lunes, 11 de julio de 2011

20. Ser útil.

Nozomu estaba emocionado, lo cual no era extraño en él, había preparado su bandolera con una linterna porque el bosque a esas horas era muy oscuro y además le había pedido a su padre que le prestase su antiguo telescopio. Aparte llevaba lo de siempre en su bolsa, cosas que no pueden faltar. Su amigo había estado raro todo el día así que intentaría alegrarle un poco enseñándole las estrellas que tanto le gustaban. Se colocó su bolso verde oliva y la funda del telescopio y se dispuso a bajar las escaleras. En la puerta de la casa ya estaba Nao esperándole sujeto al perrillo por una fina correa azul, Lenteja también iba. Mihoshi, por su parte, había discutido con su hermano porque a ella no le dejaba ir con ellos.

En cuanto el rubio estuvo listo salieron de la casa, para entrar en el bosque tenían que atravesar una puerta de madera que les conducía al rincón secreto de Nozomu. Nao seguía a Nozomu que se guiaba por su linterna en silencio. Seguía algo aturdido por todo, tenía la sensación de que alguien le perseguía, la había tenido toda la mañana y en ese bosque y para colmo a oscuras aquella impresión se multiplicaba.

-Mira Nao ya estamos apunto de llegar. -dijo Nozomu intentando mantener una conversación por el camino.
-Ajá… -contestó sin ninguna gana.
-¿Sigues pensando en la pesadilla? -preguntó el rubio en tono preocupado.
-No me la quito de la cabeza. Es extra…
-¡Aquí es! -interrumpió el menos dando una pequeña carrerilla hasta un pequeño precipicio sentándose en la hierba. Nao resignado, solo guardó silencio y se acomodó a su lado con un largo suspiro. -¿A que es bonito?
-Sí… -respondió en un susurro viendo el paisaje. Desde allí se podían ver las montañas iluminadas por la luna perfilándolas como si tuviesen un aura a su alrededor. Alguna lucecilla esporádica se iluminaba señalando que en ese lugar había una casa con alguien que no podía dormir en su interior. Y sobre ellos una incontable marea de estrellas.
-¿Cuántas crees que hay? -pensó Nozomu.
-Quiero recordar que alguna vez leí que haciendo un calculo medianamente aproximado se dedujo que habría unos trescientos mil trillones de ellas.
-¡¿Tantas?!
-Sí, aunque nadie lo sabe realmente. Es algo imposible de saber.
-Nao, ¿tú crees que existan los extraterrestres?
-Claro. -contestó con toda naturalidad. -Suponiendo que la mitad de esas estrellas tuviesen un sistema planetario y que de esos la mitad tuviese un planeta con las condiciones necesarias para la vida como la tierra… Tú calcula cuantos planetas son esos…
-Un montón. ¿Pero entonces por qué no sabemos nada de ellos?
-Si son inteligentes no se acercarán a nosotros. Los seres humanos solo querríamos invadirlos.
-Puede ser. Nao, eres muy listo.
-No tanto… Como no fui a clase con normalidad intentaba aprender a base de los libros de la biblioteca. No me gustaba que la gente te pensase que soy tonto solo porque estoy enfermo.
-¿La gente te llamaba tonto?
-Algunos niños de los colegios a los que iba antes de ser oficialmente “un peligro”. La gente suele confundir enfermedad mental con retraso mental.
-Pues los tontos son ellos. Porque ni tú, ni Amai, ni nadie del hospital es tonto.
-Pero no todo el mundo es como tú, Nozomu.
-¿A qué te refieres?
-A que hay una cosa que se llama prejuicios, tú no pareces saber de su existencia.
-¡Claro que lo sé! Recuerda que yo también los he sufrido.
-Lo sé. Tal vez por eso tú parezcas no tener. -le dijo poniéndole la mano en la cabeza para revolverle el pelo como si fuese su hermano pequeño. -O simplemente eres un insensato…
-Huy… No hagas eso que se me cae el pelo.
-Si comieses no te ocurriría eso.
-¡Eh! No empieces tú también.
-Pero si es la pura verdad.
-Puede que lo sea, ¡pero tú eres mi amigo deberías estar de mi lado!
-¿Y no lo estoy? -Nozomu no contestó verbalmente solo se limitó a girar la cabeza enérgicamente en una negación. -Lo que tu digas… Eres un cabezota y no vas a entrar en razón.

