martes, 20 de septiembre de 2011

23. Perdidos en el Laberinto.

La libertad se había terminado ya. Era una pena pero Nao y Nozomu le decían adiós a sus vacaciones fuera del hospital y se disponían a regresar montados en el coche de la familia Nozomi. El viaje era corto, para Nozomu le resultó idéntico al que hizo el primer día que estuvo en ese hospital, pero con la diferencia de que ya no llevaba el miedo de estar solo. Porque ahora tenía amigos y eso le alegraba. Ya tenía ganas de volver a ver a Amai después de tanto tiempo. Pero lo que nadie salvo él sabía era que ahora ya ni si quiera se aburriría cuando no estuviesen ellos dos visibles.

Al llegar la psicóloga de Nao, Mizuki, les estaba esperando. El rubio pensaba que esa mujer era muy protectora con el castaño, casi como una madre, la verdad es que le hubiese gustado que la suya fuera un poco más amable, más como la morena y no tan seca como era. Les saludó cariñosamente y luego le dijo al rubio que le gustaría que hablaran de cómo ha estado Nao esos días fuera pero que antes se reinstalaran en las habitaciones.

Este proceso en el caso de Nao fue de lo más rápido, al parecer Amai no había podido volver ese día por un problema con el avión, según les dijo Mizuki. Por otro lado Nozomu, que era mucho más organizado tardó en colocar toda la ropa que se había llevado de viaje. Y no solo era la ropa.

-Nao, Nao. -dijo en un susurro, indicándole que quería pasar a la habitación, no quería que nadie supiera lo que había escondido en su maleta. -He traido una cosa. Te la enseño a ti pero a nadie más. Ni se te ocurra decírselo a nadie.
-¿El que es por el amor de Dios? ¿Droga? -contestó el castaño sentándose sobre la cama del cuarto.
-Mira. -habló mientras de uno de los jerseys sacaba un pequeño portátil, el mismo que el día anterior vio en la casa.
-Es tu ordenador. ¿Por qué lo has traído? Aquí ya hay ordenadores.
-Ya, pero tienen un montón de cosas censuradas y no te puedes meter en el mío no. Si se entera alguien me va a caer una buena. Me he traído hasta el pincho con conexión a Internet.
-¡Eres un…! -exclamó Nao algo enfadado pero sin saber como reprochárselo.
-Venga Nao, no te enfades. No es malo, solo lo quiero para conectarme a hablar con mis amigas del foro.
-Mira, haz lo que te de la gana pero no pienso ayudarte si te pillan. No es asunto mío.
-Gracias, Nao. ¿Pero puedo dejarlo en tu cuarto mientras voy a hablar con Mizuki?
-Te he dicho que hagas lo que quieras, no me vas a hacer caso de todos modos.
-Bien. Pues voy a ponerlo aquí. -dijo dejándolo sobre la mesa y presionando al botón de encendido. -Te lo enciendo, vale, puedes mirar lo que quieras.
-Sabes que no me gustan esas cosa.
-Ya pero a ver si así aprendes a usarlo. -habló riendo el chico.
-Ni lo voy a tocar…
-Bueno, aquí está. Yo me voy a hablar con Mizuki sobre lo requetebién que nos lo pasamos en el pueblo. -finalizó saliendo por la puerta.

Nao se quedó asolas con la máquina. Como muy bien le había dicho a Nozomu, no le interesaba lo más mínimo. Pero de pronto escuchó un sonido corto pero intenso y vio una pestaña abierta en la pantalla. Una que antes o estaba. Se acercó a mirar lo que ponía. No sabía lo que era muy bien.

Hola, Pia.

Había escrito. ¿Qué sería eso? ¿Estaban hablando? Debía de ser eso de lo que la gente llamaba chat. Podía parecer raro que alguien no supiese lo que era un chat, pero Nao no había tocado un ordenador a no ser que fuese para estudiar, y en un hospital no suelen hablar de esos temas. Por eso no estaba seguro de lo que se trataba, cosas como esa hacían que se sintiera como si viviese en una burbuja.

Volvió a sonar el ordenador asustando un poco al castaño.

Pia, ¿estás ahí?

Leyó Nao debajo del mensaje anterior. Tendría que contestar.

