con su nieto pero intentaba disimularlo hablando con su hermana o la madre del joven. Ni dos segundos después ya se escuchaban los pasos de Nao dejándose caer escalón tras escalón. Los dos se sentaron junto al resto de habitantes de la casa. Como todos los días costó bastante que Nozomu probase bocado voluntariamente. Por lo que se quedó en la cocina bastante más rato que los demás que se aburrieron de esperar. Nao había aprovechado para tomar un baño mientras él acababa. Más tarde fue Nozomu ha hacer lo mismo. Se relajaba mucho tomando largos baños, notaba como últimamente te agotaba muy rápido y los huesos le dolían con frecuencia. También se hidrataba la piel porque se le había empezado a secar. Nozomu, en su ignorancia, pensó que sería por el calor. ¡Qué de cosas le ocurrían!

Cuando sus delgados dedos ya estaban totalmente arrugados por el agua su baño dio por finalizado. De nuevo con su pijamita abotonado de arriba a bajo y el pelo envuelto en una toalla entró en el cuarto que compartía con Nao. Pero Nao no estaba en él. El menor buscó a su amigo con su nerviosa mirada verde. Se asustó un poco hasta que notó como una ráfaga de viento golpeaba delicadamente su aun húmeda mejilla. La ventana estaba abierta. Se asomó discretamente mirando hacía el tejado. Hay estaba Nao, sentado mirando las estrellas con cierto aire melancólico. Su pelo suelto, casi seco, se movía con el mismo aire que le había avisado de que la ventana estaba abierta de par en par. Con extremo cuidado d no caerse, estaba seguro de que sus huesos no aguantarían un golpe desde esa altura, y algo torpemente Nozomu consiguió subirse al tejado sin que Nao pareciese darse cuenta.

-¿Qué haces aquí? -preguntó sorprendiendo así al castaño que desvió la mirada hacia el dueño de la voz.
-Nada… Miraba el paisaje. -respondió volviendo a girar la cara al frente.
-Es bonito a que sí.
-Las estrellas se ven muy bien desde aquí.
-Sí se ven muchas, como se nota que aquí hay menos contaminación.
-Las personas y las estrellas son inversamente proporcionales. -
-No te entiendo… -Nozomu lo miró con la cara llena de dudas, no comprendía del todo bien a lo que se refería su amigo.
-Quiero decir, que en los sitios donde hay muchas personas no se ven las estrellas y viceversa. -explicó
-Ah… vale.
-Pero en el fondo tampoco es tan distinto. Puede ser una metáfora de la vida de una persona. Cuanto mayor es la capa de tristeza que se acumula en el cielo de una persona menos estrellas se ven. Primero se esconden las que menos lucen, y luego las demás hasta que todo se queda negro. Tal vez se pueda quitar esa coraza y se vea alguna, una estrella que brille más que las demás que te haga comprender que no estás solo en la inmensidad del universo, que las otras siguen ahí, aunque no se vean. Pero cuando el cielo es totalmente opaco es muy difícil encontrar esa única estrella brillando.
-Ahora si que me he perdido.
-Mi cielo ha llegado a estar más negro que el carbón. -continuó como si no hubiese escuchado a Nozomu. -Pero a veces me parece ver una lucecilla que parpadea. ¿Será esa estrella o una de mis tantas alucinaciones? Eso es lo que me gustaría saber… Quiero encontrar la estrella que brilla, la que brilla para que no me sienta solo, la que brilla por mi. Mirar hacia arriba y verla, que me ayude a guiarme en la oscuridad hasta llegar a las demás que se esconden en algún lugar. Y quiero brillar para ella…
-Tú no te has tomado tu medicación.
-Lo siento, se que digo cosas muy raras.
-No pasa nada… ¿Y las estrellas que brillan son el resto de personas?
-Sí. Todas las personas con las que estás conectado, hay miles incluso más que las estrellas pero no lo sabemos porque algunas brillan my poco y es fácil que se apaguen.
-Esas cosas que dices suenan muy bonitas, Nao.
-Sí soy muy cursi cuando quiero.
-¡No! No eres cursi, pero en el fondo tienes un lado tierno.
-¿Estás insinuando que soy un insensible?
-Esto… solo a veces. -rió el rubio.
-Lo sé. Y también sé que se me ocurren cosas muy extrañas. Bueno, dejemos mis tonterías en paz…
-No son tonterías, creo que eres todo un filósofo y un poeta.
-Lo que tú digas. -concluyó. -Tu abuela se llevó un buen disgusto con lo de tu pelo.
-Ni que lo digas, es una exagerada… A ella no le gusta el pelo rubio porque, como ya sabes, mi bisabuelo era norteamericano y ella nació rubia. En esa época a nadie le gustaba en Japón ese color de pelo, sobretodo después de la guerra, por lo que ella lo pasó muy mal en su juventud porque todo el mundo la insultaba y se burlaba de ella.
-No me extraña que no le guste entonces.
-Ya sé que la gente es muy cruel, pero eso no quiere decir que yo no pueda teñirme si me gusta más ser rubio.
-Supongo. Pero a ti te sienta bien el negro, ¿por qué cambiarlo?
-Porque me gusta ser especial, todo el mundo es moreno. Mi hermana Mihoshi siempre llama la atención por ser rubia. Pues yo también quiero, pero la dichosa genética quiso que yo saliera a mi padre. Y no a mi bisabuelo.
-¿Tú siempre tienes celos de tu hermana?
-¡No! ¡Yo no tengo celos de ella! ¡Solo es que me da rabia que sea mejor en todo que yo!
-Eso, hasta donde sé, son celos.
-¡Qué no!
-Vale, lo que tú digas. No te voy a discutir.
-Tú no lo entiendes porque no tienes hermanos.
-No, no tengo hermanos… -contestó tomando un tono bastante lejano.
-Lo… Lo siento, no quería decir eso…
-Déjalo, si tienes razón… -musitó agachando la cabeza, este movimiento hizo que Nozomu pudiese volver a ver su cicatriz. Al final no había sido una imaginación. Incluso se empinó un poco para verla mejor. - ¿Se puede saber que haces?
-Nao, ¿puedo ser cotillo?
-¿Es que no lo eres ya?
-Bueno, me he fijado en que tienes una marca muy fea en el hombro. -explicó tímidamente.
-Sí, es una quemadura. -afirmó Nao como si quisiese restarle importancia pese a que su voz le delataba.
-¿Cómo te la hiciste?
-Un accidente con agua hirviendo.
-Uy… tuvo que dolerte mucho.
-Horrores… Por eso siempre llevo camisas con el cuello más bien alto, no me gusta que se vea. ¿Te molesta mucho?
-No… -contestó moviendo la cabeza enérgicamente en una negación.
-Menos mal, hay gente que no puede ni verla. Yo soy como una colección de cicatrices y no estoy orgulloso.

