lunes, 19 de septiembre de 2011

22. Un día en Negima.

Tras haber pasado las dos últimas semanas en el pueblo de las montañas el auto de la familia Nozomi ponía de nuevo rumbo a Negima. Habían salido muy temprano, tanto que los tres jóvenes se quedaron dormidos en pleno viaje sobre los finos hombros de Nozomu que había vuelto a ir sentado en medio. El viaje no tuvo grandes acontecimientos, ni sobresaltos por lo que en relativo poco tiempo llegaron a la ciudad de la cual habían salido unos días antes. Nozomu estaba emocionado, quería enseñarle muchas cosas. Hacía meses que no daba un paseo por su querido barrio por lo que ya no podía esperar. Pero antes tenían que pasar por la casa de los Nozomi para dejar las cosas. Nao pasaría su última noche de vacaciones en el cuarto de Nozomu.

La casa de la familia tenía una fachada blanca impoluta con un tejado negro y grandes ventanales que dejarían ver lo que había en el interior de la casa si no fuese porque las persianas estaban bajadas. El interior era también blanco, salvo el suelo que era de madera marrón oscuro y los muebles en su mayoría negros con puertas y superficies de cristal. No era muy diferente a como Nao se la había imaginado. La habitación de Nozomu era una de las partes más llamativas de la casa. Las paredes estaban pintadas de un tono naranja suave y plagadas de pósters de sus grupos de música favoritos. Estaba muy ordenada, casi minuciosamente y un espejo de cuerpo entero adornaba el armario.

-¡Kia! -exclamó Nozomu corriendo hacia su escritorio. -¡Como te he echado de menos, Ordi!
-¿Ordi?
-Sí mi ordenador portátil.
-Definitivamente estás loco. -dijo en tono de paciencia.
-Pero es que llevo mucho tiempo sin conectarme, lo hecho de menos, te aseguro que es un vicio. Te voy a enseñar cómo se hace. Verás como en cuanto lo pilles no te despegas de la pantalla. -explicó Nozomu.
-Lo que tu digas.
-Bueno ahora vamos a dar un paseo por Negima, no me apetece comer en casa. Te llevaré a una cafetería que conozco, seguro que te gusta.
-Vale, hace mucho que no vengo por aquí. La verdad es que tengo muchas ganas.

Y no era mentira. Negima era la ciudad en la que Nao vivía con toda su familia antes de que todo se torciera ya ni sabía hace cuanto tiempo. Pero era tal y como la recordaba. Sus calles, las casas, hasta la gente que paseaba por allí le resultaban familiares. Cuanto más andaba por allí más recordaba aquel sitio. Lo miraba todo con sus ojos negros, parecía que estaba releyendo una parte pasada de su vida. Al pasar por delante de una casa de tejado marrón rodeada por una valla de madera vio como un niño de unos ocho años salía corriendo alegremente de su casa. Después de él salio otro, debían ser hermanos porque eran muy similares.

-Vamos mamá. -decía uno de los dos mientras que una mujer castaña salía de la casa agarrando sonriente a cada niño de una mano.

Nao no pudo evitar esbozar una sonrisa. Ese niño, él primero en salir, le recordaba muchísimo a si mismo hacía unos años. Todo le parecía calido y cercano.

-¿Nao, qué te pasa? -preguntó Nozomu fijándose en la expresión del castaño.
-No… no me pasa nada… Hoy no me pasa nada… -murmuró para sí mismo.
-¿Sabes? Cuando me mudé a esta parte de la ciudad. Es que antes vivía por la otra parte pero nos mudamos porque esta casa era más grande.
-No te he preguntado.
-¡Eh! ¡Pero déjame que te lo cuente!
-Vale…
-Pues cuando me mudé aquí tenía unos siete años. El primer día quería ir a investigar las calles y no se me ocurrió otra cosa que caminar en hacía adelante hasta la primera esquina y girar a la derecha, luego seguir recto y en el siguiente cruce girar a la izquierda, estuve así un buen rato. Pero luego escuché a mi madre llamándome, me giré y todo el camino de vuela era una línea recta.
-¿Y?
-¿Cómo que “¿Y?”? No ves que estoy intentando filosofar un poco. Es una metáfora de la vida.
-Si tú lo dices será verdad. -contestó riendo el mayor.
-Pues claro, mira, cuando alguien avanza por la vida tiene que tomar decisiones, escoger caminos, y todo parece muy difícil. Pero luego cuando mira al pasado se da cuenta de que todo era mucho más sencillo de lo que parece en el momento.
-Creo que te voy pillando. Pero deja estas cosas para otros.
-Jo… Yo que he estado todo el rato pensando porque el otro día dijiste que te gustaba la filosofía.
-No hace falta que hagas cosas solo porque me gusten a mi. Aunque te lo agradezco…
-Ya… pero los amigos tienen cosas en común, pero a veces pienso que nosotros no tenemos nada…
-No te preocupes por esas cosas ahora… Puede que tengamos más en común de lo que crees… Y si no, pues solo tendremos que esforzarnos un poco más por entendernos. -le dijo sin mirarle.
-¡Pues eso es lo que hago! -hubo después unos segundos de silencio hasta que Nozomu se paró en seco frente a un local de paredes grisáceas y azuladas con grandes ventanales que dejaban ver las mesas del interior. -Es aquí. Este es el Sempu, es una cafetería costplay. Conozco al hijo del dueño.