Se hizo el silencio, cuando se llegaba a esos temas siempre se hacía, A Nozomu no le gustaba que le acusaran de ser anoréxico, porque él estaba convencido de que no lo era. Nozomu no podía pensar de un modo tan maduro como Nao y admitir que estaba enfermo y que necesitaba ayuda, mucha ayuda. Pero algo en su interior lo sabía, sabía que esas cosas que le ocurrían no eran normales, que a ningún chico de su edad se le caía el pelo, ni pasaba frío en verano, ni tenía la piel tan seca, ni las uñas azuladas, ni muchas otras cosas. Pero eso no era nada comparado con que ningún otro chico de su edad estaba tan sumamente gordo como él. Prefería estar calvo, congelado, seco y azul antes que gordo como una foca, como él se veía, la foca Nozomu, ya se pondría una peluca si acaso. Además como tenía el pelo corto por su propio peso no caía mucho. Miro a Nao. Él era muy guapo, estaba muy delgado, tenía un pelo castaño muy bonito y no le hacía falta esforzarse para estar así. ¡Qué suerte tenía!

-Nao, tú sabes muchas cosas de mi pero a mi no me cuentas cosas de ti. -hablo cambiando de tema.
-¿Cosas como que?
-Cosas como quien es Noa… o Tsuke… -contestó tímidamente.
-¿Quieres saberlo?
-Sí.
-Si te lo cuento, me prometes que no se lo vas a decir a nadie.
-Lo prometo.
-Ni siquiera a las psicólogas.
-No lo haré.
-Y que comerás bien.
-¡Eso ya son dos peticiones!
-Pues no te lo cuento.
-Vale… Lo prometo.
-Bien. Pues Noa es una voz que vive en mi cabeza, solo yo puedo escucharlo.
-¿Una voz? ¿Cómo un amigo imaginario?
-Algo más complicado que eso… Yo no puedo controlar cuando aparece o no, es casi como una persona. Tiene una personalidad propia que no puedo controlar.
-¿De veras? Eso suena raro.
-Lo sé, apareció para que no me sintiese solo. Pero ahora cree que ya no le necesito y se ha vuelto muy rebelde. Por eso a veces hablo solo, si no le contesto se enfada mucho, no puedo rechistarle, se parece demasiado al otro Noa.
-¿Otro?
-Sí, en realidad ha habido tres Noas distintos. Uno es la voz. ¿Recuerdas la pesadilla de anoche?
-Claro.
-Pues el que aparecía era otro de ellos.
-Qué complicado…
-Bastante, imagínate el jaleo que tengo en mi cabeza.
-Pobrecillo…
-No necesito compasión.
-No es compasión, eres mi amigo, mi mejor amigo, me preocupo por ti, solo es eso.
-Lo dices por quedar bien. Sé que ahora piensas que soy un bicho muy raro.
-¡Eso no es verdad! No eres un bicho raro, yo quiero ayudarte porque debes de pasarlo muy mal. Pero no sé que hacer… Desde el día que por mi culpa te quedaste petrificado por la medicación he intentado ayudar pero no se que es lo que tengo que hacer que te sea útil. -habló nervioso con cara ofendida.
-No… Nozomu… -balbuceó Nao sorprendido por la respuesta de su amigo parpadeando varias veces poniendo una expresión bastante curiosa. -Muchas gracias.
-Ya… pero sigo sin poder hacer nada.
-Y no hace falta que lo hagas… haces más de lo que te imaginas. -musitó volviendo a menearle la cabeza.
-¡Que no hagas eso!
-Vale, vale, no lo hago más.
-¿Y de Tsuke no me vas a contar nada?
“No lo hagas Nao.” interrumpió Noa.
-Bueno, lo de Tsuke es todavía más difícil de entender. -contestó el castaño intentando esquivar la pregunta.
-Da igual, podré entenderlo.
“¡No! ¡Nao! ¡Sabes que lo tienes prohibido!”
-Lo sé… -contestó a su voz.
-Yo no soy tan tonto como a veces parece. ¡Anda háblame de él!
“¡Ni se te ocurra Nao!” insistió Noa. “¡Está aquí!”
-¡No puede ser! ¡¿Dónde?! -chilló nervioso girando la cabeza a todas las direcciones posibles intentando encontrarle.

Nao sentía como su cabeza comenzaba a dar vueltas y la visión se le nublaba. Se comenzaba a marear y no solo por los giros que daba con el cuello, los nervios se le subían a la cabeza. Ya respiraba con ansiedad por las palabras que había dicho Noa y un sudor frío corría por su espalda. ¿Era posible que Tsuke estuviese allí? ¡No era posible! Estaba en el pueblo de Nozomu, a muchos kilómetros del hospital, no podía haberle seguido hasta allí. De pronto en uno de estos bruscos movimientos la cabeza de Nao paró en seco como si hubiese chocado con algo invisible. ¡Estaba allí, enfrente suyo! Mirándole fijamente, con su sonrisa maniaca y sus ojos escarlata brillando en la oscuridad. Con su piel pálida como un espectro y su pelo negro enmarañado. ¡Estaba allí! Era imposible pero lo estaba.

Nozomu estaba algo asustado, Nao había empezado a balbucear cosas sin sentido semántico y a moverse casi a espasmos. Los ojos parecían querer salirse de sus orbitas y temblaba como si su cuerpo tuviese un terremoto dentro. El rubio miró a la misma dirección que su amigo, pero no vio lo que tanto aterrorizaba a Nao. ¡No había nada allí! Pero estaba claro que Nao podía ver algo.

-Nao… tranquilo. No hay nada, nada malo. -susurró intentando calmarlo mientras acercaba su delgada mano al rostro de Nao.
-¡No me toques! -chilló con todas sus fuerzas apartando su mano de un golpe con la suya.
-Nao, soy yo, soy Nozomu… -volvió a hablar intentando mantener la calma.
-¡Déjame! ¡Vete, Tsuke!
-¿Tsuke? Nao, no hay nadie… Calma.

Pero eso para Nao era imposible lo único que veía era a Tsuke con los ojos clavados en él. Solo escuchaba su voz susurrando demasiado cerca de su oído, incluso era capaz de oler el perfume barato que usaba en cantidades exageradas y que siempre le asfixiaba. Su cuerpo parecía querer moverse solo y él no pretendía impedírselo. Nao echó a correr como si su vida dependiese de ello, y para él era así. Nozomu le intentaba seguir, pero Nao era demasiado rápido para el delicado rubio. Cuando parecía alcanzarlo Nao aumentaba la velocidad hacía ningún lugar. Solo quería escapar, escapar del que él creía que era Tsuke, quería escapar del Dolor. Pero Nozomu le agarró de la muñeca y como Nao era notablemente más fuerte que él más que pararle lo que hizo es que ambos cayesen a la hierba. Nozomu se quedó sentado ahorcajadas sobre su aterrorizado amigo intentando que no se escapase de nuevo.

-Por favor… No me hagas daño… Tsuke, te lo suplico… -pidió tapándose la cara con los brazos como si no quisiese ver lo que el hombre que él veía iba a hacer.
-Nao, no te preocupes yo no soy Tsuke. -repitió intentando apartar uno de sus brazos para estirarlo, le costó poco, Nao no oponía resistencia.
-No… no me volveré a escapar, no hablaré de ti a nadie, pero por favor no me hagas nada…
-No te voy a hacer nada malo. -hablo Nozomu a la par que sacaba de su bandolera una cajita de plástico trasparente en la que se veía una jeringuilla y un frasquito de cristal.
-Tsuke, no te enfades… No volveré a ser un niño malo. -lloró poniendo una voz de niño pequeño y sumiso que sorprendió a Nozomu.

Nozomu no habló más solo escuchaba las desesperadas súplicas de Nao. Puso cada pieza de la jeringuilla en su sitio y la llenó del calmante que había en el botecillo. Mientras el castaño giraba su rostro para no ver a su supuesto agresor. Nozomu introdujo la aguja en la piel del brazo de Nao expulsando el líquido de la inyección en la sangre de Nao.
-Ya está… Ya ha pasado todo, Nao. -pronunció al fin Nozomu girando con sus maños la cara del castaño para retirar la tierra que se había quedado pegada a su mejilla por las lágrimas.
-No… Nozomu… Tengo mucho sueño… -musitó con dificultad el mayor volviendo a notar como la visión se le nublaba y como los parpados se cerraban automáticamente.
-Mizuki me enseñó a usar los calmantes. No te preocupes, no es nada malo.
-Lo sé… -dijo rodeando de improviso el cuello del menor con sus brazos en un torpe y extraño abrazo.
-¿Nao?
-Gra… gracias… Nozomu… -finalizó quedando completamente sumido en un profundo y artificial sueño causado por el calmante.
-De nada. Me alegra poder ser útil.

Nozomu era caprichoso, egocéntrico e infantil, pero quería con todas sus fuerzas escuchar esas palabras, quería que alguien le agradeciera algo y que lo hiciese de verdad. Quería ser útil para alguien, ser importante para alguien. Que dejasen de verle como a un niño tonto que no sabe hacer nada bien él solo. Por eso cuando Mizuki le encargó ayudar a Nao en caso de que tuviese una alucinación no dudó ni un momento. Y no solo era por él, Nozomu quería de todo corazón ayudar a su amigo, Nao debía de sufrir más de lo que nunca se imaginaría. Con esas alucinaciones, esas voces… Quería ayudarle aunque fuese mínimamente, que confiase en él. El mundo de Nao le asustaba, no iba a negarlo, le asustaba y mucho. Pero aun así quería ser parte de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario