viernes, 27 de mayo de 2011

18. Sobre el tejado.

En el valle ya estaba atardeciendo y la luz anaranjada teñía todo de un característico color cobrizo, indicando así el final del día y el comienzo de la noche. Todavía calados hasta los huesos, los tres jóvenes entraron en la casa. Parecía como si no quisiesen darle importancia al hecho de que se hubiesen caído a un río y todos menos el perro, que en aquellos momentos aparentaba el más inteligente, estuvieran mojados. Como era de esperar más que con un “hola” en la casa les recibieron con un “¡¿Qué habéis hecho?!” y rematando con un “¡Estos niños!”. La madre y el padre de Nozomu, tal vez por costumbre, ni se fijaron en el nuevo color de pelo de su hijo menor. No así, lo hizo la abuela. Como muy bien se había temido el chico, ella mostró un latente disgusto.

-¡¿Nozomu?! ¿Qué le ha pasado a tu precioso pelo negro? -cuestionó la anciana mirándole de cerca como si la repentina decoloración del cabello de su nieto se debiera a su cansada vista.
Lenteja ladró como si también pretendiera regañar a su dueño.
-Pues verás abuelita… -intentó empezar -Cuando nos hemos caído al río…
-Dirás que tú te has caído. -puntualizó la chica.
-Vale… cuando me he caído…
-Y nosotros amablemente nos hemos tirado a salvarte. -continuó ella.
-¡Que pesada! Y ellos se han tirado a salvarme.
-Porque eres un torpe. Y tu hermana es tu heroína.
-¡Bueno basta ya! Sí soy un torpe y me he caído al río.
-Eso no tiene nada que ver.
-Buen, abuela, es que hace unos seis meses… me decoloré el pelo.
-¡¿Pero porqué?!
-Porque me gustaba más el pelo rubio.
-¡Pero si el pelo negro es mucho mejor! ¡Todos los japoneses tienen que tener el pelo oscuro! ¡Bastante tenemos en la familia con tres rubias! ¡Todo por culpa de tu bisabuelo! ¡Si él desdichado no hubiese sido norteamericano nada de esto nos pasaría!
-Tampoco es para tanto… -intentó calmar Nao que estaba totalmente impactado por el drama que la anciana le daba al tema.
.-¿No pudo mi pobre madre, que ahora esté en el paraíso, emparejarse con un nipón que lo tuvo que hacer con un extranjero? ¡Y en plena guerra!
-Lo… lo siento abuelita…
-¡Sentirlo no te va a devolver tu precioso pelo negro! ¡Eres un niño muy insensato! ¡No había ningún motivo para que te estropearás así la cabeza!
-Bueno madre, deje ya al niño.
-Pero no se da cuenta de que así la gente le mirará raro y hablarán de él a sus espaldas, si no cosas peores.
-Descuide madre, los tiempos han cambiado.
-Los tiempos sí, pero la gente no, ellos siguen siendo tan gañanes como siempre. Nada, tú veras lo que haces con este niño. Ahora estas criaturas tienen que darse un baño antes de que se constipen.
-Las damas primero. Si alguien enferma que sea uno de esos dos. -habló Mihoshi a la par que se dirigía a la bañera.
-¡Que morro tienes!
-Venga niños, vosotros cambiaros de ropa. La cena estará lista pronto.

Como había mandado la anciana los dos chicos se dirigieron a la habitación de la planta de arriba. Nao siempre parecía esconderse cuando se cambiaba. Nozomu creía que era por su culpa, que era él el que incomodaba a Nao. Lo cual no le extrañaba, era normal que no quisiese que le viese. Pero no podía evitar que le diese un poco de pena que no confiase en él, aunque lo respetaba.

-Yo, ya voy bajando. -dijo ya con el pijama de botones blanco puesto. Se giró un poco hacia su amigo que estaba sentado en el suelo. Nozomu se sobre saltó al ver una marca que cubría el hombro de Nao casi por completo, esto hizo que se girase rápidamente como si no hubiese visto nada.
-Vale, ahora voy yo. -contestó el castaño.