No soy Pia, este es el ordenador de Nozomu. Escribió bastante torpemente.
¿Nozomu? Será el nombre autentico de Pia. Respondió la persona de detrás de la pantalla.
Será. Puso el castaño que no salía de su asombro.
¿Y tú quien eres?
Yo, Nao.
¿Eres amigo de Nozomu?
Sí.
Es que estoy un poco deprimida. Y necesitaba hablar con alguien. ¿Tú eres como nosotras?
¿Cómo qué?
Ya sabes… que si eres un príncipe…
Sigo igual.
A Nozomu la ingresaron.
Lo sé, yo también estoy ingresado.
¿De veras?
Si.
¿Y como es? Es que me van a ingresar en uno y estoy algo nerviosa.

-¿Qué como es? Menuda pregunta… -dijo Nao en voz alta para si mismo. Le costaba bastante escribir al teclado ya que solo movía un par de dedos lo que le ralentizaba bastante y hacía pesada la conversación.

Bueno, no es tan malo.
¿Cuánto llevas allí?
Poco… Unos meses.

“¡Qué mentiroso eres!” habló Noa de modo despectivo.
-Ya, pero pobre chica, no quiero que se asuste.
“Al final resulta que vas a ser un blando.”
-Lo sé, pero no puedo evitar que me de pena. Sé lo que debe de sentir. Debe de estar perdida, perdida y atemorizada. Eso es muy triste.

Lo siento pero me tengo que ir. Dale recuerdos a Pia.
Vale.
Nos leemos, adiós.
Adiós.

Nao estaba bastante sorprendido. Le resultaba increíble que se pudiese hablar con alguien que no sabía donde estaba ni como era. Ahora que lo pensaba cuando la chica hablaba se refería a Nozomu como una chica. Claro, Nozomu era un nombre que se le podía poner tanto a un niño como a una niña, y viendo que su sobrenombre era Pia normal que pensase que era una mujer.

-Con que eso pasó… -dijo la mujer de anteojos desde el otro lado de la mesa en la que se había sentado junto a Nozomu.
-Sí, se puso muy nervioso… pero hice como me enseñaste y todo salio bien. -aclaró el rubio orgulloso de si mismo. -Pero por lo demás nos o pasamos muy bien.
-Fuiste muy valiente, Nozomu. Muchos no hubiesen sido capaces.
-Gracias… -contestó poniéndose algo colorado. -Mizuki-san, ¿tú sabes quien es Tsuke?
-¿Tsuke? ¿Te ha hablado Nao de él?
-Bueno, no exactamente, cuando se lo pregunté es cuando se puso así, como le he contado.
-No me extraña. Es una larga historia.
-Pero quiero saberlo. Él me ha contado cosas sobre Noa, pero nunca quiere hablar de Tsuke.
-La verdad es que es complicado. ¿Nao no te ha hablado de nada?
-Ya le he dicho que no. Nada de nada. Pero ese tipo debe de portarse muy mal con él así que creo que alguien tiene que hacer algo.
-No hace falta hacer nada, Nozomu, Tsuke no existe. -habló muy seriamente la doctora.
-¿No? Pues… ¿Por qué Nao le tiene tanto miedo?
-Porque el cree que existe, y de hecho una vez existió.
-¡Yo me estoy haciendo un lío!
-Espera un momento… -pidió la morena mientras se levantaba a buscar algo en uno de los que parecían miles de archivadores que tenía en el despacho. -Aquí está…
-¿El que? -preguntó Nozomu curioso.
-El expediente de Nao. -volvió la mujer con uno de los cuadernos en la mano. -Y este… El autentico Tsuke. -dijo tendiéndole una fotografía.

En ella se veía a un hombre joven, no llegaría a los treinta años. Su pelo era corto y castaño con los ojos igualmente marrones. Se daba cierto aire al propio Nao. La verdad es que no se podía creer que ese fuese el hombre que aterrorizaba al castaño, ya que se veía bastante amable.

