viernes, 28 de enero de 2011

13. La marca del mentiroso.

La brisa nocturna y la luz de la media luna entraban dentro de la habitación de Nao esquivando los barrotes de la ventana. El silencio llenaba todo el pabellón de los residentes, el ambiente era muy tranquilo. Aun así el castaño no conseguía conciliar el sueño. Cuando parecía que al fin iba a caer en los brazos de Morfeo volvía a desvelarse. Respiraba profundamente intentando relajarse como le había enseñado Mizuki, pero no lo lograba. Giraba en la cama para encontrar la postura adecuada, pero también era inútil.

Un ruido, un ruido que activó el cuerpo de Nao como si se tratara de una máquina. Era un sonido metálico, similar al de una puerta oxidada abriéndose o cerrándose. El chico se levantó en un único y rápido movimiento, como en un acto reflejo totalmente inconsciente. Se colocó delante de la pared con la frente pegada al yeso blanco dejando el menos espacio entre su cuerpo y el muro. Esperó unos segundos que le parecieron una eternidad mientras trataba de autocontrolarse.

-Lo siento Tsuke. -habló cerrando fuertemente los ojos.
-¿Lo sientes? -cuestionó la voz de el hombre desde detrás de él. Debía de estar muy cerca porque casi notaba su respiración moviendo sus cabellos sueltos. -Pues esta tarde no lo parecía.
-Pero… no lo pude evitar. Él… estaba fatal, me recordó mucho a mi mismo y… -intentó explicarse perdiendo del todo el tono indiferente que habituaba a usar.
-¿Y? ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que eres mío?!
-Tsuke, no grites por favor…
-¡¿Y qué si lo hago?! ¡¿No eres acaso el único que me escucha?!
-Lo… Lo siento no volveré a hacerlo. -rectificó su respuesta.
-Y yo voy y me lo creo. ¿Crees que soy tan idiota?
-No, Tsuke es verdad.
-Pero si solo hay que ver la marca que tienes. Esa en la que pone lo que eres. Un mentiroso. Esa que tienes en la cadera izquierda, dos dedos por debajo del ombligo. Esa que no te cicatrizó bien y se te infecto al haber sido echa con un alfiler casi oxidado. -hablo en un tono desagradable mientras pasaba su helada mano por debajo de la sudadera que usaba Nao como pijama para tocar la misma marca de la que hablaba.
-Yo… yo no soy un mentiroso. -susurró intentando separar la mano del moreno de su cadera con miedo que le apeteciera seguir rozándole.
-¿No? -sonrió de manera macabra acercándose mucho al oído del castaño. -¿Sabes una cosa? Con el pelo suelto eres clavadito a tu hermano.
-No… -musitó él con total amargura. Esa última frase había conseguido hacer estragos en la defensa de Nao. -Basta, Tsuke no digas eso…

Pero Tsuke no estaba ya para escuchar la frase. Parecía haberse desvanecido en la oscuridad del cuarto. Nao reaccionó tomando la posición habitual en esos casos, con las piernas flexionadas y las manos tapándole los oídos. Permaneció un par de minutos allí, en la esquina formada por su cama y la pared. A la sombra puesto que la luz que entraba por la ventana llegaba a todos los rincones del cuarto salvo a ese.

¿Qué había pasado? ¿Toda aquella escena había ocurrido de verdad o solo era una jugarreta más de su mente? No, no podía ser una alucinación, Nao todavía sentía los dedos del moreno sobre su cadera. Por otro lado, ¿como sabía él que se parecía a su hermano cuando se soltaba el pelo? Él, aunque pareciera extraño y retorcido, en el fondo prefería pensar que había pasado de verdad, que Tsuke existía. Pero nadie le creía, nunca lo habían echo por mucho que él hablase del hombre de ojos escarlata. Le daba miedo pensar que aquello fuese una consecuencia más de su enfermedad. Tenía que ser real… si no él nunca saldría de allí. Tenía que ser real… y tenían que creerle.

Nozomu abrió la puerta del cuarto de Nao a la misma hora que su rutina marcaba. Entró en la habitación sin ni siquiera llamar, como era costumbre en él estaría dormido. Pero sus ojos verdes se extrañaron al comprobar que no era así, no estaba metido en la cama con la sábana echada hasta taparle la cabeza como si fuese una oruga en la fase de la metamorfosis. Entonces se percató de que se podía oír el sonido del agua corriendo proveniente del cuarto de baño.

