miércoles, 29 de junio de 2011

19. Entre pesadillas.

“Nao, Nao… ¿Me escuchas, Nao?” Resonó una vocecilla infantil en su cabeza. Por mucho que la escuchara nunca se acostumbraba, cada vez que aparecía en medio de sus sueños por la espalda del castaño subía un escalofrío. “¿Por qué te has ido? Me has dejado solo, aquí, en la oscuridad. ¿Es que acaso ya no me quieres? Yo te sigo queriendo, quiero que estés conmigo, conmigo para siempre.” En medio de las sombras se dibujó una figura que no sobre pasaba ni el metro treinta, ni los once años de edad. En el claroscuro que formaba la brillante aura que parecía rodear al niño se veían unos cabellos color café que caían pesadamente casi rozando sus finos hombros y que enmarcaban la carita redonda de la pequeña visión. “¿Ya te has olvidado de mi? ¿Ya no me quieres?” Cuestionó clavándole a Nao sus tremendos ojos negros, más negros la oscuridad que les rodeaba y brillantes las lágrimas que los cubrían.

-No… no es cierto. Yo no te he olvidado. -murmuró entre sueños el castaño.

“Yo te sigo queriendo, quiero que estemos juntos, como antes. Pero tú no deseas lo mismo. Te has olvidado de todo lo que pasamos.” Volvió a hablar lo que parecía una miniatura de si mismo. Nao podía notar como el tono de sus palabras iba cambiando poco a poco haciendose más frías sílaba a sílaba. “¡Me has sustituido! ¡Yo antes era tu estrella! ¡Tu única estrella!” Le gritó amargamente casi rozando la furia. El pequeño con cada palabra que pronunciaba parecía ir trasformándose, al igual que su voz, la piel iba cambiando como si se tratase de un camaleón, se tornaba amarillenta y enfermiza. Mientras que una lágrima que logró escaparse de los ojos del niño era de un intenso color rojo que tiñó su mejilla a su paso. “¡Nunca necesitamos a nadie! Yo te cuidaba de el Dolor y tú me cuidabas a mi. Pero te has olvidado. Ya no recuerdas de la infinidad de veces que dejé que me doliese a mi solo para que a ti no te pasase nada.”

-¡Yo no quería! ¡Perdóname!

“Nao, ¿estás mal?” sonó una tercera voz en el sueño que ocasionó que al castaño comenzase a dolerle la cabeza. “No te vas a librar del Dolor, te va a perseguir a donde quiera que vallas.” “¡Nao, Nao, tranquilo!” “Aunque quieras, aunque no puedas más, ni la vida, ni la Muerte va hacer que te liberes.” “¡Nao!” “Nao, estás maldito. Lo sabes, no puedes escapar de mi, ni de él. Dolor y Muerte siempre van del la mano.”

-¡Dejadme en paz!

“Mírate.” volvió ha hablar el niño con los ojos casi fuera de sus orbitas y una sonrisa maniaca dibujada en el que antes era su dulce rostro. “Te estás convirtiendo en mi. Eres como yo.” Le amenazó agarrándolo del pelo para agacharlo hasta que quedase a su altura. Nao no podía mirarlo a los ojos por lo que desvió su campo de visión al suelo asustándose más aun al comprobar que en sus rodillas caían gotitas del mismo color que las lágrimas del niño. Atónito se pasó la yema de los dedos por la mejilla retirando de su cara ese líquido escarlata que ahora también salía de sus ojos. “Vas a estar conmigo para siempre, para toda la eternidad. Quieras o no quieras.”

-No… ¡No puede ser! ¡No quiero morirme! ¡No aun, no así!

“Lo mismo dije yo y tú no tuviste ningún reparo en abandonarme. Pero yo no voy a dejarte ir, ni yo ni él te dejaremos que nos vuelvas a olvidar.” “Nao, despierta” “Nao Kanou. ¡Que nombre más ridículo!” “Nao” “Nao…” “¡Nao!”

Nao finalmente se despertó. Se incorporó tan rápido y agitado que ni siquiera se percató de que su frente había ido a golpear fuertemente con la nariz respingona de Nozomu hasta que este se quejó.

-Jopeta Nao… que daño, eres un bruto.