Entraron en la luminosa cafetería aunque sollo fue para llegar a la parte de atrás donde había un jardinillo con unas mesas. Nozomu y Nao se sentaron en una de ellas y no tardó ni un minuto en atenderles un joven pelirrojo con la cara llena de pecas y un parche en el ojo derecho. Llevaba un traje que desde luego parecía dar mucho calor en esa época del año. Nozomu insistió que él pagaría la cuenta pese a que solo tomaría una ensalada. Nao no quería molestar a Nozomu por lo que pidió lo mismo pero lo que si que se le encaprichó fue un helado de vainilla. A Nao le encantaba la vainilla, era una de sus pocas debilidades.

Los dos chicos hablaban animadamente, más animadamente de lo que resultaba lo normal. A Nozomu le alegraba mucho ver a Nao así. Pero un escalofrío recorrió su espalda de abajo a arriba cuando detrás de él escuchó unas voces que por desgracia conocía muy bien. En la mesa de al lado se situaban dos chicos con cara burlona y en medio de los dos una chica de pelo negro bastante largo. Escuchaba los comentarios bastante desagradables que hacían sobre él. Los escuchaba perfectamente o al menos se los imaginaba. Nao no parecía percatarse de ello.

-Que pintas que lleva, si es que dan ganas de darlo. -se reía un de ellos.
-He visto niñas de diez años que llevan ropa más masculina que él. -decía el otro.
-Y desde luego crecer no ha crecido desde que entró en el loquero.
-Yo creo que en realidad lo que le están haciendo es convertirlo en una chica. Para que supere lo suyo.
-Sí es el colmo, y encima va y coge una enfermedad de chicas.
-Es una nenaza hasta para eso. Lo raro es que hubiese sido culturista.

Nozomu estaba empezando a ponerse rojo de la rabia y la impotencia. Quería gritarles un par de cosas e irse de allí, pero no podía arruinarle el día a Nao. Parecía que le gustaba mucho estar así. Pero los que se levantaron fueron los otros que habían decidido que hablar de él a su espalda no era suficientemente divertido. Los chicos se colocaron uno a cada lado de la mesa en la que se encontraban los dos amigos.