Nozomu hizo lo que había dicho bajando a la primera planta. Su familia ya estaba toda a la mesa. La anciana todavía parecía un poco enfadada con su nieto pero intentaba disimularlo hablando con su hermana o la madre del joven. Ni dos segundos después ya se escuchaban los pasos de Nao dejándose caer escalón tras escalón. Los dos se sentaron junto al resto de habitantes de la casa. Como todos los días costó bastante que Nozomu probase bocado voluntariamente. Por lo que se quedó en la cocina bastante más rato que los demás que se aburrieron de esperar. Nao había aprovechado para tomar un baño mientras él acababa. Más tarde fue Nozomu ha hacer lo mismo. Se relajaba mucho tomando largos baños, notaba como últimamente te agotaba muy rápido y los huesos le dolían con frecuencia. También se hidrataba la piel porque se le había empezado a secar. Nozomu, en su ignorancia, pensó que sería por el calor. ¡Qué de cosas le ocurrían!

Cuando sus delgados dedos ya estaban totalmente arrugados por el agua su baño dio por finalizado. De nuevo con su pijamita abotonado de arriba a bajo y el pelo envuelto en una toalla entró en el cuarto que compartía con Nao. Pero Nao no estaba en él. El menor buscó a su amigo con su nerviosa mirada verde. Se asustó un poco hasta que notó como una ráfaga de viento golpeaba delicadamente su aun húmeda mejilla. La ventana estaba abierta. Se asomó discretamente mirando hacía el tejado. Hay estaba Nao, sentado mirando las estrellas con cierto aire melancólico. Su pelo suelto, casi seco, se movía con el mismo aire que le había avisado de que la ventana estaba abierta de par en par. Con extremo cuidado d no caerse, estaba seguro de que sus huesos no aguantarían un golpe desde esa altura, y algo torpemente Nozomu consiguió subirse al tejado sin que Nao pareciese darse cuenta.

-¿Qué haces aquí? -preguntó sorprendiendo así al castaño que desvió la mirada hacia el dueño de la voz.
-Nada… Miraba el paisaje. -respondió volviendo a girar la cara al frente.
-Es bonito a que sí.
-Las estrellas se ven muy bien desde aquí.
-Sí se ven muchas, como se nota que aquí hay menos contaminación.
-Las personas y las estrellas son inversamente proporcionales. -
-No te entiendo… -Nozomu lo miró con la cara llena de dudas, no comprendía del todo bien a lo que se refería su amigo.
-Quiero decir, que en los sitios donde hay muchas personas no se ven las estrellas y viceversa. -explicó
-Ah… vale.
-Pero en el fondo tampoco es tan distinto. Puede ser una metáfora de la vida de una persona. Cuanto mayor es la capa de tristeza que se acumula en el cielo de una persona menos estrellas se ven. Primero se esconden las que menos lucen, y luego las demás hasta que todo se queda negro. Tal vez se pueda quitar esa coraza y se vea alguna, una estrella que brille más que las demás que te haga comprender que no estás solo en la inmensidad del universo, que las otras siguen ahí, aunque no se vean. Pero cuando el cielo es totalmente opaco es muy difícil encontrar esa única estrella brillando.
-Ahora si que me he perdido.
-Mi cielo ha llegado a estar más negro que el carbón. -continuó como si no hubiese escuchado a Nozomu. -Pero a veces me parece ver una lucecilla que parpadea. ¿Será esa estrella o una de mis tantas alucinaciones? Eso es lo que me gustaría saber… Quiero encontrar la estrella que brilla, la que brilla para que no me sienta solo, la que brilla por mi. Mirar hacia arriba y verla, que me ayude a guiarme en la oscuridad hasta llegar a las demás que se esconden en algún lugar. Y quiero brillar para ella…
-Tú no te has tomado tu medicación.
-Lo siento, se que digo cosas muy raras.
-No pasa nada… ¿Y las estrellas que brillan son el resto de personas?
-Sí. Todas las personas con las que estás conectado, hay miles incluso más que las estrellas pero no lo sabemos porque algunas brillan my poco y es fácil que se apaguen.
-Esas cosas que dices suenan muy bonitas, Nao.
-Sí soy muy cursi cuando quiero.
-¡No! No eres cursi, pero en el fondo tienes un lado tierno.
-¿Estás insinuando que soy un insensible?
-Esto… solo a veces. -rió el rubio.
-Lo sé. Y también sé que se me ocurren cosas muy extrañas. Bueno, dejemos mis tonterías en paz…
-No son tonterías, creo que eres todo un filósofo y un poeta.
-Lo que tú digas. -concluyó. -Tu abuela se llevó un buen disgusto con lo de tu pelo.
-Ni que lo digas, es una exagerada… A ella no le gusta el pelo rubio porque, como ya sabes, mi bisabuelo era norteamericano y ella nació rubia. En esa época a nadie le gustaba en Japón ese color de pelo, sobretodo después de la guerra, por lo que ella lo pasó muy mal en su juventud porque todo el mundo la insultaba y se burlaba de ella.
-No me extraña que no le guste entonces.
-Ya sé que la gente es muy cruel, pero eso no quiere decir que yo no pueda teñirme si me gusta más ser rubio.
-Supongo. Pero a ti te sienta bien el negro, ¿por qué cambiarlo?
-Porque me gusta ser especial, todo el mundo es moreno. Mi hermana Mihoshi siempre llama la atención por ser rubia. Pues yo también quiero, pero la dichosa genética quiso que yo saliera a mi padre. Y no a mi bisabuelo.
-¿Tú siempre tienes celos de tu hermana?
-¡No! ¡Yo no tengo celos de ella! ¡Solo es que me da rabia que sea mejor en todo que yo!
-Eso, hasta donde sé, son celos.
-¡Qué no!
-Vale, lo que tú digas. No te voy a discutir.
-Tú no lo entiendes porque no tienes hermanos.
-No, no tengo hermanos… -contestó tomando un tono bastante lejano.
-Lo… Lo siento, no quería decir eso…
-Déjalo, si tienes razón… -musitó agachando la cabeza, este movimiento hizo que Nozomu pudiese volver a ver su cicatriz. Al final no había sido una imaginación. Incluso se empinó un poco para verla mejor. - ¿Se puede saber que haces?
-Nao, ¿puedo ser cotillo?
-¿Es que no lo eres ya?
-Bueno, me he fijado en que tienes una marca muy fea en el hombro. -explicó tímidamente.
-Sí, es una quemadura. -afirmó Nao como si quisiese restarle importancia pese a que su voz le delataba.
-¿Cómo te la hiciste?
-Un accidente con agua hirviendo.
-Uy… tuvo que dolerte mucho.
-Horrores… Por eso siempre llevo camisas con el cuello más bien alto, no me gusta que se vea. ¿Te molesta mucho?
-No… -contestó moviendo la cabeza enérgicamente en una negación.
-Menos mal, hay gente que no puede ni verla. Yo soy como una colección de cicatrices y no estoy orgulloso.

