martes, 27 de julio de 2010

3. Un estúpido nombre.

Era la primera mañana en la que Nozomu despertaba en aquella pobre habitación del hospital. Al abrir los ojos se extrañó de no encontrarse su habitación tan recargada y colorida que hasta dañaba un poco la vista, en cambio vio el techo grisáceo y deprimente. La luz cruzaba el cristal de la ventana colándose descaradamente en su cuarto mostrándole que ya había amanecido. Se sentía algo incomodo y extraño pero pensó que acabaría acostumbrándose. Miró con sus ojos verdes todavía algo pegados por el sueño un reloj que reposaba sobre el escritorio. Ya era la hora de levantarse, las siete y media, él era de las pocas personas a las que les gusta madrugar y se encontraban con las energías suficientes como para hacerlo sin estar obligados a ello.

Se levantó para arreglarse aunque fuera un poco, se vistió y pasó ligeramente un suave cepillo por sus cabellos dorados, lo hacia con mucha delicadeza porque últimamente le daba la impresión que se desprendían con demasiada facilidad. Salió de su cuarto y bajó las escaleras casi a saltos y con algo de prisa, luego se dirigió a la recepción donde ya estaban Sachiko y Hanabi afanosas en su tarea, era alguna de ellas a la que tenia que pedirle que le acompañara al baño para asegurarse de que no hacía nada que pudiera resultar contradictorio al tratamiento, cosa que por cierto le daba algo de vergüenza. Su vida iba a complicarse mucho con eso de no poder ni siquiera ir al lavabo solo, puesto que este estaba cerrado con llave. Y para desayunar les reunieron a todos los pacientes de la segunda planta en una misma mesa, lo de “todos” era un modo de hablar ya que Nozomu era el único chico que había por lo que casi debería decir “todas y Nozomu”. Al chico no el gustaba comer rodeado de gente, sin contar con que todas eran chicas hablando de sus cosas y menos aun hacerlo bajo vigilancia de Hanabi. Rodeado de tantas mujeres se sentía como su muñequito. “Como esto dure mucho tiempo me acabaran por poner lacitos en el pelo.” pensaba al verlas. Tuvo que tragarse un vaso de leche desnatada y unos cereales casi insípidos a modo de desayuno. “Desde luego si lo que quieren es que engorde así no lo van a lograr.” Todas las chicas se fueron yendo poco a poco hasta que solo quedó él y la enfermera que desayunaba un café con leche enfrente suya.

-Bueno Nozomu, ¿qué tal has pasado tu primer día? -preguntó la mujer pelirroja, que por cierto era claramente teñido.
-Bien… supongo. La verdad no se que decir. Es raro porque tendré que decir que bien por no ser mal educado, pero teniendo en cuenta que estoy ingresado en un hospital…
-Claro, te entiendo. Ya sabes que si necesitas cualquier cosa estamos hay para lo que quieras. ¿Ya has explorado por los jardines? Son enormes, si tienes suerte hasta puedes ver algún que otro animalillo por ahí andando.
-¡En serio! Pues voy ahora mismo a mirar.-y uniendo el dicho con el hecho salió corriendo del pabellón.

Dio un largo paseo mirando en todos los rincones para ver el nombrado animalillo, llamándolo de esa forma al no saber que especie encontraría, pese que no aparecía por ningún lado. Cansado ya de buscar, sin darse cuenta llegó a donde el día anterior había encontrado la carpeta y los dibujos de NK. Allí ya no había nada interesante aunque seguía con la curiosidad que sentía desde antes de acostarse. Un poco decepcionado por no haber visto nada del otro mundo se sentó en el banco de piedra que había en ese camino simplemente a esperar la hora en la que tenían que pasarle consulta.

Miró al horizonte, el lugar era bonito, para que negarlo, y se estaba realmente tranquilo sin oír los gritos de su hermana mayor. ¿Qué estaría haciendo Mihoshi? Seguramente estudiando en su universidad. ¿Se acordaría de él? Ella no parecía demasiado apenada por su macha. Y sus padres trabajarían en alguna sesión de fotografía para los catálogos. ¿Le echarían de menos? A lo mejor ya se les había pasado el disgusto. De repente los ojos verdes de Nozomu empezaron a empaparse de lagrimas, esas que se había negado el día anterior y el anterior a ese y todos los demás desde que le contaron que le iban a ingresar. Él pensaba que por ello estaba demostrando ser muy fuerte pero en esos momentos era conciente de que estaba allí encerrado, él solo, sin nadie conocido, nadie con el que hablar de algo que no fuera su infancia y como había llegado a esa situación. El llanto se acumulaba sin parar hasta desbordarse completamente. No quería estar solo. Quería irse, quería estar con su familia, quería salir a correr con su perro Lenteja, quería volver a clase y seguir estudiando como lo hacían todos los chicos de su edad, por mucho que le resultara un lugar precioso, quería salir de ahí. Se acuclilló encima del banco y escondió su cara en las rodillas mientras sus pequeños pulmones hipaban sin permitirle respirar con calma. ¿Por qué estaba ahí? ¿Y si sus padres querían deshacerse de él? ¿Y si no volvía a salir de ese centro? En esos momentos todo le dolía, le dolía recordar las hipócritas sonrisas de todos aquellos de los que se despidió. Le dolía que nadie se hubiera dignado a escucharle. Le dolía que le doliera. Y lo hacia tan fuerte que parecía haber abandonado ese mundo para solo concentrarse el esa tristeza que se había ido acumulando durante esos meses.