-Su nombre autentico era Ritsuke Shihana. El hermano menor de Manami Kanou, la madre de Nao.
-En otras palabras que es el tío de Nao. -dedujo Nozomu.
-Era.
-¿Qué le pasó?
-Murió. Mejor dicho se quitó la vida. Cuando los padres de Nao murieron en aquel accidente…
-¡¿Los padres de Nao están muertos?! -interrumpió bastante impactado por la noticia que acababa de darle.
-Si…
-Pe… pero… Nao, Nao dice que… -intentó hablar poniéndose algo nervioso.
-Nao no lo sabe, bueno lo sabe pero no quiere admitirlo. Su cerebro se niega a aceptar lo que pasó, no quiere pensar que está solo. Él mismo se creó la ilusión de que solo se han marchado y que volverán a por él. Lo cree desde que es mi paciente, lleva cinco años, si no más pensando que su familia regresará. -explicó la doctora con un deje de amargura.
-Pero… eso en imposible, son muchos años…
-Ya, pero el poder de la mente humana es mayor del que nos imaginamos. ÉL se creó esa realidad alternativa y cree fielmente en ella. Para Nao esa es la verdad, y por mucho que se le diga lo contrario lo seguirá siendo.
-No lo entiendo…
-Es normal. Estos temas son complicados hasta para los mejores psiquiatras. Nadie entiende al cien por cien la mente humana.
-¿Pero está bien dejarle vivir en un engaño?
-La moral es todavía más complicada. Ese engaño es la única esperanza que le queda, si no puede que ya se hubiese rendido hace mucho. Pero no lo ha hecho porque confía en que todo volverá a ser como era antes del accidente. La soledad puede ser devastadora en una persona. Y Nao ha estado muy solo. -Mizuki miró al chico que no contestaba solo observaba la fotografía del “autentico Tsuke”. -Solo te pido, Nozomu, que no le digas nada de esto a él. Se supone que no te puedo contar esto.
-¿Y por qué me lo dice?
-Nozomu, no sé porqué pero confió ciegamente en ti. Puede que lo único que necesite Nao sea otra esperanza. -contestó sonriéndole poniendo la mano en el hombro del joven. -No te digo que valla a ser fácil, pero sin la presión de que sea un doctor creo que eres más efectivo que todos los medicamentos que le podamos dar. Eso es todo lo que tengo que añadir.

Con esas palabras, las cuales Nozomu aun no era capaz de entender, salió de la consulta dispuesto a regresar con su amigo. Le habían impresionado. Nao debía pasarlo fatal para tener que sufrir aquello. Sobre su historia personal no había sacado nada en claro pero había dado un gran paso en ese laberinto que era el castaño. En ese laberinto en el que tanto Nao como Nozomu y tantas otras personas caminaban perdidas. Y aun así se sentía mal, como si hubiese estado leyendo en su diario o algo así. Parecía que llevaba un peso que le oprimía y que no le dejaba respirar bien, puede que fuera una especie de conciencia, aunque sabía que no hacía mal, le dolía. Tal vez hubiese preferido no saberlo, ahora no podría sacarse de la cabeza la historia que le había contado la doctora. Tuvo que ser muy duro, él no hubiese sido capaz de aguantar estar tan solo. Cuando Nozomu sufrió problemas en clase calló en la anorexia. Nao era mucho más fuerte y valiente de lo que se imaginaba, era admirable. Aunque pensándolo bien no sabía que le ocurrió exactamente. Y quería saberlo, pero del propio Nao, no de otra persona. Quería llegar a tener un vinculo tan fuerte con el mayor que este fuese capaz de tener la confianza de contarle su versión. Aunque no fuese la autentica, aunque fuera todo una ilusión. Ya tendría tiempo de que le corrigieran, pero quería saber lo que de veras sentía Nao.

-Ya estoy aquí. -saludó entrando el cuarto 202 con gesto decaído.
-¿Qué tal? Mizuki no te ha dejado en paz hasta que no le has contado lo de mi alucinación.
-Que bien te lo sabes. -contestó sentándose al lado del chico que dibujaba sobre la cama.
-Por cierto, una chica me ha hablado por el ordenador.
-¿Una chica?
-Si se auto denominaba “princesa”. Y se creía que era una chica que se llamaba Pia.
-Entonces no puede ser otra que AloneLife.
-Que nombre más raro.
-Es su nick. El mío es Pia38, por eso me llama Pia. Me puse un nombre de chica porque en el foro en que la conocí eran la mayoría mujeres y quería integrarme. -explicó sin su animo habitual.
-Ya… ¿Te pasa algo, Nozomu? -preguntó desviando su mirada negra del cuaderno al chico.
-No, no me pasa nada. -contestó apoyándose en el hombro de Nao. -Solo es que estoy un poco cansado por el viaje de ayer y el de hoy. ¿Qué dibujas?
-Nada… nada importante. -contestó él con el mismo ánimo mientras reposaba él también la mejilla en el pelo rubio de Nozomu. -Será que también estoy cansado… muy cansado