Nozomu, como curioso que era, estuvo a punto de preguntarle por cuales eran las demás, pero viendo la cara de Nao, prefirió quedarse con la curiosidad y callar. Si lo que vas a decir no es mejor que el silencio, mejor no hablar. El cabello de Nozomu ya estaba completamente seco por lo que tenía que haber pasado bastante tiempo. Bostezó, ya tenía bastante sueño, su hora de dormir había quedado ya atrás. Los ojos le pesaban como si quisiesen cerrársele solos. Se levantó de donde estaba sentado para marcharse con el mismo cuidado con el que había llegado. Nao en cambio no se movió ni un centímetro.

-¿No vienes a dormir, Nao? -preguntó ya en tierra firme.
-No, quiero estar un poco más aquí. Más tarde voy.
-Vale… Buenas noches.
-Buenas noches. -Nozomu se escondió en el interior de la habitación.
-¡Ah! Nao. -dijo asomando de nuevo. -Como te gustan mucho las estrellas, mañana te voy a llevar a mi rincón secreto que se ven muy bien. ¿OK?
-Como quieras.
-¡Genial! Verás como te gusta mucho. Nos llevaremos a Lenteja y todo, pero a Mihoshi no.
-Celoso. -susurró lo suficientemente bajo para que él no le escuchase.
-¿Has dicho algo?
-No nada, que hasta mañana.
-Hasta mañana Nao, si tienes otra vez una pesadilla dímelo.
-Te lo diré, aunque no se para qué.
-Tú hazlo. -mandó sonriente mientras se ocultaba definitivamente tras la ventana.

Definitivamente Nozomu era el chico más raro que Nao había conocido en su vida, eso pensaba el castaño. Y Nao era el más raro que Nozomu había conocido en su vida, eso pensaba el rubio. Seguramente el resto del mundo (o el cielo según Nao) pensaba lo mismo de ellos dos. Eran raros, y lo sabían. Pero ser raro es otro modo de brillar al fin de cuentas…