viernes, 26 de noviembre de 2010

10. Las grullas rotas.

“Espero que vuelvas pronto.”

Pudo leer Nozomu en un trozo cuadrado de papel lila con una elegante letra redondeada. Los ojos del rubio se volvieron brillantes como si una capa de barniz de amargura los cubriese. Aun así sin, ningún tipo de pena ni resentimiento ni pena, tiró de cada lado de la que antes era una grulla rompiéndola en dos trozos más o menos iguales y haciendo lo mismo con esos dos convirtiéndolos en cuatro para luego solo acabasen en la papelera. Después tomó otra grulla para deshacerla, leer lo que en ella ponía y repetir el proceso mientras mascullaba palabras confusas como si de un conjuro se tratara.

Amai corría alegremente hasta el lugar donde había dejado a sus dos amigos esperando. Pero al único que vio fue a Nao sentado en el banco de metal junto a su oso Miss Teddy Margot. Parecía muy distraído y ensimismado en su mundo mental y esa situación era muy tentadora para gastarle una bromita.

-¿Quién soy? -preguntó la chica tapándole los ojos desde detrás intentando poner una voz grave.
-Cuanto tiempo sin verte Hanako. -contestó el castaño sabiendo que eso molestaría a su amiga.
-¡Uy! ¡No me llames así! -se quejó ella dándole un fuerte tirón de la coleta a modo de venganza.
-¡Ah! ¡Que daño!
-No me vuelvas a llamar como a esa tonta y no te tiraré del pelo. -respondió poniendo una pose de orgullo y algo de altivez.
-Tampoco es para tanto…
-Si es para tanto. ¿Te gustaría que te llamara Tsuke? ¡A que no! ¡A que no!
-No es lo mismo… A ti Hanako no te ha hecho nada malo…
-Si que me lo ha hecho. Me daña en lo más profundo de mi sensible corazoncito.
-Vale, vale… hay que ver como te pones cuando hablamos de ella.
-Jeje, ese es mi lado oscuro. Y todavía no lo conoces bien, guapo.
-Lo que tú digas, pues controla tu lado oscuro.
-Lo intentaré pero no te garantizo nada… Cambiando de tema, ¿dónde está Nono?
-Fue a su cuarto a dejar unas grullas de papel que le trajeron unas compañeras de clase. Supongo que ya no tardará mucho.

Pero Nozomu, perdido en sus propios pensamientos, parecía haberse olvidado completamente de que les había dicho que volvería enseguida. Las grullitas que sus compañeros le regalaron se habían convertido en unos pedazos de colores, y las pocas que habían conseguido sobrevivir a la matanza estaban esparcidas por el escritorio. Nozomu las miraba con una extraña mezcla de amargura y rabia en los ojos. Ya casi se había olvidado de que tenía que volver con los otros dos residentes. La cabeza le dolía como si le estuviesen clavando mil agujas el cerebro. Su respiración era pesada y hacía que el labio inferior le temblase. En esos momentos se recordaba al propio Nao cuando se ponía nervioso.

Decidió salir en el cuarto dejando toda la habitación llena de pájaros descuartizados. Bajó las escaleras casi arrastrando los pies. Y salió del pabellón perdiéndose por los largos jardines del hospital.

Definitivamente te había olvidado de que tenía que regresar a las pistas. Andaba por un camino que ni él sabía a donde le llevaba, ni le importaba. No quería hablar con nadie, ni ver a nadie… cosa realmente rara en él, o eso creía todo el mundo. Pero Nozomu estaba harto, muy harto y cansado. Y ni siquiera él sabía bien de que exactamente. Pero sabía que no le gustaba sentirse así. Perdido. Perdido y solo en un lugar extraño, con gente extraña. Y lo que más le perdía era que se encontraba mejor allí encerrado que fuera con la gente supuestamente “normal”. Eso era lo que más detestaba “la gente normal” . ¡Que odiosos! Con esos aires de superioridad que a veces se llegaban a confundir con una estupidez que rozaba el límite de lo insospechado. Y encima hipócritas. Él no era un chico “normal” por eso no le querían… a nadie le gustaba. Seguro que los falsos de sus compañeros de clase incluso se habían alegrado de perderle de vista. Y si no saliese nunca ninguno de ellos se preocuparía por decir “¿Qué habrá sido de Nozomi?” Ellos no eran ni un ápice mejores que Nao o que Amai ni que él tampoco.