-¡Oye, tú! -exclamó una voz interrumpiendo sus pensamientos. Nozomu sacó sus enrojecidos ojos de la tela de los pantalones para ver quien le hablaba, sin poder evitar dar un respingo al ver al joven castaño de la noche anterior. Vestía el mismo suéter azul marino de la primera vez que le vio. Nozomu no tardó en identificarle pese a que parecía mucho más calmado. -Estas ocupando todo mi banco. -siguió con un tono bastante osco remarcando el monosílabo posesivo.
-Lo… lo siento, no sabía que fuera tuyo. -contestó el rubio echándose a un lado para permitir que su recién llegado interlocutor se sentara.
-¿Tu eres él de ayer? Gracias por devolverme la carpeta. -dijo sacando un folio de la nombrada.
-De… de nada. -volvió a hablar Nozomu tímidamente intentando calmar las ganas de echarse a llorar.
-Eres nuevo, ¿verdad?
-Sí, ¿Cómo lo has sabido?
-Todos los nuevos lloriquean los primeros días. Cuando lleves aquí tanto tiempo como yo ya no tendrás ni fuerzas para hacerlo. -Nozomu no contestó a esas palabras solo volvió a desviar la mirada parándose a analizarlas detenidamente. -Siento lo de ayer, estaba fuera de mi, te debí de asustar.
-No pasa nada. Me llamo Nozomu Nozomi, encantado de conocerte. -se presentó esta vez sonriendo y cediéndole la mano para que la estrechara, cosa que el castaño no hizo.
-¿Nozomu Nozomi? Que nombre más ridículo, no quiero ni imaginar todo lo que habrían bebido el día que te lo pusieron.
-¡Eh! -exclamó el aludido ciñendo el ceño lo más fuerte que pudo.
-Tranquilo, el mío también lo es, me llaman Nao Kanou. Mis padres también bebieron aquel día.
-Pues a mí me gustan.
-Por que tu todavía no has aprendido que desear le esperanza es inútil. Pero supongo que tendré que estar encantado de conocerte. Déjalo, aquí todo el mundo dice que digo cosas muy raras. -explicó dándole la mano por fin, puesto que Nozomu no la había quitado.
-Bueno, no importa. Entonces tu eres NK. Me gustan tus dibujos.
-Pues debes de ser al único. La gente suele decir que le dan mal rollo o les deprime.
-Se supone que para eso es el arte, tiene que transmitir algo, pese a que ese algo no te guste. -dijo ya totalmente tranquilo con Nao.
-¿Sabes que eres muy raro?
-Sí, me lo repiten muy a menudo. -Nozomu se fijó en las manos de Nao, todavía tenia restos ce pintura entre las uñas. -¿Por qué pintas con las manos? ¿No tienes pinceles?
-Sí pero cuando estoy nervioso prefiero hacerlo con las manos, es un modo de desahogarme.
-¿Qué te pasó para estar así?
-Nada importante. -murmuró desviando la mirada.
-Perdona… soy algo cotillo. No me hagas caso. -el rubio volvió a girar los ojos esta vez a su reloj. Al ver la posición de las manecillas guardó unos segundos de silencio sin reaccionar para acto seguido exclamar. -¡Ah! ¡¿Ya es tan tarde?! ¡Me tengo que ir la señora Tsubaki me va a pasar consulta! ¡Pero luego nos vemos y seguimos hablando! - y volviendo a cumplir lo que decía desapareció en los jardines del hospital.
-¡De acuerdo! -contestó Nao sin estar del todo seguro de que le hubiese escuchado.

“Que chico más raro.” habló Noa.
-Ni que lo digas. -respondió él sin despegar la mirada de donde su anterior interlocutor había desaparecido.
“No me digas que te ha caído bien.”
-Ya sabes que todo para mi es indiferencia, aunque parecía un chico majo.
“Solo será majo mientras no conozca tu problema, como todos, más te vale no encariñarte con él”
-Ya lo sé. No soy un niño de diez años como cuando llegaste a mi cerebro, Noa. Además ¿Qué más te da a ti lo que me pase?
“Me da y mucho, recuerda que soy parte de tu mente si tu lo pasas mal yo también”
-Claro por eso te diviertes tantísimo cuando me ataca Tsuke.
“Ese es otro tema distinto.”

