domingo, 14 de noviembre de 2010

9. Gente que espera.

-“Estaba el señor don Gato, sentadito en su tejado. Marrama… ¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! Sentadito en su tejado. Ha recibido una carta…” -canturreaba una dulce vocecita en los sueños de Nao.

Todo estaba tan oscuro que solo podía ver sus propias e infantiles manitas haciendo botar una pelota de goma azul. Y solo se escuchaba a si mismo entonando aquella intrigante canción y el ruido de la pelota a chocar con el suelo a modo de metrónomo. Aunque todo fuese un sueño podía sentir frío y la humedad que helaba sus pies descalzos y una brisa cortante chocando con el resto de su piel.

-Nao… ten cuidado. Si rompes algo con la pelota se enfadará mucho. Te volverá a regañar, además él ya te había prohibido que jugaras en casa… -advirtió otra vocecilla muy similar a la cantarina.
-“¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! Sea caído del tejado…” No te preocupes, Noa. No se va a enterar. Tu solo descansa y ponte bueno, yo me ocupo de lo demás. “Se ha roto siete costillas…”
-Pero hoy me toca a mi.
-“El espinazo y el rabo…” He dicho que no te preocupes yo lo haré por ti. “Ya lo llevan a enterrar caminito del mercado. Marrama… ¡Miau! ¡Mia…!” Ya viene… -murmuró cuando de pronto se escucharon unos pasos sigilosos.

Nao se despertó como si unas cuerdas de marioneta tiraran de él haciendo que se incorporara. Su respiración se había acelerado bastante debido a esa ultima parte del sueño, él ya sabía como continuaba y no quería ni pensar en ello. Hacía mucho que no tenía esa pesadilla, pero ahora volvía a su mente como si pretendiera avisarle de algo. Tal vez era solo por lo nervioso que estaba esos días y las vueltas que había empezado a darle a todo lo que ocurría a su alrededor.

-Sí… solo es eso… me estoy preocupando demasiado. -se dijo a si mismo después de esa corta reflexión mientras sus pulmones se relajaban progresivamente.

Era más temprano que lo que el castaño acostumbraba a despertar por su propio pie, pero lo raro era que no hubiesen aparecido por allí Amai o Nozomu para obligarle a hacerlo. Tal vez es que había asustado demasiado al rubio con lo del día anterior, aunque no lo recordase muy bien sabía lo ocurrió. En cierto modo se sentía algo culpable de ello, por lo que decidió ir a buscarle para explicárselo. El problema ahora era donde podrían haberse metido. Se paró a pensar un par de segundos en silencio esperando a que la bombilla se le encendiera por sí sola. De pronto lo que esperaba se hizo y recordó como sus dos compañeros hablaban hacía un par de días de ir a jugar a las pistas que había en el hospital. Allí iría.

Unos minutos más tarde llegó a donde su intuición le llevó, efectivamente allí estaban ambos. Amai corría tras haciendo botar un anaranjado balón de baloncesto mientras el rubito intentaba seguir su ritmo y arrebatárselo sin conseguir nada. Los dos parecían bastante animados en comparación al día anterior. Les miró un par de segundos y luego se percató de que había allí una cuarta persona. Desvió sus ojos negros a un hombre joven que no llegaría a los treinta años de pelo negro y ojos azulinos enmarcados en unas gafas de un color similar. Estaba sentado en un banco de acero junto a un osote de peluche que casi lo ocupaba entero. Se acercó lentamente al moreno para saludarle antes de molestar el intenso juego de los otros dos.