En su cabeza rubia todas esas ideas confusas e inconexas daban vueltas una y otra vez como si estuviesen en el centro de un huracán. Y eso hacía que la cabeza le doliese más. Si es que eran malos hasta para la salud. Cerró sus ojos esmeralda y respiró profundamente como si eso consiguiese que el dolor de cabeza se disipara. Deseó por un momento olvidarse de todo, absolutamente de todo de lo que le había pasado antes de entrar allí. No recordar a nadie, solo a su familia. Y cuando los volvió a abrir se encontró con una figura al otro lado de una de las pequeñas parcelas del jardín.

Se fijó mejor. Era un señor mayor apoyándose en un bastón de madera, que parecía algo perdido. El típico abuelillo con aspecto entrañable pero despistado como si no supiese donde tenía que ir. El rubio corrió unos metros hasta el seños para ver si podía ayudarle en algo. En ese momento quería sentirse un poco útil.

-Señor… Señor… ¿Necesita ayuda? -preguntó el chico acercándose por detrás, tocando el hombro del anciano desde su posición. Cuando el hombre se dio la vuelta se le quedó mirando fijamente como si tratase de escanear a Nozomu.
-¿Shinobu? -preguntó viéndolo con expresión algo confusa y extrañada que sorprendió bastante al equivocado aludido. -¿Qué haces aquí, Shinobu?
-Yo… esto señor, yo no me llamo Shinobu. Se está equivocando. -contestó Nozomu tratando de ser lo más educado posible.
-No, tú eres Shinobu sin duda. En Japón no hay muchas chicas con el pelo rubio como tú Shinobu. Pero… ¿Por qué te has cortado el pelo? -respondió totalmente convencido de lo que le estaba diciendo. Nozomu se sintió un poco raro por haber sido confundido con otra persona y para colmo con una chica y no sabía que contestar.
-Lo siento pero es que yo no soy Shinobu…
-¿Pero como te has podido olvidar de tu propio padre? ¿Es que llevo tanto tiempo sin verte?
-Pero señor… si es que yo nunca le había visto antes. Me está confundiéndome con otra persona. Yo me llamo Nozomu. Y además soy un chico. Vale que tengo un aspecto andrógeno pero no es para llamarme chica… creo.
-¿En serio? ¿En serio tú no eres mi Shinobu? -habló el desconocido con un tono que denotaba bastante su desilusión.
-No… lo siento pero mi nombre es Nozomu Nozomi… ¿Puedo ayudarle en algo? ¿Se ha perdido?
-Creo que sí, no recuerdo donde tenía que ir. Ni tampoco por donde tenía que ir… a donde fuese.
-¿No? Este lugar es laberíntico… Le puedo acompañar hasta el pabellón central allí podrán ayudarle mejor que yo. -concluyó el rubio indicándole al anciano que comenzasen a caminar pausadamente hasta donde seguramente debía de estar ese hombre. -Por cierto señor, ¿cómo tengo que llamarle?
-Yamato está bien… ¿Y tú como te llamabas?
-Nozomu… Nozomu Nozomi, señor Yamato. -volvió a decir por tercera vez el joven.

Nao miró fijamente a Amai otra vez como si pretendiese leer lo que había escrito en la complicadamente de esa chica. Amai por su parte intentaba poner su mejor cara de póquer para que el castaño no lograse su intención. A los dos el tedio ya les podía, y se intentaban entretener con uno de esos juegos cuanto menos tontos e infantiles.

-Una mariposa. -sentenció el chico con media sonrisa triunfal.
-¡Jopeta! Otra vez lo has adivinado. Seguro que estás haciendo trampas.
-¿Y como se supone que las hago?
-Eso es lo que todavía no he llegado a entender…
-Si es que eres muy simple, o son animales o bichitos o cosas así…
-Lo que tu digas. Venga te toca… ¿Qué ves?
-Este juego es un autentico aburrimiento.
-Ya… ¿pero donde se su pone que está Nono? ¿Se lo ha comido el mounstruo de debajo de la cama? ¿O qué? -preguntó cometiendo una de sus habituales incorrecciones en el lenguaje oral.
-No sé donde estará.
-¿Vamos a buscarlo?
-Bueno, vamos a ver donde se ha metido… -se pusieron de acuerdo ambos levantándose del banco en el que aun estaban sentados y sin olvidarse de llevar con ellos a el osote Miss Teddy Margot.