El aludido no le contestó solo desvió un poco la mirada hacía él que estaba sentado de rodillas junto a su futón. Todavía respiraba como si acabase de salir de un ahogamiento seguro, sus cabellos se le pegaban a la cara por el sudor y las lágrimas, esta vez incoloras, que la pesadilla le había causado. Casi con ansiedad comprobó que las gotas de agua eran totalmente normales respirando aliviado al verlas transparentes.

-¿Has tenido una pesadilla? -preguntó el rubio aunque la respuesta era algo obvia.
-Sí. -contestó casi imperceptiblemente.
-Ha tenido que ser muy mala para que estés así. Gritabas y te movías mucho.
-Tú, eras la voz. -volvió a decir en ese susurro como si no quisiera que le escuchase.
-¿Qué voz?
-La que me decía que me calmase, eras tú, era tu voz.
-Pues claro, he estado media hora intentando despertarte. Normal que me escuchases.
-He soñado con él… otra vez. Pero no era como siempre.
-¿Quién es él?
-¿Por qué? Hacía años que no se aparecía así en mis pesadillas, antes solo era una voz, pero hoy ha aparecido.
-¿Pero de que hablas?
-No, no entiendo nada de lo que me está pasando.
-¡Nao!
-¡¿Qué?!
-¡Hazme caso! Que te estoy hablando…
-Ya, lo siento estoy un poco aturdido. Creo que voy a darme una ducha ver si me despejo un poco.
-Vale, te espero abajo.

Antes de acabar la frase Nozomu, empezaba a caminar escalón a escalón con le energía propia en él. Cuando llegó a la planta baja se encontró con su madre que llevaba unas sábanas blancas húmedas que quería ir a tender.

-¿No se ha despertado todavía tu hermana? -le preguntó mirando por las escaleras a la planta superior.
-No, seguro que ayer no se durmió hasta las mil.
-Valla… Tenía que pedirle que me hiciese unos recados en el pueblo de al lado.
-Puedo ir yo.
-¿Tú Nozomu? Pero es en el pueblo de al lado.
-Da igual, mamá, yo voy.
-Pero al menos espera a que baje Nao.
-¡Mamá! Que ya tengo diecisiete años, no soy un crío.
-Pero…
-¡Ni peros ni peras! Tampoco está tan lejos, no me van a secuestrar ni a violar, se cuidarme.
-Bueno, como quieras. ¿Sabes por donde es?
-¡Que sí mamá!
-Vale… Tienes que ir a llevarle este paquete al primo de la abuela, ya sabes… -le explicó mientras le daba al joven una caja envuelta en un pañuelo azul.
-Yo iré. Díselo a Nao cuando acabe de ducharse.

Antes de que su madre pudiese o no pronunciar palabra el joven había salido por la puerta. Nozomu caminaba a paso ligero, al ritmo de la música que escuchaba a través de su reproductor, pero no por mucho tiempo ya que enseguida se sentía cansado. Pero tenía que hacerlo muy bien. Se había propuesto hacerlo bien, sin entretenerse, sin perderse y sin caer a ningún río. A él siempre le trataban como si fuese un niño pequeño que no sabe atarse los cordones solo. Todo el mundo se comportaba con él del mismo modo y cosas como que se cayese a un río no ayudaban mucho a demostrar que ya era casi un adulto, que dentro de un año podría casarse, que en tres ya podría beber, conducir o votar. Pero claro como era el pequeño, como siempre sería el pequeño, nadie se percataba de que él también crecía y podía tener responsabilidades, de hecho durante esos días le había sido encomendada una de las misiones más importantes de su vida, mucho más que llevar un paquete al pueblo de al lado.

Nao todavía seguía algo aturdido por la pesadilla que acababa de tener. Hacía años, seis años que no soñaba con él, si tenía que salir en su subconsciente solo escuchaba su vocecilla, como la que tuvo el día que discutió con Nozomu por las grullas rotas, solo que en esa ocasión no había sido tan horrible. En esta el niño idéntico a él había dejado de ser normal, para convertirse en lo que más podía llegar a aterrorizar al castaño. Él era la Muerte. Si la Muerte había aparecido en su sueño no podía ser una buena señal.