Nozomu, como curioso que era, estuvo a punto de preguntarle por cuales eran las demás, pero viendo la cara de Nao, prefirió quedarse con la curiosidad y callar. Si lo que vas a decir no es mejor que el silencio, mejor no hablar. El cabello de Nozomu ya estaba completamente seco por lo que tenía que haber pasado bastante tiempo. Bostezó, ya tenía bastante sueño, su hora de dormir había quedado ya atrás. Los ojos le pesaban como si quisiesen cerrársele solos. Se levantó de donde estaba sentado para marcharse con el mismo cuidado con el que había llegado. Nao en cambio no se movió ni un centímetro.

-¿No vienes a dormir, Nao? -preguntó ya en tierra firme.
-No, quiero estar un poco más aquí. Más tarde voy.
-Vale… Buenas noches.
-Buenas noches. -Nozomu se escondió en el interior de la habitación.
-¡Ah! Nao. -dijo asomando de nuevo. -Como te gustan mucho las estrellas, mañana te voy a llevar a mi rincón secreto que se ven muy bien. ¿OK?
-Como quieras.
-¡Genial! Verás como te gusta mucho. Nos llevaremos a Lenteja y todo, pero a Mihoshi no.
-Celoso. -susurró lo suficientemente bajo para que él no le escuchase.
-¿Has dicho algo?
-No nada, que hasta mañana.
-Hasta mañana Nao, si tienes otra vez una pesadilla dímelo.
-Te lo diré, aunque no se para qué.
-Tú hazlo. -mandó sonriente mientras se ocultaba definitivamente tras la ventana.