lunes, 19 de septiembre de 2011

22. Un día en Negima.

Tras haber pasado las dos últimas semanas en el pueblo de las montañas el auto de la familia Nozomi ponía de nuevo rumbo a Negima. Habían salido muy temprano, tanto que los tres jóvenes se quedaron dormidos en pleno viaje sobre los finos hombros de Nozomu que había vuelto a ir sentado en medio. El viaje no tuvo grandes acontecimientos, ni sobresaltos por lo que en relativo poco tiempo llegaron a la ciudad de la cual habían salido unos días antes. Nozomu estaba emocionado, quería enseñarle muchas cosas. Hacía meses que no daba un paseo por su querido barrio por lo que ya no podía esperar. Pero antes tenían que pasar por la casa de los Nozomi para dejar las cosas. Nao pasaría su última noche de vacaciones en el cuarto de Nozomu.

La casa de la familia tenía una fachada blanca impoluta con un tejado negro y grandes ventanales que dejarían ver lo que había en el interior de la casa si no fuese porque las persianas estaban bajadas. El interior era también blanco, salvo el suelo que era de madera marrón oscuro y los muebles en su mayoría negros con puertas y superficies de cristal. No era muy diferente a como Nao se la había imaginado. La habitación de Nozomu era una de las partes más llamativas de la casa. Las paredes estaban pintadas de un tono naranja suave y plagadas de pósters de sus grupos de música favoritos. Estaba muy ordenada, casi minuciosamente y un espejo de cuerpo entero adornaba el armario.

-¡Kia! -exclamó Nozomu corriendo hacia su escritorio. -¡Como te he echado de menos, Ordi!
-¿Ordi?
-Sí mi ordenador portátil.
-Definitivamente estás loco. -dijo en tono de paciencia.
-Pero es que llevo mucho tiempo sin conectarme, lo hecho de menos, te aseguro que es un vicio. Te voy a enseñar cómo se hace. Verás como en cuanto lo pilles no te despegas de la pantalla. -explicó Nozomu.
-Lo que tu digas.
-Bueno ahora vamos a dar un paseo por Negima, no me apetece comer en casa. Te llevaré a una cafetería que conozco, seguro que te gusta.
-Vale, hace mucho que no vengo por aquí. La verdad es que tengo muchas ganas.

Y no era mentira. Negima era la ciudad en la que Nao vivía con toda su familia antes de que todo se torciera ya ni sabía hace cuanto tiempo. Pero era tal y como la recordaba. Sus calles, las casas, hasta la gente que paseaba por allí le resultaban familiares. Cuanto más andaba por allí más recordaba aquel sitio. Lo miraba todo con sus ojos negros, parecía que estaba releyendo una parte pasada de su vida. Al pasar por delante de una casa de tejado marrón rodeada por una valla de madera vio como un niño de unos ocho años salía corriendo alegremente de su casa. Después de él salio otro, debían ser hermanos porque eran muy similares.

-Vamos mamá. -decía uno de los dos mientras que una mujer castaña salía de la casa agarrando sonriente a cada niño de una mano.

Nao no pudo evitar esbozar una sonrisa. Ese niño, él primero en salir, le recordaba muchísimo a si mismo hacía unos años. Todo le parecía calido y cercano.

-¿Nao, qué te pasa? -preguntó Nozomu fijándose en la expresión del castaño.
-No… no me pasa nada… Hoy no me pasa nada… -murmuró para sí mismo.
-¿Sabes? Cuando me mudé a esta parte de la ciudad. Es que antes vivía por la otra parte pero nos mudamos porque esta casa era más grande.
-No te he preguntado.
-¡Eh! ¡Pero déjame que te lo cuente!
-Vale…
-Pues cuando me mudé aquí tenía unos siete años. El primer día quería ir a investigar las calles y no se me ocurrió otra cosa que caminar en hacía adelante hasta la primera esquina y girar a la derecha, luego seguir recto y en el siguiente cruce girar a la izquierda, estuve así un buen rato. Pero luego escuché a mi madre llamándome, me giré y todo el camino de vuela era una línea recta.
-¿Y?
-¿Cómo que “¿Y?”? No ves que estoy intentando filosofar un poco. Es una metáfora de la vida.
-Si tú lo dices será verdad. -contestó riendo el mayor.
-Pues claro, mira, cuando alguien avanza por la vida tiene que tomar decisiones, escoger caminos, y todo parece muy difícil. Pero luego cuando mira al pasado se da cuenta de que todo era mucho más sencillo de lo que parece en el momento.
-Creo que te voy pillando. Pero deja estas cosas para otros.
-Jo… Yo que he estado todo el rato pensando porque el otro día dijiste que te gustaba la filosofía.
-No hace falta que hagas cosas solo porque me gusten a mi. Aunque te lo agradezco…
-Ya… pero los amigos tienen cosas en común, pero a veces pienso que nosotros no tenemos nada…
-No te preocupes por esas cosas ahora… Puede que tengamos más en común de lo que crees… Y si no, pues solo tendremos que esforzarnos un poco más por entendernos. -le dijo sin mirarle.
-¡Pues eso es lo que hago! -hubo después unos segundos de silencio hasta que Nozomu se paró en seco frente a un local de paredes grisáceas y azuladas con grandes ventanales que dejaban ver las mesas del interior. -Es aquí. Este es el Sempu, es una cafetería costplay. Conozco al hijo del dueño.