-Nao, ¿estás ahí? -preguntó curioso pegando la oreja a la puerta.
-No. ¡¿Qué dices que voy a estar aquí?! Es la ducha que tiene vida y se ha abierto sola. -se oyó desde el otro lado en un tono sarcástico.
-Que borde eres a veces… -musitó el rubio para si mismo aunque en realidad la pregunta que había hecho era bastante tonta.
-Nozomu, ¿puedes acercarme la ropa que está en el armario? -volvió a hablar el castaño al mismo tiempo que el ruido del agua cayendo cesaba progresivamente.
-Vale. ¿Cuál te traigo?
-La primera que te caiga.
-¿La primera que me caiga? -repitió mientras abría la puerta del armario metálico comprobando lo que le decía Nao. Al hacerlo una avalancha de ropa se precipitó hacia el chico. -¿Pero que es esto? Menudo desorden.
-Te he oído. -se quejó Nao desde el baño.
-Vale, anda toma. -contestó el menor abriendo la puerta lo suficiente para que la ropa que había escogido llegase a Nao. Este te fijó en como Nozomu miraba hacia otro lado.
-Eres un tímido, ni que tuvieses nada distinto a lo mío. -comentó con su tono plano habitual.
-¡Uy! Hoy si que te has despertado con el pie izquierdo. Con lo amable que estuviste al final ayer. -puntualizó volviéndose al armario par guardar las prendas de Nao que habían quedado esparcidas por el suelo.

La ropa del castaño era toda de colores muy oscuros y apagados, azules, grises, marrones o negros. No había ni un solo tono vivo, y además parecía bastante vieja, como si fuese de segunda mano. La metió toda echa una pelota al igual que como le había caído, pero fue inútil, en cuanto la soltó volvió a precipitarse hacía él. Aunque esta vez no solo cayó más ropa que antes si no que también algo más pesado y duro que le dio en el pie. Nozomu lo examinó con la curiosidad que le caracterizaba. Era un lienzo. No muy grande, no más que un cuaderno de espirales. Pero daba verdadero miedo. En él se veía una figura humana, no se podía sabre con certeza si era un hombre o una mujer, un niño o un adulto pero su expresión parecía aterrorizada. Los ojos blancos y la piel amarillenta le daban un aspecto enfermizo. Y el fondo negro y rojo por su parte le quitaba la poca luz que tenían los colores. A Nozomu la tétrica escena le dio miedo pero al mismo tiempo una extraña pena. ¿Qué era aquel dibujo? ¿Por qué estaba allí oculto y no apilado en el montón de lienzos al lado del escritorio? Parecía que al rubio se le había sumado un nuevo misterio a cerca de Nao.

Nao, aun en el cuarto de baño se miraba fijamente al espejo. Su pelo castaño y mojado aun soltaba gotitas y le tapaba casi por completo la cara al caer totalmente lacio. Tenía tantas marcas, tantas cicatrices por el torso que hasta le daba miedo mirarlas. La más llamativa probablemente era una quemadura que le cubría el hombro izquierdo desde la base del cuello hasta poco menos de la mitad del brazo y el omoplato. Las demás eran pequeñas cortaduras que habían dejado su huella en su blanca piel. Y en la cadera la que esa noche Tsuke mencionó, esa era la que más odiaba, todas tenían una historia, pero aquella era la peor, incluso más que la enorme quemadura.

El rubio al fin logró meter la ropa de Nao en el armario intentando dejar el lienzo tal y como lo había encontrado. Seguro que si se enteraba de que lo vio se enfadaría. El castaño salio del cuarto ya cubierto con la ropa que Nozomu le había dado y con el pelo envuelto en una toalla azul celeste que era uniforme en todos los cuartos.

-Si está vivo. Pensé que la ropa te habría aplastado. -bromeó mirando al chico intentando no pensar en lo que había pasado esa noche. -¿Y hoy no has ido a despertar a Amai?
-Sí pero no estaba en su cuarto.
-Estará con Mizuki. -Nao miró por la ventana. -Hoy hace muy buen día, seguro que habrá ido al jardín. En su “rincón secreto”.
-¿Rincón secreto? -preguntó curioso el rubio fijando sus ojos verdes en él.
-Sí es un sitio al que siempre íbamos a jugar cuando éramos más pequeños. ¿Quieres que vallamos a mirar?
-Sí por supuesto.