Definitivamente Nozomu era el chico más raro que Nao había conocido en su vida, eso pensaba el castaño. Y Nao era el más raro que Nozomu había conocido en su vida, eso pensaba el rubio. Seguramente el resto del mundo (o el cielo según Nao) pensaba lo mismo de ellos dos. Eran raros, y lo sabían. Pero ser raro es otro modo de brillar al fin de cuentas…

viernes, 6 de mayo de 2011

17. Nostalgia, celos y otros sentimientos.

Nao apareció por la puerta de la cocina con la cara aún adormilada el pelo enredado en una maraña y los ojos cerrados por algunas legañas. Al parecer Nozomu había decidido dejarle dormir en paz por lo menos durante ese día. Él no había dormido muy bien, parecía que había llorado y por eso tenía los ojos más cerrados he hinchados que de costumbre. Seguramente había sido por la falta de costumbre de dormir allí. En el fondo le daba un poco de miedo estar tan lejos del hospital.

En la sala solo estaba la madre que no había terminado de desayunar. Esta se quedó mirándole con una sonrisa bastante cálida, que tal vez por eso a Nao le dio una extraña sensación también producida por la falta de costumbre.

-Nozomu y Mihoshi se han ido a ver a unos gatitos que ha tenido una vieja amiga de la albuela. No creo que tarden mucho. Voy a calentarte el desayuno.-informó la mujer.
-Gracias. Siento haber dormido tanto, debo de parecer un maleducado.
-Tranquilo, ya me ha dicho Nozomu que sueles dormir muy mal. Al parecer hoy tuviste una pesadilla y por eso no te despertó. -aclaró acercándole el plato con un poco de arroz y sopa de miso.
-Suelo tenerlas.
-Pobrecillo.
-Señora Nozomi…
-Uy, no me llames así que me siento muy mayor. Mejor Fumiko.
-Vale, Fumiko. Les ha molestado mucho que viniese ¿cierto?
-No hijo. ¿Cómo nos iba a molestar?
-Bueno es porque meter en su casa a un enfermo como yo… Por lo menos un poco de miedo…
-La verdad es que al principio si asusta un poco. Pero eres muy tranquilo y educado. Mis hijos son unos chillones que no paran de discutir, deberían de aprender de ti. Sin embargo, todo el mundo tiene sus prejuicios…
-Sí, todos los tienen. Nozomu es el único que no ha parecido tenerlos conmigo… es un poco insensato.
-Más de lo que te imaginas. De pequeño se fiaba de todo el mundo, una de sustos que nos daba, siempre se estaba perdiendo.
-Eso si que es peligroso para un niño. Uno no se puede fiar de lo que hay por el mundo.
-Ni que lo digas, además es un cotillo, una vez se quedó atascado en unas rejas de una casa abandonada por perseguir a un gato. Le encontramos dos horas más tarde con la cabeza dentro del jardín y el cuerpo fuera. No paraba de llorar el pobre.
-No sé porqué no me extraña viniendo de él.
-Era un niño muy travieso. -sonrió la madre al recordar aquellos días en los que sus hijos no eran más que un par de niños. -Siempre ha pecado de inocente… Y ahora que ha crecido la verdad es que no sé si ha mejorado o no. No me puedo creer todavía lo que le está pasando.
-Debe de ser muy duro que a un hijo le ocurra algo así.
-Mucho. Y a veces me siento culpable de haberle involucrado en este mundo tan superficial. Siempre nos habíamos preocupado por Mihoshi, la hablábamos del tema, la vigilábamos e incluso la llevábamos a un psicólogo de vez en cuando para que se asegurase de que no caía en la anorexia. Nunca pude imaginar que el que caería era Nozomu. Recuerdo que empezó con minucias, como poner papel absorbente para las comidas fritas, saliendo a caminar todos los días. Ni si siguiera me preocupé. -Nao pudo ver como por la mejilla de la mujer rodaba una lagrima cristalina que arrastraba algún resto de maquillaje que quedase en ella. Fumiko se sintió algo incomoda por el silencio del pensativo chico. -Lo siento, debe aburrirte mucho lo que yo te cuente.
-No que va. Estaba pensando en que Nozomu tiene mucha suerte de tener una madre tan buena y amable que se preocupa así con él.
-¡Anda niño no seas pelota! -bromeó la rubia.
-Lo digo en serio. Yo no me acuerdo de mi madre, ya no la recuerdo. A veces me parece poder imaginar como era estar con ella, pero no puedo acordarme de verdad.
-Eso también debe de ser muy duro.
-No tanto, como no la recuerdo no puedo echarla de menos. Aunque me es inevitable sentir una extraña nostalgia. Bueno, ahora soy yo el que la aburre…
-Al contrario, ya se porqué le gustas tanto a mi hijo. Con lo curioso que es seguro que le resultan interesante. O sea no quiero decir que me alegre por esas cosas tan tristes que me dices pero… -las palabras de la madre se vieron interrumpidas por una da las risitas descontroladas de Nao.
-¡Ji, ji! Perdón, pero es que ahora ya sé a quien a salido su hijo. Los dos habláis muy parecido y me ha hecho gracia.
-No pasa nada… Si te hace gracia, ríe. Es mejor que verte totalmente serio como hasta ahora. ¿Y no recuerdas nada a tu madre?
-Ni a mi padre tampoco. Recuerdo sensaciones, pero no personas. Sé que he tenido, que los he llegado a conocer, que cuando tenía miedo llamaba a mi madre y que a mi padre le gustaba volar cometas conmigo, pero no puedo recordarles a ellos. Hace mucho que no los he visto y he olvidado sus caras y sus voces.
-No quiero parecer una cotilla como mi hijo… Pero ¿se puede saber que les pasó?
-No es un tema del que me gusta mucho hablar. Desaparecieron, un día al volver a casa, ellos no estaban y no volvieron más. Fue una sensación de abandono muy grande, y a partir de ahí nada mejoró. Todo fue en picado… ¿No sé si puedo explicarlo bien?
-Tranquilo, te entiendo.
-Es que a veces me cuesta mucho decir lo que estoy pensando. En mi cabeza todo suena bien pero a medida que lo digo me da la impresión de que las palabras se desordenan.
-Claro será parte de… -paró para intentar no meter la pata.
-Esquizofrenia, puede decirlo. No va a ofenderme.
-Ya veo. Eres muy conciente de tu enfermedad, más que Nozomu, mucho más.