Si hubiera habido alguien observando la escena seguro de hubiese extrañado muchísimo de ver a un chico, aparentemente tan normalillo, hablando solo, tan convencido de conversar con alguien. Aunque allí todo el mundo ya estaba acostumbrado a él, nadie le entendería nunca. Guardó el folio que hacía rato había sacado, todavía en blanco, no parecía demasiado inspirado aquella mañana. Se levantó lenta y pesadamente como si todo su cuerpo sintiera una mayor atracción de la gravedad. Anduvo sin rumbo conversando con su propio cerebro. No necesitaba un destino, un punto donde llegar, fuera donde fuera, hiciera lo que hiciera siempre acabaría en el mismo sitio, un sitio que odiaba con todas sus fuerzas, aunque lo odiara todo. Le gustaría no llegar, pero lo haría. Noa seguía hablando sin que Nao pereciera escucharle. Su cuerpo continuaba resultando pesado, esa noche no había conseguido dormir bien. Se recostó en uno de los numerosos bancos de piedra que se encontraban a ambos lados del camino. Fijó sus ojos negros en algún punto perdido en el inmenso cielo azul.

Ya era diecinueve de mayo y empezaba a hacer calor. Esa era una mala época para Nao. La gente te iba de vacaciones y se quedaba más solo de lo habitual, aunque el castaño no solía relacionarse con nadie, el ambiente que quedaba sin los pacientes y varios doctores le deprimía. Como le gustaría hablar con alguien que no fuera Noa, con el que solo discutía una y otra vez. Aparte, él sólo podía charlar con Amai, una chica de su misma planta y edad, que, a veces, era la única que no parecía tenerle miedo, aunque en esos días era tan inconsciente que no le temía a nada ni nadie. El problema es que ella solo se quedaba ingresada unas semanas para ver como evolucionaba en su enfermedad. Pasado ese tiempo volvía a estar solo, como siempre, talvez estaba destinado a permanecer solo y encerrado de por vida.

“Se supone que para eso es el arte, tiene que transmitir algo, pese a que ese algo no te guste.” Resonó en su cabeza la aguda voz de aquel chico de nombre estúpido. ¿Cómo había dicho que se llamaba? ¿Nozomu Nozomi? Cuanto más lo pensaba más tonto le parecía aquel nombre. ¿A que hora acabaría esa consulta a la que tenia que acudir? A lo mejor podía hablar con él y no aburrirse aunque solo fuera durante el corto periodo en el que acabaría por tenerle miedo y dejará de acercarse a él como hacían todos. Era la primera vez que conocía a un chico de la segunda planta, porque a simple vista el sabía distinguir unos pacientes de otros, y ese tal Nozomu aparentaba totalmente ser de la planta de problemas alimenticios.

Se incorporó de un fuerte movimiento y volvió a sacar el mismo folio, ya algo arrugado en las esquinas por andar sacándolo y metiéndolo de la carpeta, y un lapicero de un viejo y desgastado estuche de tela vaquera.

“Ya sabes lo que vas a dibujar esta mañana” dijo la voz escondida de Noa.
-Creo que ya me he decidido, ese chico anoréxico… creo que le voy a añadir a mi colección de modelos.

sábado, 10 de julio de 2010

2. Luces y sombras

El camino de vuelta de Nozomu fue mucho más rápido que el de ida. Seguía tarareando la misma musiquilla cuando una voz que sonaba muy nerviosa llamó su atención. No entendía muy bien lo que decía ya que solo parecía un balbuceo. Desvió ligeramente su decidida trayectoria para averiguar quien era el dueño de esa temerosa voz.

-¡Déjame Tsuke! -podía oír claramente detrás de los arbustos que formaban una especie de pared.

Lentamente fue acercándose al lugar donde parecía que se encontraban, impulsado meramente por la curiosidad. Nozomu no es que fuera lo que se llama fuerte, más bien aparentaba estar hecho de porcelana y que con el más mínimo roce se rompería. Tampoco es que pensara en ser el héroe, pero queria enterarse de todo lo que pasaba a su alrededor. Asomó su fina carita por detrás del muro verde lo más disimuladamente que su cantosa cabeza rubia le permitía. Pero no pudo ver a nadie, había tardado demasiado y se deberían haber ido. En el lugar de los hechos solo quedaba una carpeta abierta en el suelo y una cantidad indefinida de folios esparcidos por él. Nozomu, de nuevo movido por su afición detectivesca, salio de su escondite para acercarse a recoger la capeta, que más bien era un viejo cartón doblado. No veía el nombre del dueño por ningún lado, pero en los papeles, tirados de cualquier manera, había algo que le recordaba al dibujo que le llamó la atención unas horas antes en la recepción. ¿Seria del mismo “NK“?
***

Nao entró estrepitosamente en su pequeño cuartucho. Cerró la puerta con un sonoro portazo apoyándose en ella evitando que cualquier persona entrara. Su respiración se escapaba apresuradamente entre sus labios, sentía unas enormes ganas de gritar pero no podía porque la desagradable sensación de que si lo hacia el corazón saldría junto con su voz se lo impedía.