El rincón de Amai y Nao era una pequeña parcelita de césped con una vallita que no llegaba a los tobillos y rodeado de flores de colores sin demasiado sentido. La morena, vestida con un peto azul y un gorro de paja al más puro estilo de un granjero, parecía divertirse mucho haciendo un agujero en la tierra con su pala naranja bajo la atenta mirada de la doctora. Los dos chicos llegaron en silencio de un modo casi imperceptible tanto que ninguna de las dos se percató de ello. Amai tomó unas flores, seguramente un cosmos que había en una pequeña maceta de plástico. Con un cuidado extremo sacó las flores con toda la tierra del tiesto para introducirlas en el agujero que había echo con su pala. Cuando acabó de replantar las plantitas y fue a buscar la regadera vio a sus dos amigos parados delante de ellas.

-¡Anda! Hola chicos. -exclamó lo que hizo que la psicóloga se fijase en ellos también.
-Buenos días Nao y Nozomu. -saludó la mujer de gafas.
-Buenos días Mizuki. -contestó el castaño por los dos.
-¿Amai estás plantando las flores del jardín? -cuestionó Nozomu acercándose a ella.
-Sí, es muy divertido. ¿Quieres hacerlo?
-Bueno, pero y si las flores se mueren por mi culpa.
-No, si es muy fácil. Todo el mundo es capaz de hacerlo.
-Pero de veras que yo soy muy torpe para la plantas. Flor que toco flor que muere.
-Venga Nono. Yo te ayudaré.
-Amai lleva plantando las flores de esta parte del jardín desde hace muchos años. -explicó Nao arrodillándose junto a los otros dos.
-Al principio era una terapia que les puse a ellos dos. Pero para ella se ha vuelto una afición. ¿Cierto? -habló Mizuki.
-Sí, Mizuki-chan dice que es muy bueno para tener seguridad en uno mismo.
-¿En serio?
-Sí. -contestó la adulta -Cuando estos dos eran un par de mocosos desconfiados les obligué a cuidar de una judía hasta que creciera.
-¿Pero por qué? -preguntó Nozomu.
-Porque cuando te esfuerzas por cuidar algo, aunque sea una pequeña judía, te hace feliz ver como crece. Aunque parezca tonto verdaderamente surgió efecto.
-Al menos con Amai. -puntualizó Nao.
-Pero eso es porque tu eres un desastre y te olvidaste totalmente de ella. -aclaró la morena con cara jocosa.
-Yo soy incapaz de cuidar de algo. Y menos si no se queja de que tiene hambre.
-Pues deberías volver a intentarlo.
-¿No tuvimos suficiente con la muerte de una judía?
-¡Oh no! -exclamó Nozomu apurado de improviso.
-¿Qué ocurre, Nono?
-¡Que hablando de tantas judías he recordado que hoy no he ido a desayunar! ¡Tengo que ir o Tsubaki me castigará y no podré sentarme con vosotros! Me tengo que marchar rápido.
-Espera que voy contigo. -habló Nao. -Yo tampoco he desayunado.
-Bueno pues luego nos vemos. -acabó Amai para que luego los dos chicos se marcharan por el mismo sitio que habían venido.

Ambos caminaron hasta el pabellón central. Nozomu, como siempre, hablaba animadamente comentando la afición de Amai y ya de paso las suyas. Nao le miraba, estaba muy alegre, y no era raro en él. Pero le recordaba ayer apunto de echarse a llorar y le parecía totalmente otra persona, nada que ver con el Nozomu de todos los días. Y todavía se sentía raro como al tarde pasada. Sería mejor no pensar en nada de eso, si se obsesionaba su mente empezaría a jugarle malas pasadas y si Tsuke seguía pensando que le mentía no iba a acabar nada bien.

domingo, 16 de enero de 2011

12. "Llora".

Nozomu, con una extraña timidez en él, se sentó a la orilla de la cama del castaño. Este ni siquiera se molestó en incorporarse. Permaneció inmutable mirando fijamente el techo como si estuviese unido a las sábanas con pegamento de contacto. El silencio volvió a formarse como una espesa niebla entre los dos chicos. Nozomu no se atrevía a hablar y Nao no quería hacerlo.