-Buenos días Keigo. -saludó levantando un poco la mano a la altura de la cabeza.
-Hombre Nao, cuanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás? -preguntó él poniéndose de pie para recibir al chico.
-Bien aquí estamos, como siempre. ¿Ya le has traído a Miss Teddy Margot a Amai? -siguó el más joven refiriéndose al oso de peluche.
-Sí, ya me ha dicho Mizuki que ayer se deprimió y decía que no la quería. Espero que no te molestara demasiado.
-No, a mi no me molesta nada.
-¿Y ese chico? Nozomu creo que dijo que se llamaba. ¿Es nuevo? Nunca le había visto antes.
-Sí llegó hará unas tres semanas.
-Parece que se ha hecho amigo de Amai, me alegro. Tiene pinta de que es muy simpático por lo que hemos estado hablando.
-Sí, ellos se han llevado muy bien. Son tal para cual.
-Estarás contento de que los dos valláis mejorando. -insinuó con media sonrisa mirando a Nao.
-¿A que te refieres?
-A que antes ninguno de los dos os dejabais tocar por nadie. Puede que fuera que cuando erais pequeños os parecía que nadie os iba a entender. Pero mira ahora…
-Amai a mejorado mucho… creo que no le queda mucho para salir de aquí.
-Tú también saldrás pronto. -le alegró dándole una palmada en la espalda.
-Amai… vamos… vamos a parar un poco… -propuso el rubio con la respiración entrecortada por su poca resistencia al esfuerzo físico.
-¡Pero que flojo eres Nono! -contestó la chica parando en seco su carrera.
-¡Yo no soy flojo! -se quejó el rubio andando hacia los dos del banco metálico. -¡Nao! ¿Ya te encuentras mejor?
-Sí, ya estoy bien. Gracias. -contestó el castaño desviando un poco la mirada algo avergonzado por lo ocurrido el día anterior. -Siento haberte asustado.
-No fue nada, además fui yo el que me puse muy pesado. No volverá a pasar. -siguió el chico más bajito con una enorme sonrisa. Nao no le respondió solo le dedicó una mirada a modo de agradecimiento.
-Bueno chicos, yo creo que me tengo que ir yendo. Ya voy tarde al trabajo. -habló Keigo mirando su reloj de pulsera. Para luego acercarse a la chica que seguía muy afanosa en marcar canastas con su balón anaranjado. -Amai, yo ya me voy.
-¿Qué? ¡Jopé! -se quejó ella al oír eso.
-Ya, pero lo siento me he ausentado mucho.
-Pero te voy a echar de menos… -siguió Amai bajando la cabeza.
-No te preocupes son solo unos días, además estás con tus amigos. -dijo él acariciándola el pelo para consolarla.
-¡Pero que no te se olvide llamarme!
-Se dice “se te” no “te se”. -corrigió el joven echando una suave risa.
-¡Como sea! ¡Tú no te olvides!
-De acuerdo no me olvidaré. -finalizó con tono amable dándole un suave beso de despedida en la frente. Luego se volvió a dirigir a los dos chicos. -Me alegro de haberte conocido, Nozomu y a ti de verte de nuevo Nao. Cuidad bien de mi hermanita. Nos vemos pronto.
-El placer ha sido mío. -contestó el rubio mientras el joven se marchaba hacia el aparcamiento.
-¡Voy a acompañar a Kei-chan hasta el coche ahora vengo!-exclamó Amai agitando la mano en el aire con fuerza.
-El hermano mayor de Amai parece amable lo poco que hemos hablado. -Empezó Nozomu con su habitual sonrisa.
-Keigo no es el hermano mayor de Amai. -corrigió Nao.
-¿No? Pues antes la llamó hermanita.
-Pero no lo es. -comenzó a explicar el castaño mientras se sentaba en el banco metálico junto al gran osote. -Amai es como yo.
-¿A que te refieres con “como yo”? -preguntó el curioso rubio sentándose al lado de su amigo.
-A que a los dos nos abandonaron. -contestó impasiblemente clavando sus ojos negros en el cielo nublado. Nozomu se quedo callado esperando a que el castaño siguiese con su explicación. -Solo sé lo que ella me ha contado, es normal que no le guste hablar del tema. Pero me dijo que ella y su madre eran iguales, ambas tenían la misma enfermedad. Ella la abandonó en una casa de acogidas. Tuvo suerte y Keigo la adoptó.
-Ya entiendo… -murmuró Nozomu asintiendo con la cabeza. -¿Y tú también estuviste en esa casa de acogidas?
-Que más me hubiese gustado… -respondió amargamente en un susurro como si no quisiese que le escuchara.
“Nao te cuidado, si no te portas bien, si le enfadas te volverá a castigar.” Sonó la voz del sueño sobresaltando a Nao bastante incluso haciendo que diese un pequeño salto en el sitio.
-Nozomu, ¿has dicho algo? -preguntó por si por un casual no fuese su mente jugandole una broma pesada.
-No, no he dicho nada… -contestó el rubio volviendo a poner voz algo preocupada por su amigo. -¿Te pasa algo? ¿Te encuentras mal? ¿Necesitas descansar?
-No es nada solo es que esta noche tuve un mal sueño y no me lo quito de la cabeza, pero no te preocupes estoy bien. -siguió él notando como estaba alarmando al pequeño rubio.
-¿Una pesadilla? Sabes, yo cuando tengo pesadillas las escribía en un papel y luego lo quemaba.
-¿Y servía para algo?
-En realidad no, pero yo lo hacía. -dijo riéndose porque realmente sonaba tonto.
-Pues mejor yo no lo hago, lo que me faltaba que me pillaran quemando cosas y me tomasen por un pirómano.
-Sí la verdad es que no es muy buena idea hacerlo aquí.
-¡Nozomu! -exclamó Sachiko interrumpiendo la conversación.