Los dos chicos y el oso caminaron hasta el edificio donde se suponía estaba el tercero en el grupo. Subieron hasta la planta donde los pacientes con una menor masa corporal pasaban las horas de tedio como hacían todos en ese hospital. Amai llamó a la puerta del cuarto con número 184 con bastante energía mientras exclamaba el nombre de el rubio para que saliese de su escondrijo. Pero nadie les contestó. Esperaron un par de segundos dándole una oportunidad para responder a su llamada. Pero nada de nada.

-Capaz será de haberse quedado dormido. -acusó el castaño mirando la puerta cerrada.
-Sí… como venganza por haberle dejado a él solo ayer ¿no? -siguió ella con tono bromista girando el pomo de la puerta para abrirla.

Los dos pasaron al todavía vacío dormitorio del chico rubio. Como era una habitación pequeña no hacía falta mucho para percatarse de que allí no había nadie aparte de la pareja de amigos y el peluche.

-Una de dos: o Nozomu se ha largado y nos ha dejado plantados como palmeras… o el malvado mounstruo de debajo de la cama se lo ha llevado a su reino de terror para hacer caldo con él. -se rió ella mientras que hacía el gesto de mirar bajo el mueble donde dormía el chico como si jugasen al escondite. -Si resulta que es lo segundo tendremos que ir a salvarlo, pero si resulta que en realidad es lo primero la que hará caldo con él seré yo.

La chica se quedó callada unos segundos cuando sus ojos castaños se fijaron en un trozo de papel rojo en el suelo. Para luego incorporarse mirando alrededor encontrado toda la habitación llena de esos colores y que Nao también se había percatado de ellos. El castaño los miraba con un gesto serio y algo rígido. Parecía algo molesto por aquello que se habían encontrado.

-¿Qué será todo esto? -se cuestionó la morena mirando todas las grullitas destrozadas encima del escritorio y en la papelera de esa habitación.
-Esas son las grullas que le han regalado sus compañeros de clase a Nozomu. -contestó algo secamente el castaño.
-¿De veras? ¿Y por qué las ha roto?
-No lo sé… pero no me parece bien. Ellos han tenido que estar esforzándose para hacer tantas. No debería haberlas roto. Pero él sabrá por qué lo hizo…

Nao desde luego también se sentía fuera de si. ¿Qué más le daba a él lo que hiciese Nozomu con esos pájaros de papel? Eso le dolía, por algún motivo le molestaba el gesto que el rubio había tenido con sus compañeros. Tal vez por que con él nadie había tenido con él un detalle como el de ese grupo con Nozomu. Y que los despreciara realmente le había molestado.

“No puede ser que de veras ese chico te importe tento como para enfadarte.” habló la famosa voz de la cabeza del joven haciendo de nuevo acto de presencia.

-Cállate Noa. -susurró el castaño intentando que la chica no le escuchase pese que realmente ella ya conocía la existencia de esa alucinación.

“¿Es que no te alegras de volver a tenerme aquí? Admítelo, no sabes vivir sin mí.” Siguió hablando la voz a su aire como. “Mírate, me despisto un par de días y te vuelves un débil que se molesta por una tontería que ha hecho un criajo egoísta y desagradecido.”

Puede que tuviese un mínimo de razón… ¿Dónde había quedado su filosofía de “Al mundo no le importa Nao, a Nao no le importa el mundo”? Pero por algún motivo estaba molesto por eso… Y Nozomu no parecía de ese tipo de personas que desprecian los regalos de los demás. Puede que por otro lado quisiese entender por qué las rompió.

domingo, 14 de noviembre de 2010

9. Gente que espera.

-“Estaba el señor don Gato, sentadito en su tejado. Marrama… ¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! Sentadito en su tejado. Ha recibido una carta…” -canturreaba una dulce vocecita en los sueños de Nao.