Y al mencionarlo, la voz de Nozomu sonó estruendosamente en un agudo chillido. Luego se escuchó las palabras de la hermana metiéndose con el moreno. La madre de la pareja se asomó por la ventana para ver que era lo que ocurría. Fuera estaban ellos dos junto al padre, la abuela y el cachorrillo que era sujetado por la joven con la correa. Nozomu tenía un pequeño gatito que intentaba zafarse de los brazos del chico. Este lo había traído porque quería que Nao y su madre viesen al lindo gato recién nacido. Luego vio como entraba en la casa para poder hacer su propósito, unos segundos después ya estaba en el salón.

-Mirad, este es el pequeño Bizcocho. -habló incluso antes de saludar.
-Ya estamos aquí, buenos días Nao. -dijo la chica en un tono menos nervioso -Como os habréis imaginado, le han dejado ponerle nombre al minino de la señora Yahiko.
-Me ha dejado tenerle aquí un ratito, esta tarde tenemos que volver a llevárselo. ¿Vendrás a devolverlo Nao? Así te enseñamos el río que es muy bonito.
-De acuerdo iré. No creo que me dejes otra opción.
-¡Ja! Claro que no. Que bien me conoces.

Nozomu se pasó todo el medio día jugueteando con el pequeño gatuno. A la hora de comer Fumiko tuvo una pequeña discusión con su madre a cerca de porqué no podía obligar a Nozomu a comer demasiado, aunque la anciana no parecía entender a lo que se refería con lo de que su nieto estaba enfermo y por eso no podía comer mucho. En su época al enfermo se le daba de comer para que se pusiera fuerte pronto. Pero finalmente el chico se salio con la suya. Tal como les mandaron, unos minutos después de la comida Nozomu metió al minino en una cestita para llevarlo mejor, y los tres jóvenes y el perro se dispusieron a devolverlo. En el pueblo las casas estaban bastante alejadas las unas de las otras por los jardines. El paseo se les hizo corto entre las explicaciones que el menor le daba a su amigo y sus discusiones familiares con su hermana. Dejaron al gatito en casa de su dueña, y como era el plan enseñarían el río a Nao.

No era un arroyo similar al artificial que recorría el hospital, como había imaginado el castaño. Era bastante caudaloso y el agua corría a una velocidad moderada pero lo suficiente fuerte como para que se viese la corriente. El río estaba rodeado por una gran abundancia de hierbas que tapizaban de verde el suelo que pisaban y salpicados por algunos árboles como sauces llorones. Además el líquido que corría era claro, tanto que podía verse el fondo y algún pez que pasaba por allí.