-Hola Nozomi. Hace mucho que no nos vemos. -comentó uno de ellos a lo que Nozomu no contestó.
-¿No ibas a saludarnos? Eres un mal educado.
-¿Los conoces Nozomu? -preguntó Nao algo mosqueado.
-Pues claro que nos conoce, nosotros somos los mejores amigos que tiene.
-Claro que es que no tienen ninguno más. -contestaron entre los dos mientras que Nao solo arqueaba una ceja. -¿Y que tal te ha ido por el manicomio?
-Hospital de salud mental. -corrigió Nao lo que pareció que les molestó bastante a los otros.
-¿Y este listillo quien es, Nozomu?
-Será su nuevo novio. -volvió a decir con tono de malicia.
-¿Y si fuese así? -preguntó inexpresivo Nao.
-Pues que tendrías que ser tú el que tendría que ir a un manicomio. Por que hay que estar enfermo para que te guste esto. -comentó refiriéndose al rojo y furioso Nozomu el cual solo podía apretar los ojos y labios intentando no llorar o gritar.
-Uno; Siento decirte que si que vivo en lo que tú llamas manicomio. Dos; Nozomu por lo menos no insulta a nadie por la espalda. Y tres: una paloma acaba de utilizar tu pelo como lavabo.
-¡¿Qué?! ¡Que asco! -exclamó el matón llevándose las manos a la cabeza alarmado por la noticia que Nao le había dado, la cual era mentira. Nao y Nozomu no pudieron evitar reírse de haberlos engañado y sobretodo de lo que tardaron e darse cuenta de que era un engaño.
-¿Te crees muy gracioso? -bramó el otro.
-Eso, no sabes con quienes te metes.
-¿Y con quien me meto? -habló de nuevo Nao inexpresivo.
-Nao, dejaló por favor… -pidió Nozomu preocupado por el enfado que los agresores demostraban.
-¿Es que no vas a hacerle caso a tu novia? -se burló refiriéndose al rubio.
-No te molestes Nozomu. Ellos son los que no saben quien soy yo.
-Sí lo sabemos, el novio de la nena esta.
-Claro… -murmuró el castaño. -Pero no habéis pensado por un segundo que estoy en un hospital psiquiátrico. ¿No os imagináis por qué he llegado aquí?
-Ni lo sabemos ni nos importa.
-Pensad en la enfermedad mental más grave que se os ocurra, la que hace más peligroso al que la padece. Estoy convencido que pensareis en la mía. -musitó Nao poniendo una tenebrosa sonrisa y sádica mirada que no solo asustaba a los matones si no que a Nozomu también.
-¿Pero de que habla el tío este?
-Dejadme adivinar. ¿Habéis pensado en la esquizofrenia? ¿A que no me equivoco? Si lo habéis echo ya sabéis cual es el motivo de que lleve cinco años encerrado en un hospital.
-Este está loco del todo. -le dijo uno al otro.
-Más de lo que puedes imaginarte. -continuó el castaño acentuando aun más su extraña expresión.
-Va… vámonos… parece peligroso de verdad.
-Sí. Kagami, nos vamos ya. -le hablo uno de ellos a la chica que les acompañaba y que se había quedado en la mesa sentada sin decir ni una palabra.
-Voy. -contestó ella levantándose sin mirar a Nozomu como si le avergonzase cruzar su mirada co la suya. Por otro lado, Nozomu hacía lo mismo.

Volvieron a quedarse solos sin decir ni una palabra hasta que a través del cristal de la puerta vieron como un chico moreno, también disfrazado, les echaba del local dándoles una lección de ética. Nozomu estaba profundamente avergonzado por que Nao hubiera tenido que ayudarlo de ese modo. Luego regresó el camarero pelirrojo con el helado de Nao.

-Disculpen las molestias. No queríamos armar un secándolo si no era necesario. Como vimos que no necesitaba ayuda decidimos no intervenir. Pero para compensar le invitamos al helado. -habló el joven de pecas sonriendo.
-Gracias…
-De nada, Seishi, el otro camarero ya les está riñendo.
-¡Minato! -se escucho que le llamaban desde dentro.
-Va… Bueno, disfruten del helado. -sonrió mientras se volvía a retirar a su trabajo.
-Muchas gracias, Nao… -murmuró el rubio aun rojo.
-No pasa nada, me estaban tocando las narices profundamente. -contestó el tomando una cucharada del helado. -¡Qué bueno está!
-Pusiste una cara que daba mucho miedo.
-No me gusta utilizar el pretexto de ser esquizofrénico así, pero sirve para ahuyentar indeseables. La gente inculta suelen asustarse por cosas como esa. La cara es la misma que pone Tsuke.
-De todos modos te pido perdón por haberte hecho hacer esas cosas.
-Que no es culpa tuya. -volvió a hablar tomando otro poco de helado. En ese momento se percató de que Nozomu miraba su postre con cara golosa.
-Debe de estar bueno…
-¿Quieres?
-¿Eh? No… no… -respondió rápido.
-¿Seguro? Como quieras…
-Sí. Mañana volvemos al hospital, que lastima.
-Lo bueno siempre se acaba… Que se le va hacer. Me lo pasé muy bien estas dos semanas.
-Me alegro. Lo mejor es que vamos a volver a ver a Amai, seguro que tiene muchas cosas que contar.
-Ella siempre tiene alguna aventura surrealista que decir una y otra vez.

Lo malo de las cosas buenas es que parecen acabar antes que las desagradables. Esas dos semanas se habían pasado más rápido que un solo día en el hospital. Ahora regresarían a las rutinas, a los medicamentos, a las revisiones, a sentarse en las sillas de platico de los departamentos… a la vida normal en el hospital. Por lo menos hasta la próxima vez.

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