Todo estaba tan oscuro que solo podía ver sus propias e infantiles manitas haciendo botar una pelota de goma azul. Y solo se escuchaba a si mismo entonando aquella intrigante canción y el ruido de la pelota a chocar con el suelo a modo de metrónomo. Aunque todo fuese un sueño podía sentir frío y la humedad que helaba sus pies descalzos y una brisa cortante chocando con el resto de su piel.

-Nao… ten cuidado. Si rompes algo con la pelota se enfadará mucho. Te volverá a regañar, además él ya te había prohibido que jugaras en casa… -advirtió otra vocecilla muy similar a la cantarina.
-“¡Miau! ¡Miau! ¡Miau! Sea caído del tejado…” No te preocupes, Noa. No se va a enterar. Tu solo descansa y ponte bueno, yo me ocupo de lo demás. “Se ha roto siete costillas…”
-Pero hoy me toca a mi.
-“El espinazo y el rabo…” He dicho que no te preocupes yo lo haré por ti. “Ya lo llevan a enterrar caminito del mercado. Marrama… ¡Miau! ¡Mia…!” Ya viene… -murmuró cuando de pronto se escucharon unos pasos sigilosos.

Nao se despertó como si unas cuerdas de marioneta tiraran de él haciendo que se incorporara. Su respiración se había acelerado bastante debido a esa ultima parte del sueño, él ya sabía como continuaba y no quería ni pensar en ello. Hacía mucho que no tenía esa pesadilla, pero ahora volvía a su mente como si pretendiera avisarle de algo. Tal vez era solo por lo nervioso que estaba esos días y las vueltas que había empezado a darle a todo lo que ocurría a su alrededor.

-Sí… solo es eso… me estoy preocupando demasiado. -se dijo a si mismo después de esa corta reflexión mientras sus pulmones se relajaban progresivamente.

Era más temprano que lo que el castaño acostumbraba a despertar por su propio pie, pero lo raro era que no hubiesen aparecido por allí Amai o Nozomu para obligarle a hacerlo. Tal vez es que había asustado demasiado al rubio con lo del día anterior, aunque no lo recordase muy bien sabía lo ocurrió. En cierto modo se sentía algo culpable de ello, por lo que decidió ir a buscarle para explicárselo. El problema ahora era donde podrían haberse metido. Se paró a pensar un par de segundos en silencio esperando a que la bombilla se le encendiera por sí sola. De pronto lo que esperaba se hizo y recordó como sus dos compañeros hablaban hacía un par de días de ir a jugar a las pistas que había en el hospital. Allí iría.

Unos minutos más tarde llegó a donde su intuición le llevó, efectivamente allí estaban ambos. Amai corría tras haciendo botar un anaranjado balón de baloncesto mientras el rubito intentaba seguir su ritmo y arrebatárselo sin conseguir nada. Los dos parecían bastante animados en comparación al día anterior. Les miró un par de segundos y luego se percató de que había allí una cuarta persona. Desvió sus ojos negros a un hombre joven que no llegaría a los treinta años de pelo negro y ojos azulinos enmarcados en unas gafas de un color similar. Estaba sentado en un banco de acero junto a un osote de peluche que casi lo ocupaba entero. Se acercó lentamente al moreno para saludarle antes de molestar el intenso juego de los otros dos.