-¿No tenías algo muy importante que decirme? -cuestionó de forma retórica el mayor impaciente ya por romper la maldita calma que llenaba el cuarto.
-¿Eh? Sí… sí… -contestó el rubio poniéndose algo rojo en parte por el duro tono de su amigo y por no saber como comenzar su narración.
-Pues venga.
-Nao… Yo… yo no quiero que dejes de ser mi amigo… -empezó mientras movía sus delgadas manos nerviosamente. Pero el dueño del cuarto no dio respuesta, la única señal de estar escuchando que recibió Nozomu fue un pestañeo de sus ojos negros. -Yo solo os tengo a vosotros, a ti y Amai. Hace tiempo me quedé sin ningún amigo.
-¿Qué hiciste también los insultaste? -habló Nao con un tono muy osco y huraño.
-No… yo… lo único que hice fue enamorarme.

Tras esa respuesta Nao desvió sus ojos de el techo en dirección a la voz de Nozomu. Entonces comprobó que las mejillas del rubio estaban totalmente teñidas de un intenso color carmesí y que sus ojos verdes se vidriaban progresivamente llenándose de lágrimas que amenazaban con escapar en cualquier momento. Pero el chico del estúpido nombre intentaba por todos los medios retenerlas solo consiguiendo que sus comisuras se irritasen por el esfuerzo. Por algún motivo, algo que no entendía, a Nao esa expresión le pareció estar a medio camino entre la más triste y la más hermosa. Lo cual le resultó despreciable por su parte, ver a una persona apunto de romper a llorar y que él pensara solo en hacer un retrato de la escena.

-Yo, solo me enamoré. Eso no es malo… ¿o sí? Yo creía que lo que hacía estaba bien, pero el resto del mundo no.
-¿Qué pasó? -preguntó el castaño sin poder despegar la vista del menor.
-Es una historia muy larga…
-Tenemos tiempo.

“Claro, cuanto más larga sea mejor. Así podrás ver esa carita durante más tiempo. Eres un depravado como Tsuke.” habló la voz a lo que Nao procuró no contestar por no llegar a un malentendido con el afectado Nozomu.

