viernes, 6 de mayo de 2011

17. Nostalgia, celos y otros sentimientos.

Nao apareció por la puerta de la cocina con la cara aún adormilada el pelo enredado en una maraña y los ojos cerrados por algunas legañas. Al parecer Nozomu había decidido dejarle dormir en paz por lo menos durante ese día. Él no había dormido muy bien, parecía que había llorado y por eso tenía los ojos más cerrados he hinchados que de costumbre. Seguramente había sido por la falta de costumbre de dormir allí. En el fondo le daba un poco de miedo estar tan lejos del hospital.

En la sala solo estaba la madre que no había terminado de desayunar. Esta se quedó mirándole con una sonrisa bastante cálida, que tal vez por eso a Nao le dio una extraña sensación también producida por la falta de costumbre.

-Nozomu y Mihoshi se han ido a ver a unos gatitos que ha tenido una vieja amiga de la albuela. No creo que tarden mucho. Voy a calentarte el desayuno.-informó la mujer.
-Gracias. Siento haber dormido tanto, debo de parecer un maleducado.
-Tranquilo, ya me ha dicho Nozomu que sueles dormir muy mal. Al parecer hoy tuviste una pesadilla y por eso no te despertó. -aclaró acercándole el plato con un poco de arroz y sopa de miso.
-Suelo tenerlas.
-Pobrecillo.
-Señora Nozomi…
-Uy, no me llames así que me siento muy mayor. Mejor Fumiko.
-Vale, Fumiko. Les ha molestado mucho que viniese ¿cierto?
-No hijo. ¿Cómo nos iba a molestar?
-Bueno es porque meter en su casa a un enfermo como yo… Por lo menos un poco de miedo…
-La verdad es que al principio si asusta un poco. Pero eres muy tranquilo y educado. Mis hijos son unos chillones que no paran de discutir, deberían de aprender de ti. Sin embargo, todo el mundo tiene sus prejuicios…
-Sí, todos los tienen. Nozomu es el único que no ha parecido tenerlos conmigo… es un poco insensato.
-Más de lo que te imaginas. De pequeño se fiaba de todo el mundo, una de sustos que nos daba, siempre se estaba perdiendo.
-Eso si que es peligroso para un niño. Uno no se puede fiar de lo que hay por el mundo.
-Ni que lo digas, además es un cotillo, una vez se quedó atascado en unas rejas de una casa abandonada por perseguir a un gato. Le encontramos dos horas más tarde con la cabeza dentro del jardín y el cuerpo fuera. No paraba de llorar el pobre.
-No sé porqué no me extraña viniendo de él.
-Era un niño muy travieso. -sonrió la madre al recordar aquellos días en los que sus hijos no eran más que un par de niños. -Siempre ha pecado de inocente… Y ahora que ha crecido la verdad es que no sé si ha mejorado o no. No me puedo creer todavía lo que le está pasando.
-Debe de ser muy duro que a un hijo le ocurra algo así.
-Mucho. Y a veces me siento culpable de haberle involucrado en este mundo tan superficial. Siempre nos habíamos preocupado por Mihoshi, la hablábamos del tema, la vigilábamos e incluso la llevábamos a un psicólogo de vez en cuando para que se asegurase de que no caía en la anorexia. Nunca pude imaginar que el que caería era Nozomu. Recuerdo que empezó con minucias, como poner papel absorbente para las comidas fritas, saliendo a caminar todos los días. Ni si siguiera me preocupé. -Nao pudo ver como por la mejilla de la mujer rodaba una lagrima cristalina que arrastraba algún resto de maquillaje que quedase en ella. Fumiko se sintió algo incomoda por el silencio del pensativo chico. -Lo siento, debe aburrirte mucho lo que yo te cuente.
-No que va. Estaba pensando en que Nozomu tiene mucha suerte de tener una madre tan buena y amable que se preocupa así con él.
-¡Anda niño no seas pelota! -bromeó la rubia.
-Lo digo en serio. Yo no me acuerdo de mi madre, ya no la recuerdo. A veces me parece poder imaginar como era estar con ella, pero no puedo acordarme de verdad.
-Eso también debe de ser muy duro.
-No tanto, como no la recuerdo no puedo echarla de menos. Aunque me es inevitable sentir una extraña nostalgia. Bueno, ahora soy yo el que la aburre…
-Al contrario, ya se porqué le gustas tanto a mi hijo. Con lo curioso que es seguro que le resultan interesante. O sea no quiero decir que me alegre por esas cosas tan tristes que me dices pero… -las palabras de la madre se vieron interrumpidas por una da las risitas descontroladas de Nao.
-¡Ji, ji! Perdón, pero es que ahora ya sé a quien a salido su hijo. Los dos habláis muy parecido y me ha hecho gracia.
-No pasa nada… Si te hace gracia, ríe. Es mejor que verte totalmente serio como hasta ahora. ¿Y no recuerdas nada a tu madre?
-Ni a mi padre tampoco. Recuerdo sensaciones, pero no personas. Sé que he tenido, que los he llegado a conocer, que cuando tenía miedo llamaba a mi madre y que a mi padre le gustaba volar cometas conmigo, pero no puedo recordarles a ellos. Hace mucho que no los he visto y he olvidado sus caras y sus voces.
-No quiero parecer una cotilla como mi hijo… Pero ¿se puede saber que les pasó?
-No es un tema del que me gusta mucho hablar. Desaparecieron, un día al volver a casa, ellos no estaban y no volvieron más. Fue una sensación de abandono muy grande, y a partir de ahí nada mejoró. Todo fue en picado… ¿No sé si puedo explicarlo bien?
-Tranquilo, te entiendo.
-Es que a veces me cuesta mucho decir lo que estoy pensando. En mi cabeza todo suena bien pero a medida que lo digo me da la impresión de que las palabras se desordenan.
-Claro será parte de… -paró para intentar no meter la pata.
-Esquizofrenia, puede decirlo. No va a ofenderme.
-Ya veo. Eres muy conciente de tu enfermedad, más que Nozomu, mucho más.

Y al mencionarlo, la voz de Nozomu sonó estruendosamente en un agudo chillido. Luego se escuchó las palabras de la hermana metiéndose con el moreno. La madre de la pareja se asomó por la ventana para ver que era lo que ocurría. Fuera estaban ellos dos junto al padre, la abuela y el cachorrillo que era sujetado por la joven con la correa. Nozomu tenía un pequeño gatito que intentaba zafarse de los brazos del chico. Este lo había traído porque quería que Nao y su madre viesen al lindo gato recién nacido. Luego vio como entraba en la casa para poder hacer su propósito, unos segundos después ya estaba en el salón.

-Mirad, este es el pequeño Bizcocho. -habló incluso antes de saludar.
-Ya estamos aquí, buenos días Nao. -dijo la chica en un tono menos nervioso -Como os habréis imaginado, le han dejado ponerle nombre al minino de la señora Yahiko.
-Me ha dejado tenerle aquí un ratito, esta tarde tenemos que volver a llevárselo. ¿Vendrás a devolverlo Nao? Así te enseñamos el río que es muy bonito.
-De acuerdo iré. No creo que me dejes otra opción.
-¡Ja! Claro que no. Que bien me conoces.

Nozomu se pasó todo el medio día jugueteando con el pequeño gatuno. A la hora de comer Fumiko tuvo una pequeña discusión con su madre a cerca de porqué no podía obligar a Nozomu a comer demasiado, aunque la anciana no parecía entender a lo que se refería con lo de que su nieto estaba enfermo y por eso no podía comer mucho. En su época al enfermo se le daba de comer para que se pusiera fuerte pronto. Pero finalmente el chico se salio con la suya. Tal como les mandaron, unos minutos después de la comida Nozomu metió al minino en una cestita para llevarlo mejor, y los tres jóvenes y el perro se dispusieron a devolverlo. En el pueblo las casas estaban bastante alejadas las unas de las otras por los jardines. El paseo se les hizo corto entre las explicaciones que el menor le daba a su amigo y sus discusiones familiares con su hermana. Dejaron al gatito en casa de su dueña, y como era el plan enseñarían el río a Nao.

No era un arroyo similar al artificial que recorría el hospital, como había imaginado el castaño. Era bastante caudaloso y el agua corría a una velocidad moderada pero lo suficiente fuerte como para que se viese la corriente. El río estaba rodeado por una gran abundancia de hierbas que tapizaban de verde el suelo que pisaban y salpicados por algunos árboles como sauces llorones. Además el líquido que corría era claro, tanto que podía verse el fondo y algún pez que pasaba por allí.

-Valla… es más bonito de lo que había imaginado. -murmuró Nao como si pretendiese que sus compañeros no le escuchasen.
-¡Claro que sí! -inquirió Nozomu dando muestra de que había oído las palabras del mayor. -Pero aquí no nos podemos bañar porque la corriente es demasiado fuerte y es peligroso. Más abajo sí.
-Eso te han dicho a ti para que no te metas, seguro que tú llenarías el agua de roña. -se rió Mihoshi.
-¡Claro que no! ¡Yo soy muy limpito!
-Pero el agua es muy cristalina, yo pensaba que ya no había ríos así. -cortó Nao la conversación.
-Eso es porque el agua sale directamente de la nieve que se derrite montaña arriba. Como es un pueblo más bien al norte del país la nieve tarda mucho en descongelarse. Por eso siempre hay un agua muy limpia en esta parte del río. -aclaró la chica señalando el pico de la montaña donde aún se veía cubierto con una capa blanca.
-Eres toda una entendida en estas cosas.
-Es de tantas veces que he venido aquí. Cuando iba a hacer el examen de acceso a la universidad incluso me dejaron aquí a mi sola para que estudiara.
-No es por ser cotillo. ¿Pero que estudias?
-Estudio teleco, ingeniería de telecomunicaciones. Ya sabes fibra óptica, modems, todo eso.
-Yo no entiendo mucho de esas cosas, pero se ve interesante.
-Lo es, a mi por lo menos me gusta.

Nozomu escuchaba enfurruñado la conversación de su amigo con Mihoshi. ¡Porque Nao era su amigo, no el de ella! Parecía que la chica quisiese captar toda su atención, era una egocéntrica, o eso pensaba Nozomu en su cabecita morena. Nao no le estaba haciendo a él ningún caso, ni Nao ni nadie, hasta Lenteja parecía recibir más atención que él. Pensaba mientras miraba al perrillo, al cual llevaba atado su hermana, enfadado como si él tuviese la culpa.

Se alejó de ellos unos metros intentando que no le viesen enfadado. Daba lo mismo, de todos modos no iban a percatarse. Caminó bastante cerca del borde de la orilla, mirando las aguas corriendo.

-¡Nozomu! -oyó llamar a su hermana. -¡¿Qué haces?! Venga que nos marchamos sin ti.
-Va… -contestó con desgana.

Pero al ir a girarse el tobillo se le torció. Tan mal lo colocó que perdió el equilibrio. Un segundo después estaba cayendo al agua que tanto miraba, mientras él solo pudo abrir desorbitadamente sus redondos ojos verdes y soltar un agudo grito. Esta última reacción y el sonido del chapuzón fueron los que hicieron que Nao y Mihoshi se percatasen de que Nozomu se había caído al río. La primera acción de ambos fue correr a sacar del agua al chico. Como Nozomu había advertido la corriente dificultó bastante la acción. Pero por suerte entre los dos pudieron sacarle a tiempo del agua. Eso sí los tres acabaron calados hasta los huesos.

-¡¿Estás tonto?! ¡Mira estamos empapados! -chilló Mihoshi.
-¡Ni que hubiese sido culpa mía! Me tropecé. -explicó el chico todavía enfadado.
-No… Nozomu… -intentó hablar Nao entre la discusión.
-¿Qué pasa?
-Tu pelo… Tu pelo es rubio otra vez.
-Es verdad, mírate.
-Eso no puede ser. -dijo agarrando uno de los mechones al que se le escurrió el tinte. -¡Ay! ¡Que voy a hacer! ¡Si me ve la abuela se va a enfadar!
-¿Te acabas de caer a un río y lo único que te preocupa es que se te ha ido el tinte?
-Pero que nos hemos caído lo podemos explicar, pero cómo le digo yo ahora a la abuela que soy rubio.
-Bueno el que te has caído eres tú, nosotros te hemos ayudado. -puntualizó Nao.
-Vale, diré que el torpe he sido yo, pero me preocupa más lo que me diga del pelo.
-Eso ya es problema tuyo, majo. -siguió la hermana.
-Jopeta… -acabó de hablar el de nuevo rubio Nozomu, mientras los tres se incorporaban para llegar, como fuese a la casa.

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