“Cobarde” Sentencio su cerebro hablando por si mismo.
-¡Déjame! -exclamó al fin llevándose las manos a los oídos como si fuera a servirle para no escuchar lo que su propia mente le recriminaba.
“Eres un cobarde, por eso te pasan estas cosas. Por eso tus padres te abandonaron aquel día, por eso estuviste toda tu infancia llorando frente a una ventana y por eso mismo estas aquí encerrado”
-¡Vete! ¡Vete! ¡Vete! -repitió una y otra vez casi desesperado notando como sus ojos negros empezaban a llenarse de lagrimas que intentaban escaparse.
“Sabes que es verdad, estas condenado a mirar através de ese cristal sin poder hacer nada” dijo aquella maliciosa voz.

Nao se lanzó, literalmente, a un lienzo que permanecía placidamente apoyado en un caballete que ocupaba la mitad de aquella pequeña habitación. Manchó sus manos con colores grisáceos, deslizó sus finos y alargados dedos por la blanca superficie ya casi teñida por completo por una infinidad de distintos tipos de colores. Dibujaba informes líneas quebradas que mostraban su nerviosismo y angustia. No necesitaba pincel, prefería sentir la misma pintura en sus manos, en ese momento era mejor así.

“No me odies… yo no tengo la culpa de que te ocurran este tipo de cosas.”
-Ya estoy harto de todo esto. -murmuro amargamente sin dejar de moverse por todos los rincones del lienzo.
“Pues ya sabes donde tienes tu querida ventana.”
-¡¿De qué me sirve si no puedo atravesarla?!
“No se, échale algo de imaginación… De todos modos no te atreverías, eres un cobarde incluso para suicidarte”
-¡Ya se que soy un cobarde no hace falta que me lo sigas recriminando!
“Como no te lo voy a recriminar, mil veces lo has intentado y mil veces te has reprimido en el último momento. A veces me avergüenzo de haberte ayudado tanto.”
-Márchate ya… déjame de una vez. Si no me quieres seguir ayudando deja que me quede solo…
“No puedo hasta que no quieras estar solo. Recuerda soy una voz no actúo si tu no quieres.”

***
Bien, Nozomu había logrado escaparse del comedor sin que le obligaran a cenar demasiado. Bien para su punto de vista, claro, porque no se daba cuenta de que realmente necesitaba ayuda. Pero en ese momento lo único que le interesaba era averiguar a quien pertenecía esa vieja carpeta llena de extraños dibujos, que para su gusto algunos daban algo de miedo. Su principal idea era preguntar en la recepción, conociéndole se hartarían de verle por ahí preguntando por cualquier persona. Se dirigió a la alargada mesa tras la cual permanecía bastante atareada Sachiko, la enfermera que les había enseñado las instalaciones. La joven al verle acercarse le dedicó una amplia sonrisa.

-Parece que ya no estás tan enfadadísimo como antes. Desde luego estás mucho más guapo cuando sonríes, donde va a parar. -comentó ella a modo de saludo.
-Si, supongo que tengo un carácter algo cambiante. -sonrío él algo avergonzado.
-Bueno, ¿en que puedo ayudarte, Nozomu?
-Tenia curiosidad por ese dibujo. ¿Quién es el autor? Me gustaría saberlo. -preguntó señalando el marco que colgaba en la pared.
-Pues lo hizo un paciente que reside aquí en este mismo edificio, se llama Nao Kanou. ¿Te interesa el arte abstracto?
-Bueno… en clase di historia del arte. Pero no era mi fuerte. Es que me he encontrado esta carpeta y creo que es suya, me gustaría devolvérsela. -explicó mostrándole su hallazgo.
-Su habitación es la 202, en la quinta planta. Pero si quieres se la llevo yo. Antes parecía muy nervioso y no le gusta recibir visitas cuando está así. -dijo haciendo un ademán de levantarse mas el chico se lo impidió antes de que acabara de hacerlo.
-No te molestes, ya es casi la hora de que te vallas. -inquirió con una sonrisa victoriosa al ver a la enfermera sorprendida por saber ese dato. -Ahí esta tu horario por eso lo se. -aclaró señalando refiriéndose a un papel pegado en la pared de detrás de ella.
-Eres muy observador por lo que se ve.
-Sí, bueno la gente suele llamarme más bien cotillo. Entonces la 202. ¡Hasta mañana señorita Kanashimi! -exclamó mientras se perdía por el largo pasillo donde estaban las consultas y terapias de grupo. Cosa que no le sirvió de nada porque las escaleras estaban en dirección contraria.
-Observador pero despistado. -rió Sachiko al verlo tan perdido.