-Buenos días Keigo. -saludó levantando un poco la mano a la altura de la cabeza.
-Hombre Nao, cuanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás? -preguntó él poniéndose de pie para recibir al chico.
-Bien aquí estamos, como siempre. ¿Ya le has traído a Miss Teddy Margot a Amai? -siguó el más joven refiriéndose al oso de peluche.
-Sí, ya me ha dicho Mizuki que ayer se deprimió y decía que no la quería. Espero que no te molestara demasiado.
-No, a mi no me molesta nada.
-¿Y ese chico? Nozomu creo que dijo que se llamaba. ¿Es nuevo? Nunca le había visto antes.
-Sí llegó hará unas tres semanas.
-Parece que se ha hecho amigo de Amai, me alegro. Tiene pinta de que es muy simpático por lo que hemos estado hablando.
-Sí, ellos se han llevado muy bien. Son tal para cual.
-Estarás contento de que los dos valláis mejorando. -insinuó con media sonrisa mirando a Nao.
-¿A que te refieres?
-A que antes ninguno de los dos os dejabais tocar por nadie. Puede que fuera que cuando erais pequeños os parecía que nadie os iba a entender. Pero mira ahora…
-Amai a mejorado mucho… creo que no le queda mucho para salir de aquí.
-Tú también saldrás pronto. -le alegró dándole una palmada en la espalda.
-Amai… vamos… vamos a parar un poco… -propuso el rubio con la respiración entrecortada por su poca resistencia al esfuerzo físico.
-¡Pero que flojo eres Nono! -contestó la chica parando en seco su carrera.
-¡Yo no soy flojo! -se quejó el rubio andando hacia los dos del banco metálico. -¡Nao! ¿Ya te encuentras mejor?
-Sí, ya estoy bien. Gracias. -contestó el castaño desviando un poco la mirada algo avergonzado por lo ocurrido el día anterior. -Siento haberte asustado.
-No fue nada, además fui yo el que me puse muy pesado. No volverá a pasar. -siguió el chico más bajito con una enorme sonrisa. Nao no le respondió solo le dedicó una mirada a modo de agradecimiento.
-Bueno chicos, yo creo que me tengo que ir yendo. Ya voy tarde al trabajo. -habló Keigo mirando su reloj de pulsera. Para luego acercarse a la chica que seguía muy afanosa en marcar canastas con su balón anaranjado. -Amai, yo ya me voy.
-¿Qué? ¡Jopé! -se quejó ella al oír eso.
-Ya, pero lo siento me he ausentado mucho.
-Pero te voy a echar de menos… -siguió Amai bajando la cabeza.
-No te preocupes son solo unos días, además estás con tus amigos. -dijo él acariciándola el pelo para consolarla.
-¡Pero que no te se olvide llamarme!
-Se dice “se te” no “te se”. -corrigió el joven echando una suave risa.
-¡Como sea! ¡Tú no te olvides!
-De acuerdo no me olvidaré. -finalizó con tono amable dándole un suave beso de despedida en la frente. Luego se volvió a dirigir a los dos chicos. -Me alegro de haberte conocido, Nozomu y a ti de verte de nuevo Nao. Cuidad bien de mi hermanita. Nos vemos pronto.
-El placer ha sido mío. -contestó el rubio mientras el joven se marchaba hacia el aparcamiento.
-¡Voy a acompañar a Kei-chan hasta el coche ahora vengo!-exclamó Amai agitando la mano en el aire con fuerza.
-El hermano mayor de Amai parece amable lo poco que hemos hablado. -Empezó Nozomu con su habitual sonrisa.
-Keigo no es el hermano mayor de Amai. -corrigió Nao.
-¿No? Pues antes la llamó hermanita.
-Pero no lo es. -comenzó a explicar el castaño mientras se sentaba en el banco metálico junto al gran osote. -Amai es como yo.
-¿A que te refieres con “como yo”? -preguntó el curioso rubio sentándose al lado de su amigo.
-A que a los dos nos abandonaron. -contestó impasiblemente clavando sus ojos negros en el cielo nublado. Nozomu se quedo callado esperando a que el castaño siguiese con su explicación. -Solo sé lo que ella me ha contado, es normal que no le guste hablar del tema. Pero me dijo que ella y su madre eran iguales, ambas tenían la misma enfermedad. Ella la abandonó en una casa de acogidas. Tuvo suerte y Keigo la adoptó.
-Ya entiendo… -murmuró Nozomu asintiendo con la cabeza. -¿Y tú también estuviste en esa casa de acogidas?
-Que más me hubiese gustado… -respondió amargamente en un susurro como si no quisiese que le escuchara.
“Nao te cuidado, si no te portas bien, si le enfadas te volverá a castigar.” Sonó la voz del sueño sobresaltando a Nao bastante incluso haciendo que diese un pequeño salto en el sitio.
-Nozomu, ¿has dicho algo? -preguntó por si por un casual no fuese su mente jugandole una broma pesada.
-No, no he dicho nada… -contestó el rubio volviendo a poner voz algo preocupada por su amigo. -¿Te pasa algo? ¿Te encuentras mal? ¿Necesitas descansar?
-No es nada solo es que esta noche tuve un mal sueño y no me lo quito de la cabeza, pero no te preocupes estoy bien. -siguió él notando como estaba alarmando al pequeño rubio.
-¿Una pesadilla? Sabes, yo cuando tengo pesadillas las escribía en un papel y luego lo quemaba.
-¿Y servía para algo?
-En realidad no, pero yo lo hacía. -dijo riéndose porque realmente sonaba tonto.
-Pues mejor yo no lo hago, lo que me faltaba que me pillaran quemando cosas y me tomasen por un pirómano.
-Sí la verdad es que no es muy buena idea hacerlo aquí.
-¡Nozomu! -exclamó Sachiko interrumpiendo la conversación.