-Valla… es más bonito de lo que había imaginado. -murmuró Nao como si pretendiese que sus compañeros no le escuchasen.
-¡Claro que sí! -inquirió Nozomu dando muestra de que había oído las palabras del mayor. -Pero aquí no nos podemos bañar porque la corriente es demasiado fuerte y es peligroso. Más abajo sí.
-Eso te han dicho a ti para que no te metas, seguro que tú llenarías el agua de roña. -se rió Mihoshi.
-¡Claro que no! ¡Yo soy muy limpito!
-Pero el agua es muy cristalina, yo pensaba que ya no había ríos así. -cortó Nao la conversación.
-Eso es porque el agua sale directamente de la nieve que se derrite montaña arriba. Como es un pueblo más bien al norte del país la nieve tarda mucho en descongelarse. Por eso siempre hay un agua muy limpia en esta parte del río. -aclaró la chica señalando el pico de la montaña donde aún se veía cubierto con una capa blanca.
-Eres toda una entendida en estas cosas.
-Es de tantas veces que he venido aquí. Cuando iba a hacer el examen de acceso a la universidad incluso me dejaron aquí a mi sola para que estudiara.
-No es por ser cotillo. ¿Pero que estudias?
-Estudio teleco, ingeniería de telecomunicaciones. Ya sabes fibra óptica, modems, todo eso.
-Yo no entiendo mucho de esas cosas, pero se ve interesante.
-Lo es, a mi por lo menos me gusta.

Nozomu escuchaba enfurruñado la conversación de su amigo con Mihoshi. ¡Porque Nao era su amigo, no el de ella! Parecía que la chica quisiese captar toda su atención, era una egocéntrica, o eso pensaba Nozomu en su cabecita morena. Nao no le estaba haciendo a él ningún caso, ni Nao ni nadie, hasta Lenteja parecía recibir más atención que él. Pensaba mientras miraba al perrillo, al cual llevaba atado su hermana, enfadado como si él tuviese la culpa.

Se alejó de ellos unos metros intentando que no le viesen enfadado. Daba lo mismo, de todos modos no iban a percatarse. Caminó bastante cerca del borde de la orilla, mirando las aguas corriendo.

-¡Nozomu! -oyó llamar a su hermana. -¡¿Qué haces?! Venga que nos marchamos sin ti.
-Va… -contestó con desgana.

Pero al ir a girarse el tobillo se le torció. Tan mal lo colocó que perdió el equilibrio. Un segundo después estaba cayendo al agua que tanto miraba, mientras él solo pudo abrir desorbitadamente sus redondos ojos verdes y soltar un agudo grito. Esta última reacción y el sonido del chapuzón fueron los que hicieron que Nao y Mihoshi se percatasen de que Nozomu se había caído al río. La primera acción de ambos fue correr a sacar del agua al chico. Como Nozomu había advertido la corriente dificultó bastante la acción. Pero por suerte entre los dos pudieron sacarle a tiempo del agua. Eso sí los tres acabaron calados hasta los huesos.

-¡¿Estás tonto?! ¡Mira estamos empapados! -chilló Mihoshi.
-¡Ni que hubiese sido culpa mía! Me tropecé. -explicó el chico todavía enfadado.
-No… Nozomu… -intentó hablar Nao entre la discusión.
-¿Qué pasa?
-Tu pelo… Tu pelo es rubio otra vez.
-Es verdad, mírate.
-Eso no puede ser. -dijo agarrando uno de los mechones al que se le escurrió el tinte. -¡Ay! ¡Que voy a hacer! ¡Si me ve la abuela se va a enfadar!
-¿Te acabas de caer a un río y lo único que te preocupa es que se te ha ido el tinte?
-Pero que nos hemos caído lo podemos explicar, pero cómo le digo yo ahora a la abuela que soy rubio.
-Bueno el que te has caído eres tú, nosotros te hemos ayudado. -puntualizó Nao.
-Vale, diré que el torpe he sido yo, pero me preocupa más lo que me diga del pelo.
-Eso ya es problema tuyo, majo. -siguió la hermana.
-Jopeta… -acabó de hablar el de nuevo rubio Nozomu, mientras los tres se incorporaban para llegar, como fuese a la casa.