Parecía muy alegre, bueno aunque esa enfermera siempre parecía estar contenta. Se acercaba progresivamente a los dos pacientes mostrando un ramo multicolor, que desde la posición de los chicos no se veía muy bien lo que era.

-Mira lo que te han traído unas compañeras de clase para que te recuperes pronto. -habló la mujer mostrando que lo que le daba color al ramo eran unas grullas de origami hechas con papel.
-Valla, que bonitas. ¿Dónde están ellas? ¿Se han marchado?
-Sí dijeron que tenían que ir a trabajar. Pero que esperan que vuelvas pronto a clase.
-Serian Keru y Kanata, son las únicas que trabajan, que monas. Me gustaría haberles dado las gracias.
-Pero no solo ellas, dijeron que las habían hecho entre todos los compañeros y que te han dejado mensajes escritos dentro de las grullas. Tus amigos te deben de querer mucho. Que suerte tienes. -explicó con una amplia sonrisa.
-Sí… supongo.
-¿Pero eso para que es? -preguntó Nao mirando los aves de papiroflexia.
-¿No lo sabes? -preguntó Nozomu con voz muy extrañada.
-La tradición dice que si alguien logra reunir mil grullas de papel a este te le concederá un deseo. Por eso es costumbre regalarles ramos de grullas a los enfermos, para facilitarles el trabajo. -contestó la enfermera.
-Pues no lo sabía.
-Valla, Nao, mira que no conocer esas cosas tan elementales. Eres todavía muy crío.
-Y eso me lo dice alguien que quema papeles con pesadillas.
-¡Huy! No te metas conmigo Kanou o la vamos a tener.
-Sí no me digas eso que me aterrorizas. -siguió en tono jocoso -Será mejor que dejes tus grullas queridas en tu habitación. Se va a poner a llover y no querrás que se te estropeen.
-¡Claro que no! Voy a mi cuarto ahora mismo a dejarlas. Tú quédate aquí esperando a Amai y cuidando a Miss Teddy Margot. -sugirió señalando al oso de peluche sentado junto a Nao.

Nao siguió con su negra mirada los pasos alegres del rubio junto a los de la enfermera. No podía evitar sentir como algo le dañaba en su corazón, como si alguien le quemara con un cigarrillo encendido o con agua hirviendo. Tenía celos, una enorme envidia de sus dos amigos. Ellos tenían gente al otro lado de las verjas, tenían amigos y familia, personas que le querían y querían que volviesen con ellos. Pero él no tenía a nadie. Nadie le esperaba, nadie estaría allí con una sonrisa cuando saliera del hospital. En momentos como esos le parecía que salir de aquel odiado lugar no iba a solucionar nada. Que su amargura no iba a desaparecer como por arte de magia al irse. Y no solo eso, ¿cuándo salieran de allí Nozomu, Amai y él seguirían siendo amigos o se separarían? No quería perderles también a ellos. Pero ellos seguirían con sus vidas… no le esperarían… ellos eran fuertes, no como él.

“Por fin te das cuenta de lo solo que estás.” habló Noa desde su posición cerebral.
-Tienes razón. Estoy tonto… hablo como un niño pequeño. La vida es así, no debería haberme encariñado de ellos. -se recriminó a sí mismo como si se decepcionara.

Pero por mucho que se lo prohibiese a si mismo una y otra vez, no podía evitar tener ese miedo infantil e irracional a volver a quedarse solo. Simplemente le superaba.

1 comentario:

  1. Un capitulo genial, como toda la historia, al menos a mi me ha gustado mucho.
    Se nota como var perfeccionando tu narrativa, es fantástica, dentro de poco seguro que intentaré copiarte y eso te enfadara, muahahaha... es broma, es broma pero me gusta como narras, eso si es cierto.
    Te mando un chokokissus

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