Entraron en la luminosa cafetería aunque sollo fue para llegar a la parte de atrás donde había un jardinillo con unas mesas. Nozomu y Nao se sentaron en una de ellas y no tardó ni un minuto en atenderles un joven pelirrojo con la cara llena de pecas y un parche en el ojo derecho. Llevaba un traje que desde luego parecía dar mucho calor en esa época del año. Nozomu insistió que él pagaría la cuenta pese a que solo tomaría una ensalada. Nao no quería molestar a Nozomu por lo que pidió lo mismo pero lo que si que se le encaprichó fue un helado de vainilla. A Nao le encantaba la vainilla, era una de sus pocas debilidades.

Los dos chicos hablaban animadamente, más animadamente de lo que resultaba lo normal. A Nozomu le alegraba mucho ver a Nao así. Pero un escalofrío recorrió su espalda de abajo a arriba cuando detrás de él escuchó unas voces que por desgracia conocía muy bien. En la mesa de al lado se situaban dos chicos con cara burlona y en medio de los dos una chica de pelo negro bastante largo. Escuchaba los comentarios bastante desagradables que hacían sobre él. Los escuchaba perfectamente o al menos se los imaginaba. Nao no parecía percatarse de ello.

-Que pintas que lleva, si es que dan ganas de darlo. -se reía un de ellos.
-He visto niñas de diez años que llevan ropa más masculina que él. -decía el otro.
-Y desde luego crecer no ha crecido desde que entró en el loquero.
-Yo creo que en realidad lo que le están haciendo es convertirlo en una chica. Para que supere lo suyo.
-Sí es el colmo, y encima va y coge una enfermedad de chicas.
-Es una nenaza hasta para eso. Lo raro es que hubiese sido culturista.

Nozomu estaba empezando a ponerse rojo de la rabia y la impotencia. Quería gritarles un par de cosas e irse de allí, pero no podía arruinarle el día a Nao. Parecía que le gustaba mucho estar así. Pero los que se levantaron fueron los otros que habían decidido que hablar de él a su espalda no era suficientemente divertido. Los chicos se colocaron uno a cada lado de la mesa en la que se encontraban los dos amigos.