Subió el primer tramo de escaleras, que era curiosamente el más largo de todos, en esa planta estaba su habitación, la 184. Para ir al siguiente piso había que cruzar todo el pasillo. En cada planta había diez cuartos, cinco en cada lado del corredor. La simetría volvía a enloquecerle ya que las plantas eran un calco de la anterior, lo único que cambiaba era el numero de las puertas. Todo era triste y gris… paredes grises, baldosas grises, puertas grises. Curiosamente el cuarto piso no existía, saltaba del tercero al quinto sin ni siquiera indicarlo en un cartel, seguramente por las supersticiones que habían en Japón acerca de ese número que se escribía igual que la palabra “muerte“. Al no haber más escaleras Nozomu supuso que ya había llegado a su destino. Aquel piso le resultaba todavía más deprimente, la mayoría, por no decir todas las habitaciones permanecían desocupadas porque carecían de la plaquita donde estaba indicado el nombre del paciente. Dio unos silenciosos pasos hasta pararse en frente de la puerta 202. La energía de Nozomu parecía haber sido absorbida por el ambiente del piso. Al otro lado de la madera se podía escuchar débilmente una voz murmurando palabras imposibles de entender cargadas con cierto toque de amargura. El pequeño rubio no se atrevía a entrar y tímidamente dio tres golpecillos para que le permitiera el paso. Pero el dueño de esa voz no parecía contestar. Llamó de nuevo más enérgicamente. No hubo respuesta alguna. “¿Será sordo?” pensó para darse a si mismo un escusa para abrir la puerta. Esta no estaba cerrada con llave por lo que no tenia ningún impedimento para hacerlo. “Que le voy a hacer, tendré que pasar.” Giró con bastante lentitud el pomo de la puerta 202. Al abrir unos centímetros una tenue luz salio del otro lado de aquellas grises paredes. Nozomu se quedó bajo el umbral casi paralizado por la impresión que causaba la figura entre mágica y terrorífica que vio en el interior. Aquel joven castaño moviéndose a nerviosos impulsos, manchando de tristes y apagados colores un amplio lienzo del cual ya no quedaba ni un milímetro impoluto. La verde mirada del rubio se clavaro como flechas en la espalda del dueño del cuarto. Intentaba ver más allá de lo poco que esclarecía entre las sombras una pequeña lámpara de mesa.

-Esto… -intentó empezar el chico pero el desconocido no parecía percatarse del intento de Nozomu por llamar su atención. -Esto… perdona…

Dio unos pequeños y tímidos pasos introduciéndose en el interior de la habitación, inconscientemente caminó casi de puntillas como si no quisiera hacer el más mínimo ruido al andar. Se acercó al joven hasta tocar con uno de sus delgados dedos en su hombro, que ha Nozomu le quedaba bastante alto. El castaño se giró sobre si mismo a la velocidad de un viento huracanado. Su cara parecía deformada por un profundo y terrible sentimiento de miedo y a esto se le añadía el ambiente que causaba la poca luz. Cuando sus miradas se cruzaron el dueño se alejó del intruso literalmente de un salto subiéndose de pie sobre la cama y manchando todo lo que tocaba con sus manos.

-¿Quién eres tu? -habló con un hilo tembloroso de voz pegando la espalda a la pared.
-Me llamo Nozomu, Nozomu Nozomi. Te he traído esto. -contestó tímidamente como si quisiera imitar el tono de voz de su interlocutor mostrándole la vieja carpeta. -Me la he encontrado y me han dicho que era tuya.
-¡Si! ¡Si! ¡Es mía, déjala ahí! -ordenó señalando la cama donde él mismo estaba subido. Nozomu hizo lo que le dijeron aquellos penetrantes ojos negros desde las alturas.
-Ya está, pero tranquilo. -intentó calmar procurando parecer lo más sereno posible dando un paso hacia él. Pero lo único que consiguió fue aterrorizarlo más aun. El joven se agachó cruzando los brazos por delante de su cara como si el chico rubio diera autentico pavor.
-¡No te acerques a mí! -exclamó como si estuviera realmente siendo agredido. Pero Nozomu hizo caso omiso de las desesperadas suplicas de aquel extraño chico y siguió con otro pequeño paso, además de extender el brazo, que en su mente parecía un buen modo de inspirar confianza con lo que no contaba es que para el otro interno era muestra de amenaza.
-Tran…
-¡No me toques! -cortó apartándole de un manotazo permitiendo que este viera el miedo que se reflejaba en sus pupilas. -¡Déjame! ¡Vete de aquí!

Aquella imagen terrorífica del chico castaño casi acurrucado en una de las esquinas que formaban las paredes del cuarto, la luz que temblaba como si ella también le tuviera miedo, el incomodo sonido del silencio que a veces molesta más que el más fuerte y estruendoso de los ruidos, el angustioso ambiente que se podía respirar en todos los rincones, en definitiva todo, aterrorizó al visitante. Nozomu dio unos retrocediendo hasta que finalmente no pudo evitar salir corriendo por los largos y silenciosos pasillos bajando las escaleras casi a saltos llegando a encontrarse a salvo en su sobria habitación de la segunda planta. Cerró la puerta y respiró lenta y profundamente calmándose al ritmo que sus pulmones descargaban el aire que retenían.

-¿Qué le pasará a ese chico? -murmuró para si mismo en un hilo de voz. -Parecía realmente asustado. ¿Tan feo seré como para dar tanto miedo?

Dos sentimientos empezaron a mezclarse en su cabeza rubia, un al recordar la angustiosa escena protagonizada dos plantas más arriba y otro que le obligaba a querer saber más sobre el castaño. Él era un chico muy curioso y cuando algo le interesaba no paraba hasta averiguar lo que quería. Y ahora quería saber quien era Nao.

viernes, 2 de julio de 2010

1. Dos vidas que se cruzan.

Hola.
¿Es la Vida?
Solo quería decirte una cosa. El mundo no funciona correctamente, no, no, no, esto no debería ser así. Todo el mundo me repite una y otra vez que esta historia acabará bien. ¿Pero el qué tiene que acabar cuando nada ha empezado? ¿Cómo conocen mi historia si ni siquiera me han dejado pronunciar las palabras del prologo? En los libros y películas en días como estos suele llover, hoy en cambio el Sol brilla como si él también me deseara suerte con una sonrisa llena de esperanza, pero… ¿Por qué hoy el mundo no funciona correctamente?



Nozomu miraba tristemente como se alejaba del barrio donde había vivido desde hacia diecisiete años. Era un día bonito, los rayos del sol entraban através del cristal impactando directamente en su blanquecina piel, aunque para él fuera uno de los peores de su vida.

Desvió por un segundo sus ojos verdes a sus padres que ocupaban los asientos delanteros. Parecía querer recriminarles esa situación. Suspiró lenta y pesadamente deseando que el tiempo se detuviera en ese mismo instante. Cada centímetro que se alejaba de la cotidianidad de su “anterior vida” hacía que se entristeciera más aun. La distancia que le separaba de sus familiares y amigos iba creciendo progresivamente. Solo una única idea podía conseguir que se sintiera mínimamente mejor. Él no estaba enfermo era todo imaginaciones de sus padres que tras algunos problemas con algunas modelos se habían obsesionado con que su hijo era anoréxico. Puede que apenas comiera, eso lo admitía, pero el podía hacerlo cuando quisiera en cualquier momento. Seguro que los médicos se darían cuenta enseguida y le concederían el alta. Tendría que tomárselo con el mayor sentido del humor que pudiera y recordarlo como: “La ocasión en las que mis padres me mandaron a un psiquiátrico por nada.”

-Nozomu, ¿Lo llevas todo? -preguntó una mujer rubia de apariencia demasiado joven para tener un hijo de diecisiete años.
-Sí mamá… Me lo has preguntado ya tres veces. -contestó el chico, igualmente rubio, con un tono bastante borde.
-No te enfades -siguió el padre de este -Veras como enseguida te curas y vuelves a casa.
“Hipócritas” pensó Nozomu, “Seguro que en el fondo os alegráis de que quiera adelgazar, pero queréis dar ejemplo a vuestras modelitos de tercera”
-Ya te vale, Nozomu. Tantos años preocupándose por que a mi no me dieran ideas raras para que al final te den a ti. -recriminó una joven bastante parecida a él que guardaba asiento a su lado. Nozomu intentó ignorar aquel comentario de la otra rubia de la familia.
-¡Mihoshi! No hables así a tu hermano pequeño, no ves que lo está pasando mal.
-Pero si solo digo la verdad.
-A mi no me a dado nada raro… -musito el chico volviendo a llevar la mirada al exterior. sumiéndose de nuevo en sus pensamientos.

Los padres de la familia Nozomi trabajaban en el mundo de la moda, su madre era diseñadora en una pequeña cadena de tiendas aun emergente y su padre era el fotógrafo que se encargaba de plasmar esos trajes en las paginas de los catálogos. Por esto Nozomu desde muy pequeño había estado expuesto al terrible “veneno de lo superficial” y opinaba que había que ser perfecto para sentirse bien. Sino ¿por qué siempre se critica ala gente que le sobran unos kilos? El solo quería gustarle a sus padres ¿acaso eso era tan malo?

El coche plateado de la familia aparcó fácilmente en un amplio y solitario aparcamiento rodeado por inmensos jardines que parecían no acabar en ningún sitio. Era un lugar realmente bonito , aunque su atmosfera estaba cargada de tristeza y melancolía. Los ojos color esmeralda de Nozomu recorrieron cada rincón de todo lo que le rodeaba, parecía querer que se cruzaran con los ojos de otra persona, mas ni un alma rondaba por aquel paseo que rodeaba los pabellones de hospital psiquiátrico. Cada vez los abría un poco más mostrando su admiración por el lugar, aunque ya había estado allí más de una vez para realizar unos test psicológicos, a su punto de vista, inútiles.