-Noa… -habló no para si mismos no para la voz que habitaba en su cabeza, estando sentado encima del futón que le habían prestado para que durmiese.
“Valla… ¿Ya te dignas a dirigirme la palabra?” resonó irónico en su cerebro. “Creía que ya te habías olvidado de mi. Como resulta que ahora tienes tantos amigos…”
-Deja de decir tonterías como si estuvieses celoso. Es muy molesto.
“¡Ah! ¡Claro! ¡El crío ese se pone celoso de su hermana y es simpático, pero me pongo celoso yo y soy molesto!”
-Hoy no estamos muy contentos.
“No, soy un mal humorado como tú. Al fin de al cabo soy parte de ti, es normal que nos parezcamos.”
-Nosotros no nos parecemos en nada.
“Más de lo que a ti te gustaría.”
-Esa no es la cuestión.
“Estás asustado por la pesadilla de esta noche.”
-Un poco… Hacía mucho que no soñaba… contigo.
“Yo no soy él, ni él es tu hermano. Los tres somos diferentes. ¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”
-Lo sé. Pero me gustaría pensar que si lo eres. No la Muerte. Bueno tú ya me entiendes.

Fuera del cuarto de los chicos estaba Mihoshi. No es que ella fuese una cotilla como su hermano menor pero no podía haber evitado escuchar a Nao. Al principio le había parecidote hablaba con su hermano pero como no oía la voz chillona de Nozomu no podía estar ahí. Su segunda opción era que estuviese utilizando un teléfono móvil. Pero también era improbable. ¿Hablaba solo? ¿Nao estaba hablando él solo? Pero no era un modo normal de hablar solo, como cuando piensas en voz alta, si no que parecía totalmente una conversación, como si alguien le contestase. Alguien que solo él podía escuchar y que además tenía nombre. Noa. Tal vez Nozomu sabía de que iba el tema, le daba vergüenza preguntarle directamente a él. Puede que en el fondo fuese una cotilla como su hermano.

Ya había pasado hora y media desde que Nozomu dejó su casa. Ya se disponía a regresar puesto que acababa de realizar exitosamente su recado. Era poca cosa pero se sentía orgulloso de haberlo hecho bien. A ver si la gente dejaba poco a poco de tratarle como a un niño tonto que necesita ayuda para todo. No solo en esas minucias, si no para todas las demás, incluida la alimentación. Él no era un niño, pero su familia no lo entendía del todo. Sí él quería dejar de comer porque así se sentía mejor, pues no podían impedírselo, ya era lo suficientemente maduro como para saber lo que quería hacer. Además que conocía mejor que nadie su propio cuerpo. No estaba enfermo, si no ya se habría dado cuenta, el primero, porque para alo era su cuerpo. Pensando en todo esto acabó llegando a su casa, bueno a la de su abuela. Después de decirle a su madre repetidas veces que no se había perdido, se sentó a la mesa junto a su hermana.

-¿Dónde está Nao? -preguntó a su hermana que parecía leer una de esas revistas que tanto le gustan a las chicas de su edad.
-En vuestro cuarto, no ha salido de ahí en toda la mañana. Hoy está muy raro.
-Es que ha tenido una pesadilla muy fuerte. Cuando le pasa algo se pone así. Tú no le conoces tan bien como yo. -explicó el menor de los hermanos haciendo cierto énfasis en la última frase.
-Ya… Nozomu, ¿tú saber quien es Noa?
-¿Noa? Aveces le he escuchado decir ese nombre, pero a Nao no le gusta hablar de las cosas que le suceden. Por lo que no le he preguntado.
-¿No le has preguntado? Eso si que es raro. Con lo curioso que eres.
-Sí. Pero es que cada vez que le pregunto por ese tipo de cosas pone una cara muy seria y no contesta. Por eso dejé de preguntar.
-Valla, tan amigos que sois y no tenéis confianza el uno en el otro.

Mihoshi tenía razón, él era el amigo de Nao, o eso pensaba. Si estaba en lo cierto, si Nao le consideraba igualmente su mejor amigo, debería de decirle esas cosas. Para eso están los amigos. Nozomu nunca se reiría de él. Nozomu ya le había contado lo que le ocurrió en el instituto, que menos que Nao también le hablara de él mismo antes de entrar en el hospital. Llevaba meses intentando descubrir cosas como si de un detective se tratase, nunca lograba nada. No solo por saciar su curiosidad, si no por que Nao necesitaba quitarse ese peso de encima, estaba convencido de ello. Volvería a probar, a insistirle más. Quería conocer más a Nao Kanou.

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