viernes, 27 de mayo de 2011

18. Sobre el tejado.

En el valle ya estaba atardeciendo y la luz anaranjada teñía todo de un característico color cobrizo, indicando así el final del día y el comienzo de la noche. Todavía calados hasta los huesos, los tres jóvenes entraron en la casa. Parecía como si no quisiesen darle importancia al hecho de que se hubiesen caído a un río y todos menos el perro, que en aquellos momentos aparentaba el más inteligente, estuvieran mojados. Como era de esperar más que con un “hola” en la casa les recibieron con un “¡¿Qué habéis hecho?!” y rematando con un “¡Estos niños!”. La madre y el padre de Nozomu, tal vez por costumbre, ni se fijaron en el nuevo color de pelo de su hijo menor. No así, lo hizo la abuela. Como muy bien se había temido el chico, ella mostró un latente disgusto.

-¡¿Nozomu?! ¿Qué le ha pasado a tu precioso pelo negro? -cuestionó la anciana mirándole de cerca como si la repentina decoloración del cabello de su nieto se debiera a su cansada vista.
Lenteja ladró como si también pretendiera regañar a su dueño.
-Pues verás abuelita… -intentó empezar -Cuando nos hemos caído al río…
-Dirás que tú te has caído. -puntualizó la chica.
-Vale… cuando me he caído…
-Y nosotros amablemente nos hemos tirado a salvarte. -continuó ella.
-¡Que pesada! Y ellos se han tirado a salvarme.
-Porque eres un torpe. Y tu hermana es tu heroína.
-¡Bueno basta ya! Sí soy un torpe y me he caído al río.
-Eso no tiene nada que ver.
-Buen, abuela, es que hace unos seis meses… me decoloré el pelo.
-¡¿Pero porqué?!
-Porque me gustaba más el pelo rubio.
-¡Pero si el pelo negro es mucho mejor! ¡Todos los japoneses tienen que tener el pelo oscuro! ¡Bastante tenemos en la familia con tres rubias! ¡Todo por culpa de tu bisabuelo! ¡Si él desdichado no hubiese sido norteamericano nada de esto nos pasaría!
-Tampoco es para tanto… -intentó calmar Nao que estaba totalmente impactado por el drama que la anciana le daba al tema.
.-¿No pudo mi pobre madre, que ahora esté en el paraíso, emparejarse con un nipón que lo tuvo que hacer con un extranjero? ¡Y en plena guerra!
-Lo… lo siento abuelita…
-¡Sentirlo no te va a devolver tu precioso pelo negro! ¡Eres un niño muy insensato! ¡No había ningún motivo para que te estropearás así la cabeza!
-Bueno madre, deje ya al niño.
-Pero no se da cuenta de que así la gente le mirará raro y hablarán de él a sus espaldas, si no cosas peores.
-Descuide madre, los tiempos han cambiado.
-Los tiempos sí, pero la gente no, ellos siguen siendo tan gañanes como siempre. Nada, tú veras lo que haces con este niño. Ahora estas criaturas tienen que darse un baño antes de que se constipen.
-Las damas primero. Si alguien enferma que sea uno de esos dos. -habló Mihoshi a la par que se dirigía a la bañera.
-¡Que morro tienes!
-Venga niños, vosotros cambiaros de ropa. La cena estará lista pronto.

Como había mandado la anciana los dos chicos se dirigieron a la habitación de la planta de arriba. Nao siempre parecía esconderse cuando se cambiaba. Nozomu creía que era por su culpa, que era él el que incomodaba a Nao. Lo cual no le extrañaba, era normal que no quisiese que le viese. Pero no podía evitar que le diese un poco de pena que no confiase en él, aunque lo respetaba.

-Yo, ya voy bajando. -dijo ya con el pijama de botones blanco puesto. Se giró un poco hacia su amigo que estaba sentado en el suelo. Nozomu se sobre saltó al ver una marca que cubría el hombro de Nao casi por completo, esto hizo que se girase rápidamente como si no hubiese visto nada.
-Vale, ahora voy yo. -contestó el castaño.

Nozomu hizo lo que había dicho bajando a la primera planta. Su familia ya estaba toda a la mesa. La anciana todavía parecía un poco enfadada con su nieto pero intentaba disimularlo hablando con su hermana o la madre del joven. Ni dos segundos después ya se escuchaban los pasos de Nao dejándose caer escalón tras escalón. Los dos se sentaron junto al resto de habitantes de la casa. Como todos los días costó bastante que Nozomu probase bocado voluntariamente. Por lo que se quedó en la cocina bastante más rato que los demás que se aburrieron de esperar. Nao había aprovechado para tomar un baño mientras él acababa. Más tarde fue Nozomu ha hacer lo mismo. Se relajaba mucho tomando largos baños, notaba como últimamente te agotaba muy rápido y los huesos le dolían con frecuencia. También se hidrataba la piel porque se le había empezado a secar. Nozomu, en su ignorancia, pensó que sería por el calor. ¡Qué de cosas le ocurrían!

Cuando sus delgados dedos ya estaban totalmente arrugados por el agua su baño dio por finalizado. De nuevo con su pijamita abotonado de arriba a bajo y el pelo envuelto en una toalla entró en el cuarto que compartía con Nao. Pero Nao no estaba en él. El menor buscó a su amigo con su nerviosa mirada verde. Se asustó un poco hasta que notó como una ráfaga de viento golpeaba delicadamente su aun húmeda mejilla. La ventana estaba abierta. Se asomó discretamente mirando hacía el tejado. Hay estaba Nao, sentado mirando las estrellas con cierto aire melancólico. Su pelo suelto, casi seco, se movía con el mismo aire que le había avisado de que la ventana estaba abierta de par en par. Con extremo cuidado d no caerse, estaba seguro de que sus huesos no aguantarían un golpe desde esa altura, y algo torpemente Nozomu consiguió subirse al tejado sin que Nao pareciese darse cuenta.

-¿Qué haces aquí? -preguntó sorprendiendo así al castaño que desvió la mirada hacia el dueño de la voz.
-Nada… Miraba el paisaje. -respondió volviendo a girar la cara al frente.
-Es bonito a que sí.
-Las estrellas se ven muy bien desde aquí.
-Sí se ven muchas, como se nota que aquí hay menos contaminación.
-Las personas y las estrellas son inversamente proporcionales. -
-No te entiendo… -Nozomu lo miró con la cara llena de dudas, no comprendía del todo bien a lo que se refería su amigo.
-Quiero decir, que en los sitios donde hay muchas personas no se ven las estrellas y viceversa. -explicó
-Ah… vale.
-Pero en el fondo tampoco es tan distinto. Puede ser una metáfora de la vida de una persona. Cuanto mayor es la capa de tristeza que se acumula en el cielo de una persona menos estrellas se ven. Primero se esconden las que menos lucen, y luego las demás hasta que todo se queda negro. Tal vez se pueda quitar esa coraza y se vea alguna, una estrella que brille más que las demás que te haga comprender que no estás solo en la inmensidad del universo, que las otras siguen ahí, aunque no se vean. Pero cuando el cielo es totalmente opaco es muy difícil encontrar esa única estrella brillando.
-Ahora si que me he perdido.
-Mi cielo ha llegado a estar más negro que el carbón. -continuó como si no hubiese escuchado a Nozomu. -Pero a veces me parece ver una lucecilla que parpadea. ¿Será esa estrella o una de mis tantas alucinaciones? Eso es lo que me gustaría saber… Quiero encontrar la estrella que brilla, la que brilla para que no me sienta solo, la que brilla por mi. Mirar hacia arriba y verla, que me ayude a guiarme en la oscuridad hasta llegar a las demás que se esconden en algún lugar. Y quiero brillar para ella…
-Tú no te has tomado tu medicación.
-Lo siento, se que digo cosas muy raras.
-No pasa nada… ¿Y las estrellas que brillan son el resto de personas?
-Sí. Todas las personas con las que estás conectado, hay miles incluso más que las estrellas pero no lo sabemos porque algunas brillan my poco y es fácil que se apaguen.
-Esas cosas que dices suenan muy bonitas, Nao.
-Sí soy muy cursi cuando quiero.
-¡No! No eres cursi, pero en el fondo tienes un lado tierno.
-¿Estás insinuando que soy un insensible?
-Esto… solo a veces. -rió el rubio.
-Lo sé. Y también sé que se me ocurren cosas muy extrañas. Bueno, dejemos mis tonterías en paz…
-No son tonterías, creo que eres todo un filósofo y un poeta.
-Lo que tú digas. -concluyó. -Tu abuela se llevó un buen disgusto con lo de tu pelo.
-Ni que lo digas, es una exagerada… A ella no le gusta el pelo rubio porque, como ya sabes, mi bisabuelo era norteamericano y ella nació rubia. En esa época a nadie le gustaba en Japón ese color de pelo, sobretodo después de la guerra, por lo que ella lo pasó muy mal en su juventud porque todo el mundo la insultaba y se burlaba de ella.
-No me extraña que no le guste entonces.
-Ya sé que la gente es muy cruel, pero eso no quiere decir que yo no pueda teñirme si me gusta más ser rubio.
-Supongo. Pero a ti te sienta bien el negro, ¿por qué cambiarlo?
-Porque me gusta ser especial, todo el mundo es moreno. Mi hermana Mihoshi siempre llama la atención por ser rubia. Pues yo también quiero, pero la dichosa genética quiso que yo saliera a mi padre. Y no a mi bisabuelo.
-¿Tú siempre tienes celos de tu hermana?
-¡No! ¡Yo no tengo celos de ella! ¡Solo es que me da rabia que sea mejor en todo que yo!
-Eso, hasta donde sé, son celos.
-¡Qué no!
-Vale, lo que tú digas. No te voy a discutir.
-Tú no lo entiendes porque no tienes hermanos.
-No, no tengo hermanos… -contestó tomando un tono bastante lejano.
-Lo… Lo siento, no quería decir eso…
-Déjalo, si tienes razón… -musitó agachando la cabeza, este movimiento hizo que Nozomu pudiese volver a ver su cicatriz. Al final no había sido una imaginación. Incluso se empinó un poco para verla mejor. - ¿Se puede saber que haces?
-Nao, ¿puedo ser cotillo?
-¿Es que no lo eres ya?
-Bueno, me he fijado en que tienes una marca muy fea en el hombro. -explicó tímidamente.
-Sí, es una quemadura. -afirmó Nao como si quisiese restarle importancia pese a que su voz le delataba.
-¿Cómo te la hiciste?
-Un accidente con agua hirviendo.
-Uy… tuvo que dolerte mucho.
-Horrores… Por eso siempre llevo camisas con el cuello más bien alto, no me gusta que se vea. ¿Te molesta mucho?
-No… -contestó moviendo la cabeza enérgicamente en una negación.
-Menos mal, hay gente que no puede ni verla. Yo soy como una colección de cicatrices y no estoy orgulloso.