Anduvieron no más de un par de minutos hasta parar enfrente de un alto edificio de piedra rojiza. La puerta era de cristal por lo que desde el exterior se podía ver la recepción donde un par de jóvenes enfermeras echaban un ojo a unos papeles. El padre tocó un pequeño botoncito blanco que sobresalía en la pared, haciendo que la mujer se distrajera de su trabajo para darles la bienvenida con un sonoro chirrido permitiéndoles así el paso. O más bien obligándole a pasar. El interior era tal y como lo había imaginado la primera vez que llego. Silenciosa deprimente y casi incolora. Las paredes estaban cubiertas de azulejos blanco impoluto. Solo algunas reproducciones de conocidas obras de arte decoraban aquellas superficie. Al chico jamás le había interesado demasiado la pintura por lo que no llamaban especialmente la atención. Aun así hubo uno de los cuadros que logro hipnotizarlo como si fuera mágico. Era aun más pequeño que el resto que colgaban de la pared, y estaba delimitado por un marco bastante pobre. Se encontraba escondido en una esquina de la recepción, como se pretendieran esconderlo de entre los otros. Él no entendía demasiado, pero esa pintura no la recordaba de ninguna clase de historia, que tanto le comieron el coco en cuarto de secundaria. Parecía abstracto pues no distinguía ninguna forma real, solo se veían colores, una infinidad de colores que se cruzaban entre si creando otros nuevos. Recorrió las esquinas del cuadro en busca del nombre del autor. “N K” era lo único que se podía leer con letra informe, en la esquina inferior derecha.

-¡Nozomu! -exclamó la mujer sacándole de sus pensamientos para que volviera al mundo de la realidad.
-¿Qué? -replicó acercándose lentamente a su interlocutora.
-Ven, vamos a ver las instalaciones mientras viene la doctora Tsubaki -contestó una de las dos enfermeras haciendo el ademán de levantarse. Su tono de voz era familiar como si le conociera de toda la vida. -Yo os acompañaré, mi nombre es Sachiko Kanashimi, pero podéis llamarme solo Sachiko.
-Encantados de conocerte. -contestó la madre inclinándose en nombre de los cuatro.
-Y tu debes de ser Nozomu. -dijo acercándose al joven paciente -Tu y yo nos vamos a ver mucho las caras a partir de ahora.
Nozomu no dio contestación.
-Perdónele, hoy esta muy borde, normalmente es muy alegre y dicharachero, se lo aseguro.-se disculpó el padre.
-Si a veces demasiado. -siguió la hermana.
-No pasa nada, es normal que esté así, todos vienen con caras largas el primer día, lo sorprendente seria que estuviera contento. -hizo una pequeña pausa -Síganme les mostraré el centro.

***
Nao miraba por la ventana de su cuarto. Desde aquella planta se podían ver el reto edificios del psiquiátrico y no solo eso, él siempre miraba más allá, aquella ciudad que se podía vislumbrar a lo lejos. Se sentía aprisionado en esa diminuta y claustrofobia habitación. Solo unos barrotes le separaban del exterior. Unos horribles barrotes grises que parecían querer burlarse de él mostrándole lo cerca que estaba de su deseo y lo inalcanzable que resultaba poder tenerlo. Lo único que quería en este mundo era salir de aquel centro donde llevaba tanto tiempo prisionero, poder ver, oír, percibir con sus propios sentidos la vida al otro lado de la verja. Una vez ya pudo hacerlo pero esos recuerdos le resultaban tan tremendamente lejanos que casi los había olvidado por completo. ¿Cómo era vivir en esa ciudad? ¿Cómo era estudiar en una escuela normal, y no con las clases impartidas por alguna enfermera? ¿Cómo era tener amigos que no te teman? ¿Cómo era tener una familia?

-¡¿Cómo?! ¡¿Cómo?! ¡¿Cómo?! -chilló golpeando el cristal de la ventana que protegia los objetos que le separaban de lo que tanto quería conseguir.
Miró de nuevo entre las barras que hacian que ese lugar pareciera más una prisión. Varios metros por debajo de él pasaban felices “los pacientes menores”, como llamaba despectivamente refiriéndose a la gente que acudía por cualquier cosa.
-Vosotros no sabéis lo que es tener un autentico problema. -murmuró con todo el odio que podía retener dentro de su castaña cabeza.
“Si son odiosos, tienes toda la razón Nao” resonó una voz desde algún lugar de su cerebro.
-Nadie a pedido tu opinión, Noa. -replicó a aquella voz imaginaria en voz alta.
-¿Ya vuelves a hablar con Noa? -interrumpió una mujer morena de gafas entrando en el desordenado cuarto del enfermo.
-No me deja en paz. ¡Doctora Mizuki me prometió que se iría! ¿Por qué sigue aquí entonces?
-Lo siento Nao, las cosas no son siempre tan fáciles como parecen en un principio. ¿Qué te dice?
-Solo se dedica a criticarme y a dar su opinión. Yo trato de ignorarle pero…
La doctora dedicó una sonrisa de consuelo a su paciente. El joven, de aproximadamente dieciocho años ya era más alto que ella y eso que cuando le conoció era solamente un niño que parecía estar permanentemente triste y deprimido. Su pelo era castaño y lo recogía en una coleta en la nuca, que al no ser muy larga parecía un plumerillo. Su mirada resultaba penetrante e intensa debido a su color negro noche.