-Hola Nozomi. Hace mucho que no nos vemos. -comentó uno de ellos a lo que Nozomu no contestó.
-¿No ibas a saludarnos? Eres un mal educado.
-¿Los conoces Nozomu? -preguntó Nao algo mosqueado.
-Pues claro que nos conoce, nosotros somos los mejores amigos que tiene.
-Claro que es que no tienen ninguno más. -contestaron entre los dos mientras que Nao solo arqueaba una ceja. -¿Y que tal te ha ido por el manicomio?
-Hospital de salud mental. -corrigió Nao lo que pareció que les molestó bastante a los otros.
-¿Y este listillo quien es, Nozomu?
-Será su nuevo novio. -volvió a decir con tono de malicia.
-¿Y si fuese así? -preguntó inexpresivo Nao.
-Pues que tendrías que ser tú el que tendría que ir a un manicomio. Por que hay que estar enfermo para que te guste esto. -comentó refiriéndose al rojo y furioso Nozomu el cual solo podía apretar los ojos y labios intentando no llorar o gritar.
-Uno; Siento decirte que si que vivo en lo que tú llamas manicomio. Dos; Nozomu por lo menos no insulta a nadie por la espalda. Y tres: una paloma acaba de utilizar tu pelo como lavabo.
-¡¿Qué?! ¡Que asco! -exclamó el matón llevándose las manos a la cabeza alarmado por la noticia que Nao le había dado, la cual era mentira. Nao y Nozomu no pudieron evitar reírse de haberlos engañado y sobretodo de lo que tardaron e darse cuenta de que era un engaño.
-¿Te crees muy gracioso? -bramó el otro.
-Eso, no sabes con quienes te metes.
-¿Y con quien me meto? -habló de nuevo Nao inexpresivo.
-Nao, dejaló por favor… -pidió Nozomu preocupado por el enfado que los agresores demostraban.
-¿Es que no vas a hacerle caso a tu novia? -se burló refiriéndose al rubio.
-No te molestes Nozomu. Ellos son los que no saben quien soy yo.
-Sí lo sabemos, el novio de la nena esta.
-Claro… -murmuró el castaño. -Pero no habéis pensado por un segundo que estoy en un hospital psiquiátrico. ¿No os imagináis por qué he llegado aquí?
-Ni lo sabemos ni nos importa.
-Pensad en la enfermedad mental más grave que se os ocurra, la que hace más peligroso al que la padece. Estoy convencido que pensareis en la mía. -musitó Nao poniendo una tenebrosa sonrisa y sádica mirada que no solo asustaba a los matones si no que a Nozomu también.
-¿Pero de que habla el tío este?
-Dejadme adivinar. ¿Habéis pensado en la esquizofrenia? ¿A que no me equivoco? Si lo habéis echo ya sabéis cual es el motivo de que lleve cinco años encerrado en un hospital.
-Este está loco del todo. -le dijo uno al otro.
-Más de lo que puedes imaginarte. -continuó el castaño acentuando aun más su extraña expresión.
-Va… vámonos… parece peligroso de verdad.
-Sí. Kagami, nos vamos ya. -le hablo uno de ellos a la chica que les acompañaba y que se había quedado en la mesa sentada sin decir ni una palabra.
-Voy. -contestó ella levantándose sin mirar a Nozomu como si le avergonzase cruzar su mirada co la suya. Por otro lado, Nozomu hacía lo mismo.

Volvieron a quedarse solos sin decir ni una palabra hasta que a través del cristal de la puerta vieron como un chico moreno, también disfrazado, les echaba del local dándoles una lección de ética. Nozomu estaba profundamente avergonzado por que Nao hubiera tenido que ayudarlo de ese modo. Luego regresó el camarero pelirrojo con el helado de Nao.

-Disculpen las molestias. No queríamos armar un secándolo si no era necesario. Como vimos que no necesitaba ayuda decidimos no intervenir. Pero para compensar le invitamos al helado. -habló el joven de pecas sonriendo.
-Gracias…
-De nada, Seishi, el otro camarero ya les está riñendo.
-¡Minato! -se escucho que le llamaban desde dentro.
-Va… Bueno, disfruten del helado. -sonrió mientras se volvía a retirar a su trabajo.
-Muchas gracias, Nao… -murmuró el rubio aun rojo.
-No pasa nada, me estaban tocando las narices profundamente. -contestó el tomando una cucharada del helado. -¡Qué bueno está!
-Pusiste una cara que daba mucho miedo.
-No me gusta utilizar el pretexto de ser esquizofrénico así, pero sirve para ahuyentar indeseables. La gente inculta suelen asustarse por cosas como esa. La cara es la misma que pone Tsuke.
-De todos modos te pido perdón por haberte hecho hacer esas cosas.
-Que no es culpa tuya. -volvió a hablar tomando otro poco de helado. En ese momento se percató de que Nozomu miraba su postre con cara golosa.
-Debe de estar bueno…
-¿Quieres?
-¿Eh? No… no… -respondió rápido.
-¿Seguro? Como quieras…
-Sí. Mañana volvemos al hospital, que lastima.
-Lo bueno siempre se acaba… Que se le va hacer. Me lo pasé muy bien estas dos semanas.
-Me alegro. Lo mejor es que vamos a volver a ver a Amai, seguro que tiene muchas cosas que contar.
-Ella siempre tiene alguna aventura surrealista que decir una y otra vez.

Lo malo de las cosas buenas es que parecen acabar antes que las desagradables. Esas dos semanas se habían pasado más rápido que un solo día en el hospital. Ahora regresarían a las rutinas, a los medicamentos, a las revisiones, a sentarse en las sillas de platico de los departamentos… a la vida normal en el hospital. Por lo menos hasta la próxima vez.