Parecía muy alegre, bueno aunque esa enfermera siempre parecía estar contenta. Se acercaba progresivamente a los dos pacientes mostrando un ramo multicolor, que desde la posición de los chicos no se veía muy bien lo que era.

-Mira lo que te han traído unas compañeras de clase para que te recuperes pronto. -habló la mujer mostrando que lo que le daba color al ramo eran unas grullas de origami hechas con papel.
-Valla, que bonitas. ¿Dónde están ellas? ¿Se han marchado?
-Sí dijeron que tenían que ir a trabajar. Pero que esperan que vuelvas pronto a clase.
-Serian Keru y Kanata, son las únicas que trabajan, que monas. Me gustaría haberles dado las gracias.
-Pero no solo ellas, dijeron que las habían hecho entre todos los compañeros y que te han dejado mensajes escritos dentro de las grullas. Tus amigos te deben de querer mucho. Que suerte tienes. -explicó con una amplia sonrisa.
-Sí… supongo.
-¿Pero eso para que es? -preguntó Nao mirando los aves de papiroflexia.
-¿No lo sabes? -preguntó Nozomu con voz muy extrañada.
-La tradición dice que si alguien logra reunir mil grullas de papel a este te le concederá un deseo. Por eso es costumbre regalarles ramos de grullas a los enfermos, para facilitarles el trabajo. -contestó la enfermera.
-Pues no lo sabía.
-Valla, Nao, mira que no conocer esas cosas tan elementales. Eres todavía muy crío.
-Y eso me lo dice alguien que quema papeles con pesadillas.
-¡Huy! No te metas conmigo Kanou o la vamos a tener.
-Sí no me digas eso que me aterrorizas. -siguió en tono jocoso -Será mejor que dejes tus grullas queridas en tu habitación. Se va a poner a llover y no querrás que se te estropeen.
-¡Claro que no! Voy a mi cuarto ahora mismo a dejarlas. Tú quédate aquí esperando a Amai y cuidando a Miss Teddy Margot. -sugirió señalando al oso de peluche sentado junto a Nao.

Nao siguió con su negra mirada los pasos alegres del rubio junto a los de la enfermera. No podía evitar sentir como algo le dañaba en su corazón, como si alguien le quemara con un cigarrillo encendido o con agua hirviendo. Tenía celos, una enorme envidia de sus dos amigos. Ellos tenían gente al otro lado de las verjas, tenían amigos y familia, personas que le querían y querían que volviesen con ellos. Pero él no tenía a nadie. Nadie le esperaba, nadie estaría allí con una sonrisa cuando saliera del hospital. En momentos como esos le parecía que salir de aquel odiado lugar no iba a solucionar nada. Que su amargura no iba a desaparecer como por arte de magia al irse. Y no solo eso, ¿cuándo salieran de allí Nozomu, Amai y él seguirían siendo amigos o se separarían? No quería perderles también a ellos. Pero ellos seguirían con sus vidas… no le esperarían… ellos eran fuertes, no como él.

“Por fin te das cuenta de lo solo que estás.” habló Noa desde su posición cerebral.
-Tienes razón. Estoy tonto… hablo como un niño pequeño. La vida es así, no debería haberme encariñado de ellos. -se recriminó a sí mismo como si se decepcionara.

Pero por mucho que se lo prohibiese a si mismo una y otra vez, no podía evitar tener ese miedo infantil e irracional a volver a quedarse solo. Simplemente le superaba.