-¿Por qué no vas a dar una vuelta, haber si eso te tranquiliza?
-Vale. -contestó tomando una carpeta y un pequeño estuche que reposaban encima de su cama.
-Así me gusta. Veras que cuando venga Amai, Noa no aparece tanto. -sonrío la psiquiatra acompañándolo hasta el umbral.
-Eso espera. -finalizo el chico mientras salían lentamente por la puerta.

***
La habitación de la segunda planta que había sido asignada a Nozomu era algo… aburrida. Solo tenia una cama, un escritorio de aspecto viejo y utilizado por mil personas distintas y un pequeño armario metálico. A un lado se veía otra puerta que daba a un pequeño cuarto con una ducha, pero carecía de retrete ya que no se fiaban demasiado de las ideas de los pacientes anoréxicos. Las demás habitaciones eran dobles pero como el resto de compañeras de planta eran chicas él dormiría solo. Se dejó caer sobre la cama, era más cómoda de lo que había imaginado. Estaba agotado de la visita a las instalaciones. Ya sabia donde estaban la cafetería, la sala común y otras que no le importaban demasiado. Al fin de al cabo estaba seguro de que abandonaría ese lugar, o al menos eso quería, porque la visión de su madre tan triste intentando aguantar las lagrimas, prometiéndole una y otra vez que iría a visitarle todas las semanas, le destrozaba haciendo que él también se entristeciera. Otro pensamiento totalmente contrario y bastante egoísta invadió su cabecita rubia.

-¡El foro! -exclamó llevándose ambas manos a la cara. -¡Con lo que me ha costado llegar a ser administrador! ¡Veras como lo cierran! Y en este cuartucho no hay ni un triste ordenador. Tendré que ir a la sala común, ahí si vi varios.

Y con ese pensamiento salio del pabellón donde se encontraban encerrados los internos. El chico confiaba bastante en su memoria fotográfica, que hasta entonces le había sido muy útil. Tal vez se confió demasiado, porque en ese momento los jardines que rodeaban los edificios le resultaban laberínticos. Tanta simetría no le gustaba, todo el camino parecía repetido, como cuando en los dibujos animados usan una y otra vez el mismo fondo. ¿Quién seria el genio que lo diseñó? Continuó su caminata sin pararse a pensar que más que acercarse se alejaba de su destino. Todo era silencio alrededor. Solo el rumor casi imperceptible de las hojas moviéndose a compás del suave sonido del viento rompía un poco la calma. Nozomu canturreaba cierta melodía que siempre se le quedaba pegada, así el lugar parecía menos abandonado. Observaba todo lo que le rodeaba intentando no perder detalle. Tanto se sumergió en sus pensamientos que olvidó completamente su querido foro. Caminó no sabia cuanto tiempo, pero la tarde se acabó en lo que a él le resultaron minutos. Seria mejor volver al pabellón ya que casi era hora de cenar aunque no tenia demasiada hambre quería demostrar que no estaba enfermo. Seguro que no le harían comer demasiado. Y por otro lado algo habría adelgazado con ese largo paseo.

El camino de vuelta fue mucho más rápido. Seguía tarareando la misma musiquilla cuando una voz que sonaba muy nerviosa llamó su atención. No entendía muy bien lo que decía ya que solo parecía un balbuceo. Desvió ligeramente su decidida trayectoria para averiguar quien era el dueño de esa temerosa voz.

-¡Déjame Tsuke! -podía oír claramente detrás de los arbustos que formaban una pared. Fuera quien fuera estaba en apuros.

Notas de la autora.

Por fin voy a subir mi historia. Espero que le guste a todo el mundo y que me digan cosas bonitas de ella, las malas no me las digais. Me he esforzado mucho y documentado más para no meter la pata con esta historia y es una de mis favoritas asi que no quiero criticas demasiado duras, que luego me deprimo. Pido disculpas de antemano por las faltas de ortografía y que no me las tengais mucho en cuenta, creo que como yo no voy a ser escritora no debeis tomarme los fallos como algo malo, paciencia conmigo. Pero aunque me he documentado durante meses sobre las enfermedades que aparecen en esta histora puedo equivocarme en algo, de hecho seguro me equivoqué, en ese caso si podeis corregirme ya que creo que estas enfermedades son importantes y no quiero cometer errores. ¡Ah! Otra cosa uno de los personajes es algo maleducado, si alguien se siente ofendido con lo que dice que no lo tenga encuenta, yo no soy el personaje y no pienso igual que él.

Y creo que eso es todo, aclarado todo esto ya se puede empezar a leer esta historia. Espero que os guste.