-Bueno, verás. Esto me da mucha vergüenza… ¿Te vas a reir de mi?
-Depende. Si tu historia no me convence talvez sí. -Esa contestación hizo estragos en la confianza del rubio, pero tenía que hacerlo, tanto como si lo hacía como si no dejaría de hablarle.
-Espero que te resulte convincente -comenzó el chico -Hace unos años yo tenía un amigo. En realidad tenía muchos. Pero uno de ellos era mi mejor amigo, le conocía desde la infancia y habíamos crecido juntos. Pero…
-¿Te enamoraste de él?
-Sí… -respondió afirmando con la cabeza para dejarla luego oculta tras su flequillo. -No… No sé que me pasó… Ni sé por qué. Yo me lo prohibí a mi mismo, intentaba ignorarlo, pensar en que solo era una tontería y que se me pasaría con el tiempo.
-Pero no pasó…
-Y no solo eso. Cuando pasamos a tercer grado de secundaría él me contó que se iba a marchar a otra ciudad y para colmo en la otra parte del país. Aquellos días casi me da un ataque al corazón. Y pensando que no tenía nada que perder le dije que me gustaba. Pero sí tenía mucho que perder. -Nao se incorporó sobre sus codos par verle mejor ya más interesado por la historia del chico. -Se lo dije… pero se rió de mi… Y luego no volvió a hablarme hasta que se marchó y ya no he vuelto a saber nada…
-Bueno, así por lo menos no le aguanta.
-Ya si el problema no era ese. -continuó mientras una gruesa gota de agua resbalaba por su roja mejilla sin aguantar los empujes de sus compañeras. -Lo que de verdad me dolió fue cuando se lo contó a todo el mundo. Hasta la preparatoria he estado estudiando en un colegio masculino y después de eso todos mis compañeros me trataron como si les diese asco. Al principio evitaban hablarme, les oía murmurar cosas sobre mi cuando se creían que no les escuchaba. Pero si lo hacía, a mis oídos llegaban cada una de sus palabras y yo no contestaba… No decía nada porque me sentía como si yo tuviese la culpa de ello, como si de verdad me mereciese esos insultos.
-Entiendo. -susurró el castaño bajando algo la mirada intentando deshipnotizarse de Nozomu.
-Y ojala hubiese acabado hay. A lo mejor lo hubiera aguantado. -Nozomu empezaba a notar como su voz se iba quebrando como se quiebra el cristal. Si continuaba así estaba seguro de que no aguantaría sin llorar. -Un tiempo después, al cambiar de curso, llegaron unos tipos que querían dárselas de duros y la tomaron conmigo. Un día me robaron mi estuche y me lo pintorrojearon con un rotulador. Más tarde tiraron no de mis cuadernos por la ventana después de destrozarlo. Y yo, como un tonto, me inventé que lo había perdido solo por no decir lo que me ocurría.
-Debió de ser duro… -volvió a murmurar Nao acabando de sentarse al lado de Nozomu.
-Sí, y yo creía que cuando pasara al bachiller todo acabaría. Que tonto soy. Las cosas no mejoraron, más bien todo lo contrario. Un día… un día… -el rubio ya comenzaba a no controlar ese hipillo que siempre se escapaba de su garganta cuando recordaba cosas que le hacían entristecerse de ese modo. -Cuando fui al baño lo vi, alguien había hecho una pintada en los azulejos. Un dibujo… Un dibujo espantoso para burlarse de mi, escribieron mi nombre incluso mi teléfono móvil, diciendo… que si necesitaban desfogarse con alguien yo me acostaría con cualquiera.
-Pero, eso es muy cruel. -puntualizó Nao ya en tono comprensivo pasando el brazo por los hombros del delgado joven.
-Me quedé paralizado mirándolo, como el tonto que soy. No se ni cuanto tiempo lo miré como si no me lo creyera. ¿Y que hice? Solo pedí en conserjería un limpiador con la escusa de que tenía el pupitre sucio e intenté limpiarlo yo solo. Froté aquel estropajo durante la media hora que duraba el descanso y solo logré hacer desaparecer uno de los números. Las manos se me resecaron por culpa del limpiador y me arañe con el aluminio, y no lo logre. No logré que aquello se fuese. -contaba el rubio ya sin poder contener más su llanto curvándose completamente casi juntando frente con rodillas. -¡Todo el mundo se enteró! ¡Yo estuve muchos años soportándolo en silencio solo para que nadie más que los de la clase lo supiesen pero no me sirvió de nada!

Nozomu hipaba repetidas veces sin controlar en absoluto su ajetreada respiración. Su fino rostro se había teñido totalmente de un intenso rojo lleno de los distintos caminos que habían tomado sus lágrimas. Y aun así, aunque ya fuese inútil intentaba que parasen y para lo único que servía era para avivarlas más. No sabía como ocultarse, movía nerviosamente sus manitas de dedos azulados secándose las mejillas inútilmente puesto que en cuanto las retiraba volvían a empaparse. Se sentía ridículo, ridículo y culpable por todo ello. Seguro que a Nao también le resultaba patético que un chico llorase. Todos se burlaron de él cuando lo hizo inconcientemente en la clase siguiente de aquel descanso que pasó en el cuarto de baño limpiando. Nadie se puso de su parte, nadie se molestó en tenderle la mano para que se levantase del suelo cuando cayó de rodillas ante los insultos de sus compañeros. Ninguno movió un dedo por él. Odiaba su colegio, odiaba a sus compañeros y se odiaba a si mismo. Y ahora a Nao también le daría asco. Pero contra todos los pensamientos que surgían en la complicada cabecita rubia de Nozomu, este sintió como su amigo le rodeaba intentando consolarle. ¿Nao le abrazaba? ¿Es que no le daba “miedo” abrazar a alguien como él? ¿Alguien que acababa de confesar haberse enamorado de otro hombre?

-Nozomu… -susurró el castaño apretando al menor contra él. -Llora, llora todo lo que quieras. Necesitas llorar. Que no te de vergüenza. Nada de lo que te pasó fue culpa tuya.
-Yo… yo… no quería… intenté gustarles… hasta salí con una chica para ratificarlo… pero… ellos… por ellos yo… yo estoy aquí…
-No digas más. Nozomu, no tienes que excusarte. Tú no hiciste nada malo. Y ya no tendrás que aguantarlos más.

Ya de un modo descontrolado, el rubio se desahogaba usando el hombro de su amigo a modo de pañuelo. Sus deditos se engancharon como finos garfios a la polera azul marino de Nao. Y este lo único que hacía era repetirle que no había sido culpa suya. El castaño nunca se había imaginado que alguien tan alegre, dicharachero y nervioso podía haber tenido esas experiencias. En su mente la vida de Nozomu era muy despreocupada y siempre rodeado de mucha gente amable con él. Tan convencido estaba de ello que hasta le tenía envidia. Pero no era así, en el fondo no eran tan distintos el uno del otro como él creía. En el fondo el llanto de Nozomu le recordaba a los suyos propios cuando nadie le miraba. Esas eran las mismas lágrimas de soledad que él tanto soportó, igual que Nozomu. Como le hubiese gustado que alguien le abrazara en esos momentos, por eso él lo hacía. Le entendía, entendía que se sintiera como el culpable do todo ello aunque no fuese verdad. La gente era cruel por naturaleza, sobretodo con los que eran distintos como ellos dos. Y no se molestarían nunca en perder el tiempo escúchalos.

-Nao… -musitó el chico intentando enjuagarse las lagrimas -¿Entonces no te doy asco?
-Claro que no. -contestó el aludido algo sorprendido.
-¿Aunque una vez me gustó un chico?
-No. Eso no es malo. Si te digo la verdad no entiendo demasiado bien esos temas no comprendo lo que se siente, pero pienso que alguien no puede elegir quien le gusta, no puedes decir “no de ti no”. O así lo veo yo…
-¿Enserio? -volvió a preguntar ya más calmado despegándose de él pero aun con sus orbes verdes llenos de líquido.
-Sí, el problema es que esa persona que te guste no sea la adecuada, como en tu caso. Pero esas cosas no se controlan a voluntad. Debe de ser muy duro verte en una situación como la tuya.-siguió mientras retiraba el agua de la sien del pequeño con el envés de su mano.
-Ya veo. ¿Nao tú has estado alguna vez enamorado?
-No, nunca lo he estado de nadie y la verdad es que no creo que yo pueda estarlo nunca.
-¿No? Pues eres muy comprensivo… Muchas gracias por escucharme… ¿Sabes una cosa? eres a la única persona que le he contado esto porque yo he querido.
-No tienes que agradecérmelo.
-¿Entonces seguimos siendo amigos?
-Supongo que sí. Pero que conste que ahora estoy empapado por tu culpa.
-¡Genial! ¿Y me perdonas por que te llamase “tarado”?
-Pues no estoy muy seguro.
-¡¿Qué?!
-Bueno, vale no te enfades.

Nozomu no le contestó, solo le miró con una sonrisa y las lágrimas ya secas en las comisuras de los ojos. Él tampoco se había parado a pensar en lo amable que era Nao en el fondo. Siempre le había tomado como un chico borde y seco que estaba de mal humor casi de manera continua. Pero él también era tierno y amable, capaz de escuchar a alguien y de consolarlo. Dejarle llorar, abrazarlo e intentar comprenderlo. Necesitaba tanto decirle esa historia a alguien, alguien dispuesto a oírla sin burlarse. Tal vez como ambos pertenecían a minorías que solían ser objetivo de burla le entendiese mejor que nadie como era ese sentimiento. Aunque a primera vista el castaño llevase una coraza helada podía quitársela. Y gracias a él ahora se sentía aliviado como si se hubiera deshecho un gran peso de sus hombros. Ahora, tras tanto llorar se sentía alegre, lo que había empezado con una discusión había terminado siendo una de las mayores ayudas que había recibido en todo ese tiempo.

Puede que todavía a ambos les faltase mucho que conoces del otro, pero ese había sido un paso.

-¡Kia! -exclamó la chica morena entrando súbitamente en la habitación del chico con los ojos llenos de gotitas brillantes de emoción.
-¿Amai? -dijo Nao cuando ella se les abalanzó a los dos enganchándose de sus cuellos.
-Estoy tan contenta de que ya os hayáis perdonado. ¡Es estupendo!
-¿Has estado espiando? -preguntó el rubio algo avergonzado.
-Solo desde “Que conste que por tu culpa ahora estoy empapado.” Y ahora vámonos rápido que hay que recuperar el tiempo que habéis perdido insultándoos.