Nozomu, como curioso que era, estuvo a punto de preguntarle por cuales eran las demás, pero viendo la cara de Nao, prefirió quedarse con la curiosidad y callar. Si lo que vas a decir no es mejor que el silencio, mejor no hablar. El cabello de Nozomu ya estaba completamente seco por lo que tenía que haber pasado bastante tiempo. Bostezó, ya tenía bastante sueño, su hora de dormir había quedado ya atrás. Los ojos le pesaban como si quisiesen cerrársele solos. Se levantó de donde estaba sentado para marcharse con el mismo cuidado con el que había llegado. Nao en cambio no se movió ni un centímetro.

-¿No vienes a dormir, Nao? -preguntó ya en tierra firme.
-No, quiero estar un poco más aquí. Más tarde voy.
-Vale… Buenas noches.
-Buenas noches. -Nozomu se escondió en el interior de la habitación.
-¡Ah! Nao. -dijo asomando de nuevo. -Como te gustan mucho las estrellas, mañana te voy a llevar a mi rincón secreto que se ven muy bien. ¿OK?
-Como quieras.
-¡Genial! Verás como te gusta mucho. Nos llevaremos a Lenteja y todo, pero a Mihoshi no.
-Celoso. -susurró lo suficientemente bajo para que él no le escuchase.
-¿Has dicho algo?
-No nada, que hasta mañana.
-Hasta mañana Nao, si tienes otra vez una pesadilla dímelo.
-Te lo diré, aunque no se para qué.
-Tú hazlo. -mandó sonriente mientras se ocultaba definitivamente tras la ventana.

Definitivamente Nozomu era el chico más raro que Nao había conocido en su vida, eso pensaba el castaño. Y Nao era el más raro que Nozomu había conocido en su vida, eso pensaba el rubio. Seguramente el resto del mundo (o el cielo según Nao) pensaba lo mismo de ellos dos. Eran raros, y lo sabían. Pero ser raro es otro modo de brillar al fin